martes, 5 de noviembre de 2019

Hernán Cortés



Nació en Medellín, Extremadura, y murió en Castilleja de la Cuesta, ambas en España (1485-1547). Fue hijo del capitán Martín Cortés y de Catalina Pizarro Altamirano, ambos de ascendencia noble, aunque de escasa fortuna. A los 14 años de edad pasó a Salamanca, para estudiar latinidad y jurisprudencia, pero en dos años que allí estuvo apenas aprendió la primera y tuvo cierta práctica jurídica al lado de un escribano. Vagó después un año por el camino de Valencia y regresó pobre y urgido a Medellín, ya con la resolución de probar fortuna en América. Sus padres le dieron la licencia y el dinero para el viaje. En 1504 se embarcó en San Lucar de Barrameda, en una nave de Alonso Quintero, con destino a La Española (Santo Domingo), donde gobernaba Nicolás de Ovando, un pariente suyo. Participó en las campañas contra los indios de Amihuayahua y Guacayarima, y luego obtuvo una encomienda y la escribanía del ayuntamiento de Azúa, villa recién fundada. Vivió en paz y con holgura 6 años, hasta que en 1511 acompañó al capitán Diego Velázquez a la conquista de Cuba. En premio de sus servicios recibió en encomienda los indios de Manicarao, se estableció en Santiago de Baracoa y fue el primer español que tuvo hato y cabaña en el oriente de la isla. 
Por ese tiempo un compañero suyo, Juan Juárez, llevó desde Santo Domingo a Cuba a su madre y a tres hermanas, a una de las cuales, Catalina, la Marcaida, galanteó Cortés, resistiéndose después al matrimonio. Este incumplimiento y su carácter pendenciero le concitaron la animosidad de Velázquez, que amaba a otra hermana de Juárez y quien acabó por ponerlo preso. Tras una fuga y otras aventuras, al fin contrajo nupcias con Catalina y obtuvo de Velázquez el nombramiento de alcalde de Santiago, puesto que desempeñaba en 1518. 
En ese y en el año anterior los viajes de Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva revelaron la existencia de nuevas tierras al oeste, pobladas por indígenas de una cultura superior y ricas en oro y plata. Deseoso de extender los dominios del rey, el gobernador Velázquez organizó una tercera expedición y puso al frente de ella a Cortés, con quien arregló el negocio por escritura del 23 de octubre de 1518, otorgada ante Alonso de Escalante. Las instrucciones se reducían a buscar a Grijalva, explorar el país descubierto, tomar posesión de él, obtener oro, imponer la fe y rescatar a unos cautivos cristianos de que se hablaba. Tras rápidos preparativos, Cortés zarpó de Santiago el 18 de noviembre e hizo escalas en Trinidad y La Habana para proveerse de bastimentos, pertrechos y hombres. Velázquez sospechó una posible defección de Cortés y trató de detenerlo, revocándole la licencia, pero éste abandonó la isla, ya en actitud de franca rebeldía, el 18 de febrero de 1819. Unos días más tarde tocó Cozumel e inició así su mayor hazaña, que culminaría el 13 de agosto de 1521 con la toma de México-Tenochtitlan.
La capital del imperio azteca quedó arrasada y Cortés fijó su residencia en Coyoacán. Allí fueron a sometérsele muchos señores indígenas, entre ellos el monarca de los tarascos. El monto del botín, que a muchos de los de su hueste pareció irrisorio, hizo que permitiera el tormento que Julián de Alderete aplicó a los señores de México y de Tacuba, a quienes por ese medio se trató de obligar a que revelaran el paradero de los tesoros perdidos. Para atraerse el favor de Carlos V, le envió el conquistador la quinta parte de lo conseguido, primero con Antonio de Quiñones, que murió en ruta, y luego con Alonso de Ávila, que cayó prisionero de los franceses; pero que pronto repuso con el tesoro que al fin puso Diego de Soto en manos del rey de España. Mientras tanto, Velázquez, contando con el apoyo del Obispo de Burgos, consiguió que se enviase al gobernador Cristóbal de Tapia, con orden de quitar el mando a Cortés y conducirlo preso a la corte; pero como tales instrucciones no eran directas del emperador, los comisionados de Cortés lo convencieron de que se reembarcara, contentándolo con comprarle los caballos y negros que había traído (diciembre de 1521). Al fin triunfaron las gestiones del duque de Béjar y otros amigos del conquistador, y el 15 de octubre de 1522 se nombró a Cortés, desde Valladolid, gobernador y capitán general de la Nueva España, se prohibió a Velázquez intervenir en los asuntos de ésta y se levantó el embargo sobre el oro y otros bienes remitidos a Martín Cortés. Por entonces se decidió reconstruir la capital en el mismo sitio en que había estado, muy a pesar de los inconvenientes de su situación lacustre, aunque referida ahora a una traza española. En noviembre de 1522 murió Catalina Juárez, quien poco antes había llegado a Nueva España.
Apenas consumada la caída de México-Tenochtitlan, quiso Cortés que se emprendiera la exploración de territorios más remotos: entre otros, Juan Álvarez Chico, Alonso de Ávalos y Gonzalo de Sandoval penetraron al occidente; Francisco de Orozco y Pedro de Alvarado viajaron al país de los zapotecos: el propio Alvarado fue enviado después a la conquista de Guatemala (1523) y Cristóbal de Olid, por mar, a la de Honduras (principios de 1524). Éste último, seducido por Velázquez, gobernador de Cuba, traicionó a Cortés, quien primero envió contra él a Francisco de las Casas y luego fue personalmente en su busca. Salió de México en octubre de 1524 con un lucido y fuerte acompañamiento y llevándose por precaución a Cuauhtémoc y otros señores vencidos. Dejó en la capital, encargados del gobierno, al tesorero Alonso de Estrada, al contador Rodrigo de Albornoz y al licenciado Alonso de Zuazo. Alcanzó sin mayores dificultades la desembocadura del río Coatzacoalcos, pero de allí en adelante los expedicionarios tuvieron que atravesar ríos caudalosos, abrirse paso en la selva, transitar por áspero pedregales, salvar pantanos, tender puentes y sufrir el ataque de las plagas tropicales. En Izancanac o Xicalango, temiendo una conspiración de los jefes cautivos, hizo colgar de una ceiba a Cuauhtémoc y a Cohuanacoxtzin, señor de Texcoco; y de un bastidor de madera, al fraile franciscano Juan de Tecto. Estas muertes ocurrieron el martes de carnaval 26 de febrero de 1526. Cuando llegó a Naco encontró que ya el desertor había muerto a manos de las Casas; auxilió a los colonos de Trujillo y aun quiso explorar un estrecho en Nicaragua, pero las noticias que recibió de México (el alzamiento de Gonzalo de Salazar y Peralmíndez Chirinos contra los oficiales reales) lo movieron a emprender el regreso. Viajó por mar a La Habana (donde ya había fallecido Velázquez) y de ahí a Veracruz (24 de mayo de 1526). En México una insurrección popular depuso a los usurpadores y él entró a la ciudad en julio.
Durante su expedición a las Hibueras (Honduras), su secretario Juan de Rivera consiguió que se otorgara a Cortés el tratamiento de don, se le nombrara adelantado de la Mar del Sur y se le dieran el hábito y las armas de Santiago, comprometiéndose por él a entregar a la corona 200 mil pesos en año y medio; pero a la vez que se le conferían esos privilegios, las acusaciones de sus enemigos aumentaban, de modo que se dispuso abrirle juicio de residencia. El 2 de julio de 1526 llegó a México el juez Luis Ponce de León, asumió el gobierno el día 4 y murió el 20, sospechándose que Cortés mandó envenenarlo. Antes de fallecer, dejó al mando al licenciado Marcos de Aguilar, inquisidor del Santo Oficio, quien a su vez murió 7 meses después, siendo sustituido por el tesorero Alonso de Estrada. Este desterró de la capital a Cortés, quien primero se mudó a Coyoacán y luego a Texcoco, para finalmente pasar a España y exponer sus quejas. Carlos V lo recibió con honores, le concedió el título de marqués y le cedió vasallos y posesiones. y le confirmó el cargo de capitán general (6 de julio de 1529), pero no le devolvió el gobierno político, pues desde 1528 se había instalado la primera Audiencia, presidida por Nuño de Guzmán e integrada por enemigos suyos. Cortés consiguió en Roma, por conducto de su enviado Juan de Rada, el patronato perpetuo del Hospital de la Purísima Concepción, después llamado de Jesús. Por esos días contrajo nupcias con Juana de Zúñiga, hija del conde de Aguilar y sobrina del conde de Béjar. Entre las joyas que regaló a su esposa estaban 5 esmeraldas valuadas en 100 mil ducados. La Audiencia, mientras tanto, le siguió el juicio: se le acusó de intentar alzarse con la tierra, de haber defraudado a la corona menguando el quinto real, de haber desobedecido las instrucciones que trajeron Narváez y Tapia, y de haber asesinado a Catalina Juárez, Ponce de León y Garay.
Sin embargo, el proceso no tuvo mucho efecto en España, donde pesaban más sus relevantes servicios, y regresó a Veracruz el 15 de julio de 1530, en compañía de su madre, su esposa y una numerosa comitiva. Pasó a Tlaxcala y Texcoco, pero no entró a México por habérselo prohibido la emperatriz para evitar fricciones con la Audiencia. Al cambio de los miembros de Ésta y mientras se precisaban los límites territoriales del marquesado, se retiró a Cuernavaca para administrar sus vastas haciendas y planear, en su carácter de adelantado de la Mar del Sur, nuevas exploraciones y conquistas en el Océano Pacífico. La primera la envió a las Molucas, confiada a Álvaro de Saavedra; la segunda, en 1532, zarpó de Zacatula, al mando de Diego Hurtado de Mendoza, que pereció; la tercera, en 1533, terminó con la muerte de Diego Becerra, a manos del piloto Ortún Jiménez, descubridor casual de California; la cuarta, en 1535, la dirigió él mismo hasta La Paz y el golfo que lleva su nombre, después de haber rescatado en Chametla un navío que fue tomado por Nuño de Guzmán; y la quinta, en 1539, a cuyo término Francisco de Ulloa descubrió el litoral occidental de la península. 
en 1540 tuvo serias diferencias con el virrey Antonio de Mendoza, pues creyó que la expedición terrestre al norte de Sonora, en busca de las míticas ciudades de Quivira y Cíbola, invadía sus derechos sobre la Mar del Sur. Viajó a España para quejarse ante Carlos V, pero esta vez no fue atendido, a pesar de que se unió a las fuerzas del emperador en la desafortunada campaña contra Argel (1541). En Sevilla tuvo otro grave disgusto al ver frustrado el matrimonio de su hija María con Álvaro Pérez Osorio, hijo del marqués de Astorga. Decepcionado y enfermo, testó el 12 de octubre de 1547, en Sevilla, ante el escribano público Melchor de Portes; se retiró a Castilleja de la Cuesta y murió el 2 de diciembre de ese año, a los 63 de edad.
De su matrimonio con Juana de Zúñiga, dejó Cortés un hijo (Martín) y 3 hijas (María, Catalina y Juana). Tuvo además 5 bastardos: Catalina Pizarro, de una india cubana; Martín, de Marina; Luis, de Elvira de Hermosillo; Leonor, de Tecuichpochtzin o Isabel Moctezuma; y María, de otra india noble. Su cadáver se depositó en el sepulcro de los duques de Medina Sidonia, extramuros de Sevilla, y después se trajeron sus huesos a la Nueva España. Estuvieron en la iglesia de San francisco de Texcoco hasta 1629, en que por disposición del virrey marqués de Cerralvo se trasladaron a la capilla mayor de San Francisco de México. De ahí pasaron, en tiempos del virrey Revillagigedo, a un sepulcro que se construyó en la iglesia del Hospital de Jesús, pero en 1823, ante el temor de que la plebe lo profanara, se ocultó en secreto la urna que contenía los restos. Estos fueron hallados, en un muro del propio templo, en 1946. El conquistador fue cronista de sus propias acciones, pues escribió 4 Cartas de Relación a Carlos V (1520, 1522, 1524 y 1526). 






(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen III, Colima - Familia)

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