Viene Nicolás Romero,
como valiente y osado,
con Aureliano Rivera
que al mocho ya ha derrotado.
Es impetuoso y ardiente,
y combate con valor
al francés y al mexicano
que se ha unido al traidor.
En cien acciones de guerra
como valiente ha lucido,
Michoacán fue ya testigo
de sus hechos singulares.
-Ahora sobre ellos, muchachos
-grita Nicolás Romero-,
vamos a desbaratarlos
cual manada de borregos.
El francés retrocedía,
cuando miraba al valiente,
que con grandiosa osadía,
con su guerrilla combate.
Ganó en acciones de guerra,
y combatió valeroso,
con su espada que blandía
se portó como un coloso.
Michoacán fue la guarida,
fue el sitio de sus hazañas;
y como buen guerrillero
tuvo siempre buenas mañas.
Era el rayo de la guerra
ese rústico campeón,
y no había otro tan valiente
en todita la nación.
Los franceses le temieron,
porque él no conocía el miedo,
y a su nombre a más de cuatro
se les arrugaba el cuero.
En las guerras contra Francia
fue el primero entre los bravos,
ya que siempre repetía:
-México no tiene esclavos.
En Tacámbaro y por Ario,
y lo mismo en las montañas,
se batió como guerrero;
grandes fueron sus hazañas.
Riva Palacio decía:
-Ahora sí que venceremos,
viene Nicolás Romero,
y a franceses comparemos.
Toditos los combatientes
reconocieron su hombría,
y él en su caballo moro
su machete así blandía.
Estando ya por Zitácuaro,
le vinieron a decir
que el francés con sus legiones
lo atacaba y debía huir.
Él les respondió altanero;
-Combatiré con denuedo,
que soy puro mexicano,
y no conozco yo el miedo.
A inmediaciones del pueblo
fue la acción y la perdieron
los valientes de Romero,
que a la mala sucumbieron.
Él ya sólo busca abrigo
en las ramas de árbol grande,
mas al fin lo descubrieron,
sin que él pidiera las frías.
Un gallo lanzó un volido,
n'el árbol buscó refugio,
cuando vió que perseguido
se le llegaba su turno.
Ésa fue su perdición
y no hubo ya componendas,
y sorprendido en el punto
le pusieron centinelas.
Lo trajeron prisionero,
a la mera capital,
y sin ningún miramiento
le aplicaron el dogal.
En la plaza de Mixcalco,
al sonido de la diana,
fue matado aquel valiente
a la luz de la mañana.
Antes de la ejecución
-¡Viva México! -decía-,
mátenme, que al cabo a ustedes
se les llegará su día.
El año sesenta y cinco,
miren lo que sucedió:
un valiente entre los bravos,
por valiente se murió.
Nicolás Romero fue
el guerrillero afamado
que con nobleza y valor
por doquiera fue aclamado.
Vuela, vuela, palomita,
llévale la despedida
a ese que murió luchando
por la patria tan querida.
(Tomado de: Mendoza, Vicente T. – Corridos mexicanos. Lecturas Mexicanas #71; 1a serie. Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1985)
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