lunes, 2 de diciembre de 2019

Respuesta al Presidente, 1968


Respuesta al Presidente


(Revista ¿Por qué? No. 16, 18 de septiembre de 1968)


Escuché con profunda atención el informe lleno de cifras y datos estadísticos que nos permite obtener una visión muy limitada del desarrollo económico del país. Adolece este informe de serias omisiones en lo referente al juicio crítico que debería presentarse con respecto a nuestra independencia económica. No escuchamos en su alocución, de más de tres horas, ninguna mención a la captura creciente de nuestra superestructura económica por intereses monopolistas extranjeros. Considero que aún cuando son cosas del dominio popular, es necesario que la máxima autoridad de la República se pronuncie en favor o en contra de semejante situación.
Escuchamos que la industria petrolera pertenece a la nación desde hace 30 años y que ha constituido  uno de los pilares fundamentales para construir el México moderno; fuimos informados que la industria eléctrica, la captación de agua para generar electricidad, los sistemas de conducción de ese precioso combustible, los ferrocarriles de México, los modernos aeropuertos, las grandes carreteras, los puertos marítimos en manos de la Nación Mexicana, han sufrido un desarrollo innegable en los últimos años y que ese desarrollo se debe -¡Quién pudiera dudarlo!- al continuo esfuerzo de miles de técnicos, cientos de miles de obreros y de millones de trabajadores de la ciudad y del campo. Y que todos ellos son mexicanos. Nadie puede discutir esa realidad, Señor Presidente, aunque algunos podríamos decir que mucho del dinero empleado en semejantes obras va a parar a los bolsillos de algunos de los que frente a usted le interrumpieron 90 veces para ovacionarle. La falta de honradez que priva en el régimen es también del dominio popular, y usted no lo ha mencionado.
Y con ser tal realidad asunto muy grave, lo es menos que la omisión que ahora preciso. ¿Por qué no informa al pueblo de la captura de la industria alimenticia, de la industria química, de la industria automotriz, en fin, de la industria manufacturera por intereses monopolistas extranjeros, principalmente norteamericanos? ¿Por qué no se informa al pueblo de México que el comercio está cada vez más controlado por los grandes consorcios norteamericanos? ¿Por qué no se dice a este pueblo, que ansioso esperó el informe presidencial, que la radio, la televisión y la prensa del país viven gracias a la publicidad que pagan esos grandes consorcios que día con día se apoderan de jirones de nuestra soberanía? ¿Por qué? ¿Por qué, Señor Presidente?
¿No se considera, acaso, que esos medios de información atenderán primero a sus intereses económicos, a los intereses de su país de origen, antes que a los intereses de nuestro pueblo que usted ha dicho “no sabe manejar billetes de banco y que muy rara vez siente el halago de una caricia”?
Son omisiones. Señor Presidente, que a este ciudadano le parecen graves. Y quiero participar que no me considero poseedor de la verdad, por lo que estoy dispuesto a reconsiderar mi opinión, si con razones se me demuestra lo contrario.
Sin embargo, pienso que en las circunstancias actuales, todos los esfuerzos que el pueblo mexicano desarrolla para lograr más petróleo, más energía eléctrica, más carreteras, más ferrocarriles, presas, puertos, etc., contribuyen a poner mayores facilidades a quienes luego vienen a llevarse nuestra riqueza a otros suelos, a otros pueblos. Y yo diría, con el pueblo de México, que esa riqueza es nuestra y que debemos repartirla entre los mexicanos. Aquellos pueblos tienen lo suyo y tienen el derecho, también, a disfrutarlo sin interferencias extrañas, ni abiertas ni simuladas.
Su mensaje político adoleció también de omisiones importantes. Por ejemplo, usted olvidó decir que en su gobierno, como casi en todos los que le han precedido en la etapa posrevolucionaria, no se respetan las garantías individuales que consagra la constitución general de la República. Un ejemplo elocuente lo constituye la agresión de que fui objeto por agentes de la policía la noche del 28 de agosto, hace algunos días, y que probablemente usted conoció por medio de la prensa. No hubo ninguna rectificación de parte de las diversas policías y puedo considerar, con legítimo derecho, que quien calla otorga. Sin orden de aprehensión, a las puertas de mi casa, se pretendió capturarme. Al oponer resistencia, fui víctima de golpes que no produjeron mi muerte sólo por causas fortuitas, como pueden informarle los médicos del Centro Médico Universitario, en donde se me atendió.
Menciono mi caso, no porque sea el que más me duele, sino porque es el que, sin lugar a dudas, me consta. No se atacó por otra parte al individuo, sino al maestro universitario y politécnico que actuaba a la luz del día como miembro del Comité Coordinador del Consejo Representativo de la Coalición de Maestros de Enseñanza Media y Superior pro Libertades Democráticas.Y el artero ataque se llevó a cabo al día siguiente de que leí un discurso en la Plaza de la Constitución, ante más, bastante más, de 200 mil mexicanos.
Ese acto constituye una flagrante violación a las garantías individuales que consagra la constitución General de la República. Y el Gobierno que usted preside no hizo ninguna aclaración al respecto. De hecho, tales garantías se han suspendido en la capital de la República. El allanamiento de locales universitarios y politécnicos no sólo violó la autonomía universitaria, sino que convirtió en letra muerta preceptos constitucionales.
Al surgir la coalición de Maestros como instrumento de apoyo, de aliento a las justas demandas estudiantiles, se enumeraron los artículos constitucionales que habían sido violados.Desde hace muchos años, por ejemplo, el artículo 19 Constitucional, que establece que ninguna persona puede ser detenida por un lapso mayor de 72 horas sin ser consignada a las autoridades competentes, no se cumple ni por excepción. Cientos de obreros, campesinos, intelectuales y estudiantes han sido víctimas de este desacato constitucional. El pueblo de México hubiera querido saber, al menos, de las razones que tiene el Gobierno de la República para proceder de esta manera.
En lo personal, le recuerdo que juró cumplir y hacer cumplir la Constitución General de la República.
La Coalición de Maestros y el Consejo Nacional de Huelga hicimos llegar por dos ocasiones al Congreso de la Unión la denuncia que hacíamos de las violaciones a la Constitución cometidas, al parecer, por cuatro altos funcionarios de su Gobierno. Una copia sellada obra en nuestro poder y no escuchamos que el C. Diputado De las Fuentes se refiriera a tan delicado asunto que mucho tiene que ver con el actual estado de cosas que guarda la Nación.
Ya usted aclaró uno de los hechos que nosotros impugnábamos en esa denuncia: por las declaraciones a la prensa de esos funcionarios se concluía una violación más a la Constitución puesto que el Jefe del Departamento del Distrito Federal informó que se había visto en la necesidad de la intervención del Ejército. Nosotros pensamos entonces que él lo había solicitado directamente, incurriendo por tanto, junto con el C. Secretario de la Defensa Nacional, en violaciones a los artículos 89 fracción VI y 129 Constitucionales. Sin embargo, en este IV informe de su Gobierno, 34 días después de la intervención del ejército en las preparatorias y en las vocacionales, todo México quedó enterado de que usted hizo uso del Derecho que le confiere el Artículo 89 fracción VI de la Constitución.
Sin embargo, no obstante que la suspensión de las Garantías Individuales es un hecho innegable, no se han cubierto los aspectos legales que precisa la Constitución.
Por otro lado, no hay muchos mexicanos que puedan demostrar que en México existe justicia para el desposeído. El Poder Judicial defiende sólo los intereses de los poderosos. Y los obreros, los campesinos, los empleados, los pequeños propietarios, los intelectuales y los artistas saben que es inútil buscar justicia en los tribunales.
Por ello, cuando usted afirma que no hay presos políticos en México y cuando define: “Preso Político es quien está privado de su libertad EXCLUSIVAMENTE por sus ideas políticas, sin haber cometido delito alguno”, tenemos que reconocer que resulta muy fácil para el Gobierno encontrar los adecuados medios de adicionar los elementos constitutivos de otros delitos a quien exprese ideas políticas que se consideren subjetivamente “peligrosas”.
Ahora bien, ya que el Artículo 145 Bis, como usted lo dijo en su informe, “señala cuáles son los delitos de carácter Político…”, se ocurre preguntar: ¿Es fácil o no que existan personas privadas de su libertad EXCLUSIVAMENTE por sus ideas políticas, sin haber cometido DELITO DEL ORDEN COMÚN alguno, pero sí alguno o algunos de los tipificados como delitos de carácter político?
Ninguna de las muchas voces que se han levantado por la derogación del artículo 145 ponen en duda sus interrogantes: “¿Debe ser delito o no afectar la soberanía nacional, poniendo en peligro la integridad territorial de la República, en cumplimiento de normas de acción de un gobierno extranjero? ¿Debe ser o no delito preparar la invasión del territorio nacional o la sumisión del país a un gobierno extranjero?” la respuesta clara, contundente, de todos nosotros es: SÍ, ESOS ACTOS NECESARIAMENTE DEBEN SER CONSIDERADOS COMO DELITOS. Pero se da el caso de que ya están tipificados en el Código Penal Federal en otros artículos. Debe quedar claro que no se pide su derogación para que desaparezca del Código la parte del artículo 145 que usted ha mencionado y que se encuentra considerado en los artículos que tipifican la rebelión, la asonada, la traición. No; hemos pedido la derogación del artículo 145 porque, su texto es ambiguo y deja a la interpretación subjetiva de los encargados de impartir justicia la facultad de calificar las intenciones, no los hechos, de los acusados del delito de disolución social.
De todas maneras, el pueblo, los estudiantes, los maestros debemos aceptar, como una respuesta al movimiento estudiantil, la iniciativa que usted plantea al Congreso de la Unión para someter a debate en la Cámara de Diputados este asunto. Acudiré a defender mis ideas a esa tribuna si me es permitido hacerlo. Coincido con usted cuando afirma que al derogar el artículo 145 Bis, ningún delito tendrá carácter político. Por ello pido a los estudiantes y maestros retirar ese punto del pliego petitorio.
Menciona usted que “ofreció hacer uso de alguna de las facultades que la Ley le otorga al ejecutivo y liberarlos…” Estos presos llamados políticos por el pueblo, al efectuar actos de pretendida “presión”, como usted dice, no han hecho otra cosa que tratar, por todos los medios a su alcance, que se respeten sus derechos ciudadanos flagrantemente violados por muchos años.
Ningún delincuente común, señor Presidente, tendría el apoyo multitudinario que México ha presenciado en los últimos días. La voz del pueblo debe ser oída. Eso siempre enaltece a un mandatario.
Es cierto que en el movimiento estudiantil han intervenido elementos extraños a los centros de educación superior. Provocadores de toda laya han estado constantemente dificultando el trabajo del Consejo Nacional de Huelga y de los maestros de la Coalición. Pero en la medida de lo posible, estudiantes y maestros hemos impedido su participación y logrado que se actúe dentro del marco de los seis puntos del pliego petitorio, pliego que logró la unidad de todos los estudiantes, de los maestros, de los intelectuales y artistas y de muy diversos sectores de la población, como lo demostraron en manera elocuente las últimas manifestaciones a las que acudimos varios cientos de miles de mexicanos que constituyen una parte considerable de la opinión pública.
Sin embargo, hay fuerzas emboscadas, enemigas de México, que tratan de cometer actos delictuosos procurando involucrar a los estudiantes y a los maestros del movimiento.
Para nosotros ha sido imposible evitar a grupos de facinerosos como los que atacaron en dos ocasiones la Vocacional 7. Ni los estudiantes ni los maestros hemos usado jamás armas de fuego, ni puñales, ni cadenas, ni manoplas. Nuestras únicas armas han sido las ideas y nuestros cuerpos que las defienden.
Y no podía ser de otra manera, señor Presidente. En los centros de educación superior hemos aprendido -con las deficiencias notables que entraña el atraso cultural y científico, producto del escaso desarrollo económico y de la dependencia del extranjero- que nuestras armas son las razones, las ideas, los principios. Hemos aprendido, además, que tales instrumentos, que tales principios e ideas son herramientas de nuestro cotidiano laborar y que debemos salir de las escuelas para aplicarlos a la comunidad para su sano desarrollo. No enseñamos, por cierto, a los jóvenes de México a que guarden celoso su bagaje cultural para exhibirlo sólo en reuniones científicas o entre compañeros de gran preparación intelectual. Definitivamente no. Muchos de sus maestros les pedimos, yo entre ellos, que utilicen sus conocimientos para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores de la ciudad y del campo ; les exigimos que comprometan sus conciencias en un lucha que lleve luz a las fábricas y al campo, no como dádiva generosa, sino como obligación ineludible que tenemos con ese pueblo humilde que ha costeado con su esfuerzo nuestros estudios.


Por todo lo anterior es que no coincidimos con usted en la idea de que los movimientos estudiantiles de nuestro tiempo sólo porten banderas escolares. Los centros de educación superior no pueden, aunque se quiera, hacerlos vivir aislados de los problemas económicos-políticos-sociales de nuestro tiempo. No hay imitación extralógica de otros movimientos de otros países, sino en lo anecdótico. Lo que ocurre es que los estudiantes son, en México y en todo el mundo, las cajas receptoras más sensibles a los problemas fundamentales de nuestro tiempo. En este mundo, los intereses económicos hacen que los hombres pierdan sensibilidad en la medida que crecen dichos intereses. Los jóvenes tienen pocos intereses económicos y mucha sensibilidad.
La Bandera que han levantado los estudiantes en México es respetable, porque muy respetable es la Constitución General de la República. Por eso sus maestros y tantos mexicanos más hemos estado con ellos.
Se han cometido errores. Es de humanos errar. Pero no puede por eso culparse a los estudiantes de los desmanes perpetrados. Pocos hombres son capaces de soportar la agresión injustificada, absurda, sin repelerla. Esto ha ocurrido a veces cuando la policía o el ejército han intervenido para agredir.
Se ha buscado el diálogo con empeño, Hemos discutido largamente con estudiantes y maestros la necesidad de encontrar formas adecuadas para el intercambio de opiniones con las autoridades sin la pretensión, que usted menciona, de que se acepte previamente el pliego petitorio. Puedo afirmar una vez más que esa condición no fue planteada jamás por el Consejo Nacional de Huelga.
Aquí vale la pena decir que en ocasiones he notado cómo cierto sector del Gobierno que usted preside tiende a buscar que el conflicto se prolongue lo más posible. ¿Qué otra finalidad se persigue con la agresión que hemos sufrido algunos universitarios o politécnicos? ¿Qué otro objetivo busca el sembrar la desconfianza en los estudiantes hacia sus maestros? Son cuestiones que deben dilucidarse.
Es lamentable el desprestigio externo que ha sufrido su Gobierno a raíz de los disturbios. No puede, sin embargo, exigirse que los jóvenes y los hombres todos de México aceptemos que la Constitución General de la República se vuelva letra muerta para no dar malos espectáculos al exterior.
Podemos todos, olvidando falsos orgullos y posibles enconos y rencores, devolver la tranquilidad a la República y restablecer el imperio de la Carta Magna. No avancemos en el enfrentamiento. Suprímase la represión y los estudiantes acudirán al diálogo generosos.
Estoy con usted, ¿cómo podría no estarlo? en que “La soberanía sólo radica en el pueblo y se ejerce a través de decisiones mayoritarias”.
Por ello es que precisa declarar que los diputados que han escuchado con tanto entusiasmo su informe y que le han aplaudido tantas veces no hicieron acto de presencia en forma alguna en estos conflictos estudiantiles. No fueron para orientar ni para discutir. Esos diputados que le aplaudieron a usted no representan al pueblo que manifestó varias veces su protesta por las calles de México. El pueblo que acudió a las manifestaciones de los estudiantes y que le aplaudió entusiastamente en su trayecto, ese no estaba presente en la Cámara de Diputados.
Esos diputados no representan al pueblo. Y evidenciaron ahora que sólo representan a los intereses de quienes disfrutan de la riqueza del pueblo.
En tales condiciones debe tomarse en cuenta la opinión de esa mayoría ciudadana reunida en la Plaza de la Constitución los días 13 y 27 de agosto. Esa mayoría ciudadana apoyó al pliego petitorio de los estudiantes.
La calumnia y la injuria no deben ser arma en estos conflictos. Los excesos verbales han sido condenados por los mismos estudiantes. Los excesos de la policía y el ejército no han sido condenados. De ninguna manera desearíamos enfrentar a nuestra juventud con el ejército. No se nos ocurre tamaña infamia. 
Sin embargo, la mayoría de los periódicos han calumniado a los estudiantes cuando hablan de profanación a nuestra bandera y de profanar a la Catedral Metropolitana.
El discurso que pronuncié la noche del 27 de agosto lo dije al amparo de la Gloriosa Bandera Mexicana que portaba uno de los estudiantes encima del camión que nos servía de plataforma. Hay fotografías que lo demuestran.  
El símbolo de huelga, la bandera rojinegra, no representa país alguno y es usado por los trabajadores de todo el mundo. El Consejo Nacional de Huelga informó que la insignia rojinegra no había sido izada por manos estudiantiles en el asta bandera que, conviene aclarar, no es símbolo de nada y al cual no se le puede transferir graciosamente, lo que representa nuestra bandera.
No le quepa a usted la menor duda, que ni los maestros ni los estudiantes hubiéramos tolerado, aún a riesgo de nuestras vidas, que el lábaro patrio fuera mancillado.
El movimiento estudiantil ha sido respetuoso de la libertad de pensamiento de nuestro pueblo, y, por ello, de la religión católica. Es una vil calumnia decir que se profana la Catedral de México. Ya el padre encargado de la Catedral, Jesús Pérez, hizo pública declaración, el 31 de agosto, al Diario Ovaciones de “que en ningún momento los estudiantes han profanado ese santo recinto”.
El Consejo Nacional de Huelga ha precisado, una y otra vez, que no pretende en forma alguna entorpecer el desarrollo de los juegos Olímpicos que habrán de celebrarse en México.
Los estudiantes y los maestros buscaremos por todos los medios a nuestro alcance que México cumpla dignamente con el compromiso contraído.
Lamento que las condiciones represivas en que se me obliga a vivir no me permitan actuar con la libertad que requieren asuntos tan delicados. Me conformo con hacer llegar, a través de la Revista ¿Por qué? mi opinión a los estudiantes y maestros.
Los estudiantes, los maestros, y con ellos el pueblo de México esperan, esperamos, la resolución justa y pronta del conflicto que conmueve a la Nación.
A su informe ha contestado un ciudadano que considera benéfico para el país que se emitan opiniones independientes aún cuando sean discrepantes de la opinión de usted. No es usual, pero es sano. Un mexicano que conoce sus derechos y sus obligaciones, y que no actúa en ese sentido porque sea un amargado, un resentido, ya que en su vida profesional ha recibido satisfacciones y deja una obra científica escrita para que los jóvenes se nutran en ella. De un hombre que ha sido hijo, hermano, esposo y padre y que en su hogar ha prodigado ternuras y las ha recibido a manos llenas. De un profesionista que ha hecho amigos entre los hombres honrados y enemigos entre los hombres deshonestos. Le ha contestado el informe un mexicano que considera que la Constitución General de la República vale no por los preceptos que contiene, sino por los que se acatan.
Ha dado contestación a su informe, en fin, un hombre como hay muchos, que no tiene más fuerza que su razón.
Rechacemos con toda energía toda intervención extranjera fuere cual fuere su origen, sea económica, sea política, sea militar.
Sólo procediendo con lealtad, con verdad, del lado del pueblo trabajador, en contra de sus opresores nacionales y extranjeros, podremos construir un México más independiente, más soberano, más digno.
Este es el método que mantendrá a México por la ruta trazada por los hombres que le dieron vida y perspectivas a la nación mexicana: Hidalgo, Morelos, Juárez, Villa, Zapata.
Sigamos su ejemplo, cueste lo que cueste.
México, Septiembre de 1968.


(Tomado de: Castillo, Heberto - Libertad bajo palabra. Historia de un proceso, México, 1973. Colección Pensamiento Actual #12, Federación Editorial Mexicana. 1973) 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario