domingo, 3 de noviembre de 2024

Rendición de Michoacán, 1522

 


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Rendición de Michoacán 

Por Jerónimo de Alcalá 

Como es bien sabido, el otro gran imperio de Mesoamérica, el Imperio Purhé, cuya capital no era menos lacustre que Tenochtitlan, no opuso resistencia a los hombres vestidos de hierro y a los indios hispanistas que encabezaba Cristóbal de Olid, uno de los capitanes de Cortés. De esa rendición se ocupa el párrafo de la Relación de Michoacán transcrito enseguida. 


Y antes de que llegasen los españoles, sacrificaron los de Michoacán ochocientos esclavos de los que tenían encarcelados, porque no se les huyesen con la venida de los españoles y se hiciesen con ellos. Y saliéronles a recibir de guerra Huzizilzi y su hermano Don Pedro y todos los caciques de la Provincia y señores con gente de guerra. Y llegaron a un lugar, obra de media legua de la ciudad por el camino de México en un lugar llamado Api e hicieron allí una raya a los españoles y dijéronles que no pasasen más adelante, que les dijesen a que venían y que si los venían a matar. Respondióles el capitán: 

-No os queremos matar, veníos de largo aquí donde estamos, quizá vosotros nos queréis dar guerra.

Dijeron ellos:

-No queremos.

Díjoles el capitán Cristóbal de Olí:

-Pues dejad los arcos y flechas y venid donde nosotros estamos.

Y dejáronlos y fueron donde estaban los españoles parados en el camino todos los señores y caciques con algunos arcos y flechas y recibiéronlos muy bien y abrazáronlos a todos y llegaron todos a los patios de los cúes grandes y soltaron allí los tiros. Y cayéronse todos los indios en el suelo, de miedo y empezaron a escaramuzar en el patio, que era muy grande. 

Y fueron después a las casas del cazonci y viéronlas y tornáronse al patio de los cinco cúes grandes y aposentáronse en las casas de los papas que tenían diez varas -que ellos llaman pirimu- en ancho y en los cúes que estaban las entradas de los cues y las gradas llenas de sangre del sacrificio que habían hecho. Y aún estaban por allí muchos cuerpos de los sacrificados. Y llegábanse los españoles y mirábanles si tenían barbas. Y como subieron a los cúes y echaron las piedras del sacrificio a rodar, por las gradas abajo y a un dios que estaba allí llamado Curitacaheri, mensajero de los dioses. Y mirábalo la gente y decía:

-¿Por qué no se enojan nuestros dioses, cómo no los maldicen?

Y trujeronles mucha comida a los españoles y no había mujeres en la ciudad, que todas se habían huido y venido a Pázcuaro y a otros pueblos. Y los varones molían en las piedras para hacer pan para los españoles y los señores y viejos. Y estuvieron los españoles seis lunas en la ciudad (cada luna cuenta esta gente veinte días) con todo su ejército y gente de México. Y a todos los proveían de comer pan y gallina y huevos y pescado, que hay mucho en la laguna. 

Y desde a cuatro días que llegaron, empezaron a preguntar por los ídolos y dijéronles los señores que no tenían ídolos, y pidiéronles sus atavíos y lleváronles muchos plumajes y rodelas y máscaras, y quemáronlo todos los españoles, en el patio. Después de esto empezáronles a pedir oro y entraron muchos españoles a buscar oro a las casas del cazonci.


(Tomado de: González, Luis. El entuerto de la Conquista. Sesenta testimonios. Prólogo, selección y notas de Luis González. Colección Cien de México. SEP. D. F., 1984)

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