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viernes, 23 de octubre de 2020

Los negros y la música en la Nueva España


EL INSTRUMENTO MUSICAL Y EL OBJETO SONORO EN LOS NEGROS DE LA NUEVA ESPAÑA

los negros traídos a la Nueva España correrían diferente suerte a la de los llevados a otros países de América. Mientras en algunos países del Caribe eran distribuidos en comunidades de acuerdo a sus orígenes, lo que provocó que ahí los negros hayan conservado gran cantidad de tradiciones africanas, en la Nueva España eran juntados indiscriminadamente y llevados a residir a lugares donde fueron vecinos de culturas indígenas. Este contacto terminaría siendo solidario propiciando el mestizaje no solo entre indios y negros, sino también con españoles, de lo que surgieron castas, mestizos que en un principio habrían de ser severamente discriminados, pero que con el tiempo serían la mayoría de habitantes de este país.
Los negros presentaron ante la esclavitud dos actitudes: se resignaron a su condición de esclavos, o asumieron su libertad por medio del matrimonio con indígenas o españoles lo que provocaría su más rápida aculturación, no reproducirían más sus instrumentos ancestrales, adoptaron y adaptaron instrumentos musicales europeos e indígenas a su sentido y modo de ejecución; la otra actitud de rebeldía a asumir su condición de esclavos propició el movimiento cimarrón, es decir, la huída y refugio a lugares recónditos, ya por negros de la Nueva España o de la Unión Americana. De esta situación se provocó probablemente que, en huída y refugio constante, los negros pudieran reproducir objetos que fabricaban en África entre ellos instrumentos musicales.
Al parecer otra razón que propició en algunas regiones en que había esclavos negros el que siguieran usando algunos de sus ancestrales instrumentos fue que las estrictas prohibiciones de la Nueva España no lo fueran tanto en los señoríos o territorios que ocuparon algunos caciques españoles o misiones religiosas, como sucedió en la región de la Costa Chica, habitada aún en la actualidad por negros y mulatos que siguen ejecutando varios instrumentos de origen africano; o como sucedió en Chiapas, Tabasco y Guatemala en una hacienda formada por una misión religiosa que se valió en su empresa de un grupo de negros, lo que provocó la existencia de varios instrumentos de origen africano y la utilización de instrumentos indígenas y europeos bajo esquemas africanos.
La influencia africana en la música de la Colonia no se dio sólo con la implantación de instrumentos musicales africanos, aunque existen en cantidad mayor a la comúnmente supuesta, la influencia musical africana en la Colonia se dio mayormente en la forma de ejecutar instrumentos indígenas y/o europeos, los que adaptaron tempranamente; hay varias referencias coloniales que mencionan la ejecución de instrumentos musicales europeos por negros desde el siglo XVI, como la del atentado hecho al poeta Gutierre de Cetina en la ciudad de Puebla, donde se menciona la presencia de un negro que se encontraba tañendo una vihuela; asimismo existen otros en que se mencionan fiestas religiosas que en interpretación de autoridades eclesiásticas, eran deshonestas entre los negros y mulatos; bailes o zarandeados que eran gustados además entre los novohispanos de la clase popular como el famoso chuchumbé de fines de la Colonia. En este sentido son varias las referencias que aparecen en los documentos del  ramo de la Inquisición que se encuentran en el Archivo General de la Nación en que aparecen mencionados negros que infringían musical y danzariamente  la moral religiosa y que sin embargo iban popularizándose cada vez más aun entre los novohispanos; de ahí surgen personajes negros como Melchor el cantador, Benito Delgado guitarrista, Nicolás Andrés Lázaro y muchos más todos ellos músicos juzgados por participar en fiestas no permitidas por la iglesia; se menciona en esos documentos el uso entre negros de arpas y guitarras que bien podían haber sido adaptadas en sustitución a dotaciones africanas, instrumentos que aunque en modelos diferentes y con otros géneros musicales significaría un canal donde volcaron su quehacer musical.

(Tomado de: Contreras Arias, Juan Guillermo. Atlas Cultural de México. Música. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1988)

viernes, 2 de octubre de 2020

Monocordio o trompeta marina


Como lo indica el primer nombre de este instrumento se caracterizó por contar sólo con una cuerda que, de tripa o metal, de un botón de la base a una clavija de la cabeza, es tensada a lo largo de una caja piramidal prolongada; la cuerda se apoya en un puente sobrepuesto en la tapa que tiene una especie de pata lateral apenas apoyada, de manera que al ejecutar sonidos armónicos en la cuerda, vibra el puente por simpatía en la tapa emitiendo un peculiar timbre nasal; no debe confundirse este cordófono de frotación con un tipo de clavicordio -cordófono de cuerda percutida en marco-, el que cuenta con una sola cuerda, por lo que se le ha llamado también monocordio.
La trompeta marina fue introducida en la Nueva España, durante los dos primeros siglos de la Colonia bajo el cobijo religioso, por lo que su escasa mención y representación ideográfica se limita a cargos de músicos de capilla, reglamentos de construcción, referencias utilizadas en ceremonias católicas y su representación en ornamentos, aunque muy escasa como uno de los ángeles músicos que ejecuta una trompeta marina que sirve como decoración en uno de los órganos de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Otro aspecto derivado del ámbito religioso con respecto a este instrumento, es su permanencia aún después de la Colonia, debido a la influencia que ejercieron misioneros en culturas indígenas, como la versión Seri de caja escarbada, o la Apache, con la caja a partir de un quiote de agave silvestre, puesto que en los ámbitos hispanos decayó rápidamente.

(Tomado de: Contreras Arias, Juan Guillermo. Atlas Cultural de México. Música. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1988)


lunes, 14 de septiembre de 2020

Campanas coloniales


Con la edificación de iglesias desde el siglo XVI surgió la construcción de campanas. Para ese entonces habían sido detectadas por Hernán Cortés, minas de estaño y cobre, que en aleación se empleaban para fundir cañones, y también en la manufactura de estos instrumentos.
Las campanas constan de cuatro partes principales que en algunas partes de México se denominan "badajo", a una especie de martillo cilíndrico suspendido en el interior de la campana que funciona como percutor; "casquillo" o "bóveda" la parte superior por donde se sujeta la campana; "corona" el cuerpo del instrumento que configura una especie de recipiente boca abajo; y "panza", parte cónica que constituye la boca del instrumento la cual percute el "badajo". La configuración general de las campanas fue variada, a lo largo de la Colonia, las versiones más antiguas se caracterizan por tener una forma más alargada que las actuales; ejemplares de este tipo y periodo existen en varias partes del país como las magníficas del convento de Santiago Cuilapan, Oaxaca.
Las campanas por sus dimensiones reciben nombres; se llaman "mayores" a las más grandes; "esquilones" a las medianas y "esquilas" y "tiples" a las más pequeñas. En la dimensión va implícito la forma de ejecución, ya que por lo general las campanas grandes son ejecutadas mediante el sacudimiento del badajo y en las chicas la campana es sacudida o hecha para dar vueltas. Son bendecidas antes de ser puestas en función y se les asigna el nombre de un santo. Un documento de 1796 referido por Manuel Toussaint en su libro Arte Colonial en México, en el capítulo XIII, ilustra acerca de las campanas que se construyeron desde el siglo XVI en la Catedral de México.
Al conjunto de campanas dispuestas de manera concertada se denomina carillón; éstas pueden ser ejecutadas por uno o más músicos, o como sucede en el mayor de los casos de los carillones dispuestos en iglesias; son ejecutados de manera programada mediante los mecanismos de un reloj.

(Tomado de: Contreras Arias, Juan Guillermo. Atlas Cultural de México. Música. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1988)

lunes, 17 de agosto de 2020

Tlemaitl, cascabeles prehispánicos


La característica principal de este tipo de instrumentos radica en que contienen un corpúsculo o especie de balín, algunas veces manufacturado del mismo material.
Los cascabeles ya sean solos, múltiples, en sartales o aplicados a algún utensilio u objeto, evocan en su configuración caracolillos marinos, bellotas, coyules o huesos de fraile, debido a que sin duda éstos fueron sus antecedentes. Seguramente la búsqueda de sonoridades condujo a las culturas precortesianas a que además de aplicar los recursos que ofrecía la naturaleza de manera directa, a manufacturarlos con materiales como el barro, de lo cual aparecen testimonios desde el preclásico en configuraciones esféricas y lisas pulimentadas, y posteriormente con esgrafiados; del periodo clásico, en que fue depurada la talla de piedra, se han encontrado hermosos cascabeles manufacturados en piedras verdes. La calidad de la talla y el grado de dificultad para su manufactura, implícito en las dimensiones de tales instrumentos, de uno a tres centímetros, demuestran el alto nivel cognoscitivo y técnico logrado en ese entonces.
El desarrollo de la metalurgia es el principal factor del auge de los cascabeles, con técnicas como el ensamblado de filigrana, repujado y fundido, por la técnica de cera perdida, se fabricaron en cobre, oro, plata y bronce y combinaciones con chapa. Estudios recientes realizados en forma conjunta por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y la Universidad Nacional Autónoma de México testifican la utilización de aleaciones en gran cantidad de cascabeles, las cuales es difícil que existan en forma natural; aleaciones de metales como zinc y cobre que ofrecen magníficas sonoridades.
A tal punto abundaron los cascabeles que basta un vistazo en códices y figuras precortesianas para encontrarlos en vestimentas y utensilios; sus connotaciones llegan a tal relevancia que personajes o deidades correlacionan su significación con el cascabel, como sucede con Coyolxauhqui, "la de los cascabeles", que se caracteriza por tenerlos suspendidos en la cabeza.
Se han encontrado miles de cascabeles metálicos con varias configuraciones: sencillos o múltiples; constituyendo las patas, mangos o adornos de recipientes, y engarzados a bezotes, pendientes o collares. Entre los cascabeles que se han encontrado en culturas de Occidente aparecen incorporados a prendedores, agujas y recipientes, y con un ojillo por el cual eran dispuestos en sartal o en racimo.
Existen cascabeles, aunque en número reducido, en configuración de tubo, formando el mango de sahumadores o incensarios de barro denominados en náhuatl Tlemaitl; pero es importante resaltar que así como hay cascabeles con mango parecidos a maracas, también hay maracas, parecidas a cascabeles, sin embargo no lo son pues no contienen uno sino varios corpúsculos lo que modifica la respuesta sonora.

(Tomado de: Contreras Arias, Juan Guillermo. Atlas Cultural de México. Música. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1988)

viernes, 17 de abril de 2020

Cuijas

También reciben los nombres de besuconas, salamanquesas o, el más universal, de gecos. Son pequeños reptiles de ojos grandes que carecen de párpados, y tienen unas laminillas ventrales en los dedos que forman una ventosa con la que se adhieren a superficies lisas. El cuerpo es aplanado, la cola corta y ancha y fácilmente se le desprende. Toda la piel está formada de pequeñas escamas (algunas tienen escamas más elevadas de forma poliédrica), el color en casi todas es blanquecino o gris muy claro y en algunas inclusive es ligeramente transparente lo que les da la apariencia de ser rosadas, principalmente en el vientre.
Son de hábitos nocturnos; habitan en regiones rocosas y selváticas en donde caminan por las paredes de las rocas o sobre los troncos, por lisos que éstos sean, ayudadas por las ventosas digitales.
Algunos géneros son parantrópis, es decir, viven junto al hombre aprovechando las construcciones de éste. Así podemos ver a las cuijas en hoteles, casas, puentes, etc. Debido a lo anterior estos reptiles han viajado en barcos y, por tanto, se encuentran en toda la región tropical y subtropical del mundo, principalmente en los puertos.
En muchas partes las consideran venenosas, argumentando que cuando caen sobre la piel dejan su silueta como quemadura, pero esto es completamente falso, pues son inofensivas y muy útiles por la gran cantidad de pequeños insectos que consumen.
El género más extendido en México y más común es Phyllodactylus, que vive en ambas costas incluyendo Baja California e islas. Se le encuentra tanto en hábitat natural como en zonas pobladas.
La cuija o geco Coleonyx se aparta de la descripción general que se hizo, ya que carece de laminillas ventrales en los dedos, tiene párpados rudimentarios y su coloración está formada por bandas amarillentas, rojizas y café, ribeteadas de negro. Las tres especies de este género prácticamente cubren toda la república con la siguiente distribución: Coleonyx variegatus en el desierto de Sonora y Baja California; C. brevis, estados que abarca la meseta norte y C. elegans de Colima y San Luis Potosí al sur.
Otra especie menos distribuida es Aristelliger georgeensis, que es propia de Quintana Roo. Los adultos son pequeños y sólo llegan a medir 5 cm.

(Tomado de: Álvarez Solórzano, Ticul, y González Escamilla, Manuel. Atlas Cultural de México. Fauna. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1987)

viernes, 31 de enero de 2020

Iguanas


La figura de las iguanas es conocida por quienes hayan ido a tierra caliente. Su cuerpo cilíndrico y pesado, su cabeza robusta, su cola fuerte y larga, así como sus patas cortas y musculosas, las hacen fácilmente distinguibles de todos los reptiles que habitan el país.
Sin embargo, pocos saben que hay dos géneros muy distintos. La verdadera iguana, Iguana iguana, es de cabeza corta, con un gran pliegue de la piel en la parte ventral de la garganta y tiene unas escamas grandes circulares peculiares; las escamas largas dorsales forman una cresta visible. Estas iguanas viven en las regiones tropicales, asociadas al agua, e incuso se les ha visto buceando para obtener su alimento. Son siempre de color verde.

Las otras iguanas, en algunos lados llamadas garrobos (Ctenosaura), son de cabeza más larga, sin los círculos ni el pliegue gular mencionado anteriormente y sólo los machos presentan una pequeña cresta dorsal.
La distribución de ellas abarca la parte tropical y la cálida seca. Viven en los árboles y las cercas hechas por el hombre, se alimentan de vegetales y alcanzan tamaños y pesos considerables, sólo superados por los cocodrilos y algunas culebras.
Su coloración es oscura, negra, grisácea o verde oscuro, aunque los jóvenes tienen un color verde limón muy intenso.

(Tomado de: Álvarez Solórzano, Ticul, y González Escamilla, Manuel. Atlas Cultural de México. Fauna. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1987)

lunes, 9 de diciembre de 2019

Axolotes


Tal vez no existe un nombre mexicano relacionado con la fauna tan difundido en el mundo como el de “axolote”. Estos anfibios son típicos de Norteamérica, y abarcan desde el valle de México hasta el norte. A las especies mexicanas, que en general no se transforman en adultos y se reproducen en estado larvario (neoténesis), se les llama más propiamente axolotes. No hay que confundirlos con los estados larvarios de sapos y ranas, conocidos como tepocates o renacuajos.

Los axolotes pertenecen al género Ambystoma y se caracterizan por tener muy marcadas las fases de su desarrollo postembrionario. Durante el estado larval viven en el agua y tienen el cuerpo cilíndrico, la cabeza plana, la boca muy grande, los ojos pequeños y unas prolongaciones dérmicas en la parte lateral posterior de la cabeza que soportan las branquias y con las cuales respiran dentro del agua. Tienen la cola comprimida con un pliegue dérmico en forma de aleta, las patas cortas y robustas y los dedos poseen membranas interdigitales, con éstas y con la cola nadan.

Después de un lapso, algunas especies se transforman en adultos, por lo cual pierden paulatinamente las branquias y así pasan de la respiración branquial a la pulmonar, absorben la aleta caudal, son más cilíndricos y la cabeza es más chica, de modo que el adulto es más pequeño que la larva.

Los adultos viven en regiones o zonas muy húmedas y sólo se les puede encontrar cerca de depósitos de agua o deambulando en las noches de plena lluvia o después de ella. Por esta causa es difícil encontrarlos.

La especie más ampliamente distribuida es Ambystoma tigrinum, que vive en todo el altiplano y se transforma fácilmente en adulto. Se caracteriza por ser de 20 cm y por poseer una coloración negra con manchas amarillas esparcidas en todo el cuerpo.

En Michoacán existe otra especie (A. ordinarium), que se transforma fácilmente, es de menor tamaño que la anterior y no tiene manchas. En el norte encontramos a A. rosaceum, pequeña y con todo el cuerpo reticulado.

Los axolotes que nunca, o muy difícilmente, se transforman son A. Lacustris del Valle de México, y de Xochimilco A. mexicanum, a quien más se debe el nombre de axolote. Esta especie es muy usada para experimentación y se le ha exportado al viejo mundo y otras regiones.

En Pátzcuaro existe Ambystoma dumerili, comúnmente conocido como achoque cuando es larva y achoque sordo cuando pierde las branquias y se convierte en adulto, lo cual ocurre muy raramente.

A. lermaensis, propio de la Ciénagas de Lerma, México, es muy parecido al axolote de Xochimilco. Notable por ser el anfibio que más soporta aguas salinas, A. taylori o A. subsalsum vive en la laguna de Alchichica, Puebla.

El género Rhyacosiredon corresponde a un axolote que tiene muy pequeñas las branquias y que vive en el agua muy fría de pequeños riachuelos. R. rivularis se localiza al noroeste del estado de México; R. leorae, en Río Frío; R. altamirini, en la Sierra Nevada (Salazar y serranías del Ajusco), y R. zempoalensis, en las lagunas de Zempoala, Morelos.



(Tomado de: Álvarez Solórzano, Ticul, y González Escamilla, Manuel. Atlas Cultural de México. Fauna. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1987)

lunes, 25 de noviembre de 2019

Tortugas marinas


Estos reptiles están adaptados para pasar toda su vida en el mar y sólo llegan a las playas para desovar.
Sus miembros se han modificado en forma de paletas o remos para nadar, el caparazón es hidrodinámico y el peto pequeño. Tienen respiración pulmonar y la capacidad de pasar sumergidas grandes periodos. Su alimentación es generalmente a base de crustáceos, moluscos, algas y pequeños peces.
Desgraciadamente, la explotación de su carne, como la de sus huevos, han puesto a estas tortugas en peligro de extinguirse, aunque la cooperación internacional para su protección ha dado esperanzas de que se logre salvarlas.


Laúd
Esta Tortuga es la más grande de todas las que hoy existen. Llegan a medir de 2.5 a 4 metros de largo y no es raro que pesen de 400 a 800 kg. Su caparazón es blando y posee la forma del instrumento musical de donde proviene su nombre común; tiene siete quillas dorsales; científicamente se le conoce como Dermochelys coriacea. En México existen dos subespecies, la que desova en las playas del Pacífico, y la que lo hace en las playas del Golfo de México.


Carey
Es una tortuga de caparazón muy fuerte, de forma acorazonada, constituida por placas del material del que toma su nombre: carey. Esta tortuga ha sido muy perseguida por su carne y por su concha, ya que en otros tiempo y antes de la invención de los plásticos, con su concha se elaboraban innumerables artefactos y adornos de uso cotidiano. Eretmochelys imbricata llega a medir hasta 2 m y pesa aproximadamente 150 kg. Se localiza y desova en ambas costas de nuestro territorio: en el Pacífico, desde la península de Baja California hasta Chiapas, y en el Golfo, desde Tamaulipas hasta la península de Yucatán.


Caguamas y golfinas
Estas dos tortugas son muy semejantes en forma y tamaño. ambas son muy apreciadas por su carne y huevos. Se distinguen en que las caguamas (Chelonia mydas), o tortuga verde, tienen el borde córneo de la mandíbula con fuertes denticiones; en cambio las golfinas (Lepidochelis), tienen el borde mencionado casi liso. A las caguamas se les puede encontrar en ambas costas así como a las golfinas, sólo que existen dos especies, la del Pacífico es Lepidochelis olivacea y la del Golfo L. kempi.


(Tomado de: Álvarez Solórzano, Ticul, y González Escamilla, Manuel. Atlas Cultural de México. Fauna. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1987)

martes, 12 de noviembre de 2019

Pescado blanco y charales


Los pescados blancos y los charales se distribuyen en el altiplano mexicano, principalmente en la cuenca del río Lerma y en los numerosos lagos de la Mesa Central, donde existen muchas especies endémicas que soportan una de las pesquerías con mayor tradición de México. En la parte neotropical de nuestro país viven otras especies de aspecto similar a los charales, pero de géneros distintos a los anteriores, que sólo ocasionalmente son consumidos.
El grupo se caracteriza por tener el cuerpo alargado, con dos aletas dorsales, de las cuales la anterior lleva de 3 a 6 espinas, generalmente flexibles y flexuosas. Tal vez su coloración sea la particularidad que permita su identificación, pues el cuerpo es blanquecino. De esa característica deriva uno de sus nombres comunes; tiene, además, a todo lo largo, una banda longitudinal o estola de color plateado.
Debe mencionarse que no existe una separación absoluta entre el pescado blanco y el charal; el primer término se adjudica a las especies cuyos individuos alcanzan tallas mayores de 15 a 20 cm de longitud, y bajo el nombre de charal se integran aquellas formas que aún en el estado adulto nunca sobrepasan las dimensiones mencionadas; por ello, resulta natural que los pescados blancos sean considerados en sus etapas juveniles como charales.
Por su delicado y exquisito sabor, los pescados blancos son los peces de agua dulce preferidos; así, tienen gran valor comercial, incluso son exportados. En los lagos de Pátzcuaro y Zirahuén, Michoacán, habita Chirostoma estor, conocido por los nombres purépechas de churucha, cuando adulto y huerepo, en su fase juvenil; en cambio, en la laguna de Chapala los pescados blancos están representados principalmente por Ch. sphyraena y Ch. lucius. Las tres especies son carnívoras; prefieren la ingestión de peces.
Desovan durante la época cálida del año y alcanzan tallas de aproximadamente 40 cm. El primero ha sido introducido a embalses de aguas templadas en varios estados del centro de la república y aun en sitios lejanos en su distribución natural, en Tamaulipas y Chihuahua. En Chapala es frecuente observar un pescado blanco cuyo hocico es de color negro, carácter por el cual se le conoce como bocanegra; pertenece a Ch. promelas.
(Charal)
En los charales se agrupan el mayor número de especies y cabe señalar que su nombre se deriva del término purépecha “charari”, con el que también son conocidos. En Pátzcuaro y Zirahuén se distribuyen Ch. bartoni y Ch. patzcuaro, denominados charal prieto y charal blanco respectivamente; la especie que predomina en Chapala es Ch. chapalae y en el Valle de México Ch. jordani. Todos ellos son planctófagos, se venden frescos o secos y es bastante frecuente encontrarlos en los mercados, incluso en la ciudad de México, cocidos y envueltos en hoja de maíz.
(Tamal de charales, Cd. de México)
Como ya se mencionó, la pesca del pescado blanco y del charal tiene gran tradición en México, lo cual ha determinado el uso de artes de pesca rudimentarias que se originaron hace muchísimos años y que se siguen conservando. Es un bello espectáculo observar las lanchas de Pátzcuaro y Zirahuén cuando llevan levantadas sus peculiares redes que parecen grandes mariposas, de donde han tomado el nombre castellano común, pues entre los lugareños se les conoce como guaromutacuas.
En el estado de Puebla, muy cerca de la ciudad de Perote, Ver., existen varios lagos-cráter, conocidos como axalapascos. Ahí vive el género Poblana, que tiene la particularidad de habitar aguas salobres. Estos axalapascos contienen gran cantidad de minerales, aunque su salinidad se debe a la presencia de sales distintas a la del mar.
También en la parte costera de los ríos que desembocan tanto al Golfo como al Pacífico se localizan representantes de este grupo, que suelen penetrar a varias decenas de kilómetros de los litorales. Son de pequeño tamaño y pertenecen a especies distintas a las mencionadas. En la vertiente del Pacífico los encontramos desde Sinaloa hasta Guerrero y en la del Golfo de México, en Tamaulipas, Veracruz y Tabasco.

(Tomado de: Álvarez Solórzano, Ticul, y González Escamilla, Manuel. Atlas Cultural de México. Fauna. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1987)

jueves, 17 de octubre de 2019

Pejelagarto o catán


Existen cuatro especies de catán; tres de ellas se distribuyen en el noreste de México, desde el río Pánuco hasta el río Bravo, y la otra en el sur del país, en Tabasco, Campeche y Chiapas. Pueden vivir en aguas tranquilas y corrientes, pero parecen tener preferencia por los ríos.

Son peces fácilmente identificables, pues su cuerpo es alargado y cilíndrico; el hocico, formado por el alargamiento de las mandíbulas, tiene apariencia de un pico alargado y delgado en las especies norteñas, o corto y ancho en las del sur. Esta estructura tan característica se asocia a la presencia de dientes fuertes y agudos, que lo asemejan a un cocodrilo o lagarto. De esta similitud deriva el nombre común de pejelagarto.

El cuerpo está completamente encerrado en una armazón de escamas romboides, a veces esculpidas, que forman una cubierta casi impenetrable. De ahí que también se le llame pez armado. Las articulaciones y el arreglo de éstas en forma diagonal permiten cierta flexibilidad al cuerpo.

Otra propiedad interesante del grupo es que, además de la respiración branquial propia de todos los peces, aprovechan el aire atmosférico; es decir, tienen respiración aérea a través de un órgano muy vascularizado que hace la función de pulmón. La respiración pulmonar es tan necesaria que cuando de manera experimental se les impide salir a la superficie del agua mueren asfixiados. Como consecuencia de lo anterior, es frecuente observarlos nadar cerca de la superficie. 

Por estas características, y otras más, al catán se le considera arcaico, es decir, verdadero fósil viviente que representa faunas que florecieron hace unos 250 millones de años.

Los catanes son carnívoros: su dieta comprende principalmente peces, aunque también ingieren renacuajos, ranas y otros pequeños vertebrados, además de macrocrustáceos y grandes insectos. Sus hábitos alimenticios están estrechamente relacionados con el aparato masticatorio. Aunado a los fuertes dientes mandibulares, poseen dientes en la lengua, paladar y branquias.

La reproducción se lleva a cabo casi durante todo el año, aunque es más intensa de abril a septiembre. Son ovíparos, y los huevecillos adherentes se pegan a la vegetación. 

La especie más robusta es la que habita la parte tropical de México: Lepisosteus tropicus, y aunque lo más frecuente es encontrar ejemplares de 60 a 80 cm, pueden alcanzar tallas cercanas a los 1.5 m y pesar hasta 5 kg. En el norte de México vive la especie L. osseus.

Estos peces son muy apreciados como alimento. En el sureste de México a menudo se observa una cantidad considerable de ellos en los mercados y su carne se emplea para la preparación de platillos regionales.



(Tomado de: Álvarez Solórzano, Ticul, y González Escamilla, Manuel. Atlas Cultural de México. Fauna. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1987)

sábado, 22 de junio de 2019

Xilófono de lengüeta, teponaxtli



Ampliamente difundido con el nombre náhuatl de "teponaztli". Consiste en un tronco de madera ahuecado longitudinalmente en su parte interior, con una o dos lengüetas en la parte superior, practicadas por medio de incisiones que atraviesan la capa que queda después de excavado. El ahuecado, en configuración longitudinal, rara vez traspasa los cabezales, en los que en ocasiones son tallados motivos ornamentales. Las longitudes de estos instrumentos variaban entre un metro y veinticinco centímetros.

Existen comentarios de investigadores acerca de instrumentos con más de dos lengüetas, pero aún no se ha demostrado si existieron, ni su uso se generalizó tanto como los de dos lengüetas, las que encontradas por sus extremos libres configuran una "H", característica que hace identificable al instrumento y su representación.

La forma de las lengüetas, por lo general rectangular, tiene en la mayoría de los casos secciones de diferente grosor, mayor hacia la punta -para dar masa y obtener con ello sonidos más graves- y menor en la base- para dar mayor elasticidad a los movimientos de la lengüeta y con ello mayor sonoridad-. En ocasiones el grosor en las lengüetas era modificado por una especie de bajo relieve en plano, en la superficie exterior cerca del área de empotramiento, por ello las lengüetas parecen realzadas en sus puntas en forma rectangular; este aparente realzado cumple dos funciones: señala el área de percusión más favorable para una óptima sonoridad y ofrece una tapa más gruesa en las lengüetas al inevitable desgaste por la ejecución.

Los xilófonos precortesianos de percusión con dos lengüetas aparecen afinados con mayor frecuencia, en intervalos de tercera menor o quinta justa; en menor número, en tercera mayor, cuarta justa, segunda mayor o sexta mayor, de este último sólo se conocen dos casos.

Muchos de los términos empleados por culturas precortesianas e indígenas para conceptuar a este tipo de instrumentos, hacen referencia a un tipo de madera, sin que ésta sea la misma para todos los casos; los hay construidos en nogal, tepeguaje, chicozapote y roble, aunque existen otros de palo de rosa, sabino y mezquite; estas culturas variaron el material para la elaboración de estos xilófonos, de acuerdo con posibilidades y alternativas regionales.

Representaciones y referencias documentales informan que la ejecución de estos instrumentos se hacía a partir de la percusión en lengüetas con una o dos baquetas de madera, por lo general, con sus áreas de impacto recubiertas con una resina vegetal conocida como hule. El modo de sujeción de las baquetas observado en códices y culturas indígenas de la actualidad, se presenta en dos formas principales: una, la baqueta sujeta entre el dedo índice y pulgar, casi suspendida del extremo más alto, dejando caer diagonalmente el extremo inferior; y otra, aprisionada por el dedo pulgar contra los demás, para golpear como con un martillo. Cada una de estas maneras de ejecución debió tener especial significado, a tal grado que, actualmente, ambas se usan en algunas comunidades indígenas, cada una según el acto de que se trate.

La caja de resonancia surgida del ahuecamiento en el tronco, varía su sonoridad según la forma en que se les sujete o apoye, debido a que se tapa en menor o mayor grado la boca resultante de la excavación.

Representaciones ideográficas precortesianas y de las primeras épocas de la Colonia ilustran las formas en que se apoyaban y sujetaban estos xilófonos para su ejecución. Una, donde el instrumento se apoya sobre un rodete en el piso, con lo que la cavidad del instrumento casi obstruida propicia una mejor resonancia; esta posición permitía independencia en el manejo de las baquetas del ejecutante, que permanecía en cuclillas o sentado en algún tipo de taburete. Otra forma es con el instrumento apoyado en un atril, que lo mantiene a la altura de la cadera del ejecutante, de tal manera que en posición de pie podía percutir libremente las lengüetas. Una tercera, el ejecutante sostiene el instrumento, de pequeñas dimensiones, en el antebrazo, casi pegado al torso, para percutirlo con una baqueta que acciona libremente con la otra mano. Otra última, ilustrada en pinturas de la Colonia, muestra al instrumento suspendido a cuestas por una persona para que otra, colocada atrás, pueda ejecutarlo libremente, más o menos a la altura de la cintura.

Es posible que la experiencia de ejecutar este tipo de instrumentos con la boca de la excavación del tronco tapada al apoyarlos en el suelo y destapada al suspenderlos en el aire, haya inducido a algunas culturas precortesianas a ponerles una tapa que garantizara una determinada resonancia, independientemente de la forma en que estuvieran colocados o apoyados.

Aunque entre los instrumentos precortesianos de este tipo que se encuentran en la actualidad, por razones ignoradas, ninguno conserva su tapa original, es verificable su existencia en un escalonamiento en los dos extremos de la boca de la cavidad, que servía para recibir y sujetar la tapa; además, porque este sistema constructivo aún está vigente en algunas regiones de los estados de Guerrero y Guanajuato.

Esta forma de tapar la cavidad del tronco por medio de una tabla pudo haber hecho suponer a cronistas de la Colonia la existencia de un instrumento diferente -el Tecomapiloa-, el que describe Sahagún en su Historia General de las Cosas de la Nueva España, libro LX capítulo XXVIII, artículos 48 y 49: "...a las mujeres íbánlas tañendo con un teponaztli que no tenía más que una lengua encima y otra debajo, y en la de abajo llevaba colgada una jícara en que suelen beber agua, y así suenan mucho más que los que tienen dos lenguas en la parte de arriba y ninguna debajo... A este teponaztli llamaban tecomapiloa; llevábale uno debajo del sobaco, tañéndole, por ser de esta manera hecho". Es posible que lo descrito por Sahagún como una lengüeta en la parte inferior haya sido en realidad la tapa de la caja de resonancia o cámara que, con capacidades inherentes a su función, podían condicionar las vibraciones generadas por la lengüeta.

(Tomado de: Contreras Arias, Juan Guillermo. Atlas Cultural de México. Música. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1988)

jueves, 30 de mayo de 2019

Concha de tortuga, instrumento musical prehispánico


Es un instrumento musical que ofrece de manera natural dos lengüetas y caja de resonancia en una sola pieza. Extraído el quelonio, y sin romper el carapacho, los petos que originalmente le sirven para proteger su cabeza y cola conforman dos lengüetas de diferente dimensión, y por lo tanto, de diferente altura, en un intervalo que depende de la especie y tamaño del animal; las especies más utilizadas son las tortugas de río.

Aunque es posible ejecutar este tipo de instrumento de diferentes maneras, e incluso utilizar la concha en varias formas y para varios tipos de instrumentos, el uso más frecuente es percutiendo sus dos lengüetas. Según crónicas de fray Diego de Landa, la ejecución en la concha de la tortuga se llevaba a cabo con la palma de la mano, aspecto por demás factible, aunque figuras votivas y representaciones en códices muestran la percusión con uno o dos cuernos de venado, sujetando la concha entre una mano y el brazo, o apoyada en el piso por medio de una rodela, posiblemente vegetal, o suspendida por algún tipo de cordón para percutir libremente con dos cuernos, como lo hacen en la actualidad las culturas indígenas huave y zapoteca. La percusión  con cuernos de venado en la tortuga ha sido confundida con el lucimiento, porque las rayas que representan las articulaciones han sido interpretadas como estrías en el pecho del carapacho.

Aunque la percusión en cualquier parte de la concha es potente, la mejor respuesta es en las lengüetas, sobre todo en la tercera parte extrema de sus longitudes; dejando caer la punta del cuerno con su propio peso, proporciona un sonido potente, limpio y con particular oquedad.

Por estar constituidos de materia orgánica, fácilmente destructible, no han sido recuperados instrumentos precortesianos de este tipo en cantidad tal que permita obtener mayor información al respecto. Se sabe de una concha con tallas en bajorrelieve de origen desconocido, que parece haber sido un instrumento de este tipo.

Gracias a representaciones en diversas figuras y códices, es posible afirmar que este tipo de instrumento proliferó en casi todo el territorio mesoamericano; se fabricó en materiales como el oro, según crónicas de fray Bernardino de Sahagún, que desafortunadamente al parecer fueron fundidas durante la Colonia, pues hasta la fecha no ha sido encontrada ninguna semejante. Las experiencias en la manufactura de piezas con otros materiales debió haber servido de base para el surgimiento de otros instrumentos, como el xilófono de doble lengüeta.

El uso de la concha de tortuga en fiestas descritas en códices y crónicas y la predilección por las de río, además de razones acústicas, parece haber obedecido a connotaciones precortesianas de este animal en relación con la vida y la muerte.

Otros instrumentos prehispánicos:









(Tomado de: Contreras Arias, Juan Guillermo. Atlas Cultural de México. Música. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1988)