III
El trabajador fuera de la fábrica
Los domingos se reúnen y discuten
Manuel Ávila y José Neira, los guías
Amarga era en verdad la situación que privaba para el obrero mexicano en los principios del siglo actual [XX] y bajo la dictadura del general Porfirio Díaz, Presidente de la república.
No solamente en el interior de la fábrica sino aún fuera de ella el trabajador no era del todo libre en sus actos. De hecho no existía la libertad de asociación ni de expresión del pensamiento y aquel que se reunía con fines de protestar por las injusticias o que manifestaba sus ideas en contra del sistema de gobierno y la conducta de los patrones, era perseguido y encarcelado o bien enviado al ejército con los "pelones" como castigo a su osadía de querer ser libre en su país y formar Uniones Obreras para la defensa de los trabajadores.
En las villas fabriles la policía montada ejercía odiosa vigilancia que era aún más severa en la noche pues cuando se encontraban grupos de trabajadores después de que sonaban las diez eran llevados a la comandancia para ser multados por andar deambulando o conversando más allá de esa hora.
Más infames aún en sus procedimientos eran los rurales, hombres a caballo encargados de vigilar a los trabajadores y proteger a las empresas, cuidando las puertas de las fábricas cuando entraban y salían los obreros y se daban gusto echando sus cabalgaduras sobre la gente indemne que iba en grupos.
En el caso de elecciones para gobernantes, representantes legislativos o municipales, en las direcciones de los departamentos se llenaban las boletas de elección y se llamaba a uno por uno de los trabajadores para que fueran a firmarlas o estampar en ellas su huella digital. En esa forma, los patrones extranjeros cooperaban a la continuidad del régimen porfirista que para ellos era símbolo de riqueza y para el obrero símbolo de explotación y miseria.
Todo eso, aunado a las imperantes órdenes en la fábrica de no conversar con nadie, no llevar cigarrillos ni usar cerillos, desenvolverse en un ambiente donde se era víctima de insultos, golpes, multas, jornadas excesivas de labores, de los fatídicos vales de la tienda de raya y una vigilancia que se extendía hasta sus propios domicilios, fueron creando una atmósfera de repudio hacia el capitalismo extranjero, por parte de los trabajadores que sentían la necesidad de unirse para exigir mejor trato y respeto a su condición de seres humanos. Y así, sin temor al peligro que para ellos representaba el hacer reuniones, los obreros de la fábrica de Río Blanco empezaron, en pequeños grupos, a darse cita en la casa del señor Andrés Mota, los días domingo, para deliberar sobre la conveniencia de formar un frente de defensa.
Las juntas de los trabajadores ríoblanquenses era cada día más numerosas y las discusiones más apasionadas y prolongadas. En el espíritu de esos hombres flameaba ya el ansia de libertad y derecho a que les daba la Constitución. Se iba formando conciencia en la clase trabajadora para unificarse y ofrecer resistencia contra sus explotadores y quienes los amparaban.
Destacaban en las juntas, como paladines del incipiente movimiento de unidad, las figuras del profesor José Rumbia, el obrero Manuel Ávila y José Neira, que había arribado a Río Blanco a principios de 1906 y quien tan pronto empezó a elaborar en la fábrica hizo contacto con los antes señalados para ayudar a la causa exponiendo que él estaba en contacto con los hermanos Flores Magón acérrimos enemigos de la dictadura porfirista.
La asamblea que marcó la ruta de lucha fue la efectuada el 2 de abril de 1906. Manuel Ávila y José Rumbia con voz calmada, llena de fervor en sus ideales, pedían que se organizara una Sociedad Mutualista que actuara en forma moderada, sin precipitaciones, ya que resultaría expuesto lanzarse abiertamente contra capital y dictadura que tenían todo el poder en sus manos.
Muchos trabajadores rubricaron con aplausos entusiastas la idea de Ávila y Rumbia; pero José Neira se levantó de su asiento y "rugió" su desacuerdo con ese plan explicando que se debía proceder con energía pues obrando con suavidad solamente harían el ridículo y nulo sería el caso que les hicieran autoridades y patrones, por eso proponía que se formara una Mesa de Resistencia que actuara abierta y resueltamente.
La opinión de los trabajadores se dividió y mientras unos estaban con la idea de que se procediera con cautela, por temor a las persecuciones, cárcel o pérdida del trabajo, otros se pronunciaron a favor del Plan Neira que era el explosivo y algunos más optaron por retirarse para no comprometerse.
De cualquier modo se llegó a un acuerdo: Formar la directiva y darle nombre al grupo y, por aclamación unánime, se aprobó el propuesto por José Neira, "Gran Círculo de Obreros Libres de Río Blanco". Así nacía la resistencia de la clase obrera contra el capital, escribiendo páginas rojas con su sangre de lo que sería el movimiento precursor de la Revolución Mexicana. Los trabajadores se habían unido y en su ejemplo cundiría en toda la región y en todas las fábricas textiles.
(Tomado de: Peña Samaniego, Heriberto - Río Blanco. El Gran Círculo de Obreros Libres y los sucesos del 7 de enero de 1907. Centro de Estudios Históricos del Movimiento Obrero Mexicano, México, 1975)
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