Puños de algodón
Margarita Montes, muchacha de rasgos duros y faldas "bien puestas", primero probó suerte como torera. Pronto se cansó de la indiferencia de los empresarios y cambió el paseíllo de la plaza de toros por los atirantados movimientos en los montículos beisboleros, donde se convertiría en la estrella de la novena femenil de la cervecería Díaz de León.
Sin dar explicaciones, nunca, del porqué de su decisión, dejó que sus compañeras se siguieran divirtiendo con "elevaditos", "pisa y corre" y demás reglas misteriosas del beisbol. Si ya había probado su valentía y suerte frente a los cuernos del toro, por qué no lo iba a hacer frente a un contrincante con los puños envueltos en algodón.
Así, en 1930, en su natal Mazatlán, inició la carrera de "La Maya", alias que le disgustaba tanto como la tranquilizaba cuando escuchaba al anunciador pregonar su aparición a grito pelado: la primera mexicana que se dedicaba al boxeo. Rápido trabó rivalidad con su paisana, Josefina Coronado, anunciadas por los mercados y rastros del puerto como Las primeras boxeadoras de México.
Los combates se hicieron arduos y fieros, y el empresario local, Rodrigo Gómez Llanos, descubridor del indiferente Joe Conde, las llevó por las distintas plazas de la costa del Pacífico hasta llegar a Nogales, donde un grupo de managers norteamericanos entrenaron a Margarita para pelear con la desconocida campeona de Arizona, a quien venció por nocaut en el primer round. Después de esa experiencia, y por prohibición expresa de las autoridades de enfrentarse a mujeres, combatió contra boxeadores, los cuales corrieron la misma suerte que la misteriosa campeona.
Con el retiro de "La Maya" se hicieron escasas, formalmente, las peleas de mujeres en nuestro país. Sin embargo, había una realidad alterna a la desaparición del boxeo femenil: muchos peleadores famosos entrenaban con mujeres que se ganaban la vida como sparrings. Julio César Chávez, el mejor boxeador mexicano de todos los tiempos, tuvo su primer enfrentamiento contra Pilar López, avecindada en el mismo Puerto donde "La Maya" tuviera sus grandes éxitos.
En tiempos recientes el boxeo femenil ha renacido, sobre todo en los gimnasios universitarios, como deporte amateur. Laura Serrano, quien enfrentó la discriminación e indiferencia de las autoridades de las diferentes comisiones, ha sido la boxeadora más exitosa en los últimos tiempos.
Serrano se coronó, en el año de 1999, como monarca de los pesos pluma, reconocida por la Federación Internacional de Boxeo Femenil (WIFB, por sus siglas en inglés). Por falta de oportunidades decidió irse a erradicar a Estados Unidos, donde continúa su exitosa carrera.
Frente a la crisis que el boxeo mexicano sufre, los empresarios, que antes desdeñaban y se burlaban de sus largas horas de "sufrimiento" en los gimnasios sin reconocimiento ni fruto posibles, ahora ahora ven en ellas la posibilidad de salvar el negocio y meter gente curiosa para verlas pelear, ya no en los lavaderos sino en los mismos rings donde se presentan los grandes ídolos. Si el reconocimiento ha tardado en llegar, el ritmo de entrenamiento se ha incrementado, ya no por ser tomadas en cuenta sino por la realidad de tener un combate en puerta.
Finalmente, en la Arena Coliseo, la catedral de nuestro boxeo -como pomposamente se le llama al embudo de las calles de Perú- se volvieron a ver las monedas llover sobre la lona, para demostrarles a las nuevas guerreras lo agradecidos que estaban los viejos aficionados.
(Tomado de: Maldonado, Marco A., y Zamora, Rubén A. - Cosecha de campeones. Historia del box mexicano II, 1961-1999. Editorial Clío Libros y Videos, S.A. de C.V., México, abril 2000)