La característica principal de este tipo de instrumentos radica en que contienen un corpúsculo o especie de balín, algunas veces manufacturado del mismo material.
Los cascabeles ya sean solos, múltiples, en sartales o aplicados a algún utensilio u objeto, evocan en su configuración caracolillos marinos, bellotas, coyules o huesos de fraile, debido a que sin duda éstos fueron sus antecedentes. Seguramente la búsqueda de sonoridades condujo a las culturas precortesianas a que además de aplicar los recursos que ofrecía la naturaleza de manera directa, a manufacturarlos con materiales como el barro, de lo cual aparecen testimonios desde el preclásico en configuraciones esféricas y lisas pulimentadas, y posteriormente con esgrafiados; del periodo clásico, en que fue depurada la talla de piedra, se han encontrado hermosos cascabeles manufacturados en piedras verdes. La calidad de la talla y el grado de dificultad para su manufactura, implícito en las dimensiones de tales instrumentos, de uno a tres centímetros, demuestran el alto nivel cognoscitivo y técnico logrado en ese entonces.
El desarrollo de la metalurgia es el principal factor del auge de los cascabeles, con técnicas como el ensamblado de filigrana, repujado y fundido, por la técnica de cera perdida, se fabricaron en cobre, oro, plata y bronce y combinaciones con chapa. Estudios recientes realizados en forma conjunta por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y la Universidad Nacional Autónoma de México testifican la utilización de aleaciones en gran cantidad de cascabeles, las cuales es difícil que existan en forma natural; aleaciones de metales como zinc y cobre que ofrecen magníficas sonoridades.
A tal punto abundaron los cascabeles que basta un vistazo en códices y figuras precortesianas para encontrarlos en vestimentas y utensilios; sus connotaciones llegan a tal relevancia que personajes o deidades correlacionan su significación con el cascabel, como sucede con Coyolxauhqui, "la de los cascabeles", que se caracteriza por tenerlos suspendidos en la cabeza.
Se han encontrado miles de cascabeles metálicos con varias configuraciones: sencillos o múltiples; constituyendo las patas, mangos o adornos de recipientes, y engarzados a bezotes, pendientes o collares. Entre los cascabeles que se han encontrado en culturas de Occidente aparecen incorporados a prendedores, agujas y recipientes, y con un ojillo por el cual eran dispuestos en sartal o en racimo.
Existen cascabeles, aunque en número reducido, en configuración de tubo, formando el mango de sahumadores o incensarios de barro denominados en náhuatl Tlemaitl; pero es importante resaltar que así como hay cascabeles con mango parecidos a maracas, también hay maracas, parecidas a cascabeles, sin embargo no lo son pues no contienen uno sino varios corpúsculos lo que modifica la respuesta sonora.
El desarrollo de la metalurgia es el principal factor del auge de los cascabeles, con técnicas como el ensamblado de filigrana, repujado y fundido, por la técnica de cera perdida, se fabricaron en cobre, oro, plata y bronce y combinaciones con chapa. Estudios recientes realizados en forma conjunta por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y la Universidad Nacional Autónoma de México testifican la utilización de aleaciones en gran cantidad de cascabeles, las cuales es difícil que existan en forma natural; aleaciones de metales como zinc y cobre que ofrecen magníficas sonoridades.
A tal punto abundaron los cascabeles que basta un vistazo en códices y figuras precortesianas para encontrarlos en vestimentas y utensilios; sus connotaciones llegan a tal relevancia que personajes o deidades correlacionan su significación con el cascabel, como sucede con Coyolxauhqui, "la de los cascabeles", que se caracteriza por tenerlos suspendidos en la cabeza.
Se han encontrado miles de cascabeles metálicos con varias configuraciones: sencillos o múltiples; constituyendo las patas, mangos o adornos de recipientes, y engarzados a bezotes, pendientes o collares. Entre los cascabeles que se han encontrado en culturas de Occidente aparecen incorporados a prendedores, agujas y recipientes, y con un ojillo por el cual eran dispuestos en sartal o en racimo.
Existen cascabeles, aunque en número reducido, en configuración de tubo, formando el mango de sahumadores o incensarios de barro denominados en náhuatl Tlemaitl; pero es importante resaltar que así como hay cascabeles con mango parecidos a maracas, también hay maracas, parecidas a cascabeles, sin embargo no lo son pues no contienen uno sino varios corpúsculos lo que modifica la respuesta sonora.
(Tomado de: Contreras Arias, Juan Guillermo. Atlas Cultural de México. Música. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1988)
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