lunes, 9 de septiembre de 2019

El comercio de Nuevo México, antes de 1821


Antecedentes del comercio de Santa Fe

[...]
Como las leyes coloniales prohibían todo comercio con el extranjero, el comercio entre Luisiana y Nuevo México que existía desde finales del siglo XVII se hacía a través de los pieles rojas. El derecho de asiento concedido a los ingleses empezó en 1713 con el tratado de Utrecht, y fue entonces cuando los franceses de la Luisiana establecieron el fuerte de Natchitoches, en el Misisipí. Un par de años después, en 1717, Louis Juchereau de St. Denis, que trataba de establecer comercio directo entre Luisiana y Nuevo México, fue apresado en territorio de Nuevo México y enviado a la capital. Sus guías, los pieles rojas, pudieron seguir acudiendo a las ferias anuales de Santa Fe y Taos, a las que llamaban cambalaches, y donde llevaban pieles de cíbola y tasajo para cambiar por cuchillos, pucheros, ollas de cobre.
Cuando en 1803 Luisiana pasó a manos de los Estados Unidos, los mercaderes franceses y los angloamericanos intercambiaron información, lo que habría de despertar el interés de la frontera norteamericana por un probable comercio con Santa Fe cuando esas notas fueron suficientemente conocidas.
A principios del siglo XIX Zabulon Montgomery Pike, en su estudio de las provincias fronterizas de la Nueva España, nombró a William Morrison, de Kaskasia, Illinois, como el primer norteamericano que organizó una aventura comercial hacia Nuevo México, doce años después de la apertura del Camino Real. Morrison había enviado a Batista Lalande a comerciar a Santa Fe, pero éste se quedó a vivir ahí, guardándose el producto de la mercancía. Pike, enviado a reconocer el territorio cercano a Nuevo México, pasó por Kaskasia, y Morrison le pidió que presentara una demanda contra Batista Lalande. La lectura del diario de Pike resulta de interés. Pike se valió de la demanda como pretexto para enviar a uno de sus acompañantes, el doctor Robinson, a explorar el territorio cercano a Santa Fe, en un intento por estudiar las perspectivas de comercio, fuerzas militares y conocimiento del país en general.
Pike relata el establecimiento de dos ciudadanos norteamericanos en Santa Fe: Lalande y un tal James Parsley, llegados en 1802. El permiso de residencia de ambos tal vez lo obtuvo don Pedro Bautista Pino, delegado de Nuevo México a las cortes de Cádiz, quien había recomendado al virrey la apertura de Santa Fe con el propósito de equilibrar su balanza comercial, puesto que el gobierno de Nuevo México tenía un déficit anual de 52 mil pesos debido a que sus importaciones ascendían a 112 mil pesos al año mientras que sus exportaciones sólo llegaban a 60 mil.
El teniente Zabulon Montgomery Pike había sido enviado por el gobierno estadounidense a reconocer y explorar el territorio desde San Luis Misuri hasta las fuentes del Misisipí, y de ahí a la Luisiana. Resulta curioso que en el momento de ser arrestado haya consignado en su diario que había tenido intención de penetrar en territorio español: “Nuestra mira era la de conseguir el conocimiento del país en cuanto a prospectos para el comercio, su fuerza, etcétera”.
Cleve Hallenbeck, en su Land of Conquistors, opina que los historiadores contemporáneos concuerdan en que Pike debe haber tenido instrucciones que nunca se hicieron públicas. No hay duda de que el viaje había sido organizado con algo de misterio; el mismo Pike se quejó de que muchos de sus compatriotas lo acusaban de haber sido parte de un siniestro proyecto organizado por el general Wilkinson. Años más tarde Josiah Gregg, en su importante estudio del comercio de Santa Fe, relató cómo muchos de sus contemporáneos creían que la expedición de Pike había tenido relación con el famoso proyecto de Aaron Burr, vicepresidente de los Estados Unidos, quien fue acusado de querer formar un imperio posiblemente con la Luisiana, Texas y México. Aunque su actuación es aún fuente de controversia, sabemos que dijo a Andrew Jackson que planeaba invadir la Nueva España. Sea como fuere, Hallenbeck insiste en que la reiterada aseveración de Pike de que no sabía que se encontraba en el Río Bravo era falsa, ya que para entonces había mapas españoles en los Estados Unidos y el general Wilkinson seguramente poseía alguno.
Esa fue la época en que la nación norteamericana discutía con España la extensión del recién adquirido territorio de la Luisiana. [...]
En ese marco histórico de desarrolló la expedición del teniente Zabulon Pike. Según Beck, en su Historia de Nuevo México, el más reciente estudio de la conspiración de Aaron Burr prueba que “la entrada del teniente Pike en Nuevo México fue un efecto secundario de la conspiración, y constituyó un probable intento de preparar el camino para un atentado filibustero”. Beck llama a Pike “cómplice involuntario del traidor general Wilkinson”, quien por haber perdido la confianza de Burr estaba listo para delatarlo. Considera que el doctor Robinson, acompañante de Pike, era probablemente un agente de Wilkinson que revelaría a los españoles los proyectos de Burr relativos a la posibilidad de invadir el norte de la Nueva España. En cuanto al pretexto de cobrar la deuda que Lalande, el comerciante prófugo, tenía con Morrison, fue un invento para proteger a Pike en caso de que la proyectada guerra con España comenzara durante su largo viaje. Pike construyó un fuerte en el Río Bravo, hacho que Beck interpreta como la creación de una excusa para poder reclamar ese territorio en caso de guerra con España. El análisis de la expedición de Pike lo lleva a afirmar que los papeles en poder de Pike convencieron a los españoles de que su finalidad era reclamar todo el territorio bañado por los tributarios del Misisipí, y controlar las tribus indígenas del área. [...]
En cuanto al proyectado reconocimiento de las provincias fronterizas de la Nueva España, Pike parece haberlo llevado a cabo extensamente, aunque no con profundidad. Además de escribir con detalle lo observado en el trayecto de Santa Fe a Chihuahua, Pike incluyó un extenso apéndice en el que proporcionaba infinidad de datos geográficos, políticos y económicos acerca de las provincias de la Nueva Vizcaya, Sonora, Sinaloa, Coahuila, Durango y hasta Guanajuato. Su relato es digno de leerse por ser el primero de una lista de relatos-diarios de norteamericanos que viajaron a Nuevo México y a otras provincias fronterizas en la época que precedió a la guerra con México. sus prejuicios encabezaron la lista de aquellos a quienes su fanatismo racial y religioso impidió ver algún valor en las costumbre hispanomexicanas.
Por medio de Pike sabemos cómo era Santa Fe entonces: un típico pueblo novohispano de la frontera, con su aspecto de aldea miserable, a excepción de sus iglesias. Santa Fe comerciaba con el resto de la Nueva España a través de Vizcaya, Sonora y Sinaloa, vendiendo 30 mil borregos al año, tabaco, pieles de venados, cabrito y búfalo, sal y estaño. Recibía productos manufacturados, armas, azúcar, hierro, municiones y vinos. De Sonora a Sinaloa llegaba oro, plata y queso. Durante su viaje Pike cayó en los prejuicios del tiempo y la tradicional leyenda negra, tan arraigada ya en las mentes estadounidenses: el atraso científico de los novohispanos, su degradación moral, la frivolidad de sus mujeres, el fanatismo y la superstición religiosa, su actitud servil ante las autoridades, no eran más que el fruto normal de su herencia española, y esto a pesar de que en su prólogo Pike dice haber suprimido muchas observaciones sobre las costumbres novohispanas por gratitud a aquellos que lo habían ayudado. Entre sus reflexiones anota que en “hospitalidad, generosidad y sobriedad la gente de la Nueva España destaca en el mundo, pero en patriotismo, energía de carácter e independencia de alma se encuentra entre lo más bajo”. Esto no dejaba de ser contradictorio. Una cosa era la realidad y otra los estereotipos.
Por el gran número de observaciones culturales y geográficas la lectura de la relación de Pike vale la pena. Además no hay que olvidar que fue el primer viajero estadounidense en nuestras provincias fronterizas. Su libro termina con la relación del viaje de regreso, durante el cual le fue prohibido hacer observaciones astronómicas o tomar cualquier nota. Los prisioneros fueron llevados por los caminos más desconocidos para que Pike no pudiese tomar nota mental, según él interpretó, por miedo de una invasión. No sabía que su sarcasmo anotaba lo que sería muy verdadero: Pickney, ministro de Estados Unidos en España, la amenazaría con una guerra si no vendía Florida oriental a su país. Como consecuencia de lo visto y oído, Pike terminó su libro pidiendo veinte mil voluntarios para ayudar a la Nueva España a obtener su independencia. Los Estados Unidos se beneficiarían si ayudaban a la emancipación ya que se podrían hacer cargo del comercio de un país rico que, en opinión de Pike, nunca sería una nación de marinos.
La influencia de la relación de Pike en la nación norteamericana fue grande, pues enfatizaba el contraste entre las baratísimas materias primas de los estados fronterizos de México y los exorbitantes precios que pagaban por los productos manufacturados provenientes del centro del país, por lo que no es raro que pensara que los norteamericanos podrían terminar el desequilibrio comercial con los productos de su país, sin duda más baratos.
Interesado por el relato de Pike, y quizá con la idea de que la revolución de Hidalgo habría terminado con las restricciones comerciales, en el verano de 1812 Robert McKnight llegó a Santa Fe con una expedición, pero fue arrestado y estuvo en la cárcel de Chihuahua hasta 1822. Durante esos diez años el senador Benton, representante de Misuri ante el congreso de los Estados Unidos, trató inútilmente de que el secretario de Estado lo liberara. En 1815 Auguste Choteau y su expedición recibieron permiso del gobernador de Nuevo México, Alberto Mainez, para acampar al este del río Rojo y desde ahí comerciar con San Fernando de Taos y Santa Fe. Dos años después el nuevo gobernador, Pedro María de Allende, les retiró el permiso y los mandó arrestar. Un batallón de doscientos hombres fue enviado a buscar un fuerte estadounidense que se decía existía en el río de las Ánimas. No encontraron el fuerte pero Choteau y sus hombres, además de ser arrestados, fueron despojados de todos sus bienes. Como éstos ascendían a 30,338 pesos, Choteau y sus acompañantes se dirigieron a San Luis Misuri a pedir protección y ayuda a su gobierno. Esa demanda por confiscación de bienes parece haber sido la primera demanda comercial hecha al gobierno virreinal en relación con el comercio de Santa Fe. El caso de Choteau tiene una gran importancia histórica porque fue el típico de lo que sucedería a través de la historia de este comercio: Las autoridades de Nuevo México, nativas de esa región, estarían siempre dispuestas a conceder privilegios, a lo que las autoridades llegadas de la capital del país se opondrían. El gobernador Mainez, nacido en Nuevo México, trató de desarrollar un comercio para levantar la situación económica de la región. Por eso dio la concesión a Choteau; en cambio, el gobernador Allende, enviado de la capital, estaba empeñado en hacer efectivos los mandatos de la misma. Desde tiempos de la colonia la política del gobierno mexicano pareció haber confundido el bien de la nación con el de la capital. En la capital se veía claro el problema de la soberanía, que no lo era tanto en la provincia.


(Tomado de: Moyano Pahissa, Ángela - El comercio de Santa Fe y la guerra del 47. Colección SepSetentas, #283. Secretaría de Educación Pública, México, D.F., 1976)    

sábado, 7 de septiembre de 2019

Los Dorados


Demián Gálvez: 28 años, guitarra eléctrica
Carlos Maldonado: 27 años, bajo
Daniel Zlotnik: 29 años, saxofones
Rodrigo Barbosa: 32 años, batería
Israel Baron: 30 años, tornamesa





Inicio: 2003
Idioma: Musical, extrasensorial
Discografía: Vientos del norte, 2004 y Turbulencia, 2006, con el sello Intolerancia





Influencias: Billy Frisell, Cuong Vu, Lee Konitz, Led Zeppelin, Herbie Hancock, Jimi Hendrix, Ramones, Pink Floyd, Chris Potter, Charles Mingus, John Coltrane, Miles Davis, Astor Piazzola, The Cure, Radiohead, Björk y Mars Volta.


Sonido: Jazz pero con punk, noise, música contemporánea, de concierto, rock. A los jazzistas les suena a rock y a los roquedos les suena a jazz.


El DF, ¿qué les inspira?: El DF es como el ying y el yang, en el sentido de que puede ser muy hermoso cuando vas a Coyoacán o a Tlalpan. La gente, el movimiento de música que se genera es único a nivel nacional pero te cobra con el tráfico y la contaminación. Es como ciudad gótica al estilo Batman.


En la ciudad: la Roma, la Condesa, Coyoacán y también somos de los invitados al nuevo centro.


En 5 años…: Con cinco discos más y tocando en cualquier parte de mundo, ya sea en Xochimilco o Japón.




Tomado de: Sonidos Urbanos. 150 bandas 2000-2005 MX/DF. Sonidos Urbanos Producciones S. A. de C. V. 2007)



www.myspace.com/sonidos_urbanos_df


contactos@sonidosurbanos.com



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viernes, 6 de septiembre de 2019

Asaltantes de canoas son atrapados, 1842

1842

Asaltantes de canoas son atrapados


[Basado en: “Ejecución de justicia”, Unipersonal del Arcabuceado, pp. 159-160]


La Ciudad de México tuvo un paisaje acuático desde su origen y lo conservó hasta principios del siglo XX, época en que concluyó, prácticamente, la navegación como forma de transporte.
Resulta difícil imaginar una ciudad acuífera; es curiosa la referencia que hace, en el siglo XVII, Miguel de Cervantes Saavedra, en su obra El Licenciado Vidriera:


[...] desde allí embarcándose en Ancona, fue a Venecia, ciudad que de no haber nacido Colón en el mundo, no tuviera en él semejante: merced al cielo y al gran Hernando Cortés, que conquistó la gran Méjico, para que la gran Venecia tuviese en alguna manera quien se le opusiese. Estas dos famosas ciudades se parecen en las calles, que son todas de agua: la de Europa, admiración del mundo antiguo; la de América, espanto del mundo nuevo.


Por toda la ciudad podían verse las canoas y barcas que transitaban por los canales y las acequias que cruzaban por todas partes, comunicando la ciudad con Xochimilco, Chalco, Iztacalco y Mixquic. Esta forma de transporte era fundamental para el transporte de los alimentos que, por lo general, procedían de esas zonas.
La urbe se encontraba llena de canales y vías fluviales a través de los lagos de Texcoco, Chalco, Xochimilco, Zumpango y Xaltocan.
Guillermo Prieto describe un viaje por uno de los canales más famosos de aquel tiempo:


En un galope estábamos en La Viga; colocamos en el balcón de piedra que forma la garita sobre pel y lo vimos cubierto, tapizado de flores; debajo de las flores desaparecían las aguas. Los conductores de las canoas, todos tan alegres, tan presurosos de llegar a sus destinos; varias familias en simones madrugadores, en coches particulares y a caballo también [...] A las seis de la mañana parte de aquellas innumerables canoas, ya están en destino.
Generalmente se estacionan en la parte del canal que va desde el Puente de San Miguel de la Leña, es decir, espalda de la calle de Quemada, Convento de la Merced y Callejón de Santa Ifigenia. En las aceras que forman estas calles, cuyo centro ocupa el canal, hay balcones coronados de espectadores y de damas, perfectamente vestidas [...]


En estos espacios, el coronel Francisco Vargas acompañado de un piquete de tropa logró capturar a una peligrosa banda de asaltantes.
Los primeros ladrones apresados fueron el español Abraham de los Reyes y su cómplice Cipriano Márquez, acusados de atracar, en octubre de 1842, las canoas que circulan por Chalco.
Cuando estaba por concluir el proceso judicial, el gachupín delató al resto de sus cómplices, designando los más variados delitos cometidos. Se trataba de Cipriano Márquez, Francisco Ramírez, José Antonio González, Vicente Tovar, Francisco Tapia, José Trinidad Contreras, Gorgonio Guzmán y Guadalupe Sánchez. 
Cipriano Márquez, comerciante, guardia auxiliar de Mexicalcingo, era capitán de varias cuadrillas de delincuentes con quienes se reunía para atracar en la mojonera del camino de San Ángel, al pueblo de Coyoacán, lo que no pudo realizarse pues no llegaron todos los ladrones que esperaban. No ocurrió lo mismo en el pueblo de Culhuacán, en donde saquearon la casa de don José Manuel Rodríguez a quien robaron más de nueve mil pesos. Días después, esta misma cuadrilla robó una mula cargada de cobre de antigua moneda en el pueblo de Huichilaque. Así mismo, Confesó haber sido responsable de la balacera suscitada durante más de dos horas a las canoas de Chalco, el 8 de diciembre pasado.
Cómplice de los anteriores, era un reo que se había fugado de la cárcel, de nombre Francisco Ramírez, de oficio carpintero, que al ser atrapado se le descubrió como la persona que había robado a dos pasajeros en la mojonera del camino a San Ángel.
El cuarto ladrón atrapado fue Antonio González, sin oficio, acusado de los asaltos efectuados el 12 y 13 de diciembre en los montes de Canales, Cruz del Marquéz y de Fierro del Toro. También tenía causa pendiente por hurto en los juzgados de Toluca y Tenancingo.
Vicente Tovar, de oficio carpintero, fue denunciado debido a los asaltos a que por espacio de cinco días dieron a innumerables pasajeros en Cerro Gordo y demás parajes del camino a Cuernavaca, batiéndose con la tropa comandada por el general Jerónimo Cardona. En junio, asaltó una tienda del barrio de los Reyes, en Coyoacán; entre el 9 y el 11 de septiembre atracaron a una multitud de pasajeros de San Agustín de las Cuevas, robándose en el peaje de Cerro Gordo las armas y dinero colectado; el 19 del mismo mes asaltó a tres pasajeros en la mojonera de san Ángel; el 26 concurrió al atraco de José Rodríguez, en Culhuacán; el 8 de octubre asaltó en la zona de “más arriba”, a todas las canoas de Chalco; más tarde hizo lo mismo en el Carrizal de Ixtacalco, cuando secuestró cinco canoas trajineras desarmando a la tropa que las escoltaba; el 31 de octubre participó en el robo de más de cincuenta personas en “El Cuernito”, arriba de Tacubaya, entre cuyos pasajeros se encontró el cura del pueblo de Santa Fe y a quienes quitaron con violencia el dinero, ropa y caballos que tenían. Así mismo, confesó una media docena de asaltos más, además de ser desertor del ejército.
A Francisco Tapia de oficio carnicero y de veintiséis años, se le responsabilizó del atraco a la diligencia en las inmediaciones de Huichilaque, de los asaltos del Cuernito y Fierro del Toro e igualmente, de ser desertor de la brigada ligera de artillería.
José Trinidad Contreras, de ejercicio herrero y de veintidós años, fue denunciado como concurrente al repetido asalto de Fierro del Toro y preso por complicado en el atraco que el 6 de abril dieron ocho individuos a Bernardo Herrera en su casa, sita en la 2a. Calle de Vanegas y desertor del octavo regimiento de caballería.
Gorgonio Guzmán, de ejercicio zapatero y de veinticinco años, fue cómplice en los asaltos de la mojonera de San Ángel, del de Culhuacán y del efectuado en Fierro del Toro.
Guadalupe Sánchez, de veintiséis años, era el guía de los pillos y concurrente a los asaltos del camino a Cuernavaca, a los de la Cruz del Marquéz y Monte de Canales, con el agregado de desertar dos veces del regimiento ligero de caballerías, una de ellas con circunstancia agravante.
Al realizarse las aprehensiones, se practicaron las diligencias y se comprobaron los delitos. Los criminales confesaron con el mayor cinismo su culpabilidad, en cuya virtud, el consejo de guerra ordinario los condenó a la pena del último suplicio.


(Tomado de: Sánchez González, Agustín - Terribilísimas historias de crímenes y horrores en la ciudad de México en el siglo XIX. Ediciones B, S.A. de C.V., México, D.F., 2006)

jueves, 5 de septiembre de 2019

La flota de Miguel Miramón, 1860


Al reto de Juárez, Miramón preparó un ejército y se dispuso a atacar el puerto de Veracruz. Fue el segundo intento. Llegó frente a los muros de la ciudad heroica en los momentos en que Juárez declaraba nulo el Tratado Mon-Almonte, concertado entre el gobierno de Isabel II y el general Juan N. Almonte, hijo natural de Morelos, ministro del Presidente Zuloaga en Francia. Sus puntos principales fueron: la ratificación del Convenio de 1853, por medio del cual el gobierno de Santa-Anna se obligó a pagar a España una suma de mucha consideración, por deudas atrasadas, y la obligación del gobierno de Zuloaga a pagar otra cantidad por los asesinatos de españoles cometidos en San Vicente y San Dimas. Pero el gobierno de Juárez celebra el Tratado MacLane-Ocampo, por el que se pactaba conceder a los Estados Unidos el derecho, a perpetuidad, de transitar libremente por el itsmo de Tehuantepec, y el otorgamiento de otras franquicias mediante el pago de cuatro millones de pesos. Este tratado no ha tenido, ni tendrá, justificación alguna, ya que implicaba “una verdadera servidumbre internacional y graves peligros para la independencia de la patria”. Este tratado no llegó a ponerse en vigor, porque el Senado de los Estados Unidos se negó a aprobarlo. Estábamos en la buena época romántica..
Miramón aprovechó, pues, un instante de hondo encono en contra de Juárez para emprender su campaña sobre Veracruz y, para hacer más cierto su triunfo, adquirió en La Habana dos barcos grandes y una balandra, que fueron bautizados con los nombres de Marqués de la Habana, General Miramón y Concepción. La escuadrilla no tenía nada imponente: se trataba de dos barcos viejos, sin condiciones marinas, y una lancha pequeña:

La escuadra de Papachín,
dos guitarras y un violín.

En tanto, el general Gutiérrez Zamora hacía prodigios con la disciplina: organizaba un ejército, adiestraba a las guardias nacionales y artillaba la plaza con 148 cañones. El 27 de febrero salió la flotilla de La Habana y el 6 de marzo llegó frente a Veracruz; siguió de largo, hacia el Sur, hasta el fondeadero de Antón Lizardo, pero al pasar frente al castillo de San Juan de Ulúa, la fortaleza le pidió bandera “sin que los barcos aludidos atendieran la demanda”, por lo cual se les hicieron varios disparos. Juárez y su ministro de Guerra, general Partearroyo, trataron con Mr. Jarvis, jefe de una escuadrilla norteamericana surta en Veracruz, y el cubano Domingo Goicuría, el modo de apresar estos dos barcos, haciendo, antes, la declaración de que se trataba de “embarcaciones piráticas, y, en consecuencia, debiendo ser considerados así por los buques nacionales y de las naciones amigas”. Se preparó entonces una expedición en contra de los barcos de Miramón: “A las ocho de la noche salió la Saratoga, remolcada por el vapor Wawe y acompañada del Indianola, que servía únicamente de transporte, con 80 hombres a bordo, entre marinos y soldados de los Estados Unidos. El Wawe llevaba también tropas de los Estados Unidos y cada uno de los vapores iba provisto de un obús de montaña.
“Los tres buques de guerra llegaron hacia la medianoche a Antón Lizardo, donde encontraron a los dos vapores Marqués de La Habana y General Miramón, los cuales, de estar a muy corta distancia, intentaron alejarse, sobre todo el General Miramón, que había emprendido la fuga . en el acto la Saratoga tiró al aire una granada para hacer que se detuviera; no habiendo obedecido, el Indianola, que no remolcaba ya a la Saratoga, persiguió al dicho General Miramón, hasta que estuvo bastante cerca para hablarle. El Indianola le gritó repetidas veces que suspendiera su marcha, y viendo que no hacía caso de esa insinuación, le disparó tres o cuatro tiros de fusil, al aire, a los que respondió el General Miramón con un cañonazo, cuya bala pegó en la cámara alta del Indianola. Entonces este vapor se precipitó sobre aquél haciéndole vivo fuego de fusilería. 
“Mientras esto pasaba, la Saratoga tiró al Marqués de La Habana otro cañonazo, cuya bala lo atravesó de un lado a otro, y este vapor echó ancla enarbolando la bandera española.
En seguida el Wawe dejó anclada a la Saratoga y fue en ayuda del Indianola, que perseguía al General Miramón, y viendo que éste ganaba la delantera, avanzó sobre él y lo abordó, pero no teniendo los utensilios necesarios para retenerlo, y habiendo sufrido, además, un vigoroso choque que le causó muchas averías en la cámara alta, el General Miramón logró pasar por su popa, haciéndole fuego de cañón y de fusilería.
“Entonces el Wawe comenzó a darle caza, haciéndole fuego de cañón y fusilería. En su huída el General Miramón encalló en un bajo, y el Indianola, que se hallaba cerca, lo abordó por segunda vez, sin encontrar resistencia, y lo capturó.
“Se encontraron a bordo 30 heridos, que fueron transbordados a la Saratoga, a fin de prestarles los auxilios posibles. El Wawe y el Indianola pasaron la noche fondeados en aquel lugar.
“Por la mañana, el Wawe y el Indianola hicieron lo posible para poner a flote al General Miramón, pero no habiendo podido lograrlo, la Saratoga se dirigió al puerto, remolcada por el Marqués de La Habana. “En la santabárbara del Marqués de La Habana y del General Miramón fueron encontradas varias cajas de municiones con este rótulo: “Arsenal de La Habana”, y Juárez comprendió los inmediatos resultados del Tratado Mon-Almonte.
“Ante el fracaso de su escuadrilla, Miramón inició el bombardeo del puerto. Juárez se obstinó en permanecer en la ciudad durante los ataques de Miramón, y sólo el general Gutiérrez Zamora logró hacerle desistir de su propósito “haciéndole ver que no habría tranquilidad en el ánimo de los defensores de la plaza si él permanecía en ella, y que no respondería de nada mientras el Presidente, que era el legítimo representante de la causa que defendía, no pasaba a Ulúa”.
Juárez penetró por segunda vez a la fortaleza: en aquel salón sus ropas fueron registradas; allí estaba el libro de la prisión con su nombre; en esa celda se volvió más impenetrable. Nada dijo; ni cuando Miramón abandonó el ataque de la plaza tuvo un gesto expresivo.
El 23 de mayo desembarcó en Veracruz don Joaquín Francisco Pacheco, embajador de España cerca del gobierno de Miramón, y mientras todos afilaban sus uñas, Juárez dio órdenes para que se le diera libre tránsito y escolta dentro de los límites de Veracruz. Sólo permitió a Guillermo Prieto unos versos:

Cada tiro es un gazapo,
cada paso un tropezón:
nos pone ya como un trapo
la España, por diversión.


Jamás faltarán pretextos
a los hijos de la Iberia
para enviarnos mil denuestos
en prosa burlesca o seria…

…..

Madre España, ¿a qué ese anhelo
de insultarnos, imprudente?
¿No ves que escupiendo al cielo
te escupes, madre, en la frente?   


¿Tus viejos pecados ora
quieres que solos carguemos?
Eso es injusto, señora…
tu origen reconocemos.


Ten, Iberia, caridad,
con el que lucha y se afana;
que el pan de la libertad
sólo con sangre se gana.


Y tú tienes experiencia
de lo que cuesta el progreso,
pues, tras tu larga existencia,
aún estás royendo el hueso.

(Tomado de: Pérez Martínez, Héctor - Juárez, el impasible. Colección Austral #531 (biografías y vidas novelescas). Espasa-Calpe Mexicana, S.A., México, 1988)

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Declaración Pública del Consejo Universitario, 1968


Declaración Pública del Consejo Universitario


El Consejo Universitario, en sesión extraordinaria efectuada el día 15 de agosto en curso, acordó que se demande del Gobierno de la República, la atención y resolución de los puntos que en seguida se señalan:


1.- El respeto irrestricto a la autonomía universitaria, que se proclama y garantiza por el orden legal de la República; la observancia del artículo 16 constitucional en relación con la inviolabilidad de los recintos universitarios, y el reconocimiento de que la libertad de expresión es esencial para el cabal cumplimiento de las funciones propias de todos los centros de enseñanza superior del país. Asimismo, que el Gobierno reconozca la definición de autonomía universitaria, en los términos en que fue formulada por el Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, en nombre del Consejo Universitario y con la representación del mismo en noviembre de 1966.


2.- La no intervención del ejército y de otras fuerzas del orden público para la resolución de problemas que son de la exclusiva competencia de la Universidad y demás centros de educación superior.


3.- La reparación de los daños materiales sufrido por los planteles universitarios, que fueron ocupados por las fuerzas públicas.


Por otra parte, el Consejo Universitario manifiesta su apoyo a las siguientes demandas que han planteado amplios sectores, organismos, comités y coaliciones de la comunidad universitaria y de otros centros de educación superior, sin que por esto se constituya en intermediario o gestor no trate de suplantar a ninguno de aquéllos:


1.- El respeto de las garantías individuales y sociales que consagra la Constitución de la República, sin el cual se quebranta el sistema jurídico que se ha otorgado soberanamente el pueblo mexicano.


2.- La libertad de los estudiantes presos y la indemnización en favor de las víctimas de los recientes acontecimientos.


3.- La determinación de las responsabilidades de las autoridades involucradas en los hechos mencionados y la aplicación de las sanciones correspondientes.


4.- La sujeción de las funciones de las fuerzas públicas a los lineamientos de la Constitución Federal, la supresión de los cuerpos policíacos represivos y la derogación de los artículos relativos al llamado “delito de disolución social”.

5.- La libertad de los ciudadanos presos por motivos políticos o ideológicos.


Por mi raza hablará el espíritu


Ciudad Universitaria, D.F., a 17 de agosto de 1968.
El Consejo Universitario.


(Tomado de: Castillo, Heberto - Libertad bajo palabra. Historia de un proceso, México, 1973. Colección Pensamiento Actual #12, Federación Editorial Mexicana. 1973) 

martes, 3 de septiembre de 2019

La Constitución de 1857


La Constitución de 1857, de corte liberal, ratificó los principios de la Ley de Desamortización [de 1856]. Los que participaron en las discusiones y redacción de la Carta Fundamental de la República conocían bien el serio problema de la miseria de los campesinos y la conducta orgullosa y el inmenso poder de los grandes terratenientes. Ponciano Arriaga decía que en el aspecto material la sociedad mexicana no había adelantado, puesto que la tierra continuaba en pocas manos, los capitales acumulados y la circulación estancada. Decía también que en su concepto los miserables sirvientes del campo, especialmente los indios, se hallaban enajenados por toda su vida, porque el amo les regulaba el salario, les daba el alimento y el vestido que quería y al precio que deseaba, so pena de encarcelarlos, atormentarlos e infamarlos si no se sometían a su voluntad; y en otro momento de su disertación en la tribuna del Constituyente, agregaba que el fruto del trabajo no pertenecía al trabajador, sino a los señores.
En las mismas sesiones del memorable Congreso, el jurista Vallarta opinaba que el propietario cometía abusos al disminuir la tasa del salario; al pagar con signos convencionales que no habían sido creados por la ley; al obligar al jornalero a un trabajo forzado por deudas anteriores y al vejarlo con tareas humillantes. Agregaba que la Constitución democrática que se estaba discutiendo sería una mentira; más todavía, un sarcasmo, si no se garantizaban los derechos de los pobres; si no se les aseguraba protección contra esos numerosos e improvisados señores feudales, dignos de haber vivido bajo un Felipe II o un Carlos IX.
La guerra civil continuó más encarnizada que nunca después de haberse promulgado la nueva Constitución; lucha sin tregua, lucha a muerte entre conservadores y liberales. Aquéllos contaban con la ayuda moral y financiera del Clero, de buena parte de los soldados de carrera, de los hacendados, de la inmensa mayoría de los ricos; éstos, los liberales, se apoyaban en una minoría de hombres cultos, progresistas y amantes de su patria, y en numerosos grupos representativos de la clase económicamente más débil de la sociedad. Los unos trataban a toda costa de que no hubiera cambios sustanciales en el país; los otros luchaban exactamente por lo contrario; querían que la nación se transformara marchando hacia adelante, querían constituir un México distinto y mejor, un México nuevo cimentado en principios de justicia y de libertad.


(Tomado de: Silva Herzog, Jesús - Breve historia de la Revolución Mexicana. *Los antecedentes y la etapa maderista. Colección Popular #17, Fondo de Cultura Económica; México, D.F., 1986)

lunes, 2 de septiembre de 2019

Enrique González Martínez


Guadalajara, México, 1871 - México, 1952. González Martínez aparece como una de aquellas excepciones que ponen a prueba la regla del modernismo: no fue un poeta de la ciudad (sus primeros libros se publicaron en Mocorito, Sinaloa), salió de su país cuando ya tenía 50 años y vivió y escribió hasta los 81; en 1952 con El nuevo Narciso queda brillantemente cerrado el movimiento que comenzó en 1882.
Así, “La muerte del cisne”, el soneto que escribió en 1911 no fue la oración fúnebre del modernismo ni, mucho menos, un ataque a Rubén Darío. Simplemente González Martínez protestó contra “la exterioridad y el procedimiento”. Es decir, contra los rasgos parnasianos y optó, como su naturaleza se lo pedía, por los simbolistas, a quienes tradujo magistralmente (Jardines de Francia, 1915).
En la línea inaugurada por el Ariel de Rodó (1900), quiso dar una ética al movimiento estético. De allí el tono introspectivo y reflexivo de su poesía que toma su impulso de los filósofos idealistas franceses. La tentativa de responder al dolor con la serenidad encarnó sobre todo en los mejores poemas de madurez, hechos ante la muerte de su esposa y de su hijo, el poeta González Rojo.
A pesar de su equivocación al aceptar un cargo en el gabinete de Victoriano Huerta, González Martínez no se exilió como los otros modernistas. Permaneció en México y fue uno de los maestros que aceptó como tales la generación de “Contemporáneos”. Médico, diplomático en Sudamérica y en España, militó por la paz en la segunda preguerra, fue amigo de los jóvenes poetas y ahondó hasta el final en la línea simbolista del modernismo que le pertenece y lo caracteriza.


Compilación: Obras completas (Ed. de Antonio Castro Leal, 1971).


Antología de su obra poética (Ed. de Jaime Torres Bodet, 1971).



(Tomado de: Pacheco, José Emilio (Selección, prólogo, notas y cronología) - Poesía modernista, una antología general. Coedición: Dirección General de Publicaciones y Bibliotecas/SEP y Coordinación de Humanidades/UNAM. México, D.F., 1982)