viernes, 29 de noviembre de 2019

El lépero, criminal en potencia

Lépero (Litografía de Claudio Linati)

El lépero, criminal en potencia

Uno de los personajes a quien la sociedad tolera y teme, que se pasea impunemente por las calles sin que nadie sepa a ciencia cierta de qué vive, qué quiere o qué piensa, es el lépero. Es gente conocida que deambula por todos los barrios y es producto, sin duda, de la crisis social y económica que padece nuestro país.
El lépero también es conocido como pelado, por las veces que caía en la cárcel, o porque no tenía camisa ni forma honrada de vida. En la época virreinal eran conocidos como ensabanados porque apenas cubrían un poco su desnudez, pelados, con una sábana o manta. Un viajero norteamericano, Franz Mayer lo describe así:

Ennegrezcamos a un hombre al sol; dejemos que el pelo se le ponga largo y enmarañado, o que se le llene de sabandijas; que se empuerque con todas las inmundicias de la calle durante años sin que jamás sepa de toallas o de cepillos, ni lo toque el agua, salvo cuando hay tempestades; que a los veinte años se ponga un par de bragas de cuero y las lleve hasta los cuarenta, sin cambiárselas ni lavarlas nunca; encima de todo eso coloquemos un sombrero ennegrecido y agujereado y una blusa harapienta, manchada de abominaciones; añadamos ojos feroces, dientes brillantes y rostros aguzados por el hambre, pechos desnudos y bronceados, y (si son hembras) dos o tres miniaturas de la misma ralea que trotan en pos, y, de seguro, otra liada con correas a la espalda; combinemos todas estas cosas con la imaginación y tendremos la verdadera efigie del lépero mexicano [...]. Allí, en los canales, por los mercados y en las pulquerías, se pasan el día entero los indios y estos parias abyectos comiendo desperdicios, riñendo, bebiendo, robando y durmiendo la mona en el suelo, mientras en torno a él sus hijos gritan de hambre. Por la noche se escabullen para meterse en estos arrabales y se acurrucan en los suelos húmedos de sus madrigueras, para dormir los efectos de la bebida y despertarse a la mañana siguiente para dar comienzo a otro día de miseria y de crimen. ¿Será cosa para asombrarse el que en una ciudad en que tan inmensa proporción de los habitantes son gente de esta calaña (sin esperanza en lo presente ni en lo porvenir) ocurran asesinatos y robos?


(Tomado de: Sánchez González, Agustín - Terribilísimas historias de crímenes y horrores en la ciudad de México en el siglo XIX. Ediciones B, S.A. de C.V., México, D.F., 2006)

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