lunes, 13 de enero de 2020

Vicente Saldívar


A pesar de ser zurdo
Los primeros años de la década del sesenta le guiñarían el ojo a uno de los boxeadores más técnicos, cerebrales y disciplinado que nunca haya tenido el boxeo en México: hablamos de Vicente Saldívar, el "Zurdo de Oro". En 1960, como amateur, consiguió el título pluma del Distrito Federal, el nacional, el campeonato de los Guantes de Oro y representó a Mexico en las Olimpiadas de Roma. Contaba apenas con 17 años de edad.
Aún así, para los entrenadores no dejó de ser más que un aplicado púgil amateur con el agravante de ser zurdo, salvo para Adolfo "Negro" Pérez, quien pagó por el derecho de dirigirlo la cantidad de 5,000 pesos -aunque hay versiones que hablan de 14,000. Monto considerable porque se trataba, si acaso, de una promesa. Pero el "Negro" ya tenía al muchacho y sólo faltaba prepararlo para conseguir un campeonato.
El lanzamiento de Saldívar al profesionalismo atrajo la atención de la prensa. Al muchacho se le conocía como amateur y los medios declaraban que, a pesar de ser zurdo, era un "peleador muy espectacular", o "no por ser zurdo es peleador apagado y difícil". Los promotores no eran del gusto de contratar a púgiles cuya arma principal fuera su puño izquierdo.
Para casi todos los boxeadores, la provincia representaba la plaza del fogueo. Así, en febrero de 1961 Vicente debutó con un nocaut en el tercer asalto a Babe Palacios en la ciudad de Iguala, Guerrero. Sostuvo peleas en Oaxaca, León, Acapulco y Huachinango antes de hacer su debut en la capital del país. En todas sus peleas había despachado a sus contrincantes por la vía rápida. No había duda de su poderío, pero Saldívar no conseguía atraer a la afición.
Nocaut tras nocaut, Vicente se fue abriendo el espacio para la pelea grande a nivel nacional. El 8 de febrero de 1964 no tuvo problemas para vencer a Juan Ramírez, campeón del país en peso pluma, al cual derrotó de manera fulminante en el segundo asalto. Sin embargo, no hubo celebraciones frenéticas para el nuevo monarca.
Su trayectoria fue impresionante, no sólo por su golpeo demoledor, sino porque su pelea profesional número 25 se realizó bajo los reflectores que iluminaban el escenario de una pelea de campeonato mundial. El 26 de septiembre de 1964, se enfrentaba a un ídolo del pueblo mexicano: Ultiminio Ramos.

"Respetable público: me retiró del box"
La entrevista con Saldívar representaba la cuarta defensa del título de Ramos. A uno de los retadores lo había noqueado y con los otros dos alcanzó el triunfo por decisión. Éstas dos últimas peleas le habían restado a Ultiminio su fama de pegador fulminante. Sin embargo, nadie podía decir que la dinamita de sus puños estaba mojada. Saldívar había derrotado a todos sus oponentes por nocaut el año anterior, 1963. Aunque en sus últimas dos salidas obtuvo la victoria por decisión. Se encontraban en el ring dos boxeadores que podían acabar la pelea de un momento a otro. La seducción del nocaut atrajo a miles al coloso de Cuatro Caminos.
Eran tiempos de dedicatorias incuestionables. Las peleas estaban brindadas a algún personaje público casi por reglamento. Saldívar le dedicó la pelea al presidente López Mateos y al gobernador de Guanajuato. Los otros dos mexicanos que actuarían en la función eran el "Canelo" Urbina y José Medel, quienes brindaron su pelea al presidente municipal de Coronel, Guanajuato, y a Raúl Salinas Lozano, secretario de Industria y comercio, respectivamente. Al encuentro acudieron López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, ya entonces presidente electo. La taquilla fue un éxito.
Nunca en la historia del deporte se había recaudado tanto dinero: casi 1,850,000 de aquellos pesos.
Ultiminio llegó como favorito. En sus entrenamientos generaba una gran atención del público. Saldívar era un muchacho callado y disciplinado. En su gimnasio no era común tener una multitud arremolinada para verlo practicar. Dos estilos distintos de boxear, dos personalidades opuestas se enfrentaban ese 26 de septiembre de 1964.
La pelea empezó pareja. No se hicieron daño en los primeros cuatro rounds. A partir de quinto, el retador tomó la iniciativa, aunque estuvo a punto de caer en el octavo. El décimo asalto fue claramente para Saldívar el de Matanzas recibió una verdadera paliza. El undécimo round fue la conclusión del anterior. Entre las cuerdas y el retador, se encontraba un campeón que era molido a golpes. Se encendieron los focos rojos y la pelea concluyó. Saldívar era campeón del mundo. Tenía 21 años.
Saldívar se convirtió en un ejemplo de la disciplina boxística. Se preparaba a conciencia antes de cada pelea y no aceptaba visitas en sus entrenamientos. Tal vez por eso nunca alcanzó los niveles de idolatría de un Macias, un "Toluco" o un "Pájarito" Moreno. Pero Vicente daba un aviso al mundo del boxeo: el ring no estaba para dar sorpresas o golpes de suerte; la preparación y el cuidado personal se convertían en elementos centrales para un pugilista. El box estaba cambiando.
Las peleas que sostuvo en adelante fueron exclusivamente para defender su cinturón mundial pluma. Lo hizo exitosamente en ocho ocasiones.
Su retiro fue perfecto. El 14 de octubre de  1972 defendió su corona mundial de peso pluma ante el galés Howard Winston -a quien ya había derrotado un par de veces- en el Estadio Azteca. Momentos después de que el réferi detuvo la pelea en el duodécimo asalto y declaró a Saldívar vencedor, el campeón pidió el micrófono y dijo con acento sereno: "Respetable público. Me retiro del box. Muchas gracias." Posteriormente, ya en vestidores, confirmó: "Me voy entero."
Unos dijeron que se retiraba un gran campeón. Otros afirmaron que nunca demostró serlo, pues sus contrincantes no estaban a la altura del universo pluma. Lo cierto es que fue el boxeador más sólido que había tenido México hasta entonces.

(Tomado de: Maldonado, Marco A., y Zamora, Rubén A. - Cosecha de campeones. Historia del box mexicano II, 1961-1999. Editorial Clío Libros y Vídeos, S.A. de C.V., México, abril 2000)

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