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jueves, 30 de enero de 2025

Río Blanco, 1907 II

 



II


Las tiendas de raya 

Aumentan horas de trabajo 

Primer pliego de peticiones 

Huelga en mayo de 1907


A los ya miserables sueldos que obtenía el trabajador en las fábricas textiles Santa Rosa, San Lorenzo, Mirafuentes, Río Blanco, Cocolapan, Cerritos y El Yute a fines del siglo pasado y principios del presente se les hacían otros descuentos como el de los famosos vales que las tiendas de raya les extendían a cuenta de sus rayas. Los obreros estaban en la inopia con tanta explotación, ahora ya no solamente del patrón sino también de un monopolista extranjero que controlaba las tiendas de raya en la región y que les proporcionaba víveres y aguardiente a precios exorbitantes o les vendía vales con un 25% de rédito en una semana. Era inicua la forma en que se trataba al obrero que sumiso se resignaba a vivir de esa manera y para desahogar sus penas lo que hacía era irse a embriagar a la tienda de raya de Víctor Garcín.

Calladamente el obrero soportaba todo, pero ya en su espíritu se iba forjando una idea de rebelión contra tanta injusticia. En el año de 1896 un buen día en forma inesperada en la fábrica de Río Blanco se les hace saber a los tejedores que todos los martes y jueves tendrían que trabajar hasta las 12 de la noche; el acabóse, a las de por sí inhumanas jornadas diarias ahora les aumentaban más horas de trabajo los martes y jueves porque a los patrones les urgía la producción de telas para satisfacer los pedidos que les hacían. Los tejedores no soportaron más y estallaron en cólera ante las pretensiones de la empresa. Desafiando cualquier represalia o separación en el trabajo los obreros acordaron no aceptar la monstruosa disposición que acabaría con sus vidas en poco tiempo y después de la hora acostumbrada a salir nadie quiso seguir laborando, abandonando la factoría hasta el día siguiente en que a la hora de entrada se presentaron a su trabajo. Al ver la empresa que el movimiento fue colectivo y había el peligro de que los obreros tomaran medidas más drásticas optó mejor por desistir de sus propósitos de aumentar el número de horas de trabajo, sistema que sí se llevaba a cabo a efecto en fábricas de Puebla y Tlaxcala. Los obreros seguirían con sus jornadas ordinarias de 12 y 14 horas diarias de labores agotadoras. 

La fábrica de Río Blanco se expandía y un nuevo departamento de telares se ponía en marcha gracias al trabajo de los obreros, sin embargo la empresa lejos de considerarlos, se volvió más drástica y aumentó en forma escandalosa el cobro de multas por ropa defectuosa. Los trabajadores no pudieron reprimir su ira y en masa fueron a protestar ante el director de tejidos, exigiendo que las multas fueran a conciencia y no solo para perjudicar los salarios del trabajador. El director no hizo caso y a gritos los mandó que regresaran a sus lugares; pero los tejedores no se amilanaron por las amenazas del director Stadelman y sabiendo que estaban pidiendo algo justo, decidieron dejar las máquinas e irse a la calle. Al saber lo sucedido, los tejedores del otro departamento hicieron causa común y también abandonaron el trabajo. A orillas del Río Blanco se reunió la mayoría para nombrar una comisión que se encargara de entrevistar al administrador. La cosa no era sencilla, los designados no ignoraban la situación difícil en que se colocaban pues podían ir a la cárcel a petición de los patrones, por agitadores o enemigos del gobierno. Los comisionados fueron a hablar con la empresa y ante la sorpresa general de sus compañeros obtuvieron que fueran abolidas las multas por producción defectuosa y también lograron un pequeño aumento de 3 y 5 centavos en algunas marcas de telas. Explosión de júbilo fue la que estalló entre los tejedores que empezaron a comprender que la fuerza dependía de la unión de los obreros. Por vez primera habían presentado un pliego de peticiones ante la compañía y habían obtenido resultados favorables. Eso ocurría en el transcurso del año de 1898. 

El nuevo siglo llegaba, 1900 era recibido con entusiasmo en todas partes. Se vivía una aparente calma en la patria gobernadas desde hacía cuatro lustros por el viejo militar y héroe del 2 de abril, Porfirio Díaz. La nación se industrializaba con capitales extranjeros que pretendían hacer fortunas cuantiosas en poco tiempo aprovechando la explotación que se podía hacer, y se permitía, del obrero, obligándolo a trabajar más de doce horas diarias por un sueldo miserable, ejemplo de ello lo teníamos en las fábricas textiles de la región, en donde los obreros estaban sometidos a jornadas que principiaban al salir el sol y se prolongaban más allá de cuando se ocultaba y además se les trataba rudamente de parte del personal de confianza. Cansados de ser víctimas del mal humor y estallidos coléricos de cabos, correiteros y maestros, un día los trabajadores se impacientaron y se lanzaron a una huelga. Eso sucedió en mayo de 1903 en la fábrica de Río Blanco. El motivo fue provocado por el nombramiento como correitero para esa factoría de Vicente Linares, hombre de mala fama que era el terror de los obreros de San Lorenzo. Por vez primera se registró ese movimiento y la palabra huelga hizo conmocionarse a patrones y autoridades que de inmediato, amenazaron a los trabajadores y los presionaron para que regresaran a sus labores, porque los obreros no estaban organizados ni contaban con medios económicos para hacerle frente a una situación de huelga por lo que tuvieron que poner fin a su gesto rebelde.


(Tomado de Peña Samaniego, Heriberto - Río Blanco. El Gran Círculo de Obreros Libres y los sucesos del 7 de enero de 1907. Centro de Estudios Históricos del Movimiento Obrero Mexicano, México, 1975)

lunes, 23 de diciembre de 2024

Río Blanco, 1907 I

 


I


Orizaba, emporio industrial 

Se levantan enormes factorías textiles 

La vida del obrero en la fábrica 


La región de Orizaba era paraíso perdido. Sus manantiales de agua, de los más abundantes, formaban ríos cuyos caudales no solo deberían apreciarse por la belleza que daban al paisaje, sino que deberían aprovecharse para convertirlos en fuerza motriz. La zona era excelente para la industria, principalmente para la textil que requería humedad y agua, mucha agua. Capitalistas extranjeros posaron por vez primera sus ojos en Orizaba y sin mucho meditar decidieron hacer de la región la "Manchester mexicana". Los franceses se dirigieron al presidente Díaz y compraron, si así se le puede llamar, hectáreas y más hectáreas de tierra, a precios irrisorios en Orizaba, Tenango, Nogales y Necoxtla.

En unos cuantos años, ante los asombrados ojos de los pobladores, se levantaron inmensas instalaciones fabriles para la industria textil, principalmente esa fábrica Río Blanco en terrenos de Santa Catarina del municipio de Tenango y luego la de Santa Rosa, también muy grande, en Necoxtla. La de San Lorenzo en Nogales. En Orizaba desde hacía mucho tiempo existía la de Cocolapan, pero vinieron la de Cerritos y la de Santa Gertrudis para El Yute. 

Otra se instaló en Nogales, la de Mirafuentes. Todas, excepto la de Cerritos, quedaron instaladas cerca de la vía del ferrocarril, que era el único medio rápido, muy rápido para aquellos tiempos, que enlazaba a Orizaba con la capital de la República, con Puebla y con Veracruz. La inauguración de la fábrica Río Blanco el 9 de octubre de 1892 constituyó un gran acontecimiento de resonancia internacional, estando presente el señor Presidente Porfirio Díaz, sus ministros y delegaciones extranjeras, que fueron recibidos en forma apoteótica y colmados de atenciones y regalos de los nuevos productos textiles. Casi igual aconteció en la apertura de la factoría Santa Rosa. 

De los estados de Oaxaca, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, México, Querétaro, Guanajuato y otros, arribaron infinidad de trabajadores atraídos por las nuevas plantas textiles y casi todos encontraron acomodo. También infinidad de mujeres trabajaban; sin embargo, la vida fabril era dura y mal pagada. Los obreros laboraban 14 y más horas diariamente. Entraban a las seis de la mañana y salían a las 8:30 de la noche, disponiendo tan solo de una hora en la jornada para tomar para tomar sus alimentos. Recibían pésimo trato de parte de directores, correiteros maestros, cabos y empleados de confianza, que hasta se daban el lujo de propinarles coscorrones y puntapiés si tenían alguna falla o abandonaban momentáneamente el lugar y en esos momentos llegaba a pasar uno de los antes señalados. Los salarios eran de hambre considerando el alto rendimiento que se exigía al obrero. Un mudador ganaba 25 centavos diarios y un tejedor, que era el mejor pagado, obtenía hasta diez pesos a la semana. Claro, se dirá, que la vida en aquellos tiempos era muy barata, pero aún así esos sueldos no cubrían las necesidades de la familia pues de la raya tenía que salir para comer, para vestir y para ver al "curandero" cuando alguien enfermaba. 

Por si esto fuera poco al trabajador se le aplicaba en las fábricas sendas multas por distintas causas, aunque él no fuera culpable, digamos, por ejemplo, por el deterioro del material causado por el constante uso. Así, había hasta una tarifa para las multas. Por una lanzadera rota le quitaban cincuenta centavos al tejedor. Por una canilla que estuviera tirada en el suelo, multaban con diez centavos al oficial más próximo. Por una libreta mal cuidada un tostón. Por un pasatrama roto una peseta. Y a aquél que era sorprendido fumando en el excusado, además de llevarse un regaño Y respectivo puntapié, le quitaban de su raya un tostón Y si alguien se dormía y no entraba el día lunes, aparte de que no le pagaban el día, todavía lo multaban con un peso y amenazaban con degradarlo en el trabajo o separarlo. 

Eso no es todo, existía otra clase de exacciones, que los empresarios llamaban indemnizaciones por producción defectuosa y por las cuales mermaban los salarios de los tejedores, sea por un hilo corrido, una marra, un hilo doble o cualquier otro defecto visible, que al tejedor se le pasaba es su preocupación de dar mayor producción pues eso siempre han exigido los señores industriales, producción harta y buena aunque las máquinas estén fallando y castigo a los oficiales que no la hagan. 

Pero todavía no acabamos con la larga fila de pagos que tenía que hacer un tejedor. A todo lo anterior, le cargamos la obligación de pagar de su propio sueldo al peón cargador de telas. 

He ahí parte de lo que sufría el trabajador en el interior de la fábrica. Agotadoras jornadas diarias. Mal trato, multas o indemnizaciones que le quitaban de su raquítico sueldo y así encontramos que si el tejedor ganaba el "elevado" sueldo de $10 a la semana, con lo que le quitaba el patrón por retardos, multas, indemnizaciones por ropa defectuosa y pago del peón cargador de telas, no le quedaba ni siquiera la mitad de su raya.

Parece increíble eso en nuestros tiempos; sin embargo, a fines del siglo pasado [siglo XIX] y principios del presente [siglo XX], así era la vida del obrero en la fábrica. 


(Tomado de: Peña Samaniego, Heriberto - Río Blanco. El Gran Círculo de Obreros Libres y los sucesos del 7 de enero de 1907. Centro de Estudios Históricos del Movimiento Obrero Mexicano, México, 1975)

domingo, 24 de noviembre de 2024

Carta de Matías Romero acerca de Saligny, ministro de Francia, 1860

 

Carta de Matías Romero donde informa sobre Saligny, nuevo ministro de Francia en México, 1860 

Washington, octubre 10 de 1860.

Excelentísimo señor ministro de Relaciones Exteriores 

Heroica Veracruz 

Excelentísimo señor: 

Durante los tres días que pasé en Nueva York, a donde fui el 5 del corriente con el objeto que lo confidencial he tenido la honra de comunicar a V. E., me impuse de algunos pormenores sobre las ideas y miras en los asuntos de la República del Sr. Dubois de Saligny, nombrado ministro de Francia en México, que me apresuro a poner en conocimiento de V. E., para que el Supremo Gobierno pueda hacer de ellas el uso que estime conveniente. 

Dicho señor tuvo una larga conversación con un francés que ha residido mucho tiempo en México, que está al tanto de los sucesos ocurridos últimamente en la República y que en la actualidad está establecido en Nueva York. En esa conversación, que fue bastante confidencial y familiar, el señor de Saligny dijo que el Emperador nunca ha tenido mala disposición contra el Gobierno Constitucional; pero que cuando supo que había negociado con los Estados Unidos el tratado de 14 de diciembre último [se refiere al Tratado McLane-Ocampo], le pareció más patriótica y nacional la causa del llamado Gobierno de la reacción; que el Sr. Saligny va a México como Ministro Extraordinario, en comisión especial, pues Mr. de Gabriac es todavía el Ministro en propiedad de Francia en México; que al discutirse en el Gabinete de las Tullerías la cuestión mexicana, sólo el Emperador y uno de sus Ministros estuvieron porque se considerara al Gobierno Constitucional como tal Gobierno y que se tratara con él; pero que todos los demás Ministros estaban porque no se considerara con aquel carácter a la facción conservadora: que el mismo Sr. Saligny antes de salir de Francia vio al Emperador para informarse de sus miras y deseos respecto de los asuntos de México, y que recibió de S. M.  solamente la misión de mediar entre los dos Gobiernos que existen en la República para terminar la guerra que actualmente la ensangrienta; pero sin que estos buenos oficios importen intervención de ninguna clase. 

El mismo señor dijo que tenía que hacer reclamaciones a ambos Gobiernos, pero que no haría al uno responsable de los perjuicios ocasionados por los agentes subalternos del otro, y que no urgiría por la satisfacción inmediata de dichas reclamaciones, sino que se limitaría a exigir que se reconozca su justicia y que se garantice suficientemente su pago para cuando el estado del país permita verificarlo. 

Según manifestó, saldrá de Nueva Orleans por el vapor Tennessee el 1° de noviembre próximo, estará solamente unas cuantas horas en ese puerto por temor del mal clima y seguirá para la ciudad de México, de la que tal vez regresará a Veracruz en el invierno. 

Asegura que va sin prevenciones y ninguna especie y con el único deseo de conseguir el término de las diferencias de los partidos contendientes; pero califica de cuerda, prudente y conforme con los usos europeos la conducta de Mr. de Gabriac al reconocer en 1858 al llamado Gobierno de don Félix Zuloaga como Gobierno de México, y dice que en el lugar de Mr. De Gabriac habría él hecho otro tanto. 

Refirió por último, que en París vio al Sr. Lafragua y al Sr. Almonte; que ambos le hablaron en favor de los Gobiernos que representan; que las razones de los dos le parecieron fundadas y que quedó satisfecho con haber encontrado en ellos personas caballerosas que trabajan de buena fe por lo que cada uno cree que puede conducir al bienestar de su país. 

Lo que tengo la honra de comunicar a V. E. para conocimiento del Excmo. señor Presidente, reproduciendo a V. E. las seguridades de mi muy distinguida y respetuosa consideración. 

Dios y libertad. 

Matías Romero.


(Tomado de: Tamayo, Jorge L. - Benito Juárez, documentos, discursos y correspondencia. Tomo 3. Secretaría del Patrimonio Nacional. México, 1965)

domingo, 8 de septiembre de 2024

Carta de Juárez, optimista por situación militar, 1860


Juárez se muestra optimista sobre la situación militar 

Veracruz, septiembre 17 de 1860.

Sr. don Matías Romero. 

Mi querido amigo: 

Llegó el Sr. Mata antes de ayer y hoy se ha ido para Jalapa a ver a sus hermanas. Me entregó una carta de usted y además había yo ya recibido otras de fecha posterior, siendo la última de 25 de agosto, en la que me habla usted de la venida de 10 buques para este puerto. 

Los españoles han estado en muda respecto de sus ansiosas exigencias tanto que hace cuatro días se retiraron los buques que tenía en Sacrificios habiéndose dejado dos solamente. 

Después de que nuestras fuerzas del interior derrotaron a Miramón en Silao estuvieron unos días en Querétaro y Guanajuato y luego se han ido para Guadalajara con el objeto de hacer rendir a Castillo que está allí con 4,000 hombres. Han dado este paso para no dejar enemigo en la retaguardia cuando se vengan sobre la Capital donde se haya hoy Miramón con 10,000 hombres porque reconcentró sus tropas que había en Orizaba, Jalapa, Tulancingo y Toluca. En Puebla habrá una guarnición de 1500 hombres. 

Luego de que se tome Guadalajara se disiparán todos nuestros temores sobre México, a cuyo fin estoy organizando las tropas de Oaxaca y de este Estado. 

Si por no encontrarse un libramiento de 500 pesos no se remite por este buque, irá indefectiblemente por el Rapid

Entonces contestaré a otros amigos. 

Si ve usted al Sr. don Edward S. Dumbar dígale usted que recibí su carta y que por el Rapid le contestaré favorablemente su referida carta. 

Soy de usted amigo afectísimo q. b. s. m.

Benito Juárez

(Tomado de: Tamayo, Jorge L. - Benito Juárez, documentos, discursos y correspondencia. Tomo 3. Secretaría del Patrimonio Nacional. México, 1965)

lunes, 19 de agosto de 2024

Marcelo Chávez


 

Marcelo Chávez 

(actor)

(1911-1970, Veracruz, México) Hábil guitarrista e interesado desde joven en la música y la comedia, Marcelo Chávez se había desempeñado como "patiño" de cómicos como Don Catarino, Donato y Mario Moreno "Cantinflas" en carpas, así como en radio. Cuando Germán Valdez solicita un comparsa, Paco Miller pensó de inmediato en él. A partir de ese momento, la figura obesa de Marcelo aparece unida a la de Tin Tan. A pesar de las breves intervenciones fílmicas de Marcelo: Maravilla del toreo y Canto a las Américas -ambas de 1942-. El despegue de éste arranca al lado de Tin Tan en Hotel de verano (1943). Así, sobre todo en las primeras cintas de la pareja, Marcelo obtuvo papeles mejores, en otras tan sólo participaba de manera breve, pero graciosa, en filmes como Músico, poeta y loco (1947), Yo soy charro de levita (1949), El Ceniciento (1951), El bello durmiente, La isla de las mujeres (ambas de 1952) o en El rey del barrio (1949) en la cual interpreta al policía de la esquina que anda tras la pista de una torpe banda de maleantes liderada por Tin Tan. 

Rafael Aviña.


(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

domingo, 26 de mayo de 2024

Cabeza olmeca Colosal 3, San Lorenzo

 


Cabeza Colosal 3, San Lorenzo 

Esta cabeza, retrato de un gobernante de edad madura, tiene forma ovoide. El tocado está formado por un casquete hecho con un tejido y una banda horizontal compuesta por cuatro cuerdas torcidas y paralelas y los broches que las mantenían unidas, separadas entre sí por una franja rremetida, un espacio adecuado para recibir una incrustación. A cada lado de la cabeza cuelga una banda vertical hecha de cuatro cuerdas y broches, similar a la banda horizontal, que termina en una funda que evita el deshilachado de las fibras. Las cuerdas se relacionan con el nombre del jerarca y su linaje. Ambas orejas quedan cubiertas. Los ojos tienen forma almendrada y están hundidos, además de presentar estrabismo bilateral convergente. Tiene el ceño fruncido, la boca entreabierta y los pómulos altos. Esta cabeza se encuentra en un excelente estado de preservación salvo por la rotura del labio inferior y un golpe en la nariz, así como por los 27 barrenos practicados en el tocado. El dorso es plano y pulido.


Cabeza Colosal 3, San Lorenzo

(Monumento SL3)

1.78 m de alto, 1.63 m de ancho, 0.95 m de espesor.

Museo de Antropología de Xalapa, Veracruz.


(Tomado de: Cyphers, Ann. Cabeza Colosal 3, San Lorenzo. Arqueología Mexicana. Edición especial 94, Cabezas colosales olmecas. Editorial Raíces S. A. de C. V. Ciudad de México, 2020)

jueves, 16 de mayo de 2024

El Veracruz legendario

 


El Veracruz legendario

El Veracruz logró un ascenso vertiginoso en el fútbol mexicano: el 2 de junio de 1946, sólo dos años después de su ingreso al máximo circuito, obtuvo el título de liga que hasta entonces había sido propiedad de equipos capitalinos.

En esa temporada los Tiburones alcanzaron varias marcas: mayor número de fechas consecutivas sin derrota (18), más goles anotados (105), menos recibidos (52) y récord de tantos marcados en un partido 14-0 al Monterrey).

Los dueños habían logrado formar un cuadro ganador al mando de un técnico profesional, Enrique Palomini. La nómina era imponente: el español Urquiaga en la portería; Velázquez y "El Negro" León en la saga; en la media, "Chito" García, el peruano Lecca y "El Pachuco" Durán (que a veces dejaba su sitio a Buenabad); y adelante, Lazcano, Valdivia "El Pelón" González, "Pirata" Fuente y el argentino Enrico.

Los tiburones se convirtieron en un cuadro con mística y empuje que alcanzó los lugares de honor: ganaron el Torneo de Copa en la temporada 1947-48 y repitieron en el de Liga durante la campaña 1949-50. Para entonces, la alineación había sufrido algunos cambios: "Ranchero" Torres en la puerta; Castañeda y Andrade en la defensa; "Pelón" Silva, Lecca y Buenabad en la media; Ortiz, Lupe Velázquez, Grimaldo, "Pirata" Fuente y Julio Ayllón, "Aparicio", en la delantera. Para lo que se ofreciera, en la banca estaban Arteaga, Quiñones y Paratore.

Inspirado en el legendario equipo, Félix Martínez redactó estos versos:


Yo vi a aquellos Tiburones 

vestidos de azul y rojo;

la jugaban a su antojo 

brindando mil emociones. 

Claro que fueron campeones, 

no jugaban al cerrojo:

Urquiaga con Negro León 

y Velázquez defendiendo,

 Lecca y Buenabad sirviendo 

balones para el Pelón, 

del Pirata el patadón, 

los servicios de Lazcano, 

contento el veracruzano 

con el toquecito fino 

de Enrico, aquel argentino 

que ya se volvió paisano.


En la temporada 1951-52, los problemas económicos dieron al traste con el trabajo realizado; el equipo cayó al último lugar y descendió a la Segunda División; y al finalizar la campaña siguiente dijo adiós al fútbol. Un retiro que duró varios años.


(Tomado de: Calderón Cardoso, Carlos - Por el amor a la camiseta. (1933-1950). Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 1998)

jueves, 11 de enero de 2024

Cabeza olmeca Colosal 2, San Lorenzo

 


Cabeza Colosal 2, San Lorenzo 


La escultura ha sido mutilada con numerosos barrenos los cuales se hicieron durante el proceso detallado en el que se recicló un gran trono con nicho frontal para crear esta cabeza. La huella del nicho, un arco hundido que se observa arriba de la oreja derecha, no se borró por completo porque la cabeza es una obra inconclusa. Las oquedades rectangulares y las afiladuras también puede ser vestigios de la escultura previa. El tocado está compuesto por un tejido abierto y una banda horizontal apretada que produce el ceño fruncido: sobre ella yacen tres cabezas de ave con pico curvo, las cuales hacen referencia al nombre del personaje y a su linaje. Las orejeras son redondas. Los ojos, sesgados hacia abajo, están hundidos y presentan el estrabismo bilateral convergente. Tiene los pómulos altos y las mejillas flácidas. La boca entreabierta muestra barrenos sobre los labios. Corren líneas de edad entre la nariz y la boca, las cuales indican la edad madura del gobernante. La superficie parece tener mucho deterioro, lo cual se ha explicado por su antigüedad; no obstante, solamente ésta y otra cabeza (SL7) muestran esta característica, ambas en proceso de reciclaje, por lo que el deterioro no fue causado por intemperización, más bien debió ser el resultado del uso de una sustancia para ablandar la superficie por parte de los escultores.


Cabeza colosal 2, San Lorenzo 

(Monumento SL2) 

1.81 m de alto 1.43 m de ancho y 0.92 m de espesor.

Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México.



(Tomado de: Cyphers, Ann. Cabeza Colosal 2, San Lorenzo. Arqueología Mexicana. Edición especial 94, Cabezas colosales olmecas. Editorial Raíces S. A. de C. V. Ciudad de México, 2020)

jueves, 28 de diciembre de 2023

Cabeza olmeca Colosal 1, San Lorenzo

 


Cabeza Colosal 1, San Lorenzo 

fue llamada El Rey por ser la cabeza más alta de San Lorenzo. Las profundas líneas de expresión que corren entre la nariz y la boca, los ojos hundidos y las mejillas flácidas señalan que es el retrato de un gobernante longevo. Debajo de las orejas se observa un desnivel vertical, que pudiera indicar una cubierta o protección en la parte posterior de la cabeza o cabello largo. Porta un tocado compuesto por una banda horizontal, segmentada en tramos, y un casquete, separados entre sí por una franja arremetida. Sobre él descansa una insignia, un elemento alargado que tiene una orilla festoneada y un círculo. Porta orejeras rectangulares, posibles representaciones de las largas cuentas tubulares hechas de piedra verde. Los ojos están hundidos y tienen una forma muy distintiva, por estar sesgados hacia abajo. Además, muestra el estrabismo bilateral convergente, considerado una marca de belleza entre los olmecas. Tres barrenos la han mutilado, uno en cada lado de la nariz y otro debajo del ojo. Tiene la boca delineada entreabierta, el ceño fruncido y pómulos pronunciados. El dorso es plano y pulido.

Cabeza Colosal 1, San Lorenzo (Monumento SL1)

2.85 m de alto, 2.11 m de ancho y 0.87 m de espesor.

Museo de Antropología de Xalapa, Veracruz.


(Tomado de: Cyphers, Ann. Cabeza Colosal 1, San Lorenzo. Arqueología Mexicana. Edición especial 94, Cabezas colosales olmecas. Editorial Raíces S. A. de C. V. Ciudad de México, 2020)

lunes, 9 de octubre de 2023

Nicolás Bravo

 

Nicolás Bravo

Alejandro Villaseñor


He aquí otro teniente de Morelos, hoy conservado todavía con los rasgos con que la historia lo describe fielmente, pero cuya figura pasará mañana al dominio de la leyenda para agigantarla hasta convertir al guerrero del Sur en héroe. Su vida está tan llena de rasgos de bravura y de generosidad que hacen la tarea del historiador en extremo fácil, pues al narrar hechos magnánimos siente el alma más consuelo que al tener que referir exclusivamente muertes, hecatombes y sucesos desgraciados.

En Chilpancingo, pequeña ciudad del Sur de México, nació don Nicolás Bravo el 10 de noviembre de 1786. no hizo más que los estudios primarios, pues además de que poseía suficientes bienes de fortuna para no necesitar trabajar, por aquel tiempo la afición al estudio no estaba muy desarrollada entre los habitantes de aquellas cálidas regiones y la indolencia era, como lo es hoy todavía, característica de los surianos; se dedicó a las labores del campo y ya en edad núbil contrajo matrimonio. Vivía en la hacienda de Chichihualco, cercana a Chilpancingo y propiedad de la familia, en compañía de su padre don Leonardo y de sus tíos, don Miguel, don Víctor, don Máximo y don Casimiro, que se dedicaban a las labores del campo y a la administración de la finca.

Cuando resonó en la Colonia el grito de Dolores, sus ecos llegaron hasta aquellas apartadas comarcas y fueron acogidos con simpatía por la familia que tenía que lamentar muchas demasías cometidas por las autoridades españolas; sin embargo, como la región permaneció en quietud, ellos no hicieron nada que diese a conocer sus simpatías; pero las autoridades españolas eran demasiado suspicaces y a pesar de que don Nicolás estaba casado con la hija de Guevara, comandante de realistas de Chilapa, como vieran que los Bravo no obsequiaban la invitación que se les había hecho para que levantasen una compañía como habían hecho otras haciendas, empezaron a molestarlos, por lo que resolvieron retirarse todos definitivamente a Chichihualco, y aun allí tuvieron que ocultarse en una barranca de difícil acceso, a la que llevaron armas para defenderse en el caso de que fuesen atacados. Este caso no tardó en presentarse, por cierto, cuando menos lo esperaban, pero sí cuando más en aptitud de defenderse estaban.

El Comandante Garrote llegó a Chichihualco con objeto de aprehender a los Bravo; pero ignoraba que las fuerzas de Morelos, mandadas por Galeana, acababan de llegar a la hacienda, donde habían sido bien recibidas, y estaban unos soldados sesteando y otros bañándose, mientras los amos almorzaban. Entonces fue cuando los pintos de Galeana pelearon desnudos, y unidos a los sirvientes de la hacienda derrotaron a Garrote, que dejó cien fusiles y bastantes prisioneros. Los Bravo se vieron con esto comprometidos a tomar parte decididamente en esta revolución a la que dio no poca importancia esta familia y la de Galeana, ambas respetadas en aquella región, y fueron desde entonces los oficiales de mayor confianza de Morelos. Únicamente don Casimiro Bravo, que accidentalmente no se encontraba ese día en la hacienda, no tomó parte en la revolución y permaneció neutral durante toda la lucha (mayo de 1811).

Don Nicolás acompañó con el carácter de subalterno a Morelos en toda la primera campaña del Sur y en Chiautla estuvo a las órdenes de su tío Miguel con un grado menos inferior; después quedó a las de su padre y mandando una sección de las tropas de éste, se separó de Galeana en Tepecoacuilco para ir en auxilio de Morelos, que en su avance sobre Izúcar, se hallaba amenazado por Soto Maceda. No pudieron llegar a tiempo porque el jefe español adelantó el ataque, y quedó herido y derrotado, perdiendo su artillería y a su segundo Ortiz, pero sí reforzaron al caudillo que entró a Cuautla, donde dejó a aquéllos mientras él seguía para Taxco. Bravo tomó parte en los combates de Tenancingo y Tecualoya y se portó tan bizarramente que Morelos empezó a distinguirlo, y ya le dio mando superior.

El famoso sitio de Cuautla fue también una piedra de toque del valor y pericia de don Nicolás Bravo. Concentrados en esa población, como punto estratégico, los elementos más valiosos de la insurrección encabezados por Morelos, que había llegado a ser el único objetivo de los realistas, éstos comprendieron que era preciso reconcentrar allí también lo mejor del ejército virreinal, para de una vez acabar con la guerra que se prolongaba demasiado, en concepto del virrey Venegas.

Mientras Morelos subía al valle de Toluca ya don Leonardo estaba en Cuautla fortificándose por orden suya. Llegado Morelos y con noticias de la aproximación de las fuerzas de Calleja, se resolvió la defensa hasta lo último. Bravo no tuvo al principio mando especial, pero habiendo salido su padre en busca de provisiones y auxilios, quedó en la división de don Hermenegildo Galeana, y en ella tuvo frecuentes ocasiones de distinguirse. Se incorporó en Chiautla, y bajo las órdenes de Morelos hizo toda la campaña hasta Tehuacán, donde recibió el nombramiento de comandante militar de la provincia de Veracruz, y como tuviese noticia el general del movimiento de convoyes que por aquellos días había, ordenó a Bravo los atacase.

Por esos días era preciso hacer pasar de Veracruz a Puebla una fuerza armada para custodia de un gran convoy y de la numerosa correspondencia de España que se había acumulado en la primera población, y que después regresara amparando otro convoy de harinas y varias otras mercancías para el abastecimiento de aquella plaza. Esto era indispensable para los realistas; y en tal virtud el gobernador de Veracruz, Dávila, dispuso que don Juan Labaqui, que no era militar de profesión, pero si de reconocida capacidad para el caso, saliese con 300 infantes, sesenta caballos y tres piezas de artillería ligera, fuerza que se consideró suficiente en vista de que los insurgentes estaban lejos. Era Labaqui de origen español y se tenía gran confianza en su cometido; como en Veracruz se ignoraba que Morelos se encontraba en Tehuacan, Labaqui esquivó el camino llano de Jalapa, que estaba obstruido por los insurgentes, y se dirigió por el de las Villas hacia Orizaba, no sin tener algunos encuentros de escasa importancia; subió luego hasta Acultzingo, y llegó a la llanura que se extiende hasta Puebla, alojándose en el pueblo de San Agustín del Palmar; punto al cual se dirigió Bravo con unos seiscientos hombres, entre los que se contaban doscientos indios de la costa, hombres aguerridos y resueltos, y sobre todo, ya bastante experimentados.

Aunque Bravo caminó toda la noche y llegó al amanecer del 19 de agosto a las inmediaciones del Palmar, lo encontró ya ocupado por las fuerzas de Labaqui y no le quedó otro recurso que batirlo; Labaqui se atrincheró en la población y resistió durante dos días con sus noches, pero dominado por los insurgentes que se habían apoderado de las alturas del Calvario y ocupado por ellos el pueblo, fue atacado a la bayoneta en su propio domicilio, y cayó con el cráneo hendido de un solo machetazo que le dio un negro suriano. Los realistas tuvieron más de cuarenta muertos, algunos heridos, dejaron doscientos prisioneros y perdieron íntegro el convoy. Regresó a Tehuacán con sus heridos y en el camino encontró el refuerzo que le enviaba Morelos, del que ya no tenía necesidad; entregó a Morelos la espada de Labaqui y salió para Veracruz atacando en Puente del Río a otro convoy que iba a Jalapa y al que hizo bastantes prisioneros. Estos repetidos triunfos sembraron el pánico entre los realistas, y Castro Terreño temió verse atacado en Puebla.

Bravo partió a Medellín y allí recibió la infausta nueva de que don Leonardo, su padre, había subido al cadalso en el ejido de México, el día 13 del mismo mes, condenado a sufrir la pena de muerte en garrote vil. Indignación y dolor profundo causó esta noticia en el ánimo del héroe del Palmar. La noticia le fue comunicada por Morelos, quien lo facultó para indultarse si con esta condición le salvaba la vida a don Leonardo, y le mandó que en justa represalia fusilara a los prisioneros que tenía en su poder.

Don Nicolás Bravo pensó por un momento acogerse al indulto que se le ofrecía para salvar la vida de su padre, pero recordando el caso de los señores Orduña comprendió que muy poco o nada podía fiar en las promesas de los españoles. Esos Orduña eran hermanos, don Juan y don Rafael, vecinos acomodados de Tepecoacuilco, no se sublevaron, pero huyeron a su rancho cuando legó el realista Andrade, que consiguió aprehender al segundo, al que puso en capilla, y mandó decir al primero que si no se presentaba inmediatamente fusilaría a su hermano al día siguiente. Don Juan, tanto para salvar la vida de su hermano cuanto para demostrar que no era insurgente, se presentó, y entonces Andrade puso en capilla y fusiló a los dos hermanos. En cuanto a la orden que recibió de Morelos para fusilar a los prisioneros españoles, Bravo pensó obedecerla, y en el momento que la recibió mandó poner en capilla a los trescientos que tenía en Medellín y ordenó al Capellán Sotomayor que los auxiliase; pero en la noche, no pudiendo conciliar el sueño, reflexionó que esas represalias disminuirían mucho el crédito de la causa nacional, y que observando una conducta contraria a la del Virrey, podría conseguir mejores resultados; sin embargo, tenía una orden que no podía desobedecer: pasó toda la noche pensando en lo que debía hacer, hasta que en la madrugada se resolvió a perdonar a los presos de una manera que se hiciese pública y surtiese efecto a favor de la causa nacional. A las ocho de la mañana mandó formar la tropa, hizo sacar a los realistas y les dirigió la palabra diciéndoles que el mismo Virrey los había condenado a muerte, pero que él (Bravo), no queriendo ejercer represalias, les perdonaba la vida y les daba su libertad. Con lágrimas de gozo acogieron los condenados a muerte aquellas palabras, y sólo cinco, que eran comerciantes, pidieron sus pasaportes y uno de ellos, poco tiempo después, regaló al insurgente el paño suficiente para vestir un batallón. A envidiable altura se encumbró don Nicolás con tan generoso rasgo.

Morelos no aprobó la conducta de Bravo; sin embargo, por su parte, tampoco cumplió su amenaza de fusilar los cuatrocientos prisioneros realistas que tenía en el presidio de Zacatula.

Con el carácter de Comandante de Veracruz empezó don Nicolás a expedicionar por la provincia, y unido a las fuerzas que allí había atacó a Jalapa que no pudo tomar, pero situado en el puente del Rey impidió el comercio del puerto y estableció una contribución, que ingresó a los fondos de la guerra; en esa posición impedía el paso de un convoy de cuatro millones de pesos que iba para Veracruz, y sólo la astucia del jefe español hacerlo pasar por otro punto; sin embargo, no era posible dejar aquel punto en poder de los insurgentes, y fuerzas superiores se encargaron de desalojarlo, así como de rechazarlo de Tlaliscoyan y Alvarado, que también intentó ocupar, no quedándole más recurso que retirarse a San Juan Coscomatepec, lugar estratégico que se apresuró a fortificar (mayo de 1813). Por entonces, los guerrilleros de la provincia, disgustados del régimen moralizador que procuraba implantar, lo acusaron ante Morelos, que por esa ocasión no dio ninguna importancia a la acusación.

El 28 de julio fue atacado por las fuerzas superiores de Conti, y las hizo retroceder con grandes pérdidas, dedicándose desde entonces con más ahínco a terminar las fortificaciones, porque supo que una verdadera división iba a atacarlo. Para la causa realista era indispensable impedir a toda costa que se hiciese fuerte en Coscomatepec; pues desde el sitio de Cuautla, Calleja, que había palpado los sacrificios que ello significaba, ordenó que por ningún pretexto se diese tiempo a los insurgentes de fortificarse en ninguna parte; por tanto, hízose formar una división por el Conde de Castro Terreño, compuesta del Batallón de Asturias y otros Cuerpos, fuerte en 1,000 hombres y cuatro cañones, y se designó para jefe de ella al Teniente Coronel Cándano, quien en unión de Conti se presentó a la vista de Coscomatepec el 5 de septiembre y empezó desde luego a batirla. Pero Bravo, a quien por la parte de afuera ayudaba eficazmente Machorro, la defendió bien, y después de 24 días y de varios asaltos infructuosos, sin que Cándano lograse apoderarse de la posición mantenida por los patriotas, el Virrey dispuso que tomase en mando de las fuerzas sitiadoras don Luis del Águila, Comandante de la provincia, a quien se juzgaba muy competente para el caso y que en efecto activó de tal modo el sitio, que obligó a Bravo a pensar seriamente en romperlo, escaso como estaba, de víveres y municiones.

A las once de la noche del 4 de octubre, después de un asedio de setenta días, después de clavar sus dos cañones y enterrar los pequeños, decidió la salida, que sus soldados aprobaron; dejó encendidas las lumbradas y ató los perros a las sogas de las campanas para que con el repique que aquéllos hiciesen, creyesen los sitiadores que aún estaban allí los sitiados, y en muy buen orden se salió con toda la fuerza y con los habitantes, pasó por el punto del río donde Machorro había derrotado un destacamento y llegó a Ocotlán, donde dejó a los pacíficos, y siguió a Huatusco sin que nadie lo sintiese ni menos lo molestase. Águila se desquitó arrasando el pueblo y fusilando las imágenes de los Santos. Morelos, que nunca dejaba abandonados a sus Tenientes, había enviado en socorro de Bravo a Arroyo y a Matamoros, pero sabiendo éstos que el sitio estaba roto y que un convoy de tabaco estaba cerca, lo atacó el segundo y se apoderó de él, haciendo perder a los realistas 600 hombres y apoderándose del Comandante Cándano, que fue fusilado. Bravo cooperó a aquel hecho de armas.

Por orden de Morelos regresó al Sur para contribuir a la desgraciada expedición sobre Valladolid, y en Cutzamala se unió con los demás generales; cumplió con su cometido de apoderarse del fortín de la garita del Zapote; pero atacado por todos lados, por la llegada de Iturbide, perdió su infantería, tres cañones, parque, y 233 prisioneros. Que fueron fusilados inmediatamente; también se batió en Puruarán, y por verdadera casualidad escapó de caer prisionero. Retrocedió al Mexcala y sufrió varias peripecias y algunas derrotas, demostrando en general poca actividad, debido a que el Congreso no era muy afecto a operaciones militares; cuando este Cuerpo resolvió trasladarse a Tehuacán, Bravo fue uno de los que lo escoltaron, y mandando la izquierda estuvo en la acción de Tezmalaco, en la que cayó prisionero Morelos, no cayendo aquél, por haberle mandado el Generalísimo que siguiese dando escolta a los diputados para que el Congreso íntegro no quedase en poder de los realistas.

En Tehuacán fue nombrado don Nicolás miembro del Tribunal Supremo, con lo que se le quitaba el mando de tropa, desacierto muy grande que no duró mucho tiempo, pues disuelto el Congreso por un pronunciamiento, Bravo, que permaneció extraño a los sucesos que lo originaron, salió para la provincia de Veracruz, donde Victoria lo recibió mal y lo invitó a volverse al Sur; caminó rápidamente por Chalchicomula y Tepeji, se encargó del mando de la gente de Guerrero, que estaba herido, y sin ningún tropiezo llegó a Ajuchitlán. Allí, unido a Galeana (don Pablo), se negó a reconocer a Rayón (Ignacio), e hizo salir a don Ramón Rayón, enviado para someterlo, de su jurisdicción. Durante el resto del año de 1816 descansó Bravo de sus tareas militares y pasó algunas temporadas en su hacienda de Chichihualco; es cierto que Armijo lo persiguió poco y por eso gozó de alguna tranquilidad. Cuando la expedición de Mina, que volvió a poner en agitación al país, Rayón trató de hacerse fuerte en Jaujilla, pero la Junta de Uruapan, que quiso acabar de una vez con sus pretensiones, lo mandó prender y encomendó este encargo a Bravo, que lo cumplió sin dificultad y que condujo al preso a Patambo; se situó en seguida en Ajuchitlán, donde unido a don Benedicto López empezó a organizar algunas fuerzas (mayo de 1817), y a hostilizar a los realistas de Zitácuaro, y aun obtuvo algunas ventajas; éstas lo decidieron a fortificar Cóporo, en donde rechazó al realista Mora, pero no pudo resistir mucho tiempo, y el primero de diciembre tuvo que abandonar el fuerte al ser atacado por Márquez Donallo, y echándose por un voladero sufrió algunas contusiones; a pie y con mil trabajos recorrió treinta leguas, hasta el Atascadero, donde consiguió un caballo que lo llevó a Huetamo.

No repuesto de sus heridas trató de libertar a Rayón y a Verduzco, que acababan de ser cogidos prisioneros, pero no lo pudo conseguir, a pesar de que obligó a los realistas a encerrarse en la iglesia de Ajuchitlán; se dirigió, sin embargo, al paso de Coyuca, fortificándolo ligeramente, pero habiéndolo flanqueado Armijo, dejó sus soldados a Guerrero y se dirigió a lo más escondido de la Sierra para curarse de las heridas que había recibido en Cóporo. Armijo, sabedor de esto, emprendió a marchas forzadas el camino del rancho de Dolores, y el 22 de diciembre de ese año de 1817 aprehendió a Bravo y en unión de los demás presos lo condujo a Cuernavaca. Realistas e insurgentes se interesaron por la suerte de don Nicolás, y el mismo Armijo subió a México llevando una solicitud firmada por su padre y por toda la división pidiendo la libertad del prisionero; consiguió del Virrey una suspensión y que se empezase una causa a todos los insurgentes notables, pues los soldados ya habían sido fusilados, y consiguieron salvar la vida Bravo, Rayón, Verduzco y otras veinticinco o treinta personas.

Dos años estuvo don Nicolás con una barra de grillos en los pies. Su ocupación era hacer cigarreras de cartón para venderlas; su familia, entre tanto, vivía a expensas de la caridad del español Antonio Zubieta, pues los bienes de la familia habían sido confiscados; “en las visitas de presos que el Virrey hacía con la Audiencia en las Pascuas y Semana Santa, nunca pidió nada, nunca se quejó de nada, y el Virrey, que en una de estas ocasiones lo socorrió con una onza de oro, solía decir que siempre que veía a Bravo, le parecía ver a un monarca destronado”. En octubre de 1820, al restablecerse la Constitución española, fue puesto en libertad y escogió la población de Izúcar y después la de Cuernavaca como lugar de residencia, permaneciendo allí hasta que Iturbide proclamó nuevamente la Independencia en Iguala; dos veces tuvo que invitar a Bravo para que se le uniera, pero éste, desconfiando, y con razón, de aquél, no le contestó, sino hasta que un mensajero del nuevo insurgente habló largamente con él; inmediatamente marchó al Sur, reunió algunos hombres y volvió sobre Izúcar y Atlixco, tan rápidamente que Hevia no pudo alcanzarlo; los antiguos insurgentes de los Llanos de Apam acudieron a ponerse a las órdenes de don Nicolás, que al fin se situó en Huejotzingo, amenazando a Puebla, ocupó Tlaxcala y Huamantla y aumentó considerablemente sus fuerzas con soldados de las tropas españolas. En Tepeaca se unió a Herrera, que mandaba la columna de granaderos imperiales y rehusó el mando superior, que le correspondía; Hevia consiguió rechazarlos, y habiendo resuelto Herrera dirigirse a las Villas, Bravo decidió quedarse en los llanos con su caballería, y allí rechazó al sanguinario Concha, terror de la comarca, ocupó a Pachuca, y después de Hidalgo en octubre de 1810, fue el primer insurgente de valer que más se acercó a México, pues estuvo en San Cristóbal Ecatepec; en Tulancingo estableció su maestranza y una imprenta, y el 14 de junio, después de dos meses de campaña, se acercó a Puebla para sitiarla, contando ya con un ejército de 3,600 hombres, mandado por los antiguos generales insurgentes.

Habiendo llegado Herrera con su división se estrechó de tal manera el sitio, que el 10 de julio Llano entró en parlamento, pero como sólo se avino a tratar con el primer jefe, se estipuló (día 17) un armisticio y al fin se rindió la ciudad, haciendo en ella su entrada el ejército nacional, mandado por Iturbide, el 2 de agosto, en medio del regocijo de los habitantes. Bravo, con su división, marchó con estudiada lentitud sobre México, cuyo sitio iba a empezar, pero que al fin no se verificó por haber entregado el mando y el ejército las autoridades españolas; con el ejército trigarante entró Bravo en la vieja Tenochtitlán, el memorable 27 de septiembre de 1821, viendo ese día coronados sus esfuerzos de diez años y realizada la ilusión que lo llevara a tomar las armas en 1811.

El resto de la biografía de Bravo no pertenece ya a este libro y por lo mismo procuraremos nada más decir algunas palabras acerca de sus hechos. De mala gana aceptó el Imperio de Iturbide, y cuando éste cayó, a petición suya fue Bravo encargado de conducirlo a la costa, demostrando alguna severidad en su cometido, pues veía en aquél a un prisionero político y no a un Emperador que voluntariamente había abdicado y que se dirigía al destierro. Formó parte del poder ejecutivo (1823) y después se le eligió para Vicepresidente de la República en 1824; tuvo algunas participaciones en nuestras divisiones políticas y se vio desterrado en Guayaquil; varias veces fue presidente de la República en cortos períodos, siendo la última vez en 1847, ya invadido el centro del país por los angloamericanos; el 13 de septiembre de ese año se batió en Chapultepec con los invasores, mandando a los alumnos del Colegio Militar ahí establecido, y cayó prisionero. Terminada la guerra se retiró a la vida privada y fuese a vivir a su hacienda de Chichihualco, donde murió el 22 de abril de 1854. En 1886 el gobernador de Guerrero, Arce, celebró el centenario de Bravo erigiéndole una estatua en Chilpancingo.

La figura de don Nicolás Bravo se destaca imponente y majestuosa en la historia, y siempre digno por sus hazañas, esclarecido por sus levantados sentimientos, es y será en todo tiempo la honra y la gloria de la patria, dice uno de sus biógrafos. El atildado escritor don Rafael Ángel de la Peña escribió un notable artículo en el que hace un paralelo entre César y Bravo, que es digno de leerse, y numerosos son los escritores que se han ocupado de este personaje de la revolución mexicana, que es uno de los más populares de ella y el que más simpatías despierta; el teatro también ha llevado a la escena sus principales hechos, y en los días del Centenario, probablemente, se representará una ópera cuyo argumento es Bravo en Medellín, de la que escribió el libreto el conocido literato y hombre público don Ignacio Mariscal, que poco ha bajó a la tumba.


(Tomado de: Villaseñor, Alejandro - Caudillos de la Independencia . Cuadernos Mexicanos, año II, número 60. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)

viernes, 21 de julio de 2023

Fernando Benítez y Veracruz, 1950

(Viñeta por Alberto Beltrán)

V. Veracruz, la puerta estrecha de México

Veracruz es una ciudad y es un mar. Una ciudad colmada de aire marino y de gaviotas. También de salina claridad. Donde la calle termina, se abre la plazuela azul de la bahía. El cielo de la costa y el profundo cristal del mar la ciñen, otorgándole esa atmósfera celeste, de ámbitos sin fronteras, que la distingue.

El paisaje urbano está de tal manera contagiado del paisaje marítimo, que la perspectiva abarca por igual torres y mástiles, árboles y muelles. Esta convivencia estrecha del agua y de la piedra crea la sensación de que pisar Veracruz vale tanto como embarcarse. ¿En qué nave? En un balcón de madera, en una mesilla de los portales, mientras a nuestro lado fluye la rica onda de la vida porteña.

El primer acto que realizamos en Veracruz es renunciar a la circunspección de la meseta. Tiramos sobre la primera silla la chaqueta y la corbata. Luego nos desabrochamos la camisa, hecho natural que, de golpe, devuelve a nuestro cuello la libertad tan duramente regateada en las altas ciudades del interior de México.

Un vaso de cerveza helada permite saborear mejor la primera docena de ostiones en su concha que se nos sirve entre rodajas de limón. El menú, por sí solo, es una invitación a la sensualidad: jaibas, camarones, cangrejos, langostas. No faltan los percebes olorosos a plantas marinas. Los pescados más finos figuran también en la lista: huachinangos pequeños de escamas sonrosadas; pámpanos de carne tierna y sápida; suavísimas mojarras de río; róbalos y esmedregales. Faisanes y tórtolas baten sus alas sobre esta naturaleza muerta, necesaria prolongación de los caldos marineros y de las sopas de pescado con sus tonos ácidos, picantes, y su gama de sabores delicados. Los matices del ajo, del aceite de oliva, de la intervención de las salsas de tomate y de "chilpachole", de las especias ya aclimatadas en el trópico americano, unidos a la fragancia de la nieve de guanábana y del aromático café, forman las principales delicias de la cocina veracruzana.

Después de comer, el monótono bisbisear de los ventiladores nos sumiría en un blando sopor, si el discurrir de la vida no lo ahuyentara con sus imágenes novedosas. Un hombre jovial ofrece guacamayas. Otro, tocado con un sombrero de palma de alas arriscadas, vende traviesos monitos de manos inquietas. Un mercader cubierto de tatuajes lleva un pavo real, cuya larga y sedosa cola barre el suelo. La vieja mulata, fumando su puro desfila con un cargamento de camelias, gardenias y orquídeas; un chicuelo apela a todos los recursos de la elocuencia tropical para que se le compren sus cestas de vainilla. Al poco rato de permanecer en el portal, me doy cuenta de que soy propietario de una camelia roja, de un portamonedas de piel de serpiente, de cuatro ejemplares de la misma edición de un periódico local, de dos paquetes de puros y un sombrero de jipi tan útil para mí como los puros y los ejemplares del abominable diario adobado con artículos de algún plumífero superviviente de los tiempos de don Porfirio. Confieso que he estado a punto de sucumbir a la tentación de adquirir el pavo real, pero la melancólica reflexión de que no podría tenerlo como huésped en mi reducida habitación y la más grave de que mi estado financiero empeoraría notablemente, de seguir escuchando las insinuaciones de los vendedores, me obligaron a cerrar los oídos a sus ofrecimientos. 

La simpatía del veracruzano obra en mí como un poderoso reactivo. El aire fino del altiplano, lo mismo en México que en el Perú, crea seres graves, tristes y ceremoniosos, La cortesía es planta que florece a dos mil metros sobre el nivel del mar. Lo mismo podría decirse de la teología, al menos en tierras de América. Mientras en el altiplano la vida se matiza de una delicada dignidad, que ya encierra una roedora y activa propensión al misticismo, en la costa la vida se contagia de una despreocupada sensualidad, ruda quizá, pero inocente y dichosa.

¿En qué sitio de México es posible advertir las escenas que se desarrollan en la plaza de Veracruz? El palacio del Ayuntamiento, con sus blancas columnas y su airosa torre, es, en la tibia noche, bajo las estrellas resplandecientes, una decoración teatral, en la misma medida que lo son los portales vivamente iluminados y los árboles del jardín de recortados follajes. Suenan sin cesar las guitarras costeñas, los sones jarochos y las marimbas. La música en sordina, de la banda municipal, llega por rachas. En este aire estremecido se confunden los gritos de los vendedores, las conversaciones de los parroquianos, las disputas de los marineros, las charlas de los pájaros desvelados y de las muchachas que pasean devolviendo saludos y requiebros. Pero este bullicio no altera los sentidos, sino que los exalta, como el vino de las campiñas mediterráneas.

¡La serenata veracruzana! Necesaria cura de reposo para el triste hombre de la meseta. Se vive al aire libre, a medio vestir, con el apetito afilado y la cabeza trastornada, porque se ha recobrado plenamente la sensualidad y, con ella, la certeza de nuestra condición corpórea.

Abundan los cuadros pantagruélicos. Veracruzanos de enormes panzas y carrillos colorados no cesan de trasegar cerveza; gordas mujeres de comerciantes devoran descomunales fuentes de percebes y pescados; marineros negros y suecos atléticos de enmarañadas greñas rubias, se emborrachan hasta rodar bajo las mesas. En medio de esa humanidad glotona y bárbara, como aves que cruzan el pantano sin mancharse -emplearemos la imagen con el deliberado propósito de no abandonar el coto geográfico de la poesía veracruzana-, se mueven, llenas de gracia, las hijas de estas abigarradas y sudorosas matronas.

Rechazo escandalizado la idea de que tan prosaico destino aguarde a esos ángeles vislumbrados en una noche de magia. La ronda de mariposas, la recuerdo ahora, de vuelta a mi hotel, entre la luz verde que se cuela por el de enrejado morisco de las persianas, como un fragmento de ballet del que se hubieran desvanecido los rostros y las figuras del conjunto. Sólo una figura se destaca en forma inolvidable. Es la de una adolescente. Tenía de la infancia la gracia libre y segura de los movimientos pero la bañaba la luz misteriosa de la feminidad. Su vestido blanco, sin un adorno, insinuaba la curva de las caderas y la sombra de los pechos menudos. La línea del cuello frágil todavía, y la de la dulce curva de la barba, sostenían el rostro inocente y la mata de cabellos castaños anudada por una cinta de terciopelo azul.

Por desgracia sus palabras no llegaban hasta el banco bañado de sombra en que yo contemplaba la escena, pero alcanzaba a distinguir su voz limpia de entonaciones graves, un poco aguda y segura de su fuerza. A cada vuelta, su figura se me hacía más hermosa. Las piernas desnudas, ágiles y finas, apenas tocaban el suelo. La seguía entre las apretadas filas de paseantes, y esperaba con ansia que asomara su noble cabecita. Al fin, su vestido blanco no apareció más en el jardín, y yo me retiré guardando en mi cartera de viajero, como Antonio Machado, la gracia de esta rama florecida en los muros alegres del viejo puerto. Que su imagen cierre la visión de la moderna Veracruz; ella hace buena compañía a las gaviotas y al espacio del mar en que se desvanece. Después de todo, ¿qué figura podría simbolizar mejor la gracia salina de su gente? En la noche colmada de suavidad, en el día de sol ardiente, en medio de la risa de las mulatas y el paisaje de portales, anchos balcones de madera, mástiles y torres, quede la niña del vestido blanco. Ése es su paisaje. La expresión animada de una sonrisa del alma que penetra en el corazón con mayor eficacia que los sones jarochos y el murmullo capitoso de la marimba.


(Tomado de: Benítez, Fernando - La ruta de Hernán Cortés. Lecturas Mexicanas #7, primera serie. Fondo de Cultura Económica, México, 1983)

jueves, 20 de abril de 2023

Miguel Alemán Valdés

 

Miguel Alemán Valdés

Nació en Sayula, en el estado de Veracruz, en 1905; murió en Ciudad de México el 14 de mayo de 1983. Estudió leyes y fue magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Distrito y Territorios Federales, senador de la República, gobernador constitucional de Veracruz, en el período comprendido entre 1936 y 1940, y presidente del grupo de gobernadores que se constituyó para apoyar al Ejecutivo Federal en la expropiación petrolera (1938); dirigió la campaña para la Presidencia del general Manuel Ávila Camacho, fue posteriormente, de 1940 a 1945, secretario de Gobernación y, en 1946, asumió la Presidencia de la República, ostentándola hasta 1952.

Las consecuencias de la posguerra, ya muy evidentes en 1946, se agudizaron a continuación y afectaron considerablemente el periodo presidencial de Alemán, con una disminución de las exportaciones y un aumento del déficit en la balanza de pagos. Las reservas del Banco de México disminuyeron, pero, durante su presidencia, también creció la industria siderúrgica y las campañas sanitarias lograron que bajara de modo considerable la tasa de mortalidad.

Fue miembro de las academias Mexicana, Española, Colombiana y Nicaragüense de la Lengua y doctor honoris causa por varios universidades nacionales y extranjeras.


(Tomado de: Grandes personajes universales y de México. Océano Grupo Editorial, S. A. Barcelona, España, 1998)

jueves, 8 de septiembre de 2022

Batalla de Cumbres de Acultzingo, 1862



Primer enfrentamiento contra los franceses, 28 de abril de 1862

El ejército francés, cuyos jefes y su emperador creían que podían conquistar México con poco más de cinco mil hombres en unas cuantas semanas y casi sin combate, se enfrentaron por primera vez con los patriotas mexicanos en un estrecho paso de la sierra llamado Cumbres de Acultzingo. 

Luego de romperse las negociaciones entre los representantes del emperador de los franceses y los del gobierno mexicano, el ejército francés, fuerte en seis mil hombres, había salido de sus campamentos en Orizaba y, rompiendo su promesa de regresar al puerto de Veracruz, avanzaron hacia la Ciudad de México, ocupando el pueblo de Acultzingo.

El gobierno mexicano había reunido precipitadamente un pequeño ejército para oponerlo al avance de los franceses, cuyo jefe era el general Ignacio Zaragoza, quien decidió esperar a los invasores en la ciudad de Puebla, hacia la que se retiró sin combatir, pero dejó en las Cumbres de Acultzingo -entrada natural al altiplano central- una parte de sus fuerzas a las órdenes del general José María Arteaga, con instrucciones de causar a los enemigos el mayor daño posible y retrasar su marcha. 

Cuando los franceses empezaron a escalar las cumbres, el día 28 de abril, los dos mil soldados de Arteaga se enfrentaron con los franceses que, por primera vez, se encontraban con resistencia armada en su camino. Luego de combatir durante tres horas, Arteaga ordenó a sus hombres retirarse hacia Palmar, pero el valiente general mexicano fue gravemente herido en las piernas; sus hombres estaban a punto de ser rodeados cuando llegó en su auxilio una fuerza de caballería mandada por el general Porfirio Díaz, que permitió que la División de Arteaga llegara sana y salva a Puebla, tal como había ordenado Zaragoza. Una vez que los soldados mexicanos se retiraron, los franceses pudieron avanzar, llegando al día siguiente al valle de Puebla.

Fue en Acultzingo donde los franceses tuvieron la primera muestra de la tenaz y heroica resistencia del pueblo mexicano que, apenas una semana después, se hizo más que evidente cuando el orgulloso y pretendidamente invencible ejército invasor fue derrotado en la ciudad de Puebla por las fuerzas de Ignacio Zaragoza.


(Tomado de: Salmerón, Luis A.  y Salmerón, Pedro Agustín - Cumbres de Acultzingo. Relatos e historias en México. Año III, número 29, Editorial Raíces, S.A. de C. V., México, D. F., 2011)

lunes, 6 de junio de 2022

Francisco Galí

(Francisco Galí: mapa de la Alcaldía Mayor de Tlacotalpan, 1580)

Navegante, cartógrafo y urbanista español de la segunda mitad del siglo XVI, que posiblemente perteneció a la familia de los notables alarifes moros de ese apellido establecidos en Zaragoza, España, en el siglo XV. Después de realizar algunos viajes se estableció en Tlacotalpan, Veracruz, cuya traza urbana diseñó, ejecutando también algunos trabajos cartográficos de gran precisión, como el mapa a escala de la Alcaldía Mayor de Tlacotalpan, entonces perteneciente al Obispado de Tlaxcala, que acompaña a la relación de Juan de Medina, fechada el 18 de febrero de 1580,:la cual respondía al interrogatorio de Felipe II, cursado a todos los alcaldes de las colonias americanas y que fue reproducido, al igual que la carta mencionada, en el tomo V de los Papeles de la Nueva España recopilados por Del Paso y Troncoso. Era en aquel entonces virrey de México, Pedro de Moya y Contreras, quien encargó a Galí la exploración de los mares y las costas occidentales del septentrión americano en busca de fondeaderos para los buques procedentes del Océano Pacífico. Partió Galí de Acapulco el 10 de marzo de 1582 con dos fragatas, en las que navegó por más de dos años hasta las costas asiáticas; visitó Manila y Macao, y estudió cuidadosamente las corrientes marinas; desembarcó a su retorno en el lugar que hoy ocupa San Francisco de California. Galí escribió la relación pormenorizada de su viaje y se la remitió al virrey; pero el manuscrito, por causas ignoradas, llegó a manos del holandés Juan Hugo van Livischen, quien lo publicó en su idioma como Derrotero de las Indias (Amsterdam, 1596, 1614 y 1626); se publicaron también traducciones al inglés  (Londres, 1598), al latín (La Haya, 1599) y al francés (Amsterdam, 1610, 1619 y 1638). Hasta la fecha no existe ninguna versión española de tan importante relación.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen V, - Gabinetes - Guadalajara)

lunes, 6 de diciembre de 2021

Francisco de Garay

 


Ingeniero, nació en Jalapa, Ver., en 1825; murió en la Ciudad de México en 1896. Hacia 1850 se encargó de las obras del desagüe del Valle de México. Maximiliano lo confirmó en esa tarea, pero él no quiso aceptar ni nombramiento ni sueldo. Fue el primer mexicano que recibió la condecoración de la Legión de Honor del gobierno francés. También fue catedrático, varias veces regidor de la Ciudad de México y presidente fundador de la Asociación de Ingenieros Civiles y Arquitectos de México. Escribió El Valle de México (1888).


(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen V, - Gabinetes - Guadalajara)



jueves, 22 de abril de 2021

Tláloc

 


(Tláloc. Cultura Centro de Veracruz. Postclásico. Tehuacán, Puebla. MNA)

Tláloc era la deidad relacionada con la lluvia, las nubes, el rayo y la fertilidad. Su imagen la observamos en las distintas culturas mesoamericanas, que dependían en buena medida de la agricultura para su subsistencia. Un dato inequívoco para su identificación son los dos aros que rodean sus ojos y que representan serpientes enroscadas, que en ocasiones culminan en la nariz del dios. Como muchas deidades mesoamericanas, Tláloc tenía un lado positivo y otro negativo. En el primero predominaba su bondad para llevar el agua a la tierra y, de esta manera, fecundarla para obtener una buena cosecha. Por el otro, podía negar la lluvia al hombre, lo que acarrearía momentos de aridez con consecuencias terribles para el pueblo. De ahí que las festividades en su honor y de sus ayudantes, los tlaloque, se realizaran en distintas ceremonias a lo largo del año. En algunas de ellas se sacrificaban niños para garantizar una buena cosecha. Su pareja era Chalchiuhtlicue, deidad femenina relacionada con el agua y que también era invocada para obtener el vital líquido.

El culto a estos dioses viene de épocas muy antiguas; en Teotihuacan lo vemos presente tanto en la pintura mural como en la cerámica y en la escultura en piedra.

(Tomado de: Matos Moctezuma, Eduardo - "Voces de barro" - Los ejes de vida y muerte en el Templo Mayor y en el recinto ceremonial de Tenochtitlan. Arqueología Mexicana, edición especial #81. Agosto de 2018. Editorial Raíces/Instituto Nacional de Antropología e Historia. Ciudad de México)

jueves, 11 de marzo de 2021

Fortaleza de San Carlos en Perote

La fortaleza de San Carlos en Perote tenía que servir como "plaza fuerte de depósito y de maniobra" -con el fin de auxiliar a las guarniciones militares de Veracruz- así como para cubrir el camino México-Jalapa-Veracruz, en caso de una invasión o de una sublevación que hiciera replegarse a las tropas españolas.

El virrey de Croix inició la construcción aceptando en parte los planos del ingeniero Manuel Santiesteban; la obra tardó 7 años en edificarse, costó $700,000 y fue terminada por Bucareli en 1777, quien recordando la toma de La Habana por los ingleses (1762) procuró la defensa de la Nueva España.

Es una construcción fortificada de tipo abaluartado, según el llamado Primer Sistema de Vauban. Tiene una planta cuadrada, que mide 237 m por lado, contados entre los vértices de los ángulos salientes de dos baluartes sucesivos; es decir, sin contar la obra exterior de las fortificación, que comprende el fondo, el camino acubierto y el glacís.

Construida a manera de Ciudadela, con igual fuerza en sus cuatro frentes, podía contener 80 cañones emplazados, así como gran número de fusileros que podían tirar desde el adarve, protegidos por un macizo parapeto de piedra.

En el interior de dos baluartes se construyeron amplios almacenes y, en el de dos cortinas, se practicaron 23 galerías con techo a prueba de bomba, de 15 m de largo por 5.50 de ancho, destinadas también a alojamiento de las tropas de la guarnición. Todo esto rodeaba a un gran patio interior o plaza de armas, de forma cuadrada y 50 m por lado.

El castillo de Perote fue costoso y no muy útil; la conducción de los cañones, morteros y municiones importó, por los gastos de transporte, $40 mil por no estar terminado el camino de Veracruz.

En 1821, después de sufrir un asedio desde abril, la guarnición española se rindió a las tropas trigarantes que la atacaban el 10 del siguiente agosto y la fortaleza pasó a poder del ejército mexicano. En ella funcionó, de 1823 a 1828, el llamado Colegio Militar de Perote, plantel educativo antecedente del actual Colegio Militar. Allí Santa Anna, en 1828, proclamó el llamado "Plan de Perote", después de haber defendido el Castillo hasta el triunfo de su revuelta. En 1843 murió en Perote Guadalupe Victoria. En 1858, el coronel Anastasio Trejo resistió, al frente de una corta guarnición, un asedio de 6 meses, al final del cual logró salir con su tropa y burlar a sus atacantes, aprovechando la neblina.

Después de 1870, por la aparición de la artillería rayada, los gobiernos nacionales ya no le concedieron importancia como punto fuerte militar y se le destinó a servir como cárcel. Actualmente es monumento nacional.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen IV, - Familia - Futbol)