lunes, 31 de octubre de 2022

El Caracol y el Sable V

 


Esclavos

Hacia la primera década de este siglo, John Kenneth Turner, periodista norteamericano, se preguntó: ¿Qué es México? Y, como ha sido frecuente en nuestra historia, su respuesta fue un descubrimiento.

Turner oyó, de cuatro desterrados mexicanos en Los Ángeles, una descripción distinta de la que prevalecía respecto de nuestro país. “¿Quieren hacerme creer –dijo- que todavía hay verdadera esclavitud en el hemisferio occidental? ¡Bah! Ustedes hablan como cualquier socialista norteamericano. Quieren decir esclavitud del asalariado, o esclavitud de condiciones de vida miserables. No querrán significar esclavitud humana.”

Los desterrados insistieron:

“-Sí, esclavitud, verdadera esclavitud humana. Hombres y niños comprados y vendidos como mulas, exactamente como mulas, y como tales pertenecen a sus amos: son esclavos.

“-¿Seres humanos comprados y vendidos como mulas en América? ¡En el siglo XX! Bueno, si esto es verdad, tengo que verlo.”

En 1908 emprende su primer viaje al México de Porfirio Díaz. La región descrita en el primer capítulo de su libro es Yucatán. Sobre una tierra, "la de menos sierra, porque toda ella es una viva laja”, Turner entra a un laberinto de fibras, espadas vegetales y cárceles de piedra, representando el papel de un inversionista; única farsa posible para reunir testimonios de unos y otros: propietarios y esclavos. Había pasado la crisis de 1907 y el supuesto capital que invertiría le abre las puertas de las oficinas de Mérida y de las haciendas de la península. Conoce la vida de los reyes del henequén, en sus blancos palacios de Mérida, y la que padecen 8 mil yaquis, 3 mil coreanos y 125 mil mayas.

En la hacienda de San Antonio Yaxché, hombres vestidos de andrajos y descalzos trabajan sin descanso, con mucho cuidado y con la velocidad de los obreros mejor pagados. También trabajaban a destajo y su premio consistía en librarse del látigo, y, con los hombres, mujeres, niños y a veces niñas. Entre los filos hirientes de las plantas, la jornada duraba lo que la luz del día. En cada arbusto debían quedar 30 hojas, tajantes las puntas y en hileras sus fibras verdes. Los hombres trabajaban amenazados por las púas y el látigo del capataz. “Es necesario pegarles –dijo a Turner un representante de la Cámara Agrícola-, sí, muy necesario, porque no hay otro modo de obligarlos a hacer lo que uno quiere. ¿Qué otro modo hay para imponer disciplina en las fincas? Si no los golpeáramos, no habría nada.” Terminando su tarea los encerraban. Guardias armados vigilaban las puertas. Al amanecer, formados en el patio, pasaban lista. Mañana a mañana uno de ellos era atado a las espaldas de un chino para recibir del capataz 15 azotes con fibras de henequén, mojadas y endurecidas. Era la advertencia. En fila caminaban rumbo al campo, aguardándole, a cada uno, 2 mil hojas de henequén, el sol implacable y el látigo.

En 1908, el precio de la fibra era de 8 centavos. El costo de producción no era mayor de un centavo. El sistema de la deuda, transmitido a varias generaciones: el jornal de $22.50 al año; el acasillamiento, la persecución de los que huían –casi siempre de una finca a otra-, la comida de frijol, tortilla y pescado una vez al día, y la renovada presencia de los yaquis, hacían posible que la vida de 50 familias, en Mérida, transcurriera en palacios y jardines.

La esclavitud de los mayas era el fin de una larga, dolorosa lucha empezada en la ocupación de Tepich hacia 1847. en pocas horas aquel poblado se convirtió en un hacinamiento de escombros y brasas. Ni una choza quedó en pie. La tropa cegó los pozos, las cisternas y cubrió de barro los cuerpos y despojos de las víctimas. Los indios fueron derrotados; sus caudillos, fusilados. Dos años después empezó la deportación de los vencidos a Cuba. Los hacendados llegaron a vender –y aun las señoras y los jovencitos de Mérida participaron en el negocio- a los hombres, en cuarenta pesos; en veinticinco a las mujeres. A los niños menores de diez años, los regalaban. La “raza maldita”, que dijera O’Reilly, debía salir de su país. Juárez y Melchor Ocampo hicieron cuanto pudieron para impedir las atrocidades. Los hacendados, para mantener la esclavitud, llegaron a pedir de Estados Unidos apoyo para separar, políticamente, Yucatán. La venta de mayas a Cuba terminó 15 años después, pero no la esclavitud. Los indios, acosados, se refugiaron en la parte oriental de la península; para exterminarlos, Díaz decretó en 1902 la organización de esa zona en territorio federal. Quintana Roo fue, a partir de ese año, una región de guerra. El ejército, dotado de máuseres en 1898, derrotó a los indios y los persiguió con saña por la selva.

En 1902, J. P. Morgan, “El Magnífico”, convocó a los interesados en el henequén –McCormick, Glessner, Deering, Jones- y los agrupó en una sola, poderosa compañía: la International Harvester, para comprar y exportar, a todo el mundo, el henequén en rama. El agente de la Harvester en México, Olegario Molina, hacendado, gobernador y ministro de Fomento y Colonización, recomendó, a partir de entonces, producir más para vender barato. La fibra bajó de precio acarreando la ruina, la desesperación y el hambre: de 9.48 centavos de dólar la libra en 1902 a 3 centavos en 1911.

Los propietarios consideraban terminada la campaña contra los indios. Las haciendas habían logrado un sistema de opresión que hacía imposible la escapatoria de los esclavos. La exportación de henequén, 1877 a 1911, fue de 2,150,458,958 kilos, con un valor de 452,081,615 pesos.

Sólo de 1902, año de la fundación de la Harvester, a 1911, la exportación fue de 927,520,098 kilos de henequén en rama con un valor de 231,272,842 pesos. La exportación dependía de la concentración del henequén en unas cuantas manos; de la feudalización de la tierra y de los hombres. En abril de 1909, dos meses después de aplastada la última rebelión indígena –la del 20 de enero de 1909-, Olegario Molina denunció, como ministro de Fomento y Colonización, la falta de títulos legales en una zona de 2,700 hectáreas en el partido de Tizimín. Los pueblos, las rancherías y las aldeas que abarcaban eran numerosas. El jefe político de Tizimín comunicó a los campesinos y rancheros que estaban emplazados por dos meses para desocupar las tierras o “quedar sujetos al nuevo propietario”. Lo mismo ocurrió, en ese año, en el partido de Espitia. Era el procedimiento seguido desde 1880 y, en Yucatán, coincidente con las guerras a los indios. Extensas tierras fueron cubiertas de henequén. La Harvester hizo uno de los negocios más cuantiosos de su historia. Los indios no recibían salario, sólo una comida al día. El ejército resguardaba las ciudades y los pueblos. Los rurales iban de un sitio a otro fusilando o encarcelando indios. Los mayordomos, látigo en mano, vigilaban la tarea durante 12 o más horas. Los indios habían sido “pacificados” y para reconocer el mérito de haberlo logrado, al fin de la batalla en Quintana Roo, el Congreso de la Unión otorgó a Porfirio Díaz la condecoración del Gran Cordón del Mérito Militar. La unidad de la patria se había, al fin, logrado. El equilibrio de las “razas”, tenazmente buscado desde 1847, era perfecto. El henequén, sin embargo, exigía de brazos. Los cordeles elaborados por la Harvester para los sacos de azúcar y café no bastaban. Los 125 mil mayas no alcanzaban a producirlos. Los indios, “raza” débil, morían jóvenes. Fue necesario llevar a los henequenales, chinos, coreanos y yaquis.

En 1905 Porfirio Díaz dio la orden de que los indios rebeldes de Sonora, sus mujeres e hijos, fueran deportados a Yucatán.

El origen del conflicto fue la apropiación de las tierras del Valle del Yaqui. Durante 24 años gobernaron el estado de Sonora, Ramón Corral, Rafael Izábal y el general Luis G. Torres. La guerra empezó en 1880. un grupo de rurales, ebrios, saquearon una aldea. La protesta ante el gobernador Corral fue rechazada. Idéntica respuesta recibieron del jefe de la zona militar, Luis G. Torres. Los yaquis organizaron su propia defensa y empezó la campaña que duró 25 años, en los cuales un ejército permanente persiguió implacablemente, por valles y montañas, a hombres, mujeres y niños.

El exterminio de los yaquis tenía por objeto el despojarlos de sus tierras comunales, las cuales se extendían en las márgenes de los ríos Yaqui y Mayo. En 1890 Díaz otorgó a Carlos Conant 300 mil hectáreas; éste, a su vez, organizó en Nueva York la Sonora and Sinaloa Irrigation Company, que construyó los primeros canales de riego. Hacia 1902 la compañía de Conant se declaró en quiebra. Las tierras se fraccionaron. Los accionistas pidieron los terrenos de la margen izquierda del río Yaqui y nuevamente se hizo la guerra a los indios. En 1908 los hermanos Richardson compraron las acciones de la Sonora and Sinaloa y obtuvieron de varios capitalistas norteamericanos un crédito por 15 millones de dólares. Los canales de riego abrieron al cultivo 35 mil hectáreas, la invasión trajo consigo otra guerra más contra los yaquis. Las órdenes a los soldados se convirtieron en premios a los que presentaban las orejas de los prisioneros. Ahorcaban sin descanso, sirviéndose de la misma reata para cuatro o cinco capturados. El fusilamiento de Cajeme, capitán de la tribu yaqui, apagó la resistencia el tiempo justo de la lucha reanudada por Tetabiate. Varias veces se intentó hacer la paz. Los tratados fueron desconocidos una y otra vez por las autoridades. En el refugio de la isla Tiburón algunos yaquis se creían a salvo; se presentó el gobernador Izábal y exigió a los seris que le entregaran las manos de los refugiados con la alternativa de sufrir ellos el exterminio de no cumplir su orden. Los seris cumplieron. En 1898, al aumentar el poder combativo del ejército por el nuevo armamento adquirido, la resistencia de unos cuantos centenares de yaquis era cada vez más débil. Entonces empezó la deportación de los supervivientes a Yucatán.

“¿Por qué se hace sufrir a una porción de mujeres, de niños y de viejos –preguntó Turner a un médico militar-, sólo porque algunos de sus parientes en cuarto grado están luchando allá lejos, en las montañas?”

el médico militar respondió:

“¿La razón? No hay razón. Se trata solamente de una excusa y la excusa es que los que trabajan contribuyen a sostener a los que luchan. Pero si esto es verdad, lo es en mínima parte, pues la gran mayoría de los yaquis no se comunican con los combatientes. Puede haber algunos culpables, pero no se hace ningún intento por descubrirlos, de manera que por lo que un puñado de yaquis patriotas estén haciendo, se hace sufrir y morir a decenas de miles. Es como si se incendiase a toda una ciudad porque uno de sus habitantes hubiera robado un caballo.”

La deportación fue un incalculable negocio. Quinientos yaquis eran entregados, cada mes, en Yucatán. Los sacaban de las rancherías en las que cultivaban la tierra, de las aldeas y pueblos. Los hacían caminar miles de kilómetros; otros, los ancianos, morían en las jornadas. A bordo de los navíos 200 de ellos se arrojaron al mar en suicidio colectivo. La tierra quedaba despoblada.

Los soldados y agentes del gobierno enviaban ópatas y pimas, y todo hombre, mujer o niño, que vistieran andrajos. Cada uno costaba, a los hacendados de Yucatán, $65.00. Turner transcribe este diálogo con un oficial encargado de las deportaciones:

“-Durante los últimos tres y medio años –me dijo- he entregado exactamente en Yucatán 15,700 yaquis; entregados, fíjese usted, porque hay que tener presente que el gobierno no me da suficiente dinero para alimentarlos debidamente y del 10 al 20 por ciento mueren en el viaje.

“-Estos yaquis se venden en Yucatán a $65.00 por cabeza: hombres, mujeres y niños. ¿Quién recibe el dinero? Bueno, “10.00 son para mí en pago de mis servicios; el resto va a la Secretaría de Guerra. Sin embargo, eso no es más que una gota de agua en el mar, pues lo cierto es que las casa, vacas, burros, en fin, todo lo que dejan los yaquis abandonado cuando son aprehendidos por los soldados, pasa a ser propiedad privada de algunas autoridades del gobierno de Sonora.”

Turner describe el viaje de los yaquis a Yucatán, partiendo de los sitios en que eran concentrados. Los ve en la ciudad de México, comprueba su penoso camino por las tierras áridas y también a bordo de los barcos de carga. Dialoga con hombres y mujeres: sus breves historias, sus angustias y dramas increíbles.

“-¿A quién pertenecen –pregunta a una mujer- todas esas criaturas, estos muchachos, todos del mismo tamaño?

“-¿Quién sabe? –le responde-. Sus padres han desaparecido, lo mismo que nuestros hijos.”

Los acompaña en su travesía. El agua del mar entra por las hendiduras de la embarcación. Hay enfermos y muchos mueren. Frío y hambre. Agrupados, esperan el desembarco. En Yucatán son entregados a sus compradores. Separan las familias que estaban unidas y empieza el segundo capítulo de su esclavitud: el trabajo entre las púas del henequén.

Día a día, mucho más que los mayas, son azotados. Quince latigazos contados cada seis segundos por el capataz. “el extraordinario verdugo, llamado mayocol –escribió Turner-, un bruto peludo de gran pecho, se inclinó sobre la cubeta y metió las manos hasta el fondo. Al sacarlas, las sostuvo en alto para que se vieran cuatro cuerdas que chorreaban, cada una de ellas como de un metro de largo. Las gruesas y retorcidas cuerdas parecían cuatro hinchadas serpientes a la escasa luz de las lámparas; y a la vista de ellas, las cansadas espaldas de los 700 andrajosos se irguieron con una sacudida; un involuntario jadeo se escuchó entre el grupo. La somnolencia desapareció de sus ojos. Por fin estaban despiertos, bien despiertos.”

Entre el henequén, el látigo y el hambre, el yaqui prefirió la muerte por su propia voluntad.

Si en el cultivo del henequén los mayas morían más de los que nacían, y los yaquis soportaban un año, los esclavos de Valle Nacional sobrevivían ocho meses.

¡Quince mil hombres entraban cada año a cultivar tabaco!

Escribió Turner: “No hay supervivientes de Valle Nacional... no hay verdaderos supervivientes –me contó un ingeniero del gobierno que está a cargo de algunas mejoras en ciertos puertos-. De vez en cuando, sale alguno del Valle y va más allá de El Hule. Con paso torpe y mendigando hace el pesado camino hasta Córdoba; pero nunca vuelve a su punto de origen. Esa gente sale del Valle como cadáveres vivientes, avanzan un corto trecho y caen.”

Valle Nacional, situado al noroeste de Oaxaca, es una honda cañada de 3 a 10 kilómetros de anchura, rodeada por montañas inaccesibles. Las plantas de tabaco se extendían por la faja de tierra lo mismo que las haciendas, en las cuales el monopolio de los hermanos Balsa, españoles, ejercía el poder a nombre del gobierno. Era el sitio del castigo de los que cometían delitos menores, de los capturados por la gendarmería y el de los rebeldes; de los caídos en desgracia por algún conflicto con la burocracia. Hombres, mujeres y también niños.

Como en Yucatán, Turner representa idéntica farsa: la de un norteamericano que pretende adquirir una hacienda. Conoce palmo a palmo el Valle, pregunta por los que desaparecen y la causa de las muertes colectivas. Ve las tareas en el campo bajo el látigo de los capataces, y escucha el relato de un hombre que le señala el rumbo de los pantanos donde agonizantes y muertos son arrojados a los caimanes. Sabe de los esqueletos hacinados en las hondonadas y en Tuxtepec recibe esta proposición:

“-El hecho de que soy cuñado de Félix Díaz, y además amigo personal de los gobernadores de Oaxaca y Veracruz y de los alcaldes de esas ciudades, me coloca en situación de atender los deseos de usted mejor que cualquier otro. Yo estoy preparado para proporcionarle cualquier cantidad de trabajadores, hasta cuarenta mil por año, hombres, mujeres y niños, y el precio de $50.00 por cada uno. Los trabajadores menores de edad duran más que los adultos; le recomiendo usarlos con preferencia a los otros. Le puedo proporcionar a usted mil niños cada mes, menores de 14 años, y estoy en posibilidad de obtener su adopción legal como hijos de la compañía, de manera que los pueda retener legalmente hasta que lleguen a los 21 años.

“-Pero ¿cómo puede adoptar mi compañía –le respondió Turner- como hijos a doce mil niños por año? ¿Quiere decir que el gobierno permitiría semejante cosa?

“-Eso déjemelo a mí –contestó el cuñado de Félix Díaz-. Lo hago todos los días. Usted no paga los $50.00 hasta que tenga en su poder a los niños con sus papeles de adopción.”



(Tomado de: García Cantú, Gastón - El Caracol y el Sable. Cuadernos Mexicanos, año II, número 56. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)


jueves, 27 de octubre de 2022

Cultura mixteca


La cultura mixteca

Es una de las regiones mesoamericanas de mayor profundidad histórica. A lo largo de aproximadamente 3,000 años, en ese territorio se desarrollaron varias tradiciones culturales, dos de las cuales, la mixteca y la zapoteca, se encuentran entre las más importantes de Mesoamérica, por su longevidad y el alcance de sus aportaciones. Hoy en día, esa extraordinaria diversidad cultural se refleja en los numerosos grupos étnicos que aún pueblan la entidad, en lo que de hecho constituye el conglomerado indígena más numeroso del país, con una notable variedad de lenguas, así como de costumbres y creencias con raíces prehispánicas.


La Mixteca 

Los mixtecos habitaron una extensa región que abarca la parte occidental del actual estado de Oaxaca y parte de los estados de Guerrero y Puebla. Aunque en su mayoría es montañosa, la Mixteca comprende tres zonas ecológicas: la Mixteca Alta -escenario del desarrollo de los principales poblados de esta cultura, como Tilantongo -, la Mixteca Baja -o Ñuiñe ("Tierra Caliente")- y la Mixteca de la Costa.


Los mixtecos: la Gente de la Lluvia

La cultura mixteca es una de las más relevantes de Mesoamérica. Se distingue no sólo por su profundidad y continuidad histórica, sino por ser la fuente de algunos de los códices prehispánicos más importantes que se conocen, y por la extraordinaria calidad de su arte.las exploraciones en las distintas áreas de la región han mostrado que la Mixteca, al igual que la de sus vecinos zapotecos, era una sociedad compleja. En la época prehispánica, la región se encontraba dividida en señoríos independientes inmersos en una complicada red de relaciones económicas y políticas, que lo mismo incluían alianzas por medio de matrimonios entre miembros de la clase gobernante que enfrentamientos bélicos.


Arte mixteco

Los mixtecos se cuentan entre los mejores artesanos del México prehispánico, y sus creaciones fueron apreciadas en muchos otros lugares. Esta maestría creativa se encuentra plasmada en obras de todo tipo y realizada con diferentes materiales: figuras y herramientas de obsidiana y cristal de roca; cerámica polícroma, decorada con un sinfín de motivos geométricos, simbólicos y religiosos; grabados en hueso y madera con representaciones de escenas semejantes a las de los códices; adornos en jade, concha y turquesa, así como artículos de orfebrería, rama en la cual eran considerados los mejores de Mesoamérica. Con el empleo de diversas técnicas como el martillado, la cera perdida, la filigrana y las aleaciones, elaboraron entre otros objetos: collares, pectorales, anillos, orejeras y narigueras. El mejor ejemplo de la maestría de esta cultura en la fabricación de objetos de oro, lo constituye la rica ofrenda depositada en honor de un señor mixteco, en algún momento del Posclásico, en la famosa tumba 7 de Monte Albán, cuando esa gran ciudad zapoteca ya había sido abandonada y era también considerada un lugar sagrado para otros pueblos.


Cronología de la Mixteca


Fase Cruz

(Preclásico)

1600-500 a.C.

*Hay docenas de pueblos sedentarios en la Mixteca.

*Se construyen edificios públicos y comienza la estratificación social.


Fase Ramos/Flores

(Preclásico -Clásico)

500 a.C.-950 d.C.

*Apogeo del urbanismo en la Mixteca.

*La estratificación social está bien definida.


Fase Natividad

(Posclásico)

950-1520 d.C.

*La cultura mixteca alcanza su máximo desarrollo.


Periodo colonial 

1521-1810

*La Mixteca se adapta a la cultura europea 


Los mixtecos en la actualidad

Los hablantes de mixteco ascienden a 359 119: en Oaxaca hay 242 050, en Puebla 6 694 y en Guerrero 110 375. Cantidades significativas de hablantes de mixteco se encuentran en Distrito Federal: 12 337; estado de México: 21 278; Baja California: 12 843; Baja California Sur: 1 524; Sinaloa: 3 101 (INEGI, 2005). Sin contar a los miles de mixtecos que viven en Estados Unidos, cuya población hablante de este idioma ascendía en 2005 a 410 202 personas.


(Tomado de: Dossier: La Mixteca. Tres mil años de cultura en Oaxaca, Puebla y Guerrero . Arqueología Mexicana, Vol.XV núm. 90. Editorial Raíces, México, 2008)

lunes, 24 de octubre de 2022

Selección Nacional, el primer uniforme, 1923-1956

 


En 1923 se convocó a la primera Selección Nacional Mexicana. En esa ocasión también se llevó a cabo la tarea de escogerle un uniforme.

Jesús Salgado, uno de los máximos dirigentes de la Federación Mexicana de Futbol, acordó reunirse con José Martínez Ceballos, quien fungía como asesor y delegado del Comité Olímpico, para hablar sobre los uniformes que las delegaciones mexicanas llevarían a los Juegos de 1924. De esta plática salió en claro que no era habitual utilizar los colores de la bandera, por lo que Salgado, ya reunido en el campo del club España, decidió junto con Rafael Garza "Récord", capitán de la Selección, que utilizarían un uniforme color rojo subido, casi guinda, con un tono blanco en el filo del cuello y en la agujeta agujeta que cerraba la camiseta a la altura del pecho. El pantaloncillo sería completamente negro y las calcetas, las que cada quien tuviera, aunque se les recomendó a los jugadores que fueran oscuras.

Para la Olimpiada de Amsterdam 1928, las variantes serían mínimas, solamente cambiarían el pantalón por uno blanco. Cuando se jugó el primer Mundial en Uruguay, dos años después, se agregó por primera vez el escudo nacional a la camiseta y el pantaloncillo se tornó azul marino.

En 1934 se acordó, por iniciativa de "Récord", darle una variante al uniforme durante los enfrentamientos que sostendrían contra Cuba en las eliminatorias rumbo al Mundial de Italia. La camiseta en esta ocasión fue blanca, con el escudo centrado, el pantaloncillo oscuro y las calcetas rojas, pero con dos franjas blancas blancas horizontales en la parte alta. Para el partido en Roma contra los Estados Unidos, en el que la escuadra mexicana quedaría descalificada, se regresó a la camiseta guinda y el pantalón negro.

En los años siguientes hubo pocas variantes: la camiseta guinda con agujeta en el pecho era la oficial, y solamente se mostraban cambios en el pantaloncillo, que llegó a ser negro, blanco o azul. Para 1938, la agujeta desaparece y el cuello se vuelve redondo; y hacia 1947, ya con la nueva moda del sexenio alemanista, se utiliza durante el primer Campeonato Norteamericano de Futbol una camisa con los botones al frente y cuello de solapa, que los hacia parecer burócratas más futbolistas.

Las críticas al uniforme fueron fuertes y para las siguientes confrontaciones en 1949 y en los Mundiales de 1950 y 1954, se adopta el cuello en "V", con una tela de algodón más gruesa y un pantalón negro o azul marino más corto; las calcetas también negras o azules, llevaban una franja guinda gruesa en la parte superior.

Sería hasta 1956, durante los Juegos Panamericanos, cuando México desecharía definitivamente el guinda como color oficial (aunque lo seguiría utilizando en ocasiones) y daría un giro definitivo al uniforme, haciéndolo más llamativo, más nacional.


(Tomado de: Calderón Cardoso, Carlos - La Selección Nacional. I. Con el orgullo a media cancha (1923-1970). Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 2000)


jueves, 20 de octubre de 2022

Benita Galeana

 


Incansable luchadora por el respeto a los derechos humanos, figura controvertida y carismática, Benita Galeana intentó redefinir el papel de la mujer en la historia moderna de México.

Benita Galeana nació el 10 de septiembre de 1907 en San Jerónimo de Juárez, Guerrero. Perteneció a una familia con graves carencias económicas y desde pequeña quedó huérfana. Camila, su hermana mayor, se encargó de educarla en una atmósfera de exagerada disciplina. Durante su infancia permaneció en Guerrero, donde se ganaba la vida como vendedora ambulante. En la adolescencia se trasladó a la ciudad de México, y tuvo diferentes trabajos: artista en el cabaret "Viejo Jalisco", empleada de Correos y del Instituto Mexicano del Seguro Social. Complementaba sus ingresos vendiendo diversos artículos en abonos, sobre todo zapatos, en las oficinas o de puerta en puerta. Poco después de cumplir veinte años ingresó al Partido Comunista Mexicano y sólo en 1936 aprendió a leer y escribir. Su activa participación en la organización política incluyó desde "pintas" en las calles hasta la distribución del periódico "El Machete". Tuvo a una sola hija, Lilia Solano, pero adoptó a seis expósitos.

Sus acciones políticas  se apartaban de la ortodoxia, y realizó grandes esfuerzos por conseguir la libertad de presos políticos. A lo largo de su vida fue detenida 58 veces bajo cargos de escándalo en la vía pública y desobediencia civil. Firme opositora del gobierno, jamás negoció el carácter libre y apasionado de sus ideas. Rechazó una pensión ofrecida por José Francisco Ruiz Massieu cuando era gobernador del estado de Guerrero. Varias experiencias de su vida quedaron asentadas en los libros de memorias Benita, publicado en 1940, y El peso mocho, aparecido en 1979.

En su vejez Benita Galeana permaneció casi enclaustrada en la misma casa donde Mario Gil, su marido, había muerto veinte años antes; allí se dedicó a estudiar y organizar un extenso archivo que, según su última voluntad, habría de convertirse en el Centro de Estudios de la Mujer en el Movimiento Social Mexicano. Esperaba que junto a éste se creara un museo para preservar su legado biblio e iconográfico. En su último libro, Las luchas vivas, narraba experiencias recientes como su visita a Panamá, en 1989, para recibir una condecoración de manos del general Manuel Antonio Noriega; el volumen también incluía el texto de varias cartas enviadas al entonces presidente de los Estados Unidos, George Bush, en calidad de reclamo.

Benita Galeana murió el lunes 17 de abril de 1995 a las 21:00 hrs. a consecuencia de un accidente vascular cerebral. Aunque deseaba que sus cenizas se esparcieran en la sierra de Chiapas, sus deudos consideraron la posibilidad de conservarlos en el museo dedicado a ella.


(Tomado de: Todo México 1996. Resumen ilustrado de los acontecimientos más importantes registrados en México en 1995 para la actualización de la Enciclopedia de México. Kentucky, EUA, 1996)

lunes, 17 de octubre de 2022

Selección Nacional; Y salimos al mundo; Amsterdam 1928

 


México había sorteado con éxito su primera aventura como selección. Los dos triunfos y el empate ante Guatemala eran tan sólo el primer paso; el siguiente peldaño era la salida al mundo para mostrar en otras partes de qué estaba hecho el futbolista mexicano.

En 1927 llegaron a nuestro país grandes equipos internacionales como el Colo-Colo de Chile, el Nacional de Montevideo (que era en realidad la Selección Uuguaya ganadora de la Olimpiada de 1924) y el Real Madrid de España, tres potencias mundiales. Aun cuando las goleadas a los conjuntos locales fueron estrepitosas, algo verían los directivos mexicanos que decidieron inscribir a nuestro país en la Olimpiada de Amsterdam 1928.

Nuevamente, como ocurrió en 1923, la mayoría de los integrantes de la Selección Mexicana provenían del club América, que estaba consagrado como el mejor equipo de la capital. Los convocados fueron: Nacho de la Garza y Óscar Bonfiglio; Emmanuel "Caballo" Guevara, Rafael Garza Gutiérrez "Récord"; Agustín Ojeda y Hesiquio Cerrilla; Nieves Hernández Pedro Suinaga, Luis "Oso" Cerrilla y Fernando Rojas, "Patadura"; Juan Terrazas, Juan"El Trompito" Carreño, Ernesto Sota, Adeodato López, Benito Contreras, Carlos Garcés y Dionisio"Nicho" Mejía. Como delegado de la Federación Mexicana de Futbol iba Jesús Salgado, uno de los directivos más importantes de aquella época, y como entrenador, el preparador físico Alfonso Rojo de la Vega, aunque todos sabían que el verdadero entrenador era "Récord". 

El viaje a Holanda fue muy accidentado. Se partió en ferrocarril y en barco rumbo a los Estados Unidos; una vez en Nueva York, se abordó el vapor Majestic. El recorrí duró casi un mes y se prohibió entrenar en el barco, por lo que cuando arribaron a Amsterdam, los jugadores estaban totalmente fuera de forma.

La Selección Mexicana tenía que enfrentar en el estadio Oude a la mítica España, la llamada "Furia Roja". El ganador del encuentro pasaría directamente a cuartos de final y el perdedor quedaría eliminado de la Olimpiada. La delantera española, comandada por el gran corzo Luis Regueiro (quien después jugaría y radicaría en México) era un verdadero trabuco. Corría el minuto 36 y nuestro país ya se encontraba en la lona por las tres anotaciones de Regueiro, "Kiriki" y Marculeta. Para el segundo tiempo,  la Selección Mexicana salió con ánimos, pero ante los embates ibéricos, no le quedaba más que defender. Con goles de Yermo Regueiro y Mariscal, España se puso adelante 6-0.

En un tiro de esquina, a nueve minutos del final del encuentro, México por fin logra el tanto del honor: Carlos Garcés cobra el tiro y el guardameta Jáuregui lo rechaza en corto para que lo tome Sota, quien dispara sobre el marco. Nuevamente Jáuregui rechaza, pero "El Trompito" Carreño para de pierna derecha y saca un obús tremendo para batir a los españoles. El gol fue celebrado como si se hubiera conseguido la medalla de oro. Minutos después, Yermo anotaría de nueva cuenta para poner el 7-1 definitivo.

El 5 de junio se perdió por 3-1 un partido de consolación frente a Chile. Antes de regresar al continente americano, la Selección emprendió su primera gira de 12 partidos amistosos contra cuadros de Holanda, Bélgica, Suiza y Alemania. Hubo derrotas y empates, pero también dos triunfos: 2-1 contra el Utrech V.V. de Holanda y 3-2 contra el Urmanía de Alemania.  México concluía así su primera incursión al mundo futbolístico. El aprendizaje apenas empezaba.


(Tomado de: Calderón Cardoso, Carlos - La Selección Nacional. I. Con el orgullo a media cancha (1923-1970). Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 2000)

miércoles, 12 de octubre de 2022

Aída Pierce

 


Versátil y dotada de gran simpatía, ha incursionado en la actuación, el canto, el teatro y la comedia con buena aceptación. Devota desde adolescente de la cantante Rocío Dúrcal, su primera vocación fue la musical, misma que patentizó en 1983 al participar en el Festival OTI Nacional con la canción "Sonríe, sintonízate de mi alegría", que fue finalista. Pero no continuó por este rumbo, sino por el actoral.

Incursionó en el teatro serio con Las amargas lágrimas de Petra von Kant, y en 1985 con la comedia musical con Mame, producida por Silvia Pinal.

Pero, sin lugar a dudas, su mayor talento es la comedia, como lo mostró su afortunada personificación de doña Tecla, en el programa de televisión Alegrías del mediodía (1981), y en la serie La matraca (1981).

También participó en El hospital de la risa, La carabina de Ambrosio y Salón de belleza. En el cine apareció en Se equivocó la cigüeña (1992), de María Elena Velasco. Entre sus más recientes trabajos está la comedia gay ¡Amigas, no amantes! (1998), que escribió, dirigió y actuó.


(Tomado de: Cueva, Álvaro - Somos Uno, especial de colección, Las reinas de la risa. Alegría en pantalla chica. Año 12, núm. 216. Editorial Televisa, S.A. de C.V., México, D.F., 2002)



lunes, 10 de octubre de 2022

Selección Nacional; primera experiencia 1923


(Club América en la cancha, 1925)

Hacia 1923, el futbol en México era practicado comúnmente por equipos conformados en las colonias extranjeras residentes en nuestro país. Había, sin embargo, un club en la capital cuyos integrantes eran mexicanos: el América. Su juego dinámico y de estilo definido llamó la atención de Juan de Dios Bojórquez, embajador de México en Guatemala. Invitado a aquel país a finales de 1922, el América fue la primera representación del futbol mexicano en el extranjero.

En 1923 México decide devolver la invitación al país centroamericano para que conforme una selección que venga a disputar una serie de tres partidos en contra de un representativo nacional. Las fechas marcadas para tal encuentro fueron el 9, 12 y 16 de diciembre de ese mismo año.

Con gran entusiasmo, se decidió formar en México, por primera vez en la historia, un conjunto que sería llamado Selección Nacional. Se nombró como entrenador al siempre polifacético Rafael Garza Gutiérrez "Récord", hombre clave en aquel América de los años veinte, quien sería auxiliado en la banca por Adolfo Frías. Cabe hacer mención de que aunque al representativo se le llamaría nacional, en realidad lo que hoy conocemos como Primera División comprendía solamente el Distrito Federal, en donde actuaban el España, Asturias, Aurrerá, Germania, América México y el recién aparecido Necaxa. El llamado se hizo una semana antes de la competencia para que todos los jugadores pudieran tocar el balón y decidieran qué uniforme se utilizaría para la ocasión. Los 14 convocados en el Parque España de Paseo de la Reforma fueron: Nacho de la Garza; Rafael Garza Gutiérrez "Récord" y Pedro "Perico" Legorreta; Manuel "Güero" Yáñez; Enrique "La Matona" Esquivel, Agustín Ojeda y Roberto Jardón; Carlos Garcés, Horacio Ortiz, Adeodato López, Mauro Guadarrama, "La Venada" Alatorre, Cornelio Cuevas y Alfredo "Fofo" García Besné.

Guatemala viajó con 13 jugadores para encarar estos encuentros amistosos: Luis Cruz Bolaños y Horacio Magnall; Adán Boza, F. Meza y Victorio Granai; David Barrios, Roberto Figueredo y León Arango; Santos Carrera, Alfredo Zúñiga, Enrique Álvarez, Lisandro Bocaletti y Rafael Villacorta.

Los tres partidos fueron emocionantes y la asistencia a los mismos fue buena.

Nuestro seleccionado ganó el primer partido por dos a uno. El honor de anotar el primer gol como seleccionado correspondió a Mauro Guadarrama al minuto 42 del primer tiempo.

El árbitro para este encuentro fue el magnífico silbante Enrique Gavaldá, que realizó una atinada labor. El segundo partido también fue dominado con un 2-0 y el último encuentro, con un Guatemala más ofensivo, terminó con empate a tres goles. Por primera vez en las tribunas retumbó el grito de México, México. La Selección, por fin, había nacido.


(Tomado de: Calderón Cardoso, Carlos - Selección Nacional I. Con el orgullo a media cancha (1923-1970). Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 2000)

sábado, 8 de octubre de 2022

Corriente Democrática, 1986

 


Grupo político creado el 11 de julio de 1986 encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez para cuestionar el proceso de selección del candidato presidencial del PRI en 1987. 


(Tomado de: Roldán Quiñones, Luis Fernando. Diccionario irreverente de Política mexicana. Con ilustraciones de Helguera. Grijalbo/Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2006).


lunes, 3 de octubre de 2022

Michoacán volcánico

 

(Laguna Larga, Michoacán)

Hace ya cientos o serán miles de años, que el volcán de San Andrés, en Michoacán, dejó de vomitar su fuego espeluznante. Se quedó tan quieto que su cráter se volvió dulce, apacible, laguna de aguas azules y verdes.

San Andrés, como región volcánica es ya poco conocida aun para muchos michoacanos; sin embargo, la misma área, con el nombre de Los Azufres, despierta entusiastas y encendidos comentarios. Desde "pequeña Suiza" hasta "paraíso tarasco", los elogios son interminables. Y merecidos.

Se trata de una zona encantadora desde el punto de vista escénico. Uno de esos paisajes de tarjeta postal como sacados de algún nórdico país. Sin embargo, está en este México donde usted tiene el privilegio de vivir. Y a escasas cuatro horas, en automóvil, del D. F.

Montañas y lagos ciertamente abundan en el país. ¿Qué hay, entonces, en Los Azufres, que hace del lugar algo tan singular?

La combinación de atractivos.

Desde el camino que sube por la montaña copiosamente arbolada, van contemplándose en sucesivos planos las serranías michoacanas. Cuando deja de verse el panorama de la altura, es el bosque delicioso el motivo de admiración. Luego, la "Laguna Larga", situada no en el fondo de un valle como acontece con casi todas las lagunas, sino en lo más alto de la montaña, en el cuenco de lo que fuera un cráter. Y aparece de pronto, como un zafiro laminado. Y en su derredor un millón de altos pinos montando gallarda guardia.

En el fondo de las aguas clarísimas se ven los "respiraderos", pequeños conos que aparecen de pronto, se forman, dan salida al vapor sulfuroso y al agua que hay aprisionada muy abajo, y luego desaparecen para dejar lugar a un nuevo, diminuto cono que reanuda la operación, incesantemente, sin repetirse jamás. El agua es, pese a todo, fría. Poco invitante al nado.

Sin embargo, a cien metros de la laguna, hay un estupendo estanque natural, dónde el agua es tibia y acariciante; no hay grandes profundidades (dos metros es la mayor) que resulten peligrosas para los chicos.

Y a unos doscientos metros, siguiendo el arroyo que alimenta al estanque, está el surgidero del agua termal, caliente y olorosa a azufre. En torno al manantial, una pequeña y rústica "poza" artificial permite tomar inolvidables baños de salud.

Toda la región abunda en grietas por las cuales escapa el vapor prisionero en las entrañas telúricas. Es un espectáculo curioso, interesante, extraño, poco visto. Y hay también una "Laguna Negra", donde el cieno da a las aguas una oscura coloración. Aquí la temperatura rebasa los cincuenta grados centígrados; no es agua para baños ni cosa parecida sino simplemente una curiosidad de la Naturaleza, particularmente por la capa de vapor que flota sobre la superficie acuática.

Quieto, idílico es el ambiente. Son los dominios de la placidez. Muy pocos habitantes: una docena o dos, casi todos leñadores (¿qué tarasco no ha sabido del corte de madera?). No hay ningún caserío ni poblado próximos o por lo menos visibles, pero sí una magnífica escuela rural, impecable y casi elegante.

No hay lugar donde hospedarse. Este es el perfecto lugar de montaña para el "camping", para la tienda de campaña y la vida improvisada al aire gloriosamente libre. La temperatura es fresca durante el día; el sol caliente como debe de ser. Pero todas las noches de todo el año son frías, muy frías, y el cielo maravillosamente lleno de esos caminos luminosos que son las constelaciones.

La ruta, a partir del D. F.: carretera a Toluca-Zitácuaro y Ciudad Hidalgo (kilómetro 212). A seis kilómetros de esta población, rumbo a Morelia, está la desviación camino de terracería en muy buenas condiciones hacia San Pedro (cuatro kilómetros); siguiendo el mismo camino se sube por la montaña y veinte kilómetros después ya está usted en Laguna Larga (aproximadamente cuatro kilómetros antes de llegar, hay una bifurcación: la ruta de la derecha conduce a Los Azufres, el "baño viejo", en tanto que la de la izquierda lleva a la laguna de la que antes hablamos. Los Azufres, propiamente, no nos parece muy atractivo sino como curiosidad: es una gran poza de lodo burbujeante y azufroso donde el baño se dice que es casi milagroso.

Las ciudades más apropiadas como "base", le resultan, según su rumbo de procedencia, Zitácuaro, a 72 kilómetros, o Morelia, a 125 kilómetros, ambas con hoteles y restaurantes razonablemente buenos.

(Tomado de: Möller, Harry. México Desconocido. INJUVE, México, D. F., 1973)