sábado, 2 de junio de 2018

Dámaso Pérez Prado

Dámaso Pérez Prado


Nació en La Habana, Cuba, en el año 1921. Desde muy joven, a los trece años de edad, tocó en danzoneras y charangas de su ciudad natal, Matanzas. Finalmente llegó a ser pianista y arreglista de una de las orquestas más famosas de La Habana: la orquesta Casino de la Playa. Trabajó en esa orquesta hasta 1948, año en que vino a México. Aquí se buscó buenos músicos, formó su propia orquesta y a finales de 1949 dio a conocer el nuevo ritmo que enloquecería a la juventud: el mambo. Entre sus composiciones se destacaron Patricia, Qué rico Mambo,


El ruletero,


Mambo No. 8,


y muchísimas otras.

Su éxito fue tan avasallante que suscitó las opiniones más controvertidas. Hubo voces respetables y autorizadas que pronosticaron que el mambo moriría de muerte natural en un plazo de tres meses. Pérez Prado fue expulsado de México en dos ocasiones: la primera por instigación de los “miembros de las ligas de la decencia” y la segunda por un asunto migratorio. Partió entonces a los Estados Unidos donde pronto se convirtió en uno de los preferidos del público norteamericano. Allí continuó la demanda enorme de sus discos. El “Rey del Mambo” recibió en 1978 una merecida condecoración de parte del gobierno de Venezuela. Su música y su ritmo marcaron sin duda una época memorable.

(Tomado de: Moreno Rivas, Yolanda - Historia de la Música Popular Mexicana. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Alianza Editorial Mexicana. México, D.F., 1989)

viernes, 1 de junio de 2018

Juan Bautista de Anza

Juan Bautista de Anza





Nació en el Presidio Fronteras y murió en Arizpe, ambos en la provincia de Sonora (1734-1788). Se inició en la milicia, en el propio cuartel donde nació, hijo del militar del mismo nombre que participó en la colonización de Chihuahua, el 1° de julio de 1755. Estuvo al frente de la compañía presidial de Tubac. Formó parte de cinco expediciones contra los seris. Fue de los oficiales encargados de expulsar a los jesuitas de la Provincia. En 1772, ante el avance de rusos e ingleses sobre California, planteó al virrey Bucareli la conveniencia de abrir un camino terrestre de Sonora a la Alta California. El 17 de septiembre de 1773 se le dio la autorización y partió de Tubac, Arizona, el 8 de enero de 1774; llegó al Río Colorado, a las costas del Pacífico (15 de marzo) y al puerto de Monterrey (18 de abril), tras una escala en la misión de San Gabriel (fundada por fray Junípero Serra). Regresó a Tubac el 27 de mayo, después de haber recorrido 594 leguas.



Se le ascendió a teniente coronel. En México entregó al virrey Bucareli el Diario de su viaje. Volvió al noroeste para organizar otra expedición, ahora hasta Monterrey y San Francisco, llevando cientos de familias a través del desierto en busca de un lugar adecuado para fundar un presidio. Esta ha sido la migración mayor por tierra de una colonia en la historia de Norte América, antes de la colonización de Oregón. Semejante hazaña fue llamada la Anábasis de la historia de California. En 1777 se le nombró comandante de Sonora y gobernador de la Provincia de Nuevo México.



A su iniciativa se debe el levantamiento del plano de la Provincia por el cadete Bernardo de Miera. Organizó una nueva expedición para comunicar Nuevo México con Sonora, desde Santa Fe a la ciudad de Arizpe. En 1784 se le separó del gobierno acusado de malos manejos, pero 2 años después se le reivindicó. Tuvo el mando de la Compañía Presidial de Tucson hasta su muerte. Los trabajos de exploración y colonización de Anza han sido ampliamente estudiados por los historiadores norteamericanos; Bowman y Heizer, por ejemplo, escribieron Anza and the Northwest Frontier of New Spain (Los Ángeles, 1967).


(Tomado de: Enciclopedia de México)

miércoles, 30 de mayo de 2018

Eligio Ancona

Eligio Ancona



Nació en Mérida, Yucatán, en 1836; murió en la ciudad de México en 1893. Recibió el título de abogado en la Universidad Literaria del Estado en 1862. Luchó como periodista contra el golpe de estado de Comonfort y contra la Intervención Francesa; para ello fundó tres periódicos, La Sombra de Morelos, La Píldora y Yucatán, los cuales fueron suprimidos. Los imperialistas lo desterraron a la isla de Cozumel, de donde volvió al ser restaurada la República, para ocupar la secretaría general del gobierno del Estado. Luego fue gobernador y comandante militar de Yucatán, diputado federal, magistrado de circuito y, por último, en 1891, ministro de la Suprema Corte de Justicia. Fue enterrado en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

Además de periodista de combate, Ancona  fue historiador, novelista y dramaturgo. Como escritor, fue precursor de quienes, como Ignacio Manuel Altamirano, se propusieron crear una literatura nacional, tratando temas de la vida y la historia del país.


Su principal obra de investigación es la Historia de Yucatán desde los tiempos más remotos hasta nuestros días, publicada en 4 volúmenes en Mérida, entre 1878 y 1881. Una tercera edición, hecha en Mérida en 1917, agrega un tomo que estaba inédito. Sus primeras novelas, La mestiza (1861) y El filibustero (1864) tienen carácter costumbrista. Las que siguieron son de tema histórico y de tipo romántico: La cruz y la espada (1864), Los mártires del Anáhuac (1870), El conde de Peñalba (1879) y Memorias de un Alférez (edición póstuma, 1904). Sus obras de teatro conocidas son: Nuevo método de casar a una joven (estrenada en 1862), La caja de hierro y Las alas de Ícaro (estrenada en 1880).


Francisco Sosa, que escribió una biografía de Ancona, le atribuye una comedia en verso llamada Rica heredera, y Altamirano menciona otra obra titulada Trabajos electorales.

(Tomado de: Enciclopedia de México)

La Elotera





¡Los elotes! ¡Los elotes cocidos! ¡Tiernitos los elotes!


De verdad tiernos; de veras dientes de leche para nuestros cansados dientes.



-¿A cómo los da, marchantita?



La elotera va sacando del agua hervida, dentro del bote de lata renegrida, tiznada a fuerza de tantas lumbres, atados de blancos peces, sartas de perlas, y los va colocando en la tablita de madera bañada que está sobre el bote, pero a modo de ocupar sólo una tercera parte de su obertura.



-Éstos grandes a ochenta; éstos cuestan sesenta…



-Caray, marchanta, ni que fueran las perlas de la virgen. A ver, búsqueme uno chiquito de a cuarenta para este muchacho de porra, tan necio.



-Pos sólo que sea este, marchanta. Pero tiéntelo, está muy tiernito.



Exactamente como en los peces: la clienta o el cliente clava la uña al elote previamente despojado de la seda verdenilo de sus hojas.



-Póngale sal, marchanta.



-¿Con chile?



Y la elotera unta de la sal húmeda de los platitos sobre la tabla, el elote túrgido. Sal con chile o blanca. Al gusto.



Llovió a cántaros, quedaban despidiéndose las gotitas menudas de la lluvia cuando la elotera recogió sus cosas: el bote ya vacío, la tablita, el banquito también de madera en que se sienta, los platos de la sal blanca y de chile y el cerrito de hojas dos veces mojadas de los elotes, y se encamina a su vivienda olorosa a maíz, arrebujada en su rebozo a pintas azules, brincando los charcos de la calle. Y uno va por la tarde con la abierta sonrisa del campo entre los dientes, y el aroma del campo y su figura morena que se ha vuelto blanca para nuestra gula.


(Tomado de: Ricardo Cortés Tamayo (texto) y Alberto Beltrán (dibujo) – Los mexicanos se pintan solos)



martes, 29 de mayo de 2018

Catedral de Morelia



Michoacán ha tenido cinco Catedrales: la primera, por Cédula real del 20 de septiembre de 1537, al disponer la reyna de España que se construyera la Catedral a juicio del virrey Antonio de Mendoza y de don Vasco de Quiroga, habiendo elegido la población de Tzinzunzan, un lugar muy habitado.

La segunda por cédula Real del 26 de agosto de 1539, fue trasladada a la ciudad de Pátzcuaro, que en aquella época, era un barrio de Tzinzunzan a la vez recreo de los reyes tarascos y por haber encontrado mejores condiciones.


La tercera el rey Carlos V expidió una Cédula Real el 11 de marzo de 1550, para edificar un gran templo, el cual quería Vasco de Quiroga tuviera suficiente espacio para recibir a los fieles, pero fue suspendida la obra al saberse lo falso del terreno por la proximidad de las aguas.


La cuarta, al ser trasladado el obispado a la ciudad de Valladolid en 1579, se escogió uno de los templos para sede del obispado.


La quinta, la actual Catedral se inició en 1640 y quedó terminada en 1744, destacándose majestuosamente en la bella y próspera ciudad.


(Tomado de: Casasola, Gustavo – 6 Siglos de Historia Gráfica de México 1325-1976. Vol. 2. Editorial Gustavo Casasola, S.A. México, 1978)



domingo, 27 de mayo de 2018

Fanny Anitúa Yáñez

Fanny Anitúa Yáñez


Nació en Durango, Dgo., en 1887; murió en la ciudad de México en 1968. Inició sus estudios musicales en Durango con María Aispuru de Lille; en 1905 se trasladó a la capital del país para ingresar como becaria al Conservatorio Nacional de música, de donde pasó a Italia, en premio a sus extraordinarias facultades. En 1909 debutó en Roma como protagonista de la ópera Orfeo de Gluck, y a poco logró el acceso al Teatro de la Scala de Milán.

 Realizó viajes por diversas partes del mundo y en 1942 regresó al país y sirvió como catedrática en la Escuela Nacional de Música de la UNAM y en el Conservatorio Nacional.




(Tomado de: Enciclopedia de México)

sábado, 26 de mayo de 2018

El Nevero

El Nevero



Este era el profesor de historia sagrada. Una vez preguntó a sus alumnos: -¿A qué vino Jesús al mundo?

Y un vozarrón se metió entre los barrotes de la ventana del salón contestando:

-¡A tomar nieve!

Era, ¿lo recuerda usted?, el cuento inocente de abuelito; cuando abuelita, tan piadosa, se enfurruñaba, apostrofándolo: -¡Mídete esa boca, hereje!

Era el nevero, un amigo jurado de este calor que ya no se aguanta. Y del bochorno.

El vendedor equilibrista con su chongo de trapo sobre la cabeza, sobre el chongo el cubo de madera; dentro del cubo, entre hielo y sal gruesa, de cocina, el bote de nieve.

"¡De limón la nieve!"...

Porque la nieve clásica es la que cae del cielo, por diciembre, cuando Jesús nació entre los humildes. Después la de limón; después la de piña, después la de mango, después... porque, dígase lo que se diga, las nieves maravillosas, talismanes del sosiego refrescante, son las "de agua".

Chente aguarda al nevero que trae su cubo y bote con la nieve, junto con los barquillos, los vasos y conos de papel, sobre un carrito con ruedas de patines. Pero también le compra, a la entrada del mercado de Independencia, al tradicional nevero de los "cartuchos" de vainilla, que todavía anda por ahí.

Marcela, en cambio, apenas es mediodía y ya tiene el oído prendido en los tendederos del aire, esperando las campanitas del carro moderno de los helados. En cuanto lo oye, corre y me dice: -¡Dame veinte centavos para un helado de campanitas! -¿De campanitas? Ya caímos. Es por eso que nos parece, a veces, que Marcela tiene la música por dentro.

(Tomado de: Ricardo Cortés Tamayo (Texto) y Alberto Beltrán (Dibujo) – Los Mexicanos se pintan solos)



 

jueves, 24 de mayo de 2018

Pedro María Anaya

Pedro María Anaya


Nace en Huichapan, Hidalgo, en 1795; muere en la ciudad de México en 1854. Nacido en el seno de una familia criolla de recursos, inició a los 16 años su carrera militar en el ejército realista, sentando plaza de cadete en el regimiento de Tres Villas. Ya siendo capitán, se adhirió al bando insurgente en junio de 1821, después de que Iturbide había proclamado el Plan de Iguala. En 1822 formó parte del ejército, comandado por Vicente Filisola, que fue a Guatemala para supervisar el plebiscito en que se resolvería la anexión de Centroamérica a México. Ascendió a general en 1833 y fue ministro de Guerra durante la presidencia de José Joaquín de Herrera (de agosto a diciembre de 1845). Fue electo diputado y presidente del Congreso y ocupó dos veces en forma interina la Presidencia de la República (del 2 de abril al 30 de mayo de 1847 y del 8 de noviembre de 1847 al 8 de enero de 1848). Junto al general Manuel E. Rincón, dirigió la defensa del puente y del convento de Churubusco durante la invasión norteamericana y cayó prisionero en dicha acción (20 de agosto de 1847). En esa oportunidad pronunció la frase que se hizo histórica, al ser requerido por el general norteamericano Twiggs para que entregara las municiones: "Si hubiera parque, no estarían ustedes aquí". Fue libertado al firmarse el armisticio entre Santa Anna y Scott. En el gobierno de Mariano Arista fue nuevamente ministro de Guerra y Marina (22 de septiembre de 1852 a 5 de enero de 1853) y murió un año más tarde, siendo director general de correos. Hay un importante monumento a su memoria en el jardín frontero al es convento de Churubusco, en la ciudad de México, sobre la calle que lleva su nombre.


(Tomado de: Enciclopedia de México)

miércoles, 23 de mayo de 2018

Lola Beltrán

Lola Beltrán



Nació en Sinaloa. Comenzó siendo secretaria taquimecanógrafa en la emisora XEW, teniendo, por tal motivo, contacto directo con el medio artístico. Allí conoció a la famosa cantante “La Torcacita”, quien la ayudó en su primera presentación. Ésta tuvo lugar en la década de los cincuenta y puso a prueba sus dotes como cantante a través de las canciones La Piedra


y Cucurrucucú Paloma. Los promotores y productores allí presentes quedaron agradablemente sorprendidos, siendo contratada para formar parte del elenco de la compañía disquera Peerless. En esa misma época hizo dueto con “La Prieta linda”. Entre los compositores que más interpretó se encuentran: Tomás Méndez, José Alfredo Jiménez, Cuco Sánchez, Ignacio Jaime y Rey Pérez y Soto. Algunos de sus éxitos fueron La espiga, La cigarra, Huapango torero,


Paloma déjame ir, Paloma negra, Soy el tren sin pasajeros, ésta última grabada también por Pedro Infante.

Filmó varias películas junto a Miguel Aceves Mejía, Amalia Mendoza, Rosita Quintana, Demetrio González y Lucha Villa. Intervino en la filmación de la película Las fuerzas vivas. Fue contratada por la casa grabadora RCA compitiendo en ventas de discos con Amalia Mendoza, Rosita Quintana, Rosa de Castilla y María de Lourdes.


Grabó numerosos discos de larga duración y un álbum triple acompañada por el mariachi de Arcadio Elías. Trabajó también en la industria cinematográfica, coproduciendo con Julio Aldama y con CONACINE. Fue muy admirada en el extranjero, especialmente en España, donde sólo le hicieron competencia en su género Chabela Vargas y Lucha Villa. Le fue entregada la medalla Virginia Fábregas en reconocimiento a sus 25 años de labor artística. En noviembre de 1978 cantó para los reyes de España, frente al Monumento a la Canción Mexicana, sus éxitos El rey de José Alfredo Jiménez, y La feria de las flores de Chucho Monge.



Es considerada una de las mejores intérpretes del género ranchero. Murió en la Ciudad de México, el día 24 de marzo de 1996.

(Tomado de: Moreno Rivas, Yolanda - Historia de la Música Popular Mexicana. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Alianza Editorial Mexicana. México, D.F., 1989)

martes, 22 de mayo de 2018

La Quesadillera



Las de huitlacoche y flor de calabaza se llevan el premio de la gula; pero la quesadillera, como madre para sus hijos, no tiene predilecciones; le valen igual las de papa y olas de queso, suavecitas; las de crujiente chicharrón que las endiabladas de rajas, que retuercen la lengua.

Al pardear la tarde, instala su comercio la quesadillera. Es corriente y común que al amparo de una tienda, de donde saca, cable de por medio, la luz de un foco. Pero hay muchas todavía que prefieren el modo antiguo de instalarse en la esquina y alumbrarse con mechero de petróleo.

Hace años se situaba en la esquina de Justo Sierra con Argentina una vendedora de quesadillas con sabor glorioso. Probarlas era como oír a Castellanos Quinto su clase de literatura; ignorarlas, no ser estudiante. Hoy día opera por la colonia Independencia, junto a La Barata, y le hacen rueda por las quesadillas y por lo apetitosa.



Pero aquí y allá bate blandas palmas la quesadillera y, por no perder la costumbre, la gente se hace bolas.




-¿Ya, marchanta? Ya tengo mucho aquí.




-¡Orita, marchantita! Estas para la señora, que llegó primero...




Las doradas quesadillas... !Si sólo recordarlas afloja las mandíbulas y hace agua la boca!


(Tomado de: Ricardo Cortés Tamayo (texto) y Alberto Beltrán (dibujo) – Los Mexicanos se pintan solos)