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lunes, 11 de diciembre de 2023

El cuitlacoche

 



El cuitlacoche 

El hongo doméstico de la milpa 

Raúl Valadez Azúa


El cuitlacoche es un hongo producto de una larga historia de asociación con el maíz y las milpas, lo que favoreció que en el siglo XX se convirtiera en un alimento tradicional de la cocina mexicana.

Los alimentos pueden ser tradicionales por dos razones: por su antigüedad o por su asociación con elementos propios de una cultura determinada; así, para México, el guajolote es un alimento tradicional porque su domesticación y uso tiene miles de años de antigüedad y, por otro lado, el guajolote en mole también lo es, por el empleo de elementos de la cocina mesoamericana, como el chile, el cacao y la propia ave, como parte de un guiso novohispano del siglo XVII.

El cuitlacoche (Ustilago maydis) es actualmente el hongo más ligado a la tradición culinaria mexicana. En los meses de lluvia buscamos en los mercados los elotes cubiertos por ese organismo, en parte para asegurar que son alimentos frescos, pero también por esa imagen donde maíz, hongo y milpa se funden.

Pero frente a esta realidad tenemos otra: como este hongo no posee partes duras no existe dato arqueológico alguno que sugiera su uso en Mesoamérica y tampoco hay nada en el aspecto iconográfico. Es en la obra de fray Bernardino de Sahagún (siglo XVI), Historia General de las cosas de Nueva España, donde al fin aparece pero no como alimento, sino como algo llamado cujtlacochi, que se describe como una suciedad que crece encima del maíz. Esto lleva a concluir que en tiempos prehispánicos no se consumía y sólo se veía como una condición indeseable de la milpa, por lo que es inevitable la pregunta: ¿cómo se convirtió este hongo en un alimento tradicional mexicano?

Para resolver esa incógnita regresaremos a la tríada milpa-maíz-cuitlacoche y veámosla desde la perspectiva evolutiva. Recordemos que el maíz (Zea mays) es una planta doméstica cuyo ancestro silvestre es un macollo llamado "teosinte" (Zea perennis). El proceso derivó en plantas altas de un solo tallo y, sobre todo, una espiga más y más grande, desde una con pocos grados hasta las mazorcas actuales.

Este proceso benefició al hombre y a otro personaje. Las gramíneas son parasitadas regularmente por hongos del género Ustilago, reconocible sólo cuando la espiga pierde su consistencia y se transforma en polvo negro, como ceniza, que son las esporas. En el caso del cuitlacoche, cuando invade la futura mazorca altera su desarrollo y transforma los granos del elote en cuerpos llamados soros, que al crecer se convierten en sacos y al madurar se rompen y sueltan algo como lodo, las esporas. El conjunto de soros es lo que reconocemos como cuitlacoche y sus dimensiones son resultado de la cantidad de alimento disponible, por lo que podemos asegurar que la evolución de la espiga de maíz y del tamaño del hongo fueron simultáneos, y así la gente enfrentó esta peculiaridad o, más bien, molestia, pues era una parte de alimento perdido. Aparentemente, esta condición fue lo usual durante todo el período prehispánico.

Entonces, ¿en qué momento Ustilago maydis dejó de ser molestia y se convirtió en comida? En la milpa tradicional coexisten numerosos organismos, unos cultivados o criados y otros que ocupan este ámbito, y el hombre es quien decide qué aprovecha y cómo. Quizá en momentos críticos los campesinos indígenas más humildes consumían el cuitlacoche, pero sólo ellos y sin ser parte de su tradición alimentaria.

Pero conforme pasó el tiempo, sobre todo dentro de la crisis social que vivió México en el siglo XIX, no hubo límite en la necesidad de buscar alimento, cualquiera que fuera, por lo que ese humilde hongo poco a poco se fue extendiendo en su empleo, pero siempre ligado a la pobreza y a la condición indígena, por tanto absolutamente marginado de los platos de cualquier otro grupo social o económico.

Y así llegamos al siglo XX, cuyos inicios están asociados a las hambrunas, y de nuevo todo lo que parecía comestible era bienvenido. En los veinte surgen algunos recetarios en los que se habla del cuitlacoche como ingrediente y también está presente en quesadillas y sopes en puestos de comida, con lo cual abandona el ámbito indígena y se coloca entre los alimentos de quienes prefieren comer a mantener su estatus social, acompañando a la quesadilla con un pulque en vez de un vino.

Aún así era un alimento del que no se debía hablar en una buena mesa, e incluso había la creencia de que su consumo provocaba pelagra. A mediados del siglo XX surge su empleo como ingrediente exótico de platillos elaborados según la concepción francesa, sobre todo crepas y es parte del menú de restaurantes y hoteles de primera clase en México, por lo que adquiere el nombre de "caviar mexicano". Este giro lo convierte en pocos años en alimento propio de la buena cocina y al buscarle un marco cultural digno súbitamente se le coloca, sin evidencia, como platillo de los gobernantes mexicas, mientras permanece en el imaginario colectivo alrededor de los comales, las salsas y las tortillas, manifestando así su origen y larga historia.

Como se indicó, aún no se dispone de evidencia arqueológica que relacione su consumo en algún periodo o relacionado con cierta cultura  prehispánica, algo que no podemos descartar. Desafortunadamente no se han construido metodologías para buscar sus esporas en espacios habitacionales o traspatios, aunque se dispone de imágenes de ellas para reconocerlas. Éste es el siguiente paso obligado para seguir construyendo la historia de ese interesante elemento de la cocina tradicional mexicana.


(Tomado de: Valadez Azúa, Raúl. El cuitlacoche. El hongo doméstico de la milpa. Arqueología Mexicana. Edición especial 87, Hongos de México. Editorial Raíces S. A. de C. V. Ciudad de México, 2019)

jueves, 13 de abril de 2023

Antojitos y comidas de cuidado

 


Antojitos y comidas de cuidado

En la base de toda comida mexicana están los chiles y las tortillas de maíz. Quien llega a compenetrarse bien de esto tendrá la clave culinaria. Otra cosa es que llegue a gustarle.

La tortilla mexicana no tiene nada que ver con las tortillas francesa o española. Ya lo dije en otro capítulo. Es un disco de masa de maíz que se lamina y sutiliza a palmetazos maestros. Las tortillas no llevan huevos. Se cuecen y se ponen calientitas en la mesa, entre servilletas.

Son de muy distintos diámetros, espesores y hasta formas. La más pequeña tiene unos ocho centímetros y la mayor unos treinta. Cada tipo de tortilla tiene su nombre. He recogido algunos: redonda, chalupa, sope, peneque, gorda, pachola y moreliana. Con la redonda se hacen los totopos y los chilaquiles. El totopo es la tortilla cortada en pedazos y frita en manteca: sirve de adorno para los frijoles refritos. Los chilaquiles son cuarterones de tortilla, remojados en salsa de chile espolvoreadas con queso añejo y adornados con ruedas de cebolla y rabanitos. La gorda es una tortilla muy gruesa. El sope es una pequeña tortilla redonda con bordes altos. El peneque, una tortilla doble rellena de cualquier guiso del país. Las chalupas son pequeñas tortillas oblongas, fritas y aderezadas con fibras de carne, chile, queso, etcétera. Finalmente, la moreliana es una tortilla grandota, dorada, dulce y quebradiza.

La tortilla es manjar e instrumento. Se puede usar como vehículo horizontal o plano, como vehículo cilíndrico o enrollado y como vehículo plegado. Sabiendo usarla resulta un auxiliar cómodo y limpio.

El indio pobre apenas come otra cosa que tortillas restregadas con chile. Es la comida más elemental o primaria que cabe. Por eso digo que el chile y la tortilla son la base de la comida mexicana. La base y el antojo, porque la tortilla escueta, monda y lironda, hace las veces de pan, pero aderezada constituye el antojo. El peneque y la chalupa, por ejemplo, son antojos.

El extremo opuesto a esa comida elemental sería el mole, comida de cuidado que se explica en el capítulo sobre Puebla. Digno compañero suyo, aunque menos agresivo, es el mole verde.

Pero el maíz no termina en esto de las tortillas. Falta que hablemos del elote y el tamal, dos alimentos típicamente mexicanos. El elote es la mazorca del maíz tierno, simplemente cocida o asada. El tamal es un rollo de masa de maíz relleno de mole o pollo o carne de puerco y envuelto en hojas de la misma planta. Se venden en la calle como las castañas calientitas.

Es insospechable lo que este pueblo mexicano saca del maíz con refinamiento para comer y beber. Con el maíz me va pasando lo que con la tlapalería. Pregunto de qué se compone este manjar o este líquido pastoso y me responden, de maíz.

De maíz es la corunda, tamal grande en forma de pilón. De maíz es el pozole, guiso a base de este grano cocido con jitomate, puerco y lechuga. De maíz son los semilíquidos atoles, el atole blanco (sin azúcar) y el champurrado (atole de maíz con chocolate). Entre los absolutamente líquidos están el juacotole, bebida de maíz rojo fermentado, que se acompaña con tamales, y el tejuino, refresco de maíz con algo de cebada y nieve de limón.

Suprimo en este capítulo los tacos, por haber hablado de ellos en otro lugar. Paso ligeramente sobre los gusanos de maguey para que no se asusten los escrupulosos. Diré sin embargo que, una vez vencida la repugnancia que inspira el nombre, resultan parecidos a las rodajas finas de papas fritas que sirven con el aperitivo. Con éste se toman en México pepitas de calabaza tostadas.

En cambio no es posible callar sobre el arroz y el frijol. Éstos son después del maíz y del chile los elementos nutritivos que no faltan ningún día en ninguna casa mexicana. El frijol se prepara de diversos modos, pero el más típico acaso sea llamado frijoles refritos, masa muy fina que se obtiene cociéndolos, moliéndolos y friéndolos.

El arroz por lo general se sirve en seco; es rojizo por la cochura con jitomate, lleva rodajas de zanahoria, guisantes y tiras de plátano frito y guacamole.

El guacamole es una de las cosas más sabrosas de la cocina mexicana; se compone de aguacate machacado, cebolla picada, tomate y cilantro.

Y como no pretendo escribir un libro sobre la cocina mexicana, sino apuntar los elementos más importantes de ella, terminaré con estas dos líneas:

El mexicano ciento por ciento 

vive de maíz, arroz y  pimiento.


(Tomado de: Moreno Villa, José – Cornucopia de México y Nueva Cornucopia mexicana. Colección Popular #296, Fondo de Cultura Económica, S.A. de C.V., México, D.F., 1985)

jueves, 23 de febrero de 2023

La tamalera

 



La tamalera

"¡Verdes y colorados los tamales! ¡De dulce y de manteca! ¡Lleve los tamales! ¿Cuántos le servimos, marchantita?..."

Está envuelta en su rebozo, manto de sus mayores; sobre el fuego lento del anafre, el bote de los tamales. Destapa el bote, quita el lienzo que cubre su calor propicio; a pellizcos rápidos, porque el vapor quema, va sacándolos y poniéndolos en el plato de peltre. Una nube de incienso oloroso cosquillea el olfato del apetito.

Verde, blanco y colorado, la bandera del soldado. Estos tamales mexicanos hasta las cachas, envueltos en hojas de maíz como la superficie de la patria suave. El goce supremo de los tamales es comérselos a mordida ansiosa y trago de atole; este atole que hierve y chorrea en la olla de barro, panzona; champurrado o de cáscara, blanco, de fresa…

"¡Ay, marchantita! ¡Si no están caros! ¡Si nos han subido todo: la masa, la manteca, el azúcar, la hoja, la carne ni se diga! Por eso le pongo poquita! ¡Yo qué más quisiera!..."

El mercado por la mañana; las puertas del cine y las esquinas por las noches son altar de su oficio. Y este pueblo nuestro que hace mesa de la calle y al cochinito del ahorro prefiere la barriga llena para el corazón contento.

"¡Los tamales! ¡De chile y de dulce los tamales!"

Aquí está la tamalera, mientras la noche crece. Corte de caja y balance es el montón de hojas de maíz junto al asiento de ocote. Mientras el frío crece, envuelta en su rebozo, su rescoldo y su vapor, aquí está la tamalera: mal y vendiendo.


(Tomado de: Cortés Tamayo, Ricardo (texto) y Alberto Beltrán (Dibujos) – Los Mexicanos se pintan solos. Juego de recuerdos I. El Día en libros. Sociedad Cooperativa Publicaciones Mexicanas S.C.L. México, D. F., 1986)

jueves, 14 de julio de 2022

El ojo de Dios, Nayarit

 


Es un ojo mágico que nos mira, un ojo mágico y multicolor que nos observa, que nos guía y nos orienta. Es el "ojo mágico" como le han llamado actualmente a esta pieza de estambre y madera que los coras, los huicholes y los tepehuanos designan con el nombre de "Tsicuri", que en su lengua propia es un derivado del náhuatl.

Todos los colores del arcoíris y más tienen cabida, todos los tamaños, , un sinfín de variantes. Este emblema es el escudo de los habitantes del norte de Jalisco y de una pequeña porción de Zacatecas y Durango, donde todavía hay auténticos creyentes del primitivo embrujo.

Es el "Ojo de Dios" el que simboliza, encierra y describe algo más que un pensamiento, una filosofía, una manera de ser, una religión. Para nosotros podría ser una artesanía más, pero no. No es un simple adorno. El "Tsicuri" u "Ojo de Dios" es el principio y el final: es agua, fuego, aire y tierra; es el mapa donde viven todos los dioses.

Se ignora su origen, aunque se cree que antes de la llegada de Cortés, los huicholes y los coras lo fabricaban con fibras naturales, antecesores de los estambres y colores que hoy se utilizan. El primero en estudiar su significado fue Carl Lumholtz, en el año 1900, quien atraído por la magia del Nuevo Mundo llegó, como Humboldt, a estudiar los encantos de México.

Lumholtz definió al "Ojo de Dios" como una cruz de varillas entretejidas con hilo o estambre de diversos colores en forma de un cuadrado colocado diagonalmente. Este cuadrado es el centro de gravedad de otros que se colocan en cada uno de los extremos de la cruz, hasta completar un total de cinco.

Éste es el número mágico de los huicholes, el 5, porque son 5 los colores de los granos del maíz, 5 los dedos de la mano y 5 los días nefastos del calendario azteca. Éste es el significado del "Ojo de Dios". El centro es donde vive el hombre, es la comunidad. El cuadrado de arriba, que apunta al norte, es el mágico lugar donde nació el fuego, el abuelo fuego, en la cueva de Teacata.

El cuadrado de abajo es la laguna de Chapala, el punto sur, lugar de viento y agua. El cuadrado de la derecha apunta hacia su paraíso, posiblemente el lugar de origen de sus antepasados. Se trata del desierto de San Luis Potosí, cerca de Real de Catorce, en un lugar mágico, un cerro conocido con el nombre de "La Quemada", donde nació el Sol, donde el hermano mayor de los huicholes, Tamatz Cayaumari "El Gran Venado", levantó al Sol con sus grandes cuernos hacia el firmamento, haciendo posible la vida en el planeta.

Otra vez, se repite lo profundo, nada es casual.

No es un adorno caprichoso. Este cuadrado, el de la derecha, representa a "Huirikuta", el paraíso huichol adonde van las almas, de donde provino el Diluvio, donde crece el peyote... el cerro más mágico de toda América.

El cuadrado de la izquierda, que apunta hacia el mar, la costa de Nayarit y Jalisco, aún no ha sido descifrado.

Todo el "Ojo de Dios" en su conjunto, los cinco puntos cardinales del mundo huichol, indican también tres niveles de vida porque los cuadrados son concéntricos, indican también el cielo, la tierra superficial y el inframundo subterráneo. El "Ojo de Dios" no es una concepción plana del mundo, es la mágica idea del universo, las tres dimensiones, y aún más, el mapa celestial.

Cuando un huichol nace, tiene un "Ojo de Dios". Es un amuleto que lo protegerá durante la vida. En cada aniversario se irá agregando un rombo más, hasta completar cinco en total, y entonces el niño tendrá que cruzar la cordillera para depositar la mágica ofrenda, en forma de plegaria, ante el fuego en la caverna de Teacata.

México es mágico, como mágico es el "Ojo de Dios". Un símbolo que identifica no tan sólo a los huicholes sino el embrujo que conservamos de esta hermosa tierra frente a todo el mundo.


(Tomado de: Sendel, Virginia - México Mágico. Editorial Diana, S.A. de C.V., México, D.F., 1991)