viernes, 11 de diciembre de 2020

¿Cómo era el comercio de la Nueva España?


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¿Cómo funcionaba el comercio en México antes de la Independencia?

Desde los primeros descubrimientos de Cristóbal Colón se creó un sistema de impuesto y control económico que se iba a desarrollar y por consecuencia a complicar. Los impuestos más antiguos eran el tributo que se les cobraba a los indígenas y el quinto real (el cual se redujo más tarde al décimo que se aplicó a todos los metales preciosos). A éste más tarde se le agregó un fuerte cargo por derechos de importación y de exportación tanto para España como para las colonias, una alcábala de 6% sobre el total de las ventas. Con la finalidad de reducir al máximo posible la vida económica de las colonias, estaba prohibido el comercio con los países extranjeros. Bajo la perspectiva de los consejeros económicos de la Nueva España, México existía con la finalidad de proporcionar riquezas a la madre patria. Esa mentalidad respondía a las teorías económicas en boga en esa época: el mercantilismo. Si una colonia no hacía al país más fuerte y autosuficiente, entonces se consideraba más un lastre que una ventaja. Las políticas españolas para con la Nueva España fueron extremadamente proteccionistas, lo cual se traduce en una rígida cadena de limitaciones impuestas bajo orden de la Corona. El crecimiento natural de la industria y del comercio se truncó, pues a los comerciantes en España se les protegió de la competencia en la colonia. Las Indias españolas tenían la única función de proveer la materia prima, la cual se transformaría en bienes hechos en España, para después venderlos a los colonos. La Corona propuso a los campesinos y a los trabajadores en general que emigraran a América. Esto no ocurrió: como consecuencia, las labores físicas eran para la clase de color, a la cual se le consideró como el verdadero tesoro de la Colonia. Los esclavos eran propiedad de sus amos, quienes podían comprarlos y venderlos. Trabajaban hasta los límites de lo exhaustivo.

La industria también estaba vigilada para impedir la competencia con los productos españoles. Las mercancías de lujo venían de España y poca gente podía comprarlas. En México, las cosas para el uso diario se fabricaban en los talleres de la ciudad, por ejemplo, la manta. Estos talleres, llamados obrajes, sumaban en total 25 y estaban dispersos a lo largo de la ciudad. Los trabajadores eran en su mayoría indígenas. Las condiciones laborales de la época eran punibles, pues los artesanos realizaban su trabajo encerrados en cuartos y aspirando la pelusa que despedían las telas; la mayor parte de ellos moría de enfermedades respiratorias. El único día de descanso era el domingo, durante el cual solían ir a visitar a su familia.

Además de los obrajes existían los sastres, los herreros, los zapateros, los cereros y los orfebres, quienes se agrupaban en gremios. Una persona de color podía conseguir trabajo en un taller pero sólo una persona blanca podía ascender al grado de maestro. La situación laboral dentro de los gremios era en parte un poco menos dramática, pues había el sentimiento de pertenecer a una comunidad en la que los miembros se protegían entre sí en caso de enfermedad o de alguna necesidad económica.

Toda la producción de la Nueva España dependía de la agencia que controlaba el comercio: la Casa de Contratación en Sevilla. Su función era, ante todo, beneficiar a la economía española. El control burocrático era letárgico y requería de montones de papeles sellados y firmas de las autoridades tanto para salir como para entrar a la Nueva España. La modalidad, desde 1560, fue que las mercancías que se exportaban, en su mayoría materias primas, debían salir del puerto de Veracruz en barcos españoles con tripulación española. Debido a la piratería, los navíos salían en grupos y con escoltas para defenderse de cualquier ataque.

Además de las ganancias que la Corona obtenía por medio de la agricultura y la minería, los monopolios de azogue, pólvora, sal, pulque y tabaco le daban mayores ganancias. Existían alrededor de 60 impuestos distintos para los colonos. El más odiado era la alcabala: un impuesto sobre la venta de casi 14% en el siglo XVIII. El almojarifazgo era un impuesto de 7.5% para las importaciones y las exportaciones. Las leyes económicas de los Habsburgo no fueron del todo eficaces. El control arbitrario de la economía colonial interna fomentó la industria y el comercio. Las condiciones locales eran precarias: no existían ni caminos ni transportes, había muchos robos y las agresiones constantes de los chichimecas del norte impidieron el crecimiento de una economía fuerte. Además, el abastecimiento de los barcos españoles era muy deficiente, pues sólo venían a México una vez al año y en ocasiones no alcanzaban a llegar. Los productos eran muy caros por su escasez y su abastecimiento era irregular. Esto provocó en los colonos el alejamiento paulatino de la Nueva España, quienes cada vez se volvían más introspectivos y autosuficientes los colonos. Con la crisis que le aguardaba a España y el resentimiento cosechado durante siglos, inauguraron una nueva mentalidad, una nueva postura y el inicio de las ideas independentistas.

(Tomado de: Cecilia Pacheco - 101 preguntas sobre la independencia de México. Grijalbo Random House Mondadori, S.A. de C.V., México, D.F., 2009)

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