Germán Valdés "Tin Tan", el rey del tíbiri tábara
Germán Genaro Cipriano Gómez Valdés Castillo, nacido en pleno centro de la Ciudad de México en 1915, la hizo de todo desde que se fue chiquillo para Ciudad Juárez. Fue ayudante de sastre, guía de turistas, trabajó en la Compañía de Luz, fue mandadero, barrendero e incluso pegaba etiquetas de discos en una radiodifusora de allá del norte. Era tan ocurrente, que una vez se consiguió un perro callejero al que le enseñó a sacar la lengua para humedecer las etiquetas. Al menos, eso dicen de Tin Tan.
Por azares del destino, o más bien por un micrófono que se descompuso, Germán Valdés tuvo su primera oportunidad en la radio imitando celebridades con el apodo de Topillo Tapas. Fue tal su estrellota, que pronto tuvo su propio programa: El barco de la ilusión, donde soñaba, desde entonces y a cientos de kilómetros de distancia, con sus futuros "Tintavientos", con los que recorrería la Bahía de Acapulco, un paraíso tropical que lo convirtió en delirio cinematográfico en películas tan deliciosas como Simbad el mareado o Tintansón Crusoe.
Nace el pachuco ingenioso
Quiso la fortuna que el entonces locutor Topillo se entusiasmara con la caravana de artistas de Paco Miller que pasaba por Ciudad Juárez; con ellos, no solo adquirió el sobrenombre de Tin Tan, sino la amistad de su mero mero carnal del alma, Marcelo Chávez.
Ni hablar, Tin Tan era un hombre que había nacido para triunfar. Así, con sus pantalones aguados y de pronunciadas valencianas, saco amplio de grandes hombreras y solapas, reloj de cadena, zapato bicolor y sombrero de ala ancha con una pluma de pavorreal. Llegaba al cine con Hotel de verano, allá por 1943, bajo las órdenes de René Cardona.
Mascando un curioso spanglish, al que los pachucos llamaban "tatacha", Tin Tan llamó la atención por su estrafalario porte. Por ello, dos años después debutaba ya en plan estelar en El hijo desobediente, dirigido por Humberto Gómez Landero en 1945, donde mostraba la frescura, el acelere y la vivacidad de un genio del humoral, al que sólo le faltaba que le dieran más libertad para actuar.
Gómez Landero lo convirtió en Músico, poeta y loco (1947) y lo dirigió en Con la música por dentro (1946), Hay muertos que no hacen ruido (1946) y El niño perdido (1947), en el papel de un niño chiqueado al lado de una sensualísima Emilia Guiú.
Por fortuna, para 1948 Tin Tan conseguía finalmente romper el hermetismo y el humor acartonado de Gómez Landero para alcanzar una de las etapas más dichosas de nuestra cinematografía en pareja con el realizador Gilberto Martínez Solares, a partir de Calabacitas tiernas en 1948. Una etapa tan ingenua como explosiva en la que el pachuco pasaba de El rey del barrio (1949) a La marca del zorrillo (1950) y de ahí a Simbad el mareado (1950), en sus tan gustados paraísos exóticos acapulqueños.
Germán Valdés iniciaba en los años 50 una oleada de parodias de temas clásicos, tanto del cine como de la literatura. Un gran momento creativo que iba en declive conforme el cómico apostaba por argumentos cada vez más ingenuos, retacados de números musicales, o aceptaba un breve papel que le ofrecía algún productor vivales.
En También de dolor se canta (1950), de René Cardona, Tin Tan hace un pequeño papel: un mano a mano nada menos que con Pedro Infante, y en menos de diez minutos ambos barren con todo el cuadro del cine nacional y sus primeros cien años.
El humor en estado puro
En 1951 abre de manera brillante con El revoltoso, donde interpreta a un limpiabotas metiche.
El ceniciento y su continuación, Chucho el remendado, ambas del año 51, rebasan la simple burla de sus títulos para dar fe de esa extraña gracia capaz de desmontar toda lógica posible. Al lado de un memorable Andrés Soler como el "miado padrino", Tin Tan consigue una de sus películas más emotivas y divertidas en su papel de ingenuo chamula, victimado por sus parientes abusivos.
Se había convertido en una de las personalidades más atrayentes de nuestro cine, el humor en estado puro, debido a una espontaneidad poco común y sorprendentes dotes para la música, el baile, el chiste y el gag visual. A su vez, había impuesto desde fines de los años 40 una suerte de universo erótico y musical rodeado de algunas de las mujeres más hermosas de nuestro cine, entre ellas Lilia del Valle, Silvia Pinal y la señorita México, Ana Bertha Lepe.
Tin Tan mantenía un imparable tren fílmico al lado de Martínez Solares y su habitual equipo de colaboradores: Juan García Peralvillo -su dialoguista de cabecera-, Vitola, el enano Tun Tun, Wolf Rubinskis y, por supuesto, su inigualable "carnal" Marcelo, en cintas como El bello durmiente (1952), Me traes de un ala (1952), El mariachi desconocido (1953), El vizconde de Montecristo (1954), El sultán descalzo (1954) y Lo que le pasó a Sansón (1955).
Empezó a alternar con una serie de realizadores de distintos niveles: ¡Mátenme porque me muero! (1951), de Ismael Rodríguez; El vagabundo (1953), de Rogelio A. González; La isla de las mujeres (1952) y El hombre inquieto (1954) de Rafael Baledón; El médico de las locas (1955), de Miguel Morayta; Las aventuras de Pito Pérez (1956), de Juan Bustillo Oro, donde probaba suerte con un papel tragi-cómico.
Por supuesto, a mediados de los cincuenta, ese tren cinematográfico mostró signos de descomposición con realizadores más bien mediocres como Fernando Cortés y un desbocado Benito Alazraki, que abandonaba sus ímpetus intelectuales a partir de Rebelde sin casa (1957).
La casa del terror (1959), Variedades de medianoche (1959), Pilotos de la muerte (1962), Gregorio y su ángel (1966) y algunas pequeñas partes en El ogro (1969), Acapulco 12-22 (1971), la serie Chanoc, o al lado de Blue Demon en Noche de muerte (1972), su última película, marcaron el declive fílmico de un brillante hombre orquesta, una suerte de alienígena del humorismo que moría una mañana de junio de 1973, llevándose a la tumba el secreto de su genialidad y de su impacto popular.
*Principales películas:
Calabacitas tiernas
El rey del barrio
El ceniciento
*Época de esplendor:
Su encuentro con Martínez Solares, de 1948 a 1954
*¿Por qué se le recuerda?
Por su espontaneidad su vitalidad y sus gestos tan graciosos como emotivos.
(Tomado de Ávila, Rafael - Tin Tan, el rey del tíbiri tábara. Cómicos inolvidables del cine mexicano. Somos Uno, especial de colección número 8, año 8, Editorial Eres, S.A. de C.V., México D. F., 1997)