José Pipino Cuevas: la naturaleza indómita.
En la selecta aristocracia de los monarcas mundiales, a José Pipino Cuevas bien se le pudo haber llamado Pipino El Breve por el tiempo que necesitaba para batir a sus oponentes. A fines de los años setenta, Pipino se colocó en el horizonte de los pesos wélter donde solo brillaba una cuarteta de luminarias a nivel mundial, era el póquer de ases de los 66.678 kilogramos: Sugar Ray Leonard, Wilfredo Benítez, Roberto "Mano de Piedra" Durán y el mexicano Pipino Cuevas.
El ascenso de José Pipino Isidro Cuevas González a los primeros sitios del pugilismo mundial fue meteórico. Para sorpresa de todos, Cuevas, de 18 años, noqueó en dos asaltos al boricua Ángel Espada para obtener el título mundial wélter, versión AMB, en julio de 1976. Desde entonces, el punch -bendito tesoro- fue la firma de Pipino Cuevas. Su pacto con el nocaut era infernal aunque el dominio de la técnica dejaba mucho que desear. Todavía en 1980 salía a los encordados a convencer -sobre todo a los mexicanos- de su buen boxeo, aunque en la región californiana sus fanáticos lo apodaban el "Toro" por la forma en que, con decisión inquebrantable, siempre iba hacia adelante hasta arrollar a sus adversarios.
Su carencia de técnica la suplía con poderío, aguante y juventud, En sus primeras defensas del título todos los retadores acabaron en la lona. A principios de 1980, Cuevas era considerado el más salvaje y demoledor de los pesos wélter. Era capaz de aniquilar todo lo que le ponían enfrente; parecía la naturaleza misma cuando deja escapar sus fuerzas recónditas y avasalladoras. Pipino se encargó de despachar en el primer round a Billy Backus en 1978, el mismo que, tres años atrás, le arrebató la corona al Gran "Mantequilla" Nápoles.
Para mediados de agosto de 1980, Cuevas acudió a su cita más trascendente: su duodécima defensa ante el norteamericano Thomas Hearns. Acerca de la mayor altura y alcance de Hearns sobre Pipino, éste sólo dijo: "Los boxeadores son como las mujeres, cuando están en la cama (nosotros en el cuadrilátero) todas tienen el mismo tamaño".
Pero el encuentro no fue cuestión de tamaño sino de poder. La afición mexicana no daba crédito a lo que veía en sus pantallas de televisión aquel día: un Pipino Cuevas completamente destrozado, con los codos y puños en el piso, apenas en el segundo asalto.
La división wélter tenía nuevos dueños. Pipino sostuvo algunas peleas más, pero esa naturaleza indómita que lo caracterizaba en el cuadrilátero había sido dominada. Hearns fue el encargado de hacerlo.
(Tomado de: Maldonado, Marco A., y Zamora, Rubén A. - Cosecha de campeones. Historia del box mexicano II, 1961-1999. Editorial Clío Libros y Vídeos, S.A. de C.V., México, abril 2000)
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