lunes, 30 de octubre de 2023

Manuel Buendía: lo público y lo privado

 


Manuel Buendía: lo público y lo privado

El 30 de mayo de 1984, al salir de su oficina, Manuel Buendía columnista de Excélsior, es asesinado por la espalda. La foto de portada de Impacto es despiadada: el cadáver de Buendía en la calle, de bruces, cubierto por su gabardina. En el momento de su muerte, Buendía, probablemente el periodista más leído del país, investiga diversos vínculos entre política y delito: los asesinatos de grupos ultraderechistas en Guadalajara, los negocios turbios del sindicato petrolero, el tráfico clandestino de armas, las "irregularidades" del aparato judicial y, tal vez, el narcotráfico. Nada se encuentra en sus archivos, presumiblemente saqueados.

El crimen, determinante en la historia de la libertad de expresión, da lugar a protestas, promesas y búsquedas policiales tan costosas como inútiles. Se habla de la CIA y se investiga (o eso se dice) a la extrema derecha de Guadalajara (los "tecos"), a un traficante de armas alemán, a los dirigentes petroleros. (Se manejan 298 hipótesis de las causas del atentado). Se insinúa que la orden vino de José Antonio Zorrilla Pérez, jefe de la Dirección Federal de Seguridad y amigo de Buendía. Nada sucede, salvo el hostigamiento a las amistades del periodista y un rechazo categórico de los procuradores: "No hubo motivos políticos en el crimen." Por último, el 20 de junio de 1989 la Procuraduría de Justicia del D. F. arresta a Zorrilla Pérez y a Rafael Moro Ávila por el crimen. En ese coro de voces sin destinatario que es también la opinión pública, la convicción generalizada acerca de los autores intelectuales del asesinato apunta "hacia arriba" y ven en Zorrilla a un segundón.


(Tomado de: Carlos Monsiváis – Los mil y un velorios (Crónica de la Nota Roja). Alianza Editorial y CNCA, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, D.F., 1994) 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario