jueves, 11 de diciembre de 2025

Los almanaques de Jesús Helguera


 

Los almanaques de Jesús Helguera.


Ricardo Torres Martínez 


Jesús Enrique Helguera nació en Chihuahua el 28 de mayo de 1910. Hijo de español y mexicana fue un genio del oficio pictórico; de su vida se conoce poco, pues siendo aún muy pequeño su familia se trasladó a la capital del país, dos años después a Córdoba, Veracruz, para emigrar a España cuando él apenas contaba con cinco años de edad.


Su infancia y juventud, al decir de don Álvaro Mondragón quien por muchos años fue su fiel compañero, las pasó en la población española Ciudad Real primero, donde cursó sus estudios elementales y en Madrid donde a los 12 años ingresó a la Escuela de Artes y Oficios, para de allí pasar a la famosa Academia de San Fernando y completar su formación. 


Trabajó afanosamente en Madrid y Barcelona como ilustrador, hasta que consiguió una plaza de maestro de artes plásticas en Bilbao. Regresó a México ya casado con una dama madrileña, dos años después del estallamiento de la guerra civil española, arribando por barco a Veracruz hacia finales del año 1938. 


Casi desde entonces y hasta su muerte, ocurrida el 5 de diciembre de 1971, trabajó como artista exclusivo de Cigarrera La Moderna S.A. de C.V., empresa regiomontana que realizaba en la imprenta de don Santiago Galas los famosos calendarios anuales que tanta fama cobraron durante el México de los cuarenta y los cincuenta. En efecto, no había ferretería, fonda, consultorio médico, taller, cantina, hogar o despacho que no tuviese alguna pared ornamentada con un calendario de Jesús Helguera. 


Admirador fiel de los muralistas mexicanos Rivera, Orozco y Siqueiros, así como del Doctor Atl y de Rufino Tamayo, helguera fue poseedor de una gran cultura visual que plasmó en cada uno de sus lienzos: "el detallismo". Modesto siempre en su manera de ser, pues jamás se sintió artista ni pretendió exhibir sus originales, recibía cada año un guión literario por parte de La Moderna en el que se le especificaba el tema, el lugar, los personajes a representar y los elementos componentes del cuadro; una vez que se discutía y se aprobaba él lo interpretaba y le imponía su propio sello. 


Helguera viajaba a los lugares indicados por el guión con su equipo de trabajo, compuesto por dos camarógrafos, un guionista y un auxiliar, se realizaban las tomas fotográficas necesarias de la escena, particularmente de la  arquitectura, la flora y la fauna propias del sitio escogido, y una vez en su taller trazaba a lápiz los bocetos que darían lugar al original. Así surgieron sus personajes mestizos e idealizados que recordaban a las damas y galanes del cine y de la canción ranchera de la época como Gloria Marín, María Elena Márquez, Tito Guízar, Pedro Infante y Pedro Armendáriz, quiénes en "El rebozo", "El mes de María", "La oración de la tarde", "Orquídeas para ti", "La Despedida", entre otros, dieron vida a lugares como las huastecas potosina y tamaulipeca, los campos chicleros de Quintana Roo, las montañas de Guerrero o Michoacán y los remansos fluviales de Veracruz, Tabasco y Chiapas


La textura, colorido, realismo y disposición de los personajes de la obra de Helguera, ejercían un gran atractivo en el gusto popular. De ahí que como dice Carlos Monsiváis en El encanto de las utopías dentro del Catálogo de la Exposición Identidades mexicanas, fue "un pintor de cabecera de las multitudes, que vivió siempre un doble reconocimiento, la admiración de la mayoría y la referencia irónica de la minoría”.


Y es que la producción artística de Helguera, con sus paisajes paradisíacos, su gran capacidad fabuladora, su arte popular que nos remonta a principios de siglo, y sus escenarios tan dulcemente artificiales, fue descalificada por los amantes del arte puro con el despectivo calificativo de kitsch; lo redujeron a un simple pintor de almanaques, denominación que aceptó sin dificultades, sin afectación ninguna, consciente siempre y, sin falsa modestia, de que el grueso de la población y de sus múltiples admiradores, no sólo adquirían las reproducciones de sus obras, sino que las exigían y las disfrutaban con gusto verdadero. En una época de muy escasos afectos culturales en materia de artes plásticas, de pocos museos y de ausencia de bibliotecas, Jesús Helguera supo encarnar en su obra artística las sensaciones placenteras de “lo bonito”.


Revalorada en 1980 con una gran exposición en el Museo de Bellas Artes, inaugurada por el presidente Miguel De la Madrid, la presente obra pictórica de Jesús Helguera pertenece al patrimonio del grupo Pulsar Internacional cuyas oficinas se engalanan muy a menudo con todo o parte de sus 26 óleos originales. Con frecuencia la muestra viaja al extranjero. Gracias a esa aceptación internacional, España, Francia, Holanda, Estados Unidos, Canadá, Rusia y otros grandes países y ciudades del mundo, han sabido del estilo único de Jesús Helguera y de las tradiciones mexicanas. 


El profesor Ricardo Torres Martínez, licenciado en ciencias de la educación, es maestro universitario, promotor cultural y gerente de relaciones públicas del Grupo Pulsar Internacional, S.A. de C.V.


(Tomado de: Torres Martínez, Ricardo: Los almanaques de Jesús Helguera. México en el Tiempo. Revista de historia y conservación. Año 5 número 32, Editorial México Desconocido, S. A. de C. V. México, D. F., 1999)

lunes, 8 de diciembre de 2025

Selena Quintanilla

 


Selena Quintanilla 

"Vive rápido y muere joven", el arquetipo de una juventud exitosa y veloz que sin darse cuenta acelera su camino rumbo a la muerte se manifestó una vez más en el caso de Selena, la "Reina de la Música Tex-Mex" y una de las artistas de origen mexicano más admiradas y queridas en los Estados Unidos. 

Selena Quintanilla nació en Lake Jackson, Texas. Desde pequeña demostró tener grandes actitudes musicales. A los nueve años inició su carrera y a los doce ingresó plenamente al ambiente artístico. Al lado de sus hermanos y de su padre Abraham Quintanilla formó el grupo "Los Dinos". Gracias a sus giras por diversas ciudades de los Estados Unidos destacó como solista y conquistó al público hispanoparlante. A inicios de la década de los noventa, con el auge de la música conocida como "grupera", las canciones de Selena se difundieron por estaciones de radio de México y los Estados Unidos. Su popularidad se hizo aún mayor con la telenovela Dos mujeres y un camino transmitida en los canales de Televisa. En 1994 llegó a Hollywood y desempeñó un breve papel en la película Don Juan de Marco, protagonizada por Johnny Depp, Marlon Brando y Fay Dunaway. Por siete años consecutivos obtuvo los premios más importantes que se entregan a la música de su género. En 1994 recibió el premio Grammy al mejor álbum de su categoría Selena Live. Éste sobrepasó los niveles de venta acostumbrados y se mantuvo cerca de que fuera su disco más famoso Amor prohibido. La alegría juvenil y la innegable sensualidad de su voz y del vestuario que la caracterizaba hicieron que se la comparara con Madonna. 

Casada años antes con Chris Pérez, Selena realizaba sus giras en una atmósfera familiar y había extendido su radio de actividades al comercio, con una cadena de tiendas de ropa y accesorios que llevaban su firma y que le aseguraron una prominente situación económica. 

Su muerte conmocionó a diversos círculos: Los Abelardos, Los Gatos Negros y Campeche Show se unieron al duelo. Julio Iglesias interrumpió momentáneamente la grabación de un disco para guardar un minuto de silencio. Aun varios canales puramente anglosajones manifestaron honda pena. En varias ciudades fronterizas de México y los Estados Unidos los automóviles circularon con las luces encendidas como señal de la tristeza que embargaba sus admiradores, quienes la recordaban como una persona tierna y de amoroso trato. 

Selena fue atacada la mañana del viernes 31 de marzo de 1995 en el hotel Doral Inn, de Corpus Christi, Texas. La enfermera Yolanda Saldívar, quien fuera fundadora del Club de Admiradores de Selena y empleada en sus tiendas de ropa, le disparó varios tiros de pistola: un balazo le dio en la espalda y otro le atravesó el corazón. La cantante llegó con vida al Memorial Hospital de esa ciudad donde murió a las 14:30 hrs. a consecuencia de las heridas. Las honras fúnebres culminaron con su sepelio el lunes 3 de abril.


(Tomado de: Todo México 1996. Hechos de 1995. Resumen ilustrado de los acontecimientos más importantes registrados en México en 1995 para la actualización de la Enciclopedia de México. Kentucky, EUA, 1996)

viernes, 5 de diciembre de 2025

Entrevistando a las pirámides 3 Tula


Entrevistando a las pirámides 3 Tula 


En cambio, es menos conocida y no se ha escrito mucho acerca de la pirámide de Tula, en el Estado de Hidalgo. Pasa con esta pirámide algo así como con la sinagoga de Praga, que según la leyenda brotó de la tierra acabada y completa. La pirámide de Tula, y esto no es leyenda, sino realidad, surgió hace cuatro años. Por eso aparece ahora ante el entrevistador con todo el candor de una novicia. 

-Yo -empieza diciendo- era el santuario de la ciudad de Tula, del estado de Tollan y de la nación tolteca. Creo que esto fue, según vuestro cómputo del tiempo, desde el año 648 hasta el siglo XI. Mi construcción era magnífica, la gente me adoraba y todos los días se inmolaban unas cuantas víctimas humanas sobre mi cuerpo. Mis toltecas eran gentes buenas y muy capaces, arquitectos, mecánicos y astrónomos que ayudaban a los sacerdotes a proclamar desde mi cima las cosas venideras. Lo único malo que tenían los toltecas era que les gustaba demasiado el pulque.

Hacia el año 1000 de nuestra de vuestra era, me abandonaron y se fueron a Yucatán. Allí encontraron las huellas en sus propias dotes artísticas en medio de las construcciones de los mayas, cuando aún se discutía mi existencia.”

En seguida, la pirámide se queja de los tiempos en que vivió abandonada: 

-Nuestra ciudad solitaria pasó luego a manos de otro pueblo. Esto debió ser allá por el año 1170. Los nuevos pobladores se llamaban chichimecas, "los del país de los perros", y eran verdaderamente gente perruna, bárbaros. Lo que no se había desmoronado por sí mismo después de la marcha de los toltecas, fue destruido por éstos perros humanos, los cuales devastaron el país, de modo que no dejaron rastro de mí.

En esto se equivoca la pirámide. Había quedado rastro de ella en los códices, en las crónicas y en la tradición. Este rastro fue el que siguieron los eruditos del siglo XVI. Entre otros historiadores dedicados a estudiar la era prehispánica figuraba el príncipe indio bautizado Fernando de Alva Ixtlixóchitl, que escribió acerca de Tula, de la vida de la corte, el gobierno, el pueblo, las calles y la industria que allí tenían su centro. Y esa ciudad había de ser su perdición como hombre de ciencia. 

La República de los eruditos decidió, en efecto, en el siglo siguiente, que no existía, no había existido jamás ni podía existir semejante Tula. Por mucho que se le había buscado y por muchas antiguas ciudades que sin que nadie las buscara emergían de la tierra mexicana, había sido imposible dar con ella. Iba afianzándose cada vez más la idea de que Tula era algo así como la Ultima Tule de Virgilio o la Ciudad del Sol del utopista Campanella: un lugar legendario, pues la palabra Tula significa también "Estado del Sol". Algunos arqueólogos sostenían que Tula no era sino Teotihuacán, ciudad sagrada cuyo nombre, a pesar de su grandeza y esplendor mayestáticos, no aparece mencionado en ningún códice. Otros consideraban Tula como sinónimo de Cholula; otros, finalmente, opinaban que la ciudad de los toltecas era la actual aldea de Tule, cercana a la famosa pirámide de Mitla. 

El historiador Alva Ixtlixóchitl fue sacado del panteón de los eruditos y arrojado al ghetto de los poetas; se le acusaban de haberse dejado cegar por su amor propio nacional, que le había hecho tomar la leyenda de Tula tan al pie de la letra como los historiadores europeos la leyenda de Troya, fruto de la imaginación poética de Homero. Pero esa comparación tuvo que retirarse después que Schliemann, en sus excavaciones, sacó a la luz las ruinas de Troya. Sin embargo, los recalcitrantes siguieron negando la existencia de Tula aún después de 1885, año en que fue desenterrada, o mejor dicho, enterrada una pirámide cerca de la pequeña Villa de Tula de Allende en el Estado de Hidalgo.

El autor de este descubrimiento era, ciertamente, un hombre sospechoso y poco grato para los mexicanos. Se llamaba Desirée Charnay y había rondado por el país, antes de la intervención francesa, con misteriosos encargos de Napoleón III. Veinte años después, retornó a México para emprender excavaciones por cuenta del millonario franco-estadounidense Lorillard. Para adular al hombre que lo subvencionaba bautizó con el nombre de Lorillard una ruinas descubiertas por él en los dominios de los indios lacandones, a pesar de tratarse de un lugar ya conocido y que tenía su propio nombre: Yachtli. En sus excavaciones de Tula de Allende, que emprendió probablemente guiado por la ambición de descubrir aureos tesoros, Charnay aplicó unos métodos más propios para estropear las ruinas que para descubrirlas. Es posible que su aventura a la que se lanzó sin consultar para nada a los sabios mexicanos, sólo sirviera para afianzar a éstos en su escepticismo respecto a la existencia de la ciudad de Tula. 

Hace muy poco tiempo, en 1940, algunos arqueólogos mexicanos volvieron a agitar la teoría de que había existido una capital llamada Tula, situada en el lugar en que ahora se levanta la pequeña Villa de Tula de Allende, en el Estado de Hidalgo. En la Sociedad Mexicana de Antropología este tema provocó violentas discusiones, algunos aspectos de las cuales trascendieron a la opinión pública. Por fin, el gobierno concedió los créditos necesarios para emprender excavaciones en esta Tula a la que el entrevistador de pirámides ha venido desde la Ciudad de México por ferrocarril: hora y media de tren, según la guía.

Nuestro hombre recorre las calles y la plaza del pueblo, entra en la iglesia. Y aunque se esfuerza en hacer de sus ojos verdaderos aparatos de rayos X y saber más de lo que busca que lo que sabían los habitantes y visitantes de Tula anteriores a 1940, no logra descubrir en esta villa de dos mil habitantes más que eso: una villa de dos mil habitantes. Ni su trazado ni las piedras y figuras talladas de sus alrededores podían bastar para sospechar detrás de esta Tula, la Tula de otros tiempos. La zona arqueológica queda al margen de todos los caminos, lejos de todas las casas habitadas por los tulenses de hoy.

El entrevistador, acompañado por unos cuantos muchachos del pueblo, deja atrás la pequeña villa, sale al campo, camina primero por entre plantaciones de maguey, marcha luego sobre tierras quebradizas y polvorientas cubiertas de cactus y llega por último a un paraje en que no existe siquiera nada de esto. De pronto, inesperadamente, ve erguirse frente a él una pirámide alta y magníficamente proporcionada, un segundo antes invisible. No ve, en cambio, otra pirámide situada junto a ésta; mejor dicho, no se fija en ella, pues la toma por un cerro como otro cualquiera, cubierto de hierbajos. 

La pirámide no desenterrada estaba consagrada al sol; la otra, la que se levantaba libre y airosa a los dioses de la luna. Esta pirámide justifica por sí sola las excavaciones, basta por sí sola para fallar un pleito de eruditos que ha durado siglos enteros. Pero a la par con ella salieron a la luz toda una serie de tesoros que habrán causado el asombro del mundo, si el mundo no hubiese estado durante estos cuatro años entregado a la tarea de desenterrarse a sí mismo y de tomar precauciones para que nadie volviera a sepultarlo.

Desplegados en un ancho arco ante la pirámide, aparecen los tesoros de piedra descubiertos junto a ella. Al entrevistador, prisionero de las ideas y modos asimilados en Europa y en Estados Unidos, tiene por un momento la sospecha de si estas esculturas, por ejemplo las figuras de los bajo relieves, no serán tal vez falsificadas. Su integridad es muy sospechosa. Y lo mismo los meandros. ¡Qué claridad y nitidez, las de estos adornos escultóricos! Otro tanto acontece con las columnas, los llamados atlantes, que tienen casi 5 metros de alto. Su rostros, sus cuerpos y hasta sus vestiduras, parecen esculpidos por un escultor de hoy que se hubiera inspirado en modelos egipcios. Los indios de los monolitos ostentan sus adornos de plumas de un modo completamente distinto que los esculpidos en los bajos relieves. 

Pero el recelo se suma sin dejar rastro. ¿Falsificaciones? ¿A quién iba a ocurrírsele aquí falsificar esculturas indias, y con qué fin? Todas estas maravillas están esparcidas sobre un lejano cerro, sin que nadie se ocupe de custodiarlas. Cualquiera podría venir, cargarlas en unos camiones y llevárselas tranquilamente. ¿A quién iba a ocurrírsele falsificar todo un estadio con graderías de piedra, construir y enterrar, para luego desenterrarlas, dos enormes pirámides? 

Lo primero que hace la pirámide es llamar la atención del entrevistador hacia su friso: 

-¿Se ha fijado usted bien en los jaguares, en las mariposas, en las calaveras talladas sobre la serpiente-dragón? En mis buenos tiempos era el último grito de la moda. Hoy estos adornos ya no se llevan ni se construyen pirámides. ¿Ha visitado otras pirámides? Dígame con toda sinceridad si he encontrado alguna mejor construida que yo... Es usted muy amable... ¡Si me hubiera visto en otro tiempo. Hoy no soy más que una ruina de lo que fui. ¿Ve usted de esta cicatriz? Es la reliquia de la operación que me hizo con el pico un cirujano-curandero. Estaba empeñado en que, a fuerza de cavar, encontraría en mis entrañas una campana de oro. 

Mientras la pirámide habla con su entrevistador asoma por la plataforma la cara escueta de un indio, atento a sus palabras. ¿Habrá emergido de la Tierra al mismo tiempo que la pirámide su cantor Fernando de Alva Ixtlixóchitl, para exigir después de cuatro siglos de destierro y de condena la reparación de su honor científico agraviado?


(Tomado de Kisch, Egon Erwin. Descubrimientos en México. Volumen 1. Prólogo de Elisabeth Siefer. Edición aumentada. Colección ideas, #62. EOSA, Editorial Offset, S.A. de C.V., México, Distrito Federal, 1988)

lunes, 1 de diciembre de 2025

Ek’Chuak, Dios de los comerciantes (Dios M)

 


Ek’Chuak, Dios de los comerciantes (Dios M)


Esta deidad, cuyo nombre se traduce como Escorpión (Chuak) Negro (Ek’), era el patrono de los comerciantes, quienes le rendían culto en la noche, en medio de los caminos. Es el dios del centro del mundo, donde enciende el primer fuego, por lo que podemos relacionarlo con Xiuhtecutli (Señor del Centro) o Huehuetéotl (Dios Viejo del Fuego) de los pueblos del Centro de México.

Sus representaciones lo muestran con rasgos humanos de joven o anciano y el cuerpo pintado de negro, cola de escorpión, labios rojos y una nariz prominente. Esta última característica también se asocia con Yacatecuhtli (Señor de la Nariz), deidad del comercio en el panteón mexica. 

Conocemos pocas imágenes de este dios en el Clásico, pero en los códices del Posclásico, especialmente en el Madrid, se registraron varias de sus acciones rituales. Puede cargar en la espalda el bulto de los comerciantes y apoyarse con una lanza o un bastón, enciende el fuego primigenio en el centro del cosmos, agita una sonaja esférica porta el hacha con la que Chaak produce los rayos, se autosacrifica punzándose el pene y es atacado por otras deidades. Su nombre jeroglífico es el ojo mismo del dios y en las fechas de serie inicial este glifo aparece como patrono del segundo mes, llamado wo.


(Tomado de: Pérez Suárez, Tomás - Dioses mayas. - Los dioses mayas. Arqueología Mexicana, vol. XV, núm. 88. Noviembre/diciembre 2007. Editorial Raíces/Instituto Nacional de Antropología e Historia. México, D.F.)

jueves, 27 de noviembre de 2025

Dení Prieto Stock

 


Adela Cedillo

(Panel 1.- Testimonios de las Fuerzas de Liberación Nacional)


[...]


La historia de la historia que les voy a contar comenzó 31 de julio de 1995. Ese día, con la lectura del semanario "Proceso" descubrí de forma sorpresiva el caso de una joven de 19 años que en 1974 perdió la vida en un enfrentamiento con el ejército en San Miguel Nepantla, un pueblo bello pero casi irrelevante en la geografía nacional, de no haber sido porque cobijó el nacimiento de la hermana Juana Inés de la Cruz. A lo largo de ocho años la importancia de ese suceso en mi concepción del cambio social y las relaciones entre la ética y la política han sido invaluable. Por ello siento que tengo una especie de deuda personal con Dení Prieto Stock y la generación de revolucionarios de la que formó parte. 

A casi 30 años de la caída de las Fuerzas de Liberación Nacional, sirva esta semblanza como un pequeño homenaje a la memoria de los masacrados en Nepantla: Alfredo Zárate Mota, Mario Sánchez Acosta, Anselmo Ríos Ríos, Carmen Custodio Ponce y Dení Prieto Stock, quienes como muchísimos otros jóvenes de la época, desearon que el país en el que ahora estamos fuese más libre, democrático, igualitario y justo. 

El verdugo y la flor 

En el Archivo General de la Nación se encuentran fotografías del cadáver de Dení. En una de ellas, tomadas desde un ángulo forense típico, se puede apreciar el cuerpo inerte de una pequeña joven con los ojos y la boca entreabierta y salpicaduras de sangre en la cara, mismos que contrastan intensamente con la blancura de la piel. Pero lo más impactante es la inmensa aureola de sangre que corona una cabeza que albergó muchas de las ideas más nobles que ha concebido la humanidad. No puedo apartar esta perturbadora imagen de mi cabeza, como tampoco la de los otros cuatro caídos. A ninguno le perdonaron el tiro de gracia. Las expresiones del dolor de los rostros reflejan que la vida les fue arrancada mientras intentaban asimilar lo que ocurría. Murieron con esa incertidumbre y ahora a otros les toca valorar si su sacrificio tuvo sentido o no. En lo personal, no creo, como lo creían los sobrevivientes de las FLN, que la sangre derramada fuese el abono de una revolución. La luchas sociales tienen resultados concretos y en el caso de la guerrilla mexicana, éstos deben rastrearse entre la reforma política de 1978 y el levantamiento zapatista de 1994

Por lo pronto, creo que las personas, ajenas o no a ese proceso, tenemos la obligación de perpetuar la guerrilla, pero ahora contra el olvido. El estado mexicano en los setentas creyó que al exterminar físicamente a los disidentes había ganado la guerra. Pero la dictadura de partido y el poder desmesurado de los genocidas llegaron a su fin. Hoy por hoy, algunos de los ejecutores de la represión están prófugos de la justicia. En cambio, nosotros estamos aquí para recordar que los caídos en la lucha tienen aún algo que decirnos y no es poco lo que les debemos. 

Por ello hoy deseo evar a Dení mucho más allá de la macabra foto que exhibieron sus asesinos como trofeo ante sus amos. Porque un verdugo puede pisotear una flor, pero jamás destruirá su esencia. 

Vida familiar 

El abuelo de Deni Prieto fue un revolucionario zapatista que a lo largo de su vida se convertiría en uno de los principales promotores del anticomunismo en América Latina. Su nombre era Jorge Prieto Laurens. Originario de San Luis Potosí, participó en la rebelión Delahuertista, jefaturó un partido de corte fascista y fundó el Frente Popular Anticomunista de México

Este furibundo anticomunista, antisoviético, fascista y antisemita, al lado de la coahuilense Felisa Argüelles procreó varios hijos. El primogénito fue Carlos, quien tras concluir sus estudios en Estados Unidos, regresó a su país natal casado con una neoyorquina judía de origen ruso y filiación comunista de nombre Evelyn Stock. Este debió haber sido un castigo mayor para un hombre que había incluido a su propio sobrino, Luis Prieto (activo militante del Movimiento de Liberación Nacional), en la lista de comunistas poderosos peligrosos. 

Carlos Prieto, de oficio dramaturgo, fue convertido al comunismo por su esposa y pidió su ingreso al PCM, más estaba en la lista de los vetados por portar genes reaccionarios. Para ser consecuente con sus ideas, no tuvo más opción que militar en el partido de los "poquitos", el POCM, en el que estuvo hasta su disolución. 

La familia Prieto Stock tuvo dos hijas a las que bautizaron con nombres indígenas: Ayari y Dení, que significa 'flor" en otomí; ella nació un 8 de septiembre de 1955 en la ciudad de México. Las niñas viajaban mucho a Estados Unidos para visitar a su familia neoyorquina, formándose así en un ambiente bilingüe y multicultural. Además, con el objeto de "no alejarlas de la vida mexicana auténtica", a decir del padre, cursaron la primaria y la secundaria en la escuela públicas de la colonia Roma. En resumidas cuentas, Dení tuvo una formación atípica en el seno de una familia clasemediera, atea, de corte intelectual, ética liberal, e ideología de izquierda. 

Dení heredó el amor al teatro de su padre y desde pequeña montó obras. A los 12 años, obsesionada con sus raíces eslavas y anglosajonas, más que con las francesas, leía a escritores rusos, británicos y estadounidenses. Por supuesto, no descartaba a los autores mexicanos. Sor Juana Inés de la Cruz era una de sus poetas favoritas. A sus 14 años, Dení tenía la osadía de calificar a los estructuralistas franceses de "inteligentes pero confundidos". Era, sin lugar a dudas, una excelente estudiante, aunque la academia no era su prioridad. Extrañamente tampoco se inclinó por la actuación, pese a su belleza física. Además, era una chica que disfrutaba más de la música de protesta que del rock de moda. Desde luego, no era una "asceta" y prueba de ello es que tuvo muchos novios. Sin embargo, todas sus preocupaciones las canalizó rápidamente hacia las cuestiones sociales. Su hermana mayor, Ayari, estudiaba en la preparatoria 6, la cual aportó su cuota de muertos en el movimiento estudiantil del '68. Esto contribuyó a que los padres, preocupados por la seguridad de la hija menor, metieran a Dení al Colegio Madrid, en contra de su voluntad. 

Dení, que convivía con los hijos de otros intelectuales de izquierda del barrio de Coyoacán pero que jamás había militado en las Juventudes Comunistas ni en ninguna otra organización, comenzó prontamente a realizar trabajo social entre comunidades campesinas del Estado de México y Tlaxcala. Su brigada impartía clases, ayudaba a la construcción de obras públicas en comunidades e instruía a la gente en la crianza de conejos y el cultivo de soya. Por estas actividades, las brigadistas fueron a dar a la cárcel en Toluca. Dení obligó a su padre a pagar las mordidas y las fianzas de todos sus compañeros para obtener su liberación.

Paso a la clandestinidad 

De repente, en un momento incierto del año 1973, Dení fue reclutada por las Fuerzas de Liberación Nacional por Julieta Glockner, responsable de la red urbana del Distrito Federal. En un principio Dení debió pertenecer a las células de Estudiantes y Obreros en Lucha (EYOL), realizando tareas sencillas, como recolección de medicamentos, ropa, víveres, etc. Más tarde, la caída de Salvador Allende, entre otras cosas, reafirmó su opción por la lucha desde la clandestinidad. El tío de Dení, Luis Prieto, la vio por última vez en una manifestación de protesta por los sucesos de Chile, en septiembre de 1973. Ella le dijo que la oligarquía no dejaría el poder más que a balazos. Al siguiente mes, sobreponiéndose a su aversión por la sangre y el fuego, Dení se fue de su casa para irse a vivir al cuartel general de las FLN en Nepantla, Estado de México

La versión familiar de su ausencia señalaba que Dení haría estudios de enfermería a los Estados Unidos, pero tanto los padres como su hermana sabían que se integraría a la lucha como profesional de tiempo completo y le dieron todo su apoyo moral y económico, en la medida de sus posibilidades. Es pertinente traer a colación que las FLN eran la única organización político-militar que se autofinanciaba con las contribuciones mensuales de sus integrantes, por lo que no realizaba asaltos ni secuestros. 

De este modo, a una edad en que los jóvenes preparatorianos deben escoger una carrera universitaria, Dení eligió el oficio de revolucionaria. Como explica en su carta de despedida a sus padres, no era una decisión espontánea producto de un exceso de romanticismo revolucionario, aventurismo suicida o desesperación extrema. Ella perteneció a la casta que no podía vivir con el peso de las masacres, la impunidad, el autoritarismo, y la injusticia social sobre sus espaldas. Cumplió así con un imperativo moral fijado por las circunstancias, por lo que entre las personas que la conocieron, su vida se convirtió en un extraordinario y admirable ejemplo de congruencia, valor y dignidad. En un error de apreciación están los que opinan que fue utilizada como carne de cañón por los líderes extraviados de una organización delirante. Ella nunca dejó de saber lo que estaba haciendo, hasta el último minuto de breve pero intensa existencia. 

En el cuartel de Nepantla Dení convivió con 2 mujeres, Carmen Custodio y Gloria Benavides y 4 hombres, Raúl Morales, Alfredo Zárate, Mario Sánchez y Anselmo Ríos. A decir de Gloria, el machismo feroz de los hombres las llevó a hacer un frente común para lograr la equidad de género, lo cual obtuvieron en un lapso muy corto. También en tiempo récord se dieron los enamoramientos. Era inevitable en virtud de la estructura militar de la que formaban parte, en la que estaba terminantemente prohibido establecer contactos con el exterior, leer periódicos, escuchar las noticias. Era una especie de reality show pero clandestino y con fines revolucionarios. 

Los muchachos, que en su mayoría no habían usado sus manos más que para abrir libros y mover la pluma, aprendieron de forma autodidacta cómo manejar armas, curtir pieles, criar ganado, moler trigo, etc. El resto del tiempo no tenían qué hacer más que verse las caras y escucharse. En esas condiciones Dení se enamoró del regiomontano Raúl Sergio Morales Villarreal, quien fuera uno de los fundadores de las FLN en el lejano 1969. Él era 10 años mayor que ella y había estudiado economía. Anteriormen, Raúl había estado casado con la también regiomontana Elisa iIinia Sáenz Garza, quien se convertiría en un mito en las comunidades indígenas de las cañadas de Chiapas, al ser la primera mujer zapatista detenida-desaparecida como consecuencia de un enfrentamiento de las FLN con el ejército en marzo de 1974. 

A finales de noviembre de 1973, Dení y Raúl, quienes se conocían simplemente como María Luisa y Martín, contrajeron matrimonio por las leyes revolucionarias de las FLN, con la autorización del responsable Alfredo Zárate, alias Salvador o Santiago, que hacía tiempo también se había desposado con Carmen (a) Sol en la clandestinidad. Poco más tarde, Gloria (a) Ana y Mario Sánchez (a) Manolo hicieron lo propio. Anselmo (a) Gabriel, no tuvo más remedio que construir un cuarto apartado del de las nuevas parejas. 

Esta vida de ermitaños no estaba diseñada para durar mucho tiempo. Los altos mandos de la organización habían programado el traslado de algunos cuadros a otras casas de seguridad urbanas o incluso al Núcleo Huerrillero Emiliano Zapata, ubicada en el rancho El Chilar, anexo a la finca El Diamante, Chiapas. Sin embargo, una serie de crasos errores en el sistema de seguridad de la organización produjo la caída de las principales casas de seguridad de las FLN. La casa habitada por Napoleón Glockner y Nora Rivera en Monterrey fue descubierta y sus ocupantes fueron torturados salvajemente durante toda la noche del 13 de febrero para que señalaran la ubicación de otras casas de seguridad. Durante el amanecer del día 14, elementos de la Policía Judicial, auxiliados con miembros de la Policía Militar, arribaron a Nepantla. Guiados por Nora Rivera (Glockner, despedazado por la tortura, permanecía en el interior de un coche), judiciales y militares llegaron a la casa por ella señalada, en el circuito Sor Juana Inés de la Cruz. Después de intimidar y apresar a los habitantes y destruir o robar lo que encontraron a su paso, cayeron en la cuenta de que Nora los había engañado. En efecto, la joven maestra había arriesgado su vida para alertar a sus compañeros de la presencia del ejército y así darles tiempo de escapar. Todos los del pueblo se enteraron de que unos "ladrones" habían llegado, según unas versiones, o bien, que la policía estaba buscando "narcotraficantes". Todos, excepto los muchachos que vivían en Jacarandas No. 13. No obstante, sería hasta las 21:00 que el primer Batallón de la Policía Militar, comandado por el Capitán Mayor de Infantería Jesús Germán Porras Martínez y proveniente del Campo Militar No. 1, iniciaría el ataque.  Es probable que en el transcurso del día la policía obligara a Nora y a Napoleón a señalar la verdadera ubicación de la casa y una vez que los militares estuvieron seguros del dato, apostaron sus fuerzas alrededor de la granja de Jacarandas 13 y bloquearon todas las entradas y salidas del pueblo. Una luz de bengala fue la señal que dio el ejército para comenzar una ofensiva totalmente injustificada desde el punto de vista jurídico, ya no digamos moral. Los soldados comenzaron el ataque con granadas y morteros, a la par que obligaban a Nora y a Napoleón a gritarles a sus compañeros que se rindieran. Ante este ambiguo mensaje, los combatientes no tuvieron más opción que responder al ataque. "Vengan por nosotros", fue la lacónica respuesta de Salvador, el súbito jefe de la operación defensiva. El ejército comenzó a arrojar gases lacrimógenos para obligar a los ocupantes a salir. Éstos intentaron huir por la parte trasera de la casa, pero fueron rápidamente interceptados y cuatro de ellos perdieron la vida. Entre ellos Dení, quien trágicamente había extraviado sus lentes con las primeras explosiones. Gloria Benavides estaba a su lado y la llamó para que la siguiera, pero ya no obtuvo respuesta. Los tres sobrevivientes cruzaron la barda hacia la casa de al lado, pero un soldado ya la había penetrado y se dio otro tiroteo. Manolo fue visto y ejecutado con un tiro en la frente. Por su parte, Gloria y Raúl fueron detenidos mientras intentaban evadir el cerco. Por la desigualdad de condiciones (7 contra 100, pistolas de bajo calibre contra armas de alto poder, explosivos, etc.), los guerrilleros no produjeron ninguna baja al ejército. 

Los cuerpos de los masacrados fueron fotografiados, subidos a unas camionetas y llevados a la ciudad de México, donde fueron enterrados en una fosa común del panteón Dolores. Siete años más tarde, los restos de Dení fueron rescatados por su tío Luis, se cremaron y se depositaron en la urna de una iglesia en la avenida Cerro del Agua. En esa urna también quedó sepultada para siempre la posibilidad de saber si la osamenta rescatada fue verdaderamente la de Dení. 

No tengo más que agregar que cada generación es responsable de construir el mundo que necesita y desea. En ese sentido, los jóvenes revolucionarios de los setenta cumplieron con su obligación. Su inmolación en el altar de la utopía no pasó inadvertida por la historia. Sólo por eso, hoy podemos estar aquí, rindiéndole un homenaje a la generación de la dignidad. 


(Tomado de: Aguilar Terrés, María de la Luz (compiladora) - Guerrilleras. Antología de testimonios y textos sobre la participación de las mujeres en los movimientos armados socialistas en México, segunda mitad del siglo XX. Ciudad de México, 2014).

lunes, 24 de noviembre de 2025

Cascada del Chiflón, Coahuila

 


Cascada del Chiflón, Coahuila 


Descripción del lugar.- Para el paseante o turista, visitar El Chiflón en el estado de Coahuila, es encontrar una gama de actividades para todos los gustos, como por ejemplo buscar petroglifos y pinturas rupestres, escuchar historias de la hacienda, tomar fotografías, nadar, caminar, subir las lomas, llegar a lo alto de la cascada, explorar cuevas y hasta emprender una larga caminata hasta Saltillo por todo el lecho del río.

El Chiflón es conocido casi exclusivamente por lugareños y los saltillenses, pues es un lugar obligado para los paseos dominicales y los calurosos días de descanso. 

Cómo llegar.- El acceso al lugar es fácil. De Saltillo hay que tomar la carretera libre núm. 40 en dirección a Torreón (no la de cuota, porque no hay salida para este sitio). Y a 38 km se encuentra una hacienda casi en ruinas, pero todavía habitada por una familia, donde hay que dejar el vehículo. A partir de ahí se entra al mundo de la aventura, que lo llevará a refrescarse en las pozas o albercas de color turquesa, que forman la cascada con sus dos caídas. 

Servicios existentes.- Ahí no existen de ninguna especie, salvo venta de refrescos en la hacienda. Alimentos, gasolinería y hospedaje los puede encontrar en la ciudad de Saltillo. 

Equipo necesario.- Para aquellos que gusten de la aventura, caminando y subiendo lomas, es recomendable que vayan equipados con buenas botas o tenis de tracción, porque las laderas son muy resbaladizas, ropa cómoda, un rompevientos, traje de baño, agua y alimentos. 

Duración de la excursión.- Este recorrido se puede realizar en uno o dos días.


(Tomado de: Guía México Desconocido, edición especial, Guía número 22, lugares para excursionar. Editorial Jilguero, S.A. de C.V., México, Distrito Federal, 1995)

Enlace:

https://youtu.be/diki-wYQl9g?si=JIOY5_5UkFHR3RBV

jueves, 20 de noviembre de 2025

Sitio y rendición de Puebla, 1863

 


Sitio y rendición de Puebla, 1863


Fue un período extraño, después del apogeo de 1865. Nuestra victoria llegó demasiado tarde para servir de algo. El Norte había derrotado al Sur y ahora Norte y Sur se reconciliaban contra Francia y su emperador Maximiliano. Tuve tiempo de pensar en varios enigmas. Hay fuerzas y realidades más profundas que los regímenes. Son los pueblos los que hacen la fuerza y la debilidad de los regímenes. Pensamos que el pueblo mexicano era débil cuando la debilidad era la de su régimen. Al atacarla hicimos fuerte a esa República y de Juárez un héroe nacional que admiramos; como admiré a los generales Mejía y Ortega en Puebla. Los hombres de mi generación vieron el drama de 1870 y no podemos dejar de lamentar que el Mariscal Bazaine no haya imitado la noble actitud del general Ortega. ¿Por qué no copió la carta de Ortega a Forey? Me la aprendí de memoria. Ese general mexicano nos dio una lección que no entendimos sino hasta después de Sedán y Metz: cómo asumir la derrota, después de haber hecho todo su deber, intentando lograr la victoria. No, no supo encontrar las palabras, entregó las banderas…


“Orden general del cuerpo del Ejército de Oriente del día 17 de mayo de 1863, a la 1 de la mañana.

No pudiendo seguir defendiéndose la guarnición de esta plaza, por la falta absoluta de víveres y por haber concluido las existencias de municiones que tenía, al extremo de no poder sostener hoy los ataques que probablemente hará el enemigo a las primeras luces del día, según las posiciones y puntos que ocupa, y conocimiento que tiene de la situación en que se halla esta plaza; oído además por el señor general en jefe el parecer de muchos de los señores generales que forman parte de este ejército, cuya opinión va de absoluta conformidad con el contenido de esta orden, dispone el mismo señor general en jefe: que para salvar el honor y el decoro del cuerpo del ejército de Oriente y de las armas de la República, de las cuatro a las cinco de la mañana de hoy, se rompa el armamento que ha servido a las divisiones durante la heroica defensa que han hecho de esta plaza, y cuyo sacrificio exige la Patria de sus buenos hijos, para que dicho armamento no pueda, bajo ningún concepto, utilizarlo el ejército invasor. A la misma hora el señor comandante general de artillería, dispondrá que se rompan todas las piezas con que esté armada esta plaza. A la hora ya citada, esto es, de las cuatro a las cinco de la mañana, los señores generales que mandan divisiones, a cuyo celo y patriotismo queda encomendado el cumplimiento de esta orden, así como los que mandan brigadas, disolverán a todo el ejército manifestando a los soldados que con tanto valor, abnegación y sufrimiento defendieron la ciudad, que esta medida, que se toma porque así lo marcan las leyes de la guerra y de la necesidad, no los excluye de seguir prestando sus servicios al suelo en que nacieron y que por lo mismo, el citado señor general en jefe se promete que cuanto antes se presentaran al supremo gobierno, para que en torno suyo sigan defendiendo el honor de la bandera mexicana, a cuyo efecto se les deja en absoluta libertad y no se les entrega en manos del enemigo. 

Los señores generales, jefes, oficiales y tropa de que se compone este ejército, deben estar orgullosos de la defensa que han hecho de esta plaza, y si ella va a ser ocupada, es debido no al poder de las armas francesas, sino a la falta de víveres y municiones, como lo demuestra el hecho de que, hasta esta hora, toda ella con su respectivos fuertes se haya en poder del ejército de Oriente, a excepción del fuerte de San Javier y unas cuantas manzanas de las orillas de la ciudad. 

A las cinco y media de la mañana se tocará parlamento y se izara una bandera blanca en cada uno de los fuertes y en cada una de las manzanas y calles que dan frente a las manzanas y calles que ocupa el ejército sitiador. 

A la misma hora estarán presente los generales, jefes y oficiales del ejército sitiado, en el atrio de catedral y palacio de gobierno, para rendirse prisioneros: en el concepto, que respecto de este punto, el general en jefe no pediría garantías de ninguna clase para los prisioneros; y por lo mismo, los generales, jefes y oficiales ya citados quedan en absoluta libertad para elegir lo que crean más conveniente a su propio honor de militares y a los deberes que han contraído para con la Nación. Los caudales que existen en la comisaría, se repartirán proporcionalmente entre la clase de tropa. 

De orden del señor general en jefe -el cuartelmaestre general- Mendoza.”


Después que tomaron razón de esa orden los generales que mandaban divisiones y el comandante general de artillería, escribió el general G. Ortega una comunicación al general Forey, de la que transcribió copia al Ministerio de la guerra. Decía así: 


"Señor general: no siéndome ya posible seguir defendiendo esta plaza por falta de municiones y víveres, he disuelto el ejército que estaba a mis órdenes y roto su armamento, inclusive la artillería.

Queda, pues, la plaza a las órdenes de V. E. y puede mandarla a ocupar, tomando, si lo estima por conveniente, las medidas que dicta la prudencia, para evitar los males que traería consigo una ocupación violenta cuando ya no hay motivo para ello.

El cuadro de generales, jefes y oficiales de que se compone este ejército, se halla en el palacio de gobierno y los individuos que lo forman se entregan como prisioneros de guerra. No puedo, señor general, seguir defendiéndome por más tiempo. Si pudiera, no dude V. E. que lo haría. Acepte V. E...."

Los pueblos hacen los regímenes, la paz y la guerra, la fuerza y la debilidad, la enfermedad y la salud de los regímenes. Creció la República Mexicana, murió el Imperio, en México y en Francia. Juárez no se rindió nunca, ni cuando todo parecía perdido, como todo estaba perdido. Admirable tenacidad digna de Guillermo el Taciturno.


(Tomado de Meyer, JeanYo, el francésCrónicas de la Intervención francesa en México, 1862-1867, Maxi Tusquets Editores S.A. de C.V., México, Distrito Federal2009)

lunes, 17 de noviembre de 2025

Caudillos de la nueva oposición: II Carlos Medina Plascencia

 

Los caudillos de la nueva oposición 


Sección Señoras y Señores



Por Pedro Baca y María Julia Guerra 


II: Carlos Medina Plascencia 


Después del truculento desenlace de las elecciones de Guanajuato, sólo los priístas quedaron más disgustados que los panistas. En cambio, nadie sabe qué pensó exactamente el alcalde panista de León, Carlos Medina Plascencia, cuando le anunciaron que al fin iban a entregarle el cargo por el cual se había negado a competir un año antes, el de gobernador de Guanajuato. 

Educado en colegios de jesuitas y graduado como ingeniero químico administrador en el tecnológico de Monterrey (1980), el leonés Medina, de 36 años de edad, casi tan alto como Fox y padre de tres niños, era antes de 1988 más conocido por su afición a las carreras de automóviles ("Novato del año 1987" de Fórmula K) y por la velocidad con que había hecho florecer su grupo empresarial familiar, dedicado a la exportación de insumos para la Industria del calzado y con ventas anuales por encima de los 4 millones de dólares. 

Medina dice que se inició en la política más por coraje que por ideología, al contemplar impotente, en 1980, 81, 82, cómo el descabellado régimen de José López Portillo jalaba al país hacia el abismo. Primero, afirma, dedicó tres años a la extenuante tarea de estudiar los postulados del PRI, el PDM y el PAN. En 1985, cuando ya veía todo cuadrado, se decidió por el PAN: ingresó, metió turbo y un año más tarde era, ya, regidor del ayuntamiento de León. 

Mano de hierro: en 1988, manejando las finanzas del PAN, fue uno de los estrategos anónimos del decisivo triunfo de su partido en la región de León (3 diputaciones federales de mayoría). Meses después cosechó su recompensa, la alcaldía de León, con ventaja de 3 a 1 sobre el candidato del PRI. Igual que Fox, también Medina sacó valioso rédito político de la visible inquina con que el gobierno estatal trató al ayuntamiento leonés. Asediado por la falta de recursos, las zancadillas burocráticas y las orquestadas embestidas de líderes de paracaidistas y sindicatos de la CTM, el alcalde tuvo que crecerse en el cargo. Sus críticos dicen que recurrió sin piedad al "mayoriteo" aplastando todo síntoma de disidencia; pero admiten que imprimió a la administración municipal cierto dinamismo empresarial: el primer año, los ingresos presupuestados (36,000 millones de pesos) fueron rebasados en 44%; y los egresos fueron más de 6,000 millones menores a lo previsto. 

A ojos del público, el alcalde Medina se convirtió en candidato natural a la gubernatura; pero el hombre se negó a competir por la postulación contra otros panistas y prefirió, en cambio, apadrinar la candidatura de Vicente Fox. Al fin, como se sabe, tuvieron que intervenir las más altas instancias nacionales, para plantearle una de esas proposiciones que, como decía don Corleone, no se pueden rehusar.


Tomado de: Baca, Pedro, y Guerra, María Julia: Los caudillos de la nueva oposición. II Carlos Medina Plascencia. Contenido, noviembre de 1991, número 341. Editorial Contenido, S. A. de C. V., México, Distrito Federal, 1991)

miércoles, 12 de noviembre de 2025

El gobierno de Victoriano Huerta 1



 El gobierno de Victoriano Huerta


Breve historia de la revolución mexicana 

** La etapa constitucionalista y la lucha de facciones 


Jesús Silva Herzog


Capítulo 1 


Los habitantes de la capital de la República habían sufrido privaciones sin cuento durante la decena trágica. Los combates en algunas partes del centro de la metrópoli habían tenido aterrorizados a los capitalinos. Decenas de ciudadanos pacíficos, víctimas de su curiosidad o de su mala suerte habían muerto o habían sido heridos por las balas perdidas de los contendientes. No pocas casas fueron averiadas por los cañones de la ciudadela Ciudadela o por los de los que defendían al Gobierno legítimo de don Francisco I. Madero. En consecuencia es explicable el desbordamiento de júbilo de la gente al saber que la lucha había terminado. ¿Qué importaba que el Presidente, el Vicepresidente y sus ministros estuvieran presos por órdenes de Victoriano Huerta? Lo único que importaba era volver a la normalidad después de la tremenda pesadilla de diez días. Además, es necesario reconocer que precisamente en la Ciudad de México fue donde Madero siempre tuvo mayor número de enemigos y lógicamente menos partidarios; fue siempre el foco del porfirismo y donde más lució la gallarda figura del viejo autócrata. La ciudad de México a través de nuestra historia nunca se ha distinguido por su espíritu revolucionario. 

Se refiere que al trasladarse los nuevos ministros designados en el pacto de la Embajada, de la Secretaría de Gobernación al Palacio Nacional, la muchedumbre que llenaba las calles los aplaudió alborozada en todo el trayecto. Muchos de ellos, hay que reconocerlo, gozaban entonces de buen nombre y prestigio intelectual. Se refieren también que algunos como Francisco León de la barra y Jorge Vera Estañol rehusaron aceptar al notificárseles su nombramiento; pero a la postre tuvieron que aceptar ante la presión de Huerta y del embajador norteamericano. A este propósito Vera Estañol, en su libro La Revolución Mexicana. Orígenes y resultados escribe:

“La designación de Huerta para la Presidencia provisional no fue del agrado general, y de semejante displicencia y aún repugnancia participó la mayoría de los llamados a formar su Ministerio.

"En la segunda conferencia, a que Vera Estañol fue convocado para instarle a que entrara al nuevo Gabinete, se le informó que el embajador de los Estados Unidos había hecho saber que, de no arreglarse inmediatamente la situación de inconformidad con que el pacto de la Embajada, los Estados Unidos estaban dispuestos a desembarcar los marinos de sus barcos de guerra anclados en puertos mexicanos o en su vecindad.”

El mismo autor, que debió haber conocido bien a Victoriano Huerta por haber sido durante varios meses su ministro de Instrucción Pública, emite en la obra citada sobre su jefe accidental el juicio siguiente: 

"De sesenta y un años de edad, físicamente recio e inmune al trabajo, excesos y vigilia; despejado de inteligencia en los periodos normales, malicioso y suspicaz; militar por meollo y educación; sostenido y tenaz en sus determinaciones también durante los periodos normales y hombre de acción; pero egoísta, inmensurablemente ambicioso, renuente a la noción del deber, ignorante o desdeñoso de toda energía individual o social libre, maquiavélico, falaz hasta la decepción de sí mismo, brutal, arbitrario, disoluto y por remate alcohólico empedernido con las consiguientes intermitencias de abulia y ofuscación. Huerta bajo la acción aumentativa del poder, es dentro del Gobierno el elemento disolvente por excelencia.”

Y este hombre anormal, traidor por naturaleza, ebrio consuetudinario y malvado, se había adueñado de la primera magistratura de la nación.

En el Palacio Nacional, el día 19 de febrero, se celebró el ascenso al poder de Victoriano Huerta, con asistencia del cuerpo diplomático acreditado en México. El siniestro embajador norteamericano Henry Lane Wilson pronunció un optimista discurso, asegurando que la paz se restablecería en el país gracias a la habilidad y a la energía del nuevo mandatario. Inmediatamente después Huerta notificó por la vía telegráfica a los gobernadores de los Estados su nombramiento. Entre ellos cabe citar a revolucionarios distinguidos como Rafael Cepeda, de San Luis Potosí; Miguel Silva, de Michoacán y Manuel Mestre Ghigliazza, de Tabasco. Todos, incluyendo a los expresamente mencionados, aceptaron de hecho en aquellos momentos -18 y 19 de febrero- la usurpación, excepto don Venustiano Carranza, gobernador del Estado de Coahuila. Semanas después fue secundado por el Gobierno de Sonora.

El día 22, ya lo sabe el lector, fueron cobardemente asesinados don Francisco I. Madero y don José María Pino Suárez. La noticia del crimen causó impresión escalofriante en todo el país y en el extranjero. En la Ciudad de México y en buen número de grandes ciudades se celebró en los casinos aristocráticos y en numerosas casas de gente acaudalada la muerte de los dos mártires; se celebró brindando con champaña y augurando un porvenir brillante para la República. La alta burguesía estaba de plácemes; pero el pueblo, la gente humilde y buena parte de la clase media condenaron el magnicidio con justificada indignación. Los grandes periódicos se pusieron desde luego al servicio de Huerta. 

Manuel Márquez Sterling en Los últimos días del presidente Madero dice lo que copiamos a continuación: 

“...el espía sustituye al soldado. Y los periodistas, ayer libres, hoy esclavos, solicitan de mi buena fe datos que publicar del revés, con la malicia del terror y el encanto inefable de servir al nuevo amo…

"Caído el Gobierno del mártir, los viejos actores, cesantes y dispersos buscan inútilmente su lugar en la escena que ya no les pertenece; y los impulsa el recuerdo abultado y triste de antigua y borrosa gloria. Se entregan a brazos del audaz que promete los mismos placeres de pasada época y no ven el incendio que corre furioso por las cortinas que disfrazan su miseria. El cuartelazo ha sido absurda conjura de gente rica, de industriales omnipotentes, de banqueros acaudalados y de comerciantes favoritos que ansían su "fetiche" y labran, sin saberlo, su ruina. Para ellos asesinar a Madero no fue, ni con mucho, un delito. Y con mirada hosca reprochan, desde luego, a quienes intentaron salvar aquella existencia que imaginaban lesiva a sus intereses de cortesanos…”

Bien pronto se vio que al Gobierno de Huerta lo apoyaban los banqueros, los grandes industriales, los grandes comerciantes, el Clero, sobre todo el alto Clero, y por supuesto el ejército federal. Del otro lado, en contra del usurpador, estaba el pueblo: campesinos, obreros, mineros, pequeños agricultores e intelectuales de la clase media. Mención especial merece la actitud asumida en la ciudad de México por los trabajadores de la Casa del Obrero Mundial, pues sin vacilación se pronunciaron contra el Gobierno huertista, sosteniendo con decisión y valor sus anhelos de transformación social. 

El 1° de mayo de 1913 celebraron por primera vez en el país el Día del Trabajo en un teatro de la capital. Entre otros oradores habló el diputado Isidro Fabela, pronunciando un discurso a favor del proletariado de las ciudades y de los campos, con ataques vigorosos a la minoría privilegiada y censurando implícitamente al Gobierno. Al día siguiente, al saber que se trataba de aprehenderlo, Favela pudo escapar de México para unirse a la Revolución.

Semanas más tarde de la celebración del Día del Trabajo, la Casa del Obrero Mundial organizó el 25 de mayo un gran mitin, el cual se efectuó en el monumento a Benito Juárez. Hablaron Serapio Rendón, Jesús Urueta, José Colado, Rafael Pérez Taylor, Eloy Armenta, el poeta José Santos Chocano y Antonio Díaz Soto y Gama. Se refiere que este último dijo, poco más o menos, que "los trabajadores formaban ya encadenamientos prepotentes que ninguna fuerza, ni divina ni humana, era capaz de hacer pedazos, a despecho de todos los traidores y a despecho de todos los cuartelazos; que el pueblo mexicano era revolucionario por idiosincrasia y que por tal razón echaría por tierra, viniendo del norte o del sur, al gobierno espurio y vil de Victoriano Huerta,6 que se había entronizado en México para mengua y vergüenza de nuestra historia…”

Asombra y provoca nuestra admiración la valentía de aquellos ciudadanos que se jugaban la vida al atacar sin eufemismos al régimen huertista. Los miembros de la Casa del Obrero Mundial, no obstante los peligros que les acechaban, continuaron en su actitud oposicionista y en terca defensa de sus ideales.


(Tomado de: Silva Herzog, Jesús - Breve historia de la revolución mexicana ** La etapa constitucionalista y la lucha de facciones. Colección Popular #17, Fondo de Cultura Económica; México, D.F., 1986).