Historia cultural del cactus
(una catedrática lección)
1. Heráldica
No crean ustedes, señores, que el cactus figura en el escudo de México porque sea una planta nativa de este país. No; el emblema existía ya antes de que los aztecas conocieran la tierra que habría de ser la suya. Vinieron desde el remoto norte, desde las selvas hiperbóreas de América, por decirlo así, en busca de una patria, aquella patria que el oráculo les había anunciado. Se pasaron años y años recorriendo valles y montañas en todas direcciones y luchando con otras tribus, hasta que por fin, en el año 1325, encontraron la tierra prometida. No podía caberles la menor duda, pues la meta había sido señalada con toda precisión por la profecía: el signo indicado era un nopal de tres palas coronado por dos flores abiertas, sobre una roca rodeada por las aguas y, posada en lo alto, un águila real con una serpiente en el pico.
Sobre las aguas remansadas en el fondo de este valle, en las lagunas, las lenguas de tierra, las riberas y las islas, establecieron sus moradas aquellos indios cansados de largos siglos de vida nómada y dieron a su nueva sede el nombre con que ya la habían bautizado en los sueños de su largo peregrinar: Tenochtitlán, que quiere decir "donde está el nopal silvestre". La ciudad fundada por los aztecas se llama hoy México. La serpiente y el águila no abundan ya tanto como entonces, pero el cactus sigue dominando como entonces el paisaje mexicano.
México ostentaba el cactus como símbolo en sus banderas, en sus velas y en el cuño de sus monedas. Cuando alguna familia de sangre India solicitaba del virrey la merced de la nobleza, le presentaba su árbol genealógico, en que el árbol no era tal árbol, sino un nopal. Cuando visita uno la sala de códices del Museo Nacional, se convence de que las paletas ovales del nopal, con su forma de escudo o blasón, se prestan mucho más para inscribir nombres de personas y fechas que las hojas de roble o de tilo de los árboles genealógicos europeos.
(Continuará)
Tomado de Kisch, Egon Erwin. Descubrimientos en México. Volumen 1. Prólogo de Elisabeth Siefer. Edición aumentada. Colección ideas, #62. EOSA, Editorial Offset, S.A. de C.V., México, Distrito Federal, 1988)
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