El señor del inframundo, que es lo que significa su nombre en lengua náhuatl, se representa semidescarnado. Su pareja era Mictlancíhuatl, señora del Mictlan o mundo de los muertos. Ambos se encontraban en el nivel más profundo -el noveno- adonde llegaban quienes morían de cualquier tipo de muerte no asociada a la guerra o al agua.
Los muertos tenían que ser devorados por la tierra, Tlaltecuhtli, que con sus afilados colmillos se comía la carne y la sangre. Una vez devorado, la esencia sería parida por la tierra para que fuera a su lugar de destino conforme al tipo de muerte que hubiera tenido: al Sol si era guerrero muerto en combate o sacrificio; al Tlalocan si había fallecido por causa del agua o enfermedades asociadas a ella, o al Mictlan si sufría cualquier otro tipo de muerte. En este último caso las esencias del individuo muerto tenían que emprender un viaje de cuatro años lleno de peligros para, finalmente, presentarse ante Mictlantecuhtli.
La escultura muestra agujeros en su cabeza -seguramente para colocarle cabello de personas muertas- y destacan sus largas uñas. Lo más enigmático, en un principio, fue el elemento trilobulado que cuelga entre sus costillas. Después de un análisis en fuentes históricas y códices, se determinó que se trataba del hígado, víscera que guarda los humores del cuerpo humano.
(Tomado de: Matos Moctezuma, Eduardo - "Voces de barro" - Los ejes de vida y muerte en el Templo Mayor y en el recinto ceremonial de Tenochtitlan. Arqueología Mexicana, edición especial #81. Agosto de 2018. Editorial Raíces/Instituto Nacional de Antropología e Historia. Ciudad de México)
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