lunes, 1 de enero de 2024

María Arias Bernal

 


María Arias Bernal 

(1885-1923)

Ante la tumba de Madero


De origen humilde, María Arias Bernal nació el 13 de septiembre de 1885 en la capital del país. Sus padres fueron Mauricio Arias Díaz y Celestina Bernal Esquivel. Integró una familia conformada por siete hermanos, siendo ella la menor.

Inició su educación en el Jardín de Niños San Lorenzo y cursó la primaria en la Escuela Superior número 6; en ese periodo falleció su padre, lo que agravó su situación económica. A pesar de la limitaciones con las que creció, no se rindió ante la pobreza y tomó la decisión indeclinable de convertirse en maestra. Para 1901, su ardiente voz y su elocuencia le ganaron fama de oradora, tal como lo revela una nota de prensa que destaca su intervención en el Concurso de flores, pájaros y peces celebrado en Coyoacán.

Concluyó sus estudios en la Normal y presentó su examen profesional el 21 de enero de 1904, el cual aprobó con honores. Comenzó su ejercicio en la Escuela Superior número 8, continuándolo en la de Artes y Oficios y en la Miguel Lerdo de Tejada. En 1909 se integró al claustro docente del instituto para niñas la Corregidora, del que llegó a ser subdirectora, al tiempo que impartía clases en la Normal para Maestras. Su éxito profesional contrastó con su vida personal, pues para estas fechas había sufrido la muerte de cinco de sus hermanos sobreviviéndole solamente su madre y su hermana Sofía.

Incursionó con fuerza en los movimientos feministas surgidos en los albores del siglo XX, llegando a convertirse en una figura reconocible del Club Femenil Antirreeleccionista Hijas de Cuauhtémoc. Cuando estalló la Revolución encauzó sus convicciones por la vía política, llegando a proclamarse ferviente maderista. Durante la presidencia de Madero participó en los programas de instrucción obrera y, con el respaldo de la primera dama Sara Pérez, ascendió a directora de La Corregidora, donde hizo amistad con su alumna Eulalia Guzmán. De acuerdo con Angelina del Valle, sin que María lo solicitara "la señora Madero la nombró su secretaria privada y, con Elena Arizmendi, intensificó la labor de la Cruz Blanca Neutral".

Ante la mirada cómplice de una ciudad ávida de heroísmo, María fue convirtiéndose en un modelo a seguir para las mujeres jóvenes de su época. Su activismo se desbocó después de la consumación del golpe de Estado de Huerta, que concluyó con el asesinato del presidente a las afueras del Palacio Lecumberri, el 22 de febrero de 1913:


Cuenta la crónica que cuando María se enteró de la trágica muerte de Madero se dirigió temprano a la Penitenciaría. Ahí estaban el General Montes y unas cuantas personas que fueron conducidas por un niño al costado del edificio donde había rodadas de coche y charcos de sangre. Poco a poco fue llegando gente del pueblo hasta formar una multitud. Las azoteas se empezaron a llenar de soldados dispuestos a disparar. María, midiendo el peligro y armándose de valor, se dirigió a la gente convenciéndola de lo inútil de sacrificarse de esa forma.

 

La actitud generalizada de la población fue de temor o indiferencia. Los inconformes optaron por abandonar la Ciudad de México para unirse a algunas de las facciones revolucionarias o para salir del país. María permaneció en la capital sin importarle los riesgos que corría y decidió pronunciarse públicamente contra el huertismo. Para ello fundó con Inés Malváez, Dolores Sotomayor y otras mujeres el Club Femenil Lealtad, entre cuyos propósitos se encontraba "en primer lugar el culto a los mártires de la democracia, en segundo trabajar por el derrocamiento del usurpador Victoriano Huerta, y en tercer lugar proteger la vida de los reos políticos y trabajar en todas las formas posibles para lograr su libertad". Las mujeres que participaban en el apoyo a los presos se organizaron en redes secretas para evitar detenciones, lo que dio pauta a la inteligencia estadounidense para sospechar que María participó en labores de espionaje.

Como parte de sus actividades, el club organizaba manifestaciones dominicales en la tumba de Madero: "En una ocasión Jorge, el hijo de Huerta, cuando la gente se estaba retirando, se presentó y pisoteó las flores que cubrían la tumba. María, furiosa, lo tomó de las solapas y lo abofeteó. Fue llevada presa y salió de inmediato, no se quería que la prensa mencionara el motivo de su detención."

Desde su trinchera, apoyó la impresión y distribución de diversos panfletos opositores al régimen, lo que generó su despido en julio de 1913 y su posterior ingreso a la penitenciaría. Esta segunda reclusión causó merma en su salud, pues estuvo nueve días sin derecho a alimento, aunque sobrevivió con ayuda del carcelero, que se apiadó de ella y le dio comida a espaldas de sus jefes. Quedó libre mientras Huerta y sus altos funcionarios huían al exilio.

La madrugada del 15 de agosto de 1914, Álvaro Obregón ingresó triunfante a la Ciudad de México. Uno de sus primeros actos, celebrado el día 18, fue rendir tributo a Madero en el Panteón Francés de Calzada de la Piedad:


Varias practicantes del culto al Mártir de la Democracia, quienes se habían ganado ese título venciendo el hostigamiento de la policía huertista, que consideraba una provocación las ofrendas florales en la tumba del presidente asesinado, recibieron al general sonorense en las puertas del panteón. Dos de ella le ofrecieron un ramo de flores para que lo depositara en la lápida y lo tomaron por el brazo. Y no lo soltaron en toda la duración de la ceremonia, alargada por los discursos condolientes de varios oradores ampulosos.

 

Obregón pronunció un violento discurso en el que reprochó a los capitalinos su negligencia frente al magnicidio. Francisco Rojas González recuerda que varios de los asistentes al acto pidieron que la señorita Arias dirigiera unas palabras:


María no se hizo mucho del rogar y a poco, con voz un tanto tipludilla y trémula, dijo: "Nosotras, las débiles mujeres que no podíamos tomar el fusil y que nos vimos reducidas a nuestros suspiros y a nuestras lágrimas sin poder defender la vida del presidente mártir". El general Obregón, consternado ante las palabras de la profesora, habló de nuevo para decir: "En realidad no tienen excusa los hombres que pudiendo cargar un fusil se han abstenido de hacerlo, por el temor de abandonar el hogar; yo he abandonado mi casa y mis hijos, pero como prueba de que sé admirar el valor de los demás, cedo mi arma a la señorita Arias, porque es digna de llevarla. Esta arma que me ha servido para la defensa de los intereses populares, está bien en sus manos como lo ha podido estar en las mías."


A partir de ese día, según escribió Concha Álvarez, "toda la prensa reaccionaria [...] con falta de respeto y delicadeza hacia una mujer, y con notoria injusticia, le asignó el título de María Pistolas". Las crónicas del acontecimiento revelan un burdo intento de masculinización de una mujer que transgredió los roles de género, como una medida de contención a su creciente fama.


Las burlas veladas que generó el apodo y el poco respeto a su investidura, entre otros factores, provocaron que Obregón tratara con desprecio a los capitalinos y llegar al exceso de pasar por las armas a quienes alteraron el orden público.

Carranza también reconoció la valentía de María, nombrándola directora de la Normal para Maestras y consejera de Educación Pública. A pesar de su popularidad y su alto cargo, siguió ligada a la cátedra y a la academia. A finales de 1914 contribuyó a modernizar el plan de estudios de la Normal:


Según lo que se propone la señorita Arias Bernal, se aumentarán las clases de Lengua Nacional, las que deberán darse diariamente, a fin que las educandas obtengan mayor fluidez del lenguaje, así como redacción y ortografía correctas [...]. El estudio de la Pedagogía comenzará desde el primer año de los cinco en que se cursa la carrera, con objeto de que las alumnas que no puedan terminar sus estudios y que salgan del plantel para prestar sus servicios en las escuelas elementales, después de haber cursado los dos o tres años, tengan conocimientos de la Metodología General, de la Lengua Nacional y de la Aritmética.


A pesar de su concepción progresista de la educación, mantuvo un fuerte apego hacia el papel de la mujer como pilar de la familia y del hogar, por lo que fue insistente en la necesidad de equilibrar la matrícula académica con clases de economía doméstica. Convencida, a pesar de su historia personal, del rol femenino en el México revolucionario, impulsó la impartición de clases de cocina, repostería, limpieza de alhajas y otras destrezas como la costura y la confección.

Al paso del tiempo, María consolidó su amistad con la viuda de Madero y se afilió a la Sociedad Teosófica Mexicana, integrada en su mayoría por espiritistas leales a la causa democrática. Su fidelidad quedó demostrada en un elogio a la otrora pareja presidencial que publicó a su costa en el periódico Nueva Patria:


Pasó por esta pérfida ciudad regando flores y recogiendo abrojos. Sólo espinas tuvo para ella el florido vergel del Anáhuac y la simiente que con su amor el Apóstol depositó en su patria solo florecerá más tarde, cuando haya serenidad en las conciencias e ideales en las almas.

Enérgica y amante, fue el amparo y sostén de su adorado en los tiempos de lucha; su consuelo en las penas y su galardón en la victoria. [...] El asesino de Madero negó dos existencias a un tiempo mismo. ¿Qué es la vida del cuerpo cuando el alma se ha ido?

Los que amamos al Apóstol, adoramos a esa esposa abnegada, mártir, con el doliente martirio de quien se ve forzado a vivir cuando su espíritu solo anhela ir en pos de su amor.

Por eso hoy, cuando ella rememore los más nimios detalles de su vida de hogar, van nuestros cariños a ella para dulcificar su amargura.


En diciembre partió con su madre a la Ciudad de Boston, con el objetivo de dominar el inglés y estudiar los sistemas de enseñanza y la estructura orgánica implementada en las normales estadounidenses. Pasó cerca de un año en el país vecino, donde dejó muchas amistades. A su regreso, asumió nuevamente la dirección de la Normal, el 23 de diciembre de 1915.

Para 1916, la continuidad de la lucha armada afectó sensiblemente el desarrollo institucional y provocó la desconfianza internacional. En ese contexto apareció un desplegado en distintos periódicos:


Las profesoras de la Escuela Normal Primaria para Maestras, a iniciativa de la señorita María Arias Bernal, Directora de dicha Escuela, tienen el honor de invitar a los maestros de la capital, para contribuir mensualmente con un día de haber, con el fin de ayudar al Gobierno a pagar la deuda que la Revolución ha contraído con el pueblo. Esperamos que tan patriótica idea sea secundada por todos los verdaderos mexicanos.


Sumado a los conflictos nacionales, Villa atacó el poblado de Columbus como venganza contra el presidente Wilson por haber ayudado a Carranza. El gobierno estadounidense reaccionó organizando una operación en territorio mexicano para capturarlo, lo que hizo temer una guerra. La incertidumbre crecía mientras pasaban los meses y las tropas yankees prolongaban su estancia en México. Entretanto, el Club Lealtad convocó a una manifestación para recordar la entrada triunfal de Madero en la capital. A nombre de las organizadoras habló la infatigable profesora Arias Bernal. Días después, diversas asociaciones se pronunciaron por la defensa de la soberanía nacional. En la sesión celebrada el 21 de junio, María tomó la palabra:


Hagamos esfuerzos, tantos como podamos por todos los medios honrados que sea posible, para evitar la guerra. Y se me ocurre esto: durante mi estancia en Estados Unidos, me encontré con que todo el mundo abogaba por la paz; y he recibido cartas de maestras americanas que dicen: "Haremos todo lo posible para que nunca se rompa la amistad entre mexicanos y americanos." Yo propongo que nos dirijamos por telégrafo a las asociaciones de maestras y alumnas de los Estados Unidos, para pedirles que cumplan con su deber, es decir, que como madres, hijas, esposas o hermanas impidan la guerra con México. Ellas están más obligadas que nosotros, puesto que los mexicanos nada hemos hecho para merecer una agresión por parte de Estados Unidos. Estoy segura que ellas cumplirán con su deber de buena voluntad."


En octubre de 1918 viajó nuevamente a Estados Unidos para estudiar la organización de las clases de trabajos manuales y labores femeniles, así como los requerimientos para instalar comedores para alumnos, basándose en el modelo del Teacher's College dependiente de la Universidad de Columbia, en Nueva York. Al año siguiente sufrió un agravamiento de sus males que la llevó a solicitar varias licencias. El aumento de sus padecimientos coincidió con el asesinato de Carranza, por lo que, abatida física y anímicamente, comenzó el trámite de su jubilación, misma que obtuvo el primero de febrero de 1921.

Su retiro no la alejó por completo de la docencia, pues se integró como profesora honoraria en la campaña contra el analfabetismo emprendida durante el gobierno de Adolfo de la Huerta. Sus continuas enfermedades respiratorias la obligaron a mudarse a Tepotzotlán donde, con el apoyo de Vasconcelos, estableció escuelas rurales; en Amecameca fundó la biblioteca Francisco I. Madero, en la que se atendía a niños y adultos.

En 1923 suspendió definitivamente sus trabajos y se convirtió en consejera de todas las amistades que cultivó en sus años de lucha y disidencia. Una bronconeumonía terminó con su vida el 6 de noviembre de ese año. Su muerte causó revuelo en la prensa y conmovió a Obregón, quien ordenó que se proporcionara una pensión a la madre de María y apuntó: "quiero enviarle mi más sincero pésame por la irreparable desgracia sufrida por usted al perder a su hija [...], debiendo servirle de consuelo en su justo dolor la meritoria labor que desarrolló su extinta hija, que conquistó estimación de todos los que tratámosla".

El 5 de septiembre de 1931 la Secretaría de Educación Pública decidió que una primaria llevara su nombre. Con motivo de ese homenaje, Eulalia Guzmán escribió:


Querida y admirada por todos los prohombres de la Revolución, nunca usó de su influencia en beneficio propio; todo lo puso al servicio de los demás. Murió pobre [...]. Así pues, solo cabe decir de María lo siguiente, que bien puede servir de lema a los niños que se eduquen en la escuela que llevará su nombre: Puso siempre su preclara inteligencia y sus grandes virtudes al servicio de la verdad y del bien.


Los restos de María Arias Bernal reposan en el panteón de Tlalpan, aunque en la memoria nacional su recuerdo perdura bajo el seudónimo de "María Pistolas".


(Tomado de: Adame, Ángel Gilberto - De armas tomar. Feministas y luchadoras sociales de la Revolución Mexicana. Aguilar/Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. de C. V. Ciudad de México, 2017)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario