La joda de la moda
El aire juega a los recuerdos
se lleva todos los ruidos
y deja espejos de silencio
para mirar los años vividos.
Xavier Villaurrutia
Manuel M. Ponce señalaba en 1900 el desdén hacia el folclore y la indiferencia ante su extinción así como la proverbial avidez mexicana por lo extranjero. Tal denuncia, que indudablemente resulta encomiable, se antoja curiosa a vida cuenta de que el folclorismo preconizado por el autor de "Estrellita" y "Concierto del sur" provenía de Europa. Hoy se repite el fenómeno porque el afán de volver la vista a lo autóctono no se genera desde dentro, sino que, como ya ha sido señalado, curiosamente proviene de fuera, en concreto de Estados Unidos y París.
Por lo visto la gente no está dispuesta a moverse más que hacia donde apunta el signo de la moda. Hace quince años podía uno ir a la Lagunilla o a Tepito y procurarse, a cambio de no mucho dinero, un escritorio de cortina hecho de encino "americano". Actualmente los tales muebles han desaparecido del mercado merced a millares de clasemedieros enterados de cuán elegante resulta tener uno en la sala. Durante los años cincuenta se antojaba insólito ver a una muchacha morenita con aspiraciones clasemedieras luciendo blusas indígenas de artesanía. Hoy han cambiado las cosas gracias, según parece, a la intermediación de jóvenes de tendencias intelectuales que, si no procedían de las colonias francesa, alemana o española, al menos encajaban en familias de inclinaciones artísticas y atentas a la cultura europea. Con la música pasa exactamente lo mismo.
La música folcloroide andinopampallanera ha aparecido esporádicamente en México desde hace casi cuarenta años sin que se le prestara demasiada atención. Pero bastó con que los franceses pusieran los ojos en blanco al escuchar los charangos y los bombos de algunos estudiantes hispanoamericanos radicados en París, o que Paul Simon y Art Garfunkel grabaran "El cóndor pasa" para ver al paisanaje irrumpir en incondicional aplauso para cuando se hiciera pasar por música de "nuestros hermanos latinoamericanos”.
A continuación se presenta una lista de intentonas tan espontáneas como estériles que, a pesar de sus deficiencias, resulta harto significativa.
Año de 1934. Faustino Lazcano, Pepe de la Vega y Miguel Bermejo forman Los Gauchos de los Ponchos Verdes.
Abril de 1945. La gran compañía de arte folklórico peruano debuta en Bellas Artes. Ymma Sumac (cantante), César Gallegos (quena), Ríos Amurú (quena), Tipoy Anky Wara (arpa), Nicolás Wetsecc (charango). Todos ellos se presentaban bajo el nombre de Ynca Taky y el Gran Conjunto Típico Suramericano dirigido por Carlos Moisés Vivanco.
Febrero de 1947. El teatro Follies presenta a María Esther Casas, intérprete de la canción Argentina.
Marzo de 1947. El público capitalino conoce al Che Marino, "El auténtico gaucho de las pampas”.
Abril de 1947. Los Ángeles del Infierno "los máximos folcloristas del Brasil", según la cartelera del Follies.
Junio de 1948. El cabaret Aurora presenta a Ñata Gaucha, "la voz de las pampas”.
Diciembre de 1950. Los Llaneros actuaban en la XEW y, ya lanzada a la fama por el Hollywood Bowl y gracias al Times y a Capitol Records, algunos empresarios mexicanos se desvivían por traerse a Ymma Sumac y a Carlos Moisés Vivanco.
Muy importante resulta resaltar en el mismo año las andanzas de Stella Inda, quien se hacía acompañar por un grupo folclórico -violín, tambor y guitarra- para llevar a Cuba melodías tradicionales michoacanas. Con el mismo repertorio actuó en Las Tullerías de la ciudad de México.
Febrero de 1952. A falta de la Sumac, se presentó por estos lares la "soprano indoamericana" Suray Surita.
Mayo de 1952. En Rumba Casino y en el Esperanza Iris actuó la tucumana Ana Morena. Se decía "india americana del sur del continente", pero no hacía más que cantar en francés, alemán, inglés, italiano y, de vez en cuando, en castellano.
Ya en 1953 el doctor Roque Carbajo y Juanita andaban por Europa asestando a quien se pusiera a tiro sus aires folclóricos mexicanos.
Año de 1954. Nos visitaron Los Jilguerillos, avezados intérpretes de bambucos colombianos y valses peruanos.
Octubre de 1955. Mientras "Pancho López" se encontraba en tercer lugar de popularidad, "Camino del Indio" ocupaba el sexto. Se trata de la famosa pieza de Atahualpa Yupanqui que, entre otras versiones, contaba con las huapangoides perpetradas por Rosita Quintana y el Mariachi México, así como por Miguel Aceves Mejía. Es de temerse que el paradigma de tan conspicuos folcloroides fuera la hispana Imperio Argentina, quien grabó, además, "Canto inca" y "La bamba”.
También en 1955 la chilena María Luisa Buchino y sus Llaneros grabaron números sudamericanos para la RCA.
En enero de 1957 la revista Radiolandia anunciaba que Gloria del Sol -antes integrantes del Dueto del Sol- fue contratada por la Peerless para probar suerte con repertorio sudamericano.
Durante 1957 las radiodifusoras aztecas dieron algún impulso a una nueva canción de Atahualpa Yupanqui: "A unos ojos". Por entonces volvió a sonar una que otra milonga interpretada por Medeles, Pimentel y Ledezma -integrantes del Trío Argentino (se hace referencia a tres jarochos que adoptaron nombre y repertorio del original Trío Argentino)- que llegaron al D.F. a fines de los cuarenta. También por 1957 el público chilango conoció a Los Embajadores, quienes más tarde serían el Trío Peruano.
En 1958 la RCA lanza Folclore latinoamericano de Los Cuatro Hermanos Silva, disco de larga duración que incluye, entre otras, "Pájaro campana", "Carnavalito quebradeño" y "Ende que te vi", interpretadas por tan relamido grupo, podían adquirirse también discos de setenta y ocho revoluciones por minuto con "Las dos puntas" y "Paisajes de Catamarca".
En mayo de 1958 el baterista Tino Contreras grabó América canta y baila con piezas como "Alma llanera" -joropo venezolano-, "Cabaquino" -samba brasileña-, "San José" -montuno costarricense-, "Santo Domingo -apambichao dominicano- y otras parecidas. Mientras tanto, como el folclore boliviano no le redituaba mucho, Raúl Shaw Moreno iniciaba una transición pausada hacia el bolero.
Mayo de 1959. Raúl Shaw Moreno y Los Peregrinos llevaban al acetato un vals peruano -"Con locura"- y una polca boliviana "Palmeras". En septiembre del mismo año el Tío Sam de Niño Perdido 204 presenta a los Wara Waras con Kosinara y Tito Yupanqui, "creadores (!) del folklore boliviano y suramericano"- ¡viva la alegría! Y a las pocas semanas anunciaba a Tamara y Saldívar -con atuendos peruanos y todo- autobautizados como Los Folcloristas de América.
En abril de 1959 el trío Los Delfines -mexicanos- promovían "Alma llanera" y "Sabaneando", en tanto que en julio del mismo año estrenaron Ecos de los Andes. Luego, mientras, por instrucciones de Paco de la Barrera, Irma Dorantes copiaba el repertorio completo de la venezolana Adilia Castillo. María Luisa Buchino volvía a la carga con "Zamba de la Candelaria", "Llora, llora corazón" -vals- "El picaflor" -carnavalito-, "La loca" -chacarera- "Soy libre" -baguala- etcétera.
Y ya en pleno estallido rocanrolero, los Wara-Wara nos ofrecían "Yaraví", "Thaya", "Kunutaguiragui", "A Conocas" -de Tito Yupanqui-, "Marujita", etcétera.
Un dato curiosísimo es que Los Platters -"Only you", "The Great Pretender"- tuvieron la humorada de incluir nada menos que "Viva Jujuy" en su disco Al estilo latino.
Marzo de 1960. La cartelera del teatro Iris anunciaba a Raymi Itica, "La alondra del Perú”.
A los 4 meses vinieron del Uruguay los Hermanos Gamarra y poco después el también uruguayo Lautaro Llempe graba "Tarde tibia" -pasillo- y "Ayer" -vals.
en 1961 llegaron de Alemania Los Colegiales del Swing y no conforme llevar al acetato piezas folclorulentas mexicanas como "La cucaracha", se lanzaron al ruedo con "Quena blues". Casi simultáneamente Ernesto Torrealba y Los Araucanos hicieron discos con "Tiki, "Tuki", "Rosario", "Concierto de la llanura", etc., anteriormente habían acompañado a Adilia Castillo, "la novia del llano", quien dejó varias piezas folcloroides en el catálogo de la Musart.
Para cerrar esta lista viene a cuento señalar que en 1963 el Terraza Casino presentó sin pena ni gloria a Los de Ramón, "embajadores de la canción latinoamericana" provistos de bombo y lira y aficionados a tocar toda clase de zambas, malambos y chacareras.
Por otra parte, a partir de 1960 ciertos medios estudiantiles mexicanos -especialmente la Facultad de Ciencias de la UNAM- empezaron a escoger casi imperceptiblemente la moda folcloide in porque en Estados Unidos tomaba fuerza considerable entre la gente joven. No se trataba ya de los éxitos esporádicos de Los Weavers o Merle Travis, sino que la nube venía cargada con superestrellas como Joan Baez y Bob Dylan. En aquellos tiempos ser folcloroide era estimulante y grato porque no implicaba adocenamientos ni mesianismos. Lo repelente proviene de esa suerte de folcloroidez trasnochada que ha cundido desde 1968, acogiendo en su seno a elementos muy dados a disfrazar su exhibicionismo de compromiso y a pretender que su avidez de triunfo pase por altruismo. Lo irritante está en esos folcloprotestosos empeñados en idealizar al proletariado y a los "campesas" desde una perspectiva peternalista cargada de curiosos complejos y sentimientos de culpa. Lo irrespirable viene cuando los folcloprotestosos asestan al prójimo la paliza calificada por el jazzista John Renshan como "el chanchullo de la sinceridad”.
Por lo demás todo pasa. De hecho, la proliferación de mexicanos dedicados a imitar la música argentina, venezolana o colombiana es oportuna y justa. Así nos vengaremos sañudamente de elementos como Los Rancheros, La Mexicanita, Los Yucatecos -curiosamente nativos de Argentina- Los Pepes -venezolanos- La Mexicanita -en esta ocasión se trata de una colombiana- o Los Charros, todos ellos lanzados por los años cincuenta a jinetear y exprimir por esos mundos de Dios la música vernáculos de nuestro -o de quien sea- sufrido país. Lástima que a los folcloroides mexicanos no les haya dado por atentar contra la música francesa. De otra manera hubiéramos visto vengada a la patria por los agravios perpetrados por unos franchutes cuyo nombre se pierde en la sima de los tiempos y que se valieron del repelente Luis Mariano para filmar en París El cantor de México. Otro tanto puede decirse del impune Tercet Egzotyczny de Polonia formado por dos charros/gauchos -Zbigniew y Mieczyslaw- tan eslavos como Grotovski y una diva -Isabella- que no teme a cactus, haciendas, malagueñas o Granadas.
Ya desatado los demonios revanchistas, tampoco estaría de más que un Anthar López o un Adriancito Nieto se lanzaran a cantar "The Yellow Rose of Texas" o "Home on the Range" para quedar a mano con la deplorable versión de "Guadalajara" grabada por Elvis Presley a fines de los años cincuenta así como con "A Gay Ranchero" -"Las Alteñitas"- imputable, entre otros, a Roy Rogers.
Tomado de: Arana, Federico. Roqueros y folcloroides. Colección Contrapuntos. Editorial Joaquín Mortis S. A. de C.V. México, Distrito Federal, julio de 1988)
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