Mostrando las entradas con la etiqueta armando bartra. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta armando bartra. Mostrar todas las entradas

jueves, 2 de noviembre de 2023

La revolución popular de 1907

 


Editorial

La revolución que se inició a fines de septiembre del año pasado [levantamientos en Jiménez y Acayucan (septiembre, 1906), huelga de Cananea (junio 1906), y huelga de Río Blanco (enero, 1907)] y que está próxima a continuar, es una revolución popular de motivos muy hondos, de causas muy profundas y de tendencias bastante amplias. No es la revolución actual del género de la de Tuxtepec, de La Noria, verdaderos cuartelazos fraguados por empleados mismos del gobierno, por ambiciosos vulgares que no aspiraban a otra cosa que a apoderarse de los puestos públicos para continuar la tiranía que trataban de derribar, o para sustituir en el poder a gobernantes honrados como Juárez y como Lerdo de Tejada, a cuya sombra los bandidos no podían medrar.

Una revolución como aquellas que encabezó Porfirio Díaz o como las que antes de la guerra de Tres Años se siguieron una después de otra en nuestro desgraciado país; una revolución sin principios, sin fines redentores, la puede hacer cualquiera en el momento que se le ocurra lanzarse a la revuelta y bastará con apresar a los que hacen de cabecillas para destruir el movimiento; pero una revolución como la que ha organizado la Junta de Saint Louis, Missouri, no puede ser sofocada ni por la traición, ni por las amenazas, ni por los encarcelamientos, ni por los asesinatos. Eso es lo que ha podido comprobar el dictador y de ello proviene su inquietud. No está en presencia de un movimiento dirigido por aventureros que quieren los puestos públicos para entregarse al robo y a la matanza como los actuales gobernadores, sino de un movimiento que tiene sus raíces en las necesidades del pueblo y que, por lo mismo, mientras esas necesidades no sean satisfechas, la revolución no morirá, así perecieran todos sus jefes; así se poblasen hasta reventar los presidios de la República y se asesinase por millares a los ciudadanos desafectos al gobierno…


-Ricardo Flores Magón 

Revolución, n. 2. 8 de junio de 1907


(Tomado de: Armando Bartra (Selección) - Ricardo Flores Magón, et al: Regeneración, 1900-1918. Secretaría de Educación Pública, Lecturas Mexicanas #88, Segunda Serie, México, D.F., 1987)

jueves, 19 de enero de 2023

El interés verdadero del burgués y del proletario

 

(Leopoldo Méndez, Libertad de prensa. Grabado en linóleo, 1947)

El interés verdadero del burgués y del proletario

Buscando la felicidad muchos individuos pasan el tiempo dedicando sus fuerzas a la defensa de intereses falsos, alejándose del punto objetivo de todos sus afanes y aspiraciones: el mejoramiento individual y convirtiendo la lucha por la vida en la guerra feroz contra el semejante.

Se oponen los privilegiados, con toda la fuerza que le expresa la ignorancia atemorizada, a la emancipación de los proletarios; la ven como una horrible desgracia, como una catástrofe, como el fin de la civilización -cuando apenas es el comienzo de ella-, como un peligro que debe ser combatido con el hierro y con el fuego, con todas las armas de la astucia y de la violencia, y se oponen, sencillamente, porque no comprenden sus intereses verdaderos, que son los mismos para cada entidad humana.

Robar a otro el pan es poner en peligro cierto el propio sustento. Arrebatar a otros la felicidad, es echarse cadenas. Destruir la ajena felicidad para fabricar la nuestra con sus despojos, es una necedad. Porque pretender levantar la dicha propia sobre la miseria y el dolor de los demás, es igual a querer fortificar un edificio, comenzando por destruir sus cimientos. Y sin embargo, la mayoría de las gentes, engañadas por la apariencia de sus falsos intereses, así caminan por el mundo en busca del bienestar, llevando por bandera este principio absurdo: hacer daño para obtener provecho.

En la satisfacción completa de las necesidades morales y físicas, en el disfrute de la vida, sin amenazas ni cargas que la amarguen, están radicados tanto el interés particular de los individuos, como el de la colectividad. Los que se opongan a ellos, rompiendo Los lazos de solidaridad que la naturaleza estableció entre los miembros de la especie, laboran en contra de sí mismos; hiriendo a los otros se hace imposible el bienestar, que no puede ser duradero ni cierto, en medio de una sociedad que duerme sobre espinas; de una sociedad donde el hombre pasea su rostro lívido frente a las puertas de los almacenes repletos; donde una parte de los hombres, trabajando hasta el agotamiento, sólo puede vestir mal y comer peor; donde otra parte de ellos arrebatan a los productores lo que sale de sus manos y de su inteligencia, para entregarlo a la polilla o al estancamiento inútil; en una sociedad desequilibrada, donde sobran riquezas y abundan miserias; donde el concepto justicia tiene tan inicua interpretación, que se mantienen instituciones bárbaras para perseguir y martirizar a las inocentes víctimas de las aberraciones del medio.

La herencia, la educación la desemejanza de las circunstancias de vida habrán creado diferencias profundas, morales y hasta físicas entre burgueses y proletarios; pero una ley natural los mantiene reunidos en una sola tendencia: el mejoramiento individual. Ahí radica el interés verdadero de cada ser humano. Conocido eso, precisa obrar racionalmente, sobreponiéndose a los prejuicios de clase y dando la espalda a los romanticismos. Ni la caridad y el humanitarismo, ni la abnegación, tienen poder bastante para emancipar la humanidad, como lo tiene el EGOÍSMO CONSCIENTE .

Allí, donde los burgueses sean bastante sabios para comprender que la transformación del sistema presente es inevitable y que vale más para sus propios intereses facilitar esa transformación que oponerle necia resistencia, el problema social que agita en estos momentos todos los rincones del mundo perderá su aspecto de tragedia y se resolverá blandamente en beneficio para todos. Aquéllos habrán ganado con la libertad el completo derecho a la vida; éstos habrán perdido con lo superfluo, el temor a perderlo todo. Y sin duda que los privilegiados de hoy serán los que mejor parte saquen. En lo general, y eso debería avergonzarlos, son incapaces para servirse a ellos mismos; hay algunos que hasta para comer y echarse a dormir necesitan la ayuda de un esclavo. Cuando éste les falte, adquirirán hábitos distintos, que harán de ellos seres útiles y activos, aptos para unir su impulso al esfuerzo colectivo que se aplicará entonces sobre las brusquedades y esperanzas de la naturaleza, no ya en la imbécil pugna del hombre contra el hombre.

pero si los intereses falsos siguen ejerciendo influencia dominante en el cerebro de los burgueses, y si una  parte de los trabajadores continúa como hasta hoy, oponiéndose con su pasividad o sus traiciones a la causa del trabajo, su causa,  el cambio se impondrá por la violencia aplastando a los obstruccionistas del progreso.


-Práxedis Guerrero.

[Artículos de Práxedis G. Guerrero en Revolución y Punto Rojo, 1907-1910]

(Tomado de: Armando Bartra (Selección) - Ricardo Flores Magón, et al: Regeneración, 1900-1918. Secretaría de Educación Pública, Lecturas Mexicanas #88, Segunda Serie, México, D.F., 1987)

lunes, 19 de agosto de 2019

Proclama llamando a la insurrección, 1906


Proclama


A LA NACION*


Conciudadanos: en legítima defensa de las libertades holladas, de los derechos conculcados, de la dignidad de la patria pisoteada por el criminal despotismo del usurpador Porfirio Díaz; en defensa de nuestro honor y de nuestra vida amenazados por un gobierno que considera delito la honradez y ahoga en sangre los más legales y pacíficos intentos de emancipación; en (fene) defensa de la justicia, ultrajada sin tregua por el puñado de bandoleros que nos oprimen, nos rebelamos contra la dictadura de Porfirio Díaz, y no de pondremos las armas que hemos empuñado con toda justificación, hasta que en unión de todo el Partido Liberal Mexicano, hayamos hecho triunfar el programa promulgado el día 1° de julio del presente año, por la Junta Organizadora del Liberal.
Los excesos cometidos a diario por la dictadura en toda la extensión de nuestro infortunado país, los atentados contra el derecho electoral, contra el derecho de reunión, contra la libertad de imprenta y de discurso, contra la libertad de trabajo; las hecatombes con que sofoca el gobierno las manifestaciones de civismo, los asesinatos y los robos que cínicamente y en todas partes cometen las autoridades, el desprecio sistemático con que tratan al mexicano los actuales gobernantes, las consignaciones a los ciudadanos independientes, los empréstitos enormes con que la dictadura ha comprometido a la nación sin más objeto que el enriquecimiento de unos cuantos opresores, la indignidad de nuestros tiranos que han solicitado la invasión de nuestro territorio por fuerzas extranjeras,** y en una palabra, todo ese cúmulo de iniquidades, de opresiones, de latrocinios y de crímenes de todo género que caracterizan al gobierno porfirista, ameritan ser detenidos y castigados por el pueblo, que si durante treinta años ha sido respetuoso y humilde con la vana esperanza de que sus déspotas volvieran al buen camino, hoy que se ha convencido de su error y se ha cansado de soportar cadenas, ha de ser inflexible en la reivindicación de sus derechos.
Los crímenes cada día mayores de la dictadura, y la imposibilidad de ser atendidos por medios pacíficos, pues cuantas veces hemos querido ejercitar un derecho hemos sido atropellados por los tiranos, nos precipitan a la revolución; los que en ella vean un mal, no culpen al pueblo que durante treinta años ha sido de sobra pacífico y sufrido, culpen a la tiranía que por sus desenfrenos y su despótica intolerancia, nos ha hecho preciso recurrir a la fuerza de las armas para defender nuestros derechos y realizar nuestras justas y honradas aspiraciones.
No hay tras de nuestro movimiento miras ambiciosas ni personalismo. Luchamos por la patria, por todos los oprimidos en general, por el mejoramiento de todas las condiciones políticas y sociales de nuestro país, para beneficio de todos. Nuestra bandera de lucha es el Programa del Partido Liberal. La única autoridad que reconocemos mientras se establezca un gobierno elegido por el pueblo, es la Junta Organizadora del Partido Liberal. Somos una fracción de ese gran partido que ha luchado y luchará hasta vencer por la redención de la patria, y obramos de acuerdo con nuestros correligionarios del resto del país que, como nosotros, se han levantado en armas en esta misma fecha contra la actual corrompida administración que no tardará en ser derribada y que en estos momentos ya tiembla ante el formidable movimiento revolucionario que estremece todos los ámbitos de la República Mexicana.
Hacemos un llamamiento a los oficiales y soldados del ejército nacional para que, lejos de servir a la vil dictadura que deshonra a la patria y la traiciona, se unan al movimiento libertador. Ellos son hijos del pueblo como nosotros; sobre ellos pesa el mismo yugo que a todos nos aplasta; ellos también son mexicanos y tienen el deber de luchar por la dignidad y por el bien de la patria, y no por el bien personal de un déspota ladrón y sanguinario como Porfirio Díaz.
A los jefes y oficiales en servicio de la dictadura que se pasen a las filas liberales, se les concederá un ascenso de dos grados sobre el que tengan; a los soldados rasos se les pagará un peso diario libre de gastos, y a las clases se les darán sueldos equivalentes.
A los extranjeros les advertimos que nada pretendemos contra ellos, pero también les recordamos el deber que tienen de ser neutrales en los asuntos políticos de México, en los que no tienen derecho de intervenir. Prestaremos a las personas y propiedades de los extranjeros todas las garantías que nos sea posible, pues por el interés de nuestra patria y de nuestra propia causa, no queremos dar lugar a conflictos internacionales, pero los extranjeros que, faltando a la neutralidad, sirvan al gobierno y nos combatan, no pueden esperar ninguna consideración de nuestra parte.


Reforma, Libertad y Justicia. Septiembre de 1906  


*Esta proclama, editada por los magonistas, no fue publicada en Regeneración; sin embargo hemos considerado indispensable su inclusión, pues constituye el primer llamado a la insurrección producido por el Partido Liberal. [N. del E.]
**Se refiere a las tropas yanquis que el gobernador de Sonora mandó traer de Arizona para ametrallar a los huelguistas de Cananea. [N. del E.]


(Tomado de: Armando Bartra (Selección) - Ricardo Flores Magón, et al: Regeneración, 1900-1918. Secretaría de Educación Pública, Lecturas Mexicanas #88, Segunda Serie, México, D.F., 1987)

miércoles, 24 de julio de 2019

Bases para la unificación del Partido Liberal Mexicano, 1905


Bases para la unificación del Partido Liberal Mexicano


  1. Se constituye la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, con el personal que firma el presente manifiesto. La Junta existirá públicamente, y residirá en un país extranjero para estar a salvo, hasta donde es posible, de los atentados del gobierno de México. Trabajará por la organización del Partido Liberal y con los elementos que los correligionarios le proporcionen, luchará por todos los medios, contra la dictadura de Porfirio Díaz. Regeneración será el órgano oficial de la Junta.
  2. Los ciudadanos mexicanos que estén de acuerdo con las ideas de este manifiesto y anhelen la libertad de la patria, constituirán en las poblaciones en que residan, asociaciones secretas que estarán en comunicación con esa Junta. Se aconseja a los correligionarios que en dichas agrupaciones prescindan de inútiles formalidades. Lo único que se pide es que los ciudadanos liberales de cada población se reúnan de tiempo en tiempo para tratar de los asuntos políticos del país, y mantengan correspondencia con esta Junta, ya para comunicarle noticias políticas, ya para proponerle proyectos, o ya simplemente para conservar con ella las relaciones establecidas. Se encarece a los correligionarios que constituyan uniones lo más numerosas posible; pero si en algunas partes sólo hay un ciudadano de nuestras ideas, que no por su aislamiento deje de dirigirse a nosotros.
  3. Los grupos o ciudadanos que secunden la presente excitativa, lo comunicarán a esta Junta, que inscribirá sus nombres entre los miembros del partido que se organiza. Esos grupos y ciudadanos enviarán mensualmente a la Junta, según sus recursos y la voluntad de cada uno, una contribución que se invertirá en los gastos que requiere el cumplimiento de la cláusula siguiente.
  4. La Junta, aparte de sus trabajos propios, procurará el fomento de publicaciones oposicionistas en México, distribuirá fondos entre los luchadores liberales que se encuentren la pobreza, sostendrá a los que la dictadura encarcele y despoje; y si se dan casos en que un funcionario público pierda su posición por haber cumplido con su deber, también lo ayudará. Anhelamos hacer efectiva la solidaridad entre los liberales y para ello contamos con el apoyo eficaz de nuestros correligionarios.
  5. La Junta guardará absoluto secreto sobre los nombres de los adeptos. No comunicará entre sí a las distintas agrupaciones o personas afiliadas, sino hasta convencerse de que son verdaderamente leales a la causa. Pero si algún miembro del partido no desea en ningún caso ser comunicado con los demás, se servirá declararlo y la Junta respetará su voluntad.
        Por estos medios nos organizaremos sin peligro, y cuando   tenga fuerza nuestro partido, podrá desplegar sus banderas y entablar la lucha decisiva, frente a la odiosa tiranía.


MEXICANOS:


Inmensos son vuestros infortunios, tremendas vuestras miserias, y muchos y terribles los ultrajes que han humillado vuestra frente en seis amargos lustros de despotismo. Pero sois patriotas, sois honrados y nobles, y no permitiréis que eternamente prevalezca el crimen. El Partido Liberal os llama a una lucha santa por la redención de la patria: responded al llamamiento, agrupados bajo los estandartes de la justicia y del derecho y de nuestros esfuerzos y de nuestro empuje, surja augusta la patria, para siempre redimida y libre.


Reforma, Libertad y Justicia.


St. Louis Mo., 28 de septiembre de 1905.


Presidente, Ricardo Flores Magón. Vicepresidente, Juan Sarabia. Secretario, Antonio I. Villarreal. Tesorero, Enrique Flores Magón. 1er. Vocal, profesor Librado Rivera, 2o. Vocal, Manuel Sarabia, 3er. Vocal, Rosalío Bustamante.


Regeneración, 30 de septiembre de 1905

(Tomado de: Armando Bartra (Selección) - Ricardo Flores Magón, et al: Regeneración, 1900-1918. Secretaría de Educación Pública, Lecturas Mexicanas #88, Segunda Serie, México, D.F., 1987)

lunes, 10 de junio de 2019

Valle Nacional

Por todo el tiempo en tanto que México tenga memoria, la esclavitud de ahora estará acoplada con el nombre del demonio que hace posible su existencia. Su nombre es Porfirio Díaz. Y la más bestial de sus obras es el Valle Nacional.
Ciudadanos mexicanos: tomen nota de que sólo hay dos modos de llevar inocentes a ese purgatorio. Uno es vía jefe político, que opera directamente; el otro, mediante un enganchador (un sedicente agente de trabajo). Éste opera en alegre cooperación con un jefe político. El último, como ustedes lo saben para su pena, es nombrado por el gobernador de su estado. Responsable para con nadie, excepto el gobernador, a quien paga tributo anual, nunca se le pide cuenta de sus actos.
Observen lo que ocurre cuando este chacal de jefe político trabaja solo. No manda ladrones y otros delincuentes a la cárcel, los vende como esclavos al Valle Nacional. En muchos casos el jefe es de un carácter impaciente. Quiere hacerse rico prontamente. Así, no se contenta con vender puramente delincuentes.
¡Allí está el despreciable jefe político de Pachuca, por ejemplo!
Coge a cualquiera que le parece, en las calles. Lo conduce a la cárcel. Lo acusa de un delito imaginario, pero las víctimas nunca son juzgadas. Cuando el bribón tiene una cárcel completa, los manda al Valle Nacional.  Naturalmente que después que se le ha pagado tiene el gusto de dar una parte de este ensangrentado dinero a su distinguido patrón, su excelencia don Pedro A. Rodríguez, gobernador del estado de Hidalgo.
Conciudadanos: ustedes pueden saber de un amigo que no fue enviado al Valle Nacional directamente por su jefe político. Así es, pues la mayoría trabaja mediante enganchadores. ¿Por qué? Porque el traficar con seres humanos es ilegal. Los encogedizos principales usan a los enganchadores como fachada. Estos últimos desarrollan su negocio bajo la égida de los primeros. Así se ríen ante la idea de ser perseguidos.
¿Cómo teje su tela el araña enganchador? Anuncia solicitando trabajadores. Recibirán altos salarios, tres pesos por día, buena alimentación, alojamiento en buenas casas, sin pago de rentas. El pobre obrero, que recibe tal vez cincuenta centavos por día, cae en la ratonera. Firma contrato. Recibe un adelanto de cinco pesos que se le anima a gastar. Pocos días después, en rebaño juntamente con otros crédulos como él, llega a Valle Nacional. Allí, él y sus compañeros de infortunio son vendidos a los dueños de la plantación de tabaco.
¿Y cómo, conciudadanos, racionalizan los funcionarios del gobierno su participación en el comercio de esclavos? “¿Qué –claman indignados- no recibió el individuo un adelanto de cinco pesos? Es un adeudo que justamente debe ser pagado…” estos venales hipócritas alzan los hombros ante los derechos constitucionales del obrero. Pero, ¿cuándo, bajo Porfirio Díaz, han disfrutado las multitudes de sus derechos constitucionales?
¿Y qué hay de los propietarios de la plantación? Cínicamente protestan que su sistema no es de esclavitud. De ningún modo. Es puramente un arreglo por contrato. Sí, señor, el trabajador firmó un contrato. Por lo mismo, está ligado a sus condiciones… lo que los rectos dueños de la plantación no dicen es que en vez de tres pesos diarios prometidos por el enganchador, las condiciones de salario del contrato, que el analfabeto obrero firmó con una X, fueron llenadas más tarde por el enganchador o el dueño de la plantación. El salario se fija de costumbre a cincuenta centavos diarios.
Fíjense ahora, conciudadanos, lo que ocurre:
Al obrero atrapado, rara vez se le paga en dinero. Recibe crédito en la tienda del dueño de la plantación. Sus precios por ropa y otras cosas necesarias son hasta diez veces más altos que en los pueblos fuera del Valle Nacional. Pero esto no es todo. El esclavo debe restituir el precio de su compra. Es imposible que trabaje hasta liquidar su adeudo.
Muere esclavo, ¡generalmente dentro de un año!
¿Por qué, preguntarán ustedes quizás horrorizados de admiración, muere un hombre sano a los ocho o diez meses en el valle Nacional? Porque la infeliz criatura es obligada a trabajar desde antes del alba, a través de las largas, crueles, húmedas horas del día bajo el ardiente sol, y después de que el sol se pone porque se hunde bajo continuas, despiadadas golpizas del cabo, que lo obliga a esforzarse hasta el límite de su resistencia; porque la mala alimentación y las inmundas condiciones de alojamiento lo convierten en fácil presa de la malaria u otras enfermedades de tierra caliente…
¡Y por el aterrador conocimiento de que nunca podrá recuperar su libertad!
Pero pueden ustedes decir: “Díaz mismo no aprovecha directamente de este horrible comercio.” Muy bien. Concedámosle el beneficio de la duda. Pero ¿qué de los gobernadores de Veracruz, Oaxaca, Hidalgo –y sus serviles- que se aprovechan de ello? ¿Quién nombró a estos gobernadores? Porfirio Díaz. Ellos en turno designan sus satélites. Si Díaz quisiera, podría barrer con la esclavitud mañana. Y no sólo en Valle Nacional sino en las plantaciones de henequén de Yucatán; en las industrias de madera y fruta de Tabasco y Chiapas; las plantaciones de café, caña de azúcar y fruta de Veracruz, Oaxaca, Morelos, y casi la mitad de los estados de México.
¿Por qué no lo hace? Porque necesita a estas hienas humanas. Pálidas semejanzas de él mismo, las necesita para sostener su poder autoritario. Pero el día de la liberación se acerca. ¡Prepárense para él, conciudadanos!
Enrique Flores Magón
Regeneración, 1904
(Tomado de: Armando Bartra (Selección) - Ricardo Flores Magón, et al: Regeneración, 1900-1918. Secretaría de Educación Pública, Lecturas Mexicanas #88, Segunda Serie, México, D.F., 1987)

miércoles, 6 de marzo de 2019

La Prensa y la Ley



La libertad de imprenta no tiene más límites que el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública.” (Artículo 7° de la Constitución.)

La impunidad en el ejercicio de una función pública se traduciría en el relajamiento de las instituciones. A evitar esta deformidad social está dirigido el artículo 7°. El medio para realizarlo es la prensa.

La prensa guarda en nuestro días una situación precaria. Se ahogan sus manifestaciones por temor al escándalo, a pesar de ser más escandaloso el ejercicio de actos punibles que se guardan en el secreto de una complacencia funesta. Para llegar a este extremo se ha torturado la interpretación de un principio constitucional.

Se argumenta en estos términos: desde el momento en que el artículo 7° constitucional fue reformado en el sentido de que “los delitos que se cometan por medio de la imprenta serán juzgados por los tribunales competentes de la Federación o por los de los estados, los del Distrito Federal y Territorio de la Baja California, conforme a la legislación penal”, deben ser juzgados los periodistas con el estrecho cartabón de la legislación común.

Si dicen que el juez fulano o el magistrado zutano venden públicamente la justicia al mejor postor, deben ser considerados como reos de difamación o calumnia.

Esta argumentación forzada e inmoral tiende a destruir el sabio principio 7° de la Constitución y a dar mayor auge a la impunidad, que a continuar así, nos veremos algún día sujetos a un proceso por ataques a la libertad de comercio cuando digamos que algún juez vende públicamente la justicia.

La reforma del 15 de mayo de 1883 no destruyó el principio de absoluta libertad de imprenta, sancionado por los liberales creadores de la Constitución del 57. Esta reforma significa únicamente la supresión del fuero de que gozaban los escritores públicos; pero jamás pudo significar la restricción a toda denuncia de actos ilegales cometidos por funcionarios. En vez de juzgarse los delitos por un jurado que califique el hecho y por otro que aplique la ley y designe la pena, serán juzgados por los tribunales competentes de la Federación o de los estados. Se modificó el procedimiento, pero no el principio. Éste subsiste en todo su vigor, amplio y liberal, como producto de cerebros poderosos.

La interpretación nueva no puede ser forzada, como lo supondría algún funcionario judicial en un exceso de suspicacia. Los dos primeros incisos del artículo 7° nada sufrieron con la reforma. Quedaron intactos y a salvo de toda profanación. El último inciso fue el reformado; es decir, aquel que en el artículo primitivo determinaba el procedimiento. Si nuestra interpretación fuera errónea, habría una antítesis inexplicable entre la libertad amplísima de los primeros incisos con la taxativa despótica del último. Esto sería inadmisible tratándose de legisladores en los que hemos de suponer sentido común y en los que, por más adictos servidores del gobierno que fueran, les había de chocar el cambio de un principio decoroso y digno de las postrimerías del siglo XIX con uno nacido al calor del despotismo de una sociedad embrionaria.


Regeneración n. 6, 15 de septiembre de 1900


(Tomado de: Armando Bartra (Selección) - Ricardo Flores Magón, et al: Regeneración, 1900-1918. Secretaría de Educación Pública, Lecturas Mexicanas #88, Segunda Serie, México, D.F., 1987)

lunes, 18 de febrero de 2019

La lucha por la Libertad


(Grabado por Adolfo Mexiac)

Todo el siglo anterior lo hemos pasado luchando por la libertad.

Luchamos por ella cuando el dominio español hincaba sus garras en esta joven América. Sacudido su yugo, vino un tirano, audaz y de odiosa memoria: Iturbide. Hizo traición a los españoles para después hacer traición a los mexicanos. Con su vida pagó su audacia.

Después, en lucha siempre por la libertad, se regaron los campos con sangre hermana. El clero, por medio de sus mercenarios, quería imponerse, pero las ideas democráticas y republicanas se lo impedían: la fresca savia de este pueblo tan befado y hostigado repudiaba las tenebrosidades del claustro y por naturaleza odiaba las opresiones vergonzosas.

Con vertiginosidad pasmosa sucedían presidentes a los presidentes. Sus administraciones efímeras no eran más que el reflejo de ese ir y venir de ideas que se encontraban, y después de una corta lucha decidían una situación.

La patria sangraba. La República era un inmenso campo de batalla. El hambre hacía víctima y la peste asolaba las comarcas, y los campos fecundos se convertían en yermos.
Y continuaba la pugna.

Al anglosajón le correspondía representar su papel: sangrando, la patria tuvo que sufrir una dolorosa amputación, quedando sus miembros amputados en poder del cirujano. Muchos lloramos esa pérdida, pero el dolor se olvidó con nuevos dolores.

El enemigo irreconciliable del progreso volvió a atentar contra las libertades públicas, y el mismo déspota que vendió por un puñado de dólares la integridad de la patria, siempre afiliado a su partido tenebroso, porque siempre han hermanado la soldadesca y el fraile, removió el rescoldo y se avivaron los odios, y la sangre hermana continuó empapando los campos.

Pero vino la mejor época para las instituciones democráticas. Una época que había de decidir la suerte de los dos partidos antagonistas: la de la Reforma. No obstante que la patria sangraba, tuvo vigor para sostenerla, porque ese era el remedio de sus males porque con la Reforma habían de recibir libertad sus hijos y con ellos asegurarían sus derechos y podrían reclamar sus prerrogativas. Ya no habría esclavos en el territorio mexicano; todos seríamos iguales; todos podrían abrazar el oficio o profesión que tuvieran por conveniente; a nadie se juzgaría sino por ley expresa; las ideas podrían ser emitidas libremente; ya no habría prisión por deudas, ni penas infamantes ni trascendentales, etcétera, etcétera. Pero esas libertades no convencían al enemigo de la libertad, y volvieron a ensangrentarse los campos y la patria volvió a sangrar.

El enemigo de la libertad, en su despecho, echó un lazo al cuello de la nación y la sujetó a los pies de un déspota europeo.

La patria, indignada, rompió sus cadenas y ensució con la sangre del déspota el Cerro de las Campanas.

Volvimos a aspirar un soplo de libertad, bajo el gobierno del Benemérito de las Américas pero murió el coloso, el que encarnaba las aspiraciones nacionales, porque él había sostenido nuestra bandera en la época de prueba, la bandera de la libertad que tanto amamos y que tanto se nos arrebata.

Otro coloso, de enorme talento y de firmes convicciones, ocupó el puesto del anterior; pero la revolución, so pretexto de un plan regenerador, lo derrocó.

Triunfó Tuxtepec; su programa de regeneración política lo acreditó y le abrió los brazos de todos los mexicanos.

No reelección, moralidad administrativa, sufragio libre, libertad de prensa, supresión de las alcabalas, supresión del timbre, etcétera, etcétera, formaban ese halagador programa.

La República se conmovió hondamente ante tales promesas, y como joven, se entregó a la voluntad del iniciador de tan simpáticas ideas.

Veinticuatro años llevamos de esperar a que se cumpla el programa y en balde hemos esperado. Las cosas siguen como antes, con el agravante de haber perdido la libertad de sufragio, la libertad de prensa, la libre manifestación de las ideas, en lo que se refiere a asuntos políticos, y de haber reformado la Constitución en el sentido de que haya reelección indefinida y de haber dado cabida, en un programa que se decía liberal y regenerador, a ese odioso espectro que se llama política de conciliación. De modo que una administración que comenzó liberal termina conservadora y que las instituciones democráticas y federales han sido desalojadas por el centralismo y la autocracia.

Por lo que se ve, habiendo luchado por la libertad todo el siglo XIX, estamos condenados a seguir luchando por ella en el presente.

No obstante, no debemos desmayar, que las debilidades políticas se quedan para espíritus medrosos y voluntades nulas; no debemos encontrar en la decepción un pretexto para huir de la refriega, sino un estímulo para procurar que en lo de adelante sean un hecho, y no una quimera, las libertades públicas.

Regeneración, n. 21. 7 de enero de 1901.

(Tomado de: Armando Bartra (Selección) - Ricardo Flores Magón, et al: Regeneración, 1900-1918. Secretaría de Educación Pública, Lecturas Mexicanas #88, Segunda Serie, México, D.F., 1987)

viernes, 8 de febrero de 2019

Importancia del Magonismo en la Revolución



Una corriente política e ideológica: el magonismo. Una organización partidaria que llega a ser de masas: el Partido Liberal. Una publicación que a lo largo de 18 años instrumenta periodísticamente una política: Regeneración. Son estos tres aspectos inseparables y complementarios, los que definen la tendencia política de masa más radical, más deslindada y más coherente de las que confluyen en la revolución de 1910-1917.

El magonismo, el Partido Liberal y Regeneración son los que lanzaron en 1903, por primera vez masivamente, las consignas antirreeleccionistas que serían la bandera de la revolución maderista 7 años después. Fue el magonismo, a través de la Junta Organizadora del Partido Liberal, el que organizó los levantamientos armados de Cananea, Río Blanco, Orizaba y Puebla. El programa del Partido Liberal de 1906 fue la plataforma de reivindicaciones que formuló el contenido social del proceso revolucionario de 1910-17 e inspiró los principios fundamentales de la Constitución de 1917.

Desde 1900 hasta 1910, la conciencia antiporfirista de las masas iba cristalizando y sistematizándose en torno a las denuncias, la propaganda y las posiciones políticas de esta corriente, alrededor de la cual giraron decenas de periódicos de oposición y cientos de grupos que denunciaban y combatían por todos los medios a la tiranía. La participación del magonismo, su partido y su prensa, en la creación de las condiciones subjetivas que antecedieron a la insurrección de 1910, fue fundamental tanto ne el terreno de la conciencia como en el de la organización.

También el estallido de la revolución y los primeros años de lucha estuvieron marcados por el magonismo. A pesar del exilio y persecución de Ricardo Flores Magón y sus colaboradores –que significaba el exilio de la Junta Organizadora del Partido Liberal y de la redacción de Regeneración- los primeros meses del combate se definieron por la presencia en el campo revolucionario de dos fuerzas y dos políticas: el maderismo con su bandera estrechamente antirreeleccionista y el magonismo enarbolando el programa liberal de 1906.

En los años posteriores, a pesar de que los grupos de combate directamente controlados por la Junta Organizadora del Partido Liberal se redujeron, desintegraron o sumaron a otras corrientes o facciones, la influencia ideológica de las posiciones del magonismo se extendió y consolidó y sus banderas programáticas y reivindicaciones se transformaron en patrimonio común de todo el campo revolucionario. Frecuentemente, cuando un planteamiento del Partido Liberal era hecho suyo por las principales facciones revolucionarias, el magonismo había pasado ya a posiciones más avanzadas y radicales.

A partir del triunfo y consolidación en el poder del carrancismo, la corriente de Flores Magón se vio reducida casi exclusivamente a la denuncia política a través del periodismo revolucionario. Casi sola, se levantó todavía por unos años la voz de Regeneración, desenmascarando lo que para el magonismo fuera la traición a los intereses y a la lucha de las masas campesinas y obreras durante casi 10 años. La revolución por la que propugnaba el Partido Liberal había sido conducida a la claudicación y a la conciliación con la burguesía y los terratenientes; las masas, que no vieron cumplidas sus demandas fundamentales, se encontraban insatisfechas y en algunos casos se mantenían en lucha. Pero sólo el magonismo fue capaz de racionalizar este descontento, y en Regeneración se esbozaron los primeros análisis políticos de lo que significaba el curso adoptado por el proceso revolucionario.

Forjador, primero, de la política y las banderas programáticas de la insurrección que habría de estallar en 1910, el magonismo se encargó después, en 1917 y 1918, de hacer un primer balance de la lucha y declarar que la revolución se había quedado a medio camino. Los últimos números de Regeneración, en 1918, se dedicaron a mostrar la necesidad e inclusive la inminencia de un nuevo proceso revolucionario. La nueva insurrección, sin embargo, se cuadraba entonces en el marco del ascenso de la revolución mundial, a la que el octubre rojo de Rusia en 1917 había abierto las puertas. A la tarea de bosquejar los caminos de esta nueva revolución y a señalar sus síntomas en todo el mundo, dedicó Regeneración las páginas de sus postreros números.


(Tomado de: Armando Bartra (Selección) - Ricardo Flores Magón, et al: Regeneración, 1900-1918. Secretaría de Educación Pública, Lecturas Mexicanas #88, Segunda Serie, México, D.F., 1987)