lunes, 23 de octubre de 2023

El Necaxa, los Once hermanos

 


"Los once hermanos"

A principios de los años treinta, en la calzada de los Cuartos (hoy Obrero Mundial) había una hermosa cancha de fútbol. El sitio pertenecía a un equipo que comenzaba a forjar su leyenda: el Necaxa.

El predominio de este club se inició justo en aquella década, en los años 1932-33 para hacer más precisos. Comandado por míster Crowle, en esa temporada el Necaxa peleó el título con otro gran conjunto: el Atlante. Los aficionados y la prensa daban como favoritos a los atlantistas, pero el marcador (el más abultado conseguido por un equipo en la historia de las finales del fútbol mexicano) fue contundente a favor de los rojiblancos: 9-0.

Para la temporada 1934-35 el Necaxa armó una escuadra arrolladora: goleó a todo el que se le puso enfrente, sostuvo una racha impresionante de 19 partidos invicto y solo perdió en la penúltima jornada del torneo. En 1935, la oncena hizo las veces de selección mexicana durante los Centroamericanos celebrados en El Salvador; el equipo salió triunfante en todos los encuentros, lo que le valió al fútbol de México su primer título internacional. Al término de este torneo, el Necaxa recibió con toda justicia el nombre de "Campeonísimo": en un solo año había conquistado el título de Liga, la Copa México y el campeonato Centroamericano.

En aquel conjunto reinaba la camaradería. Por esta razón, y por la manera en que los jugadores se entendían dentro de la cancha, se les llamó "Los once hermanos": "Pipiolo" Estrada; Camarena y Azpiri; "El Perro" Ortega, "El Calavera" Ávila y Marcial Ortiz; Vicente "El Chamaco" García, Tomás "El Poeta" Lozano, Hilario "El Moco" López, el peruano Lórez y Luis "Pichojos" Pérez.

Luego de la renuncia de mister Crowle a mediados de la temporada 1935-36 )(cuando el equipo atravesaba por un bache), Ernesto Pauler, un austriaco que había jugado como portero con los necaxistas, se hizo cargo del conjunto. Pauler logró enderezar la temporada y, además, consiguió que la oncena ganara nuevamente la Copa México. Ese mismo año, el Necaxa -en representación del DF- obtuvo el III Campeonato Nacional: la estrella del equipo fue Horacio Casarín, un joven de 17 años.

En 1937 el Necaxa resultó una vez más campeón de Liga, luego de una temporada en la que sólo perdió cinco puntos. De la mano de Pauler, el equipo logró formar una nueva camada de jugadores que habría de destacar durante los diez años siguientes. Era el único club en México preocupado por las fuerzas básicas.

A fines de la década de los treinta, "Los once hermanos" se habían dispersado. Algunos cambiaron de equipo, otros se retiraron del futbol y sólo unos cuantos permanecieron activos con los colores necaxistas.

El adiós, el regreso

Aunque siguió cosechando triunfos, en 1943 el Necaxa anunció su retiro. La Liga Mayor de fútbol había decidido profesionalizarse y la directiva necaxista se negaba al cambio: su presidente, el ingeniero César Pedrazzi, argumentaba que el equipo había nacido amateur y moriría amateur.

La verdad era otra. Años antes, W. H. Fraser, gerente de la Compañía de Luz y Fuerza y dueño del conjunto, había sido asesinado. Desde entonces, sus herederos buscaron obtener ganancias con la venta de terrenos. Vender la cancha necaxista representaba para ellos un jugoso negocio. Las leyes impedían que un inmueble utilizado para el deporte fuera transferido para un uso distinto, así que la desaparición del equipo les despejaba el camino.

El 18 de abril de 1943, en la última fecha de aquel campeonato, el Necaxa se despidió derrotando al España 4-3. Los aficionados que abarrotaron las tribunas lloraban lloraban inconsolables. Ese mismo día, en algunos diarios capitalinos aparecieron estos versos, fallidos en la hechura pero certeros en la expresión de la nostalgia, escritos por un aficionado:


Y hoy por vez postrera 

Con cruces rojiblancas 

Brillará por la mañana.

Como antes otras tantas.

Cuando ruede el balón 

Sobre el césped del campo 

Y recuerdes Necaxa 

Que te quisimos tanto,

Rodarán por mis mejillas 

Dos adioses de plata...

Y eran los hermanos 

Once reyes en la cancha.


Algunos socios y ex jugadores, sin embargo, decidieron conservar el nombre del Necaxa. Con muchos sacrificios lograron mantener un equipo dentro de las categorías menores. En 1949, el Sindicato de Electricistas tomó el conjunto bajo su auspicio. Al anunciarse la posible desaparición del España y el Asturias, el Necaxa solicitó a la Federación Mexicana de Futbol su ingreso al campeonato profesional.

Dos días después de haberse confirmado el retiro del Asturias, y no sin ciertas discrepancias, el equipo fue aceptado en el torneo. Así, en 1950, los Electricistas regresaron a la Primera División. Ya no era el conjunto de los dueños, sino el de los empleados, pero había dejado de ser el equipo de las mayorías. Ese título se lo había arrebatado durante su ausencia de siete años otra escuadra rojiblanca: el Guadalajara.


(Tomado de: Calderón Cardoso, Carlos - Por el amor a la camiseta. (1933-1950). Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 1998)

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