sábado, 30 de marzo de 2024

Hermila Galindo

 


Hermila Galindo 

Sufragio efectivo 

(1886-1954)


Una de las habilidades de Venustiano Carranza fue la de allegarse a colaboradores adscritos a distintos frentes ideológicos personajes tan diversos como Luis Cabrera, Félix F. Palavicini, Salvador Alvarado e Isidro Fabela llegaron a ser integrantes de su círculo más cercano también lo fue Hermila Galindo Acosta acérrima defensora de los derechos de la mujer y teórica del carrancismo.

Nació el 2 de junio de 1886 en Ciudad Lerdo, Durango, hija de Rosario Galindo y Hermila Acosta no conoció a su madre pues falleció a los pocos días de dar a luz su padre que tenía otra familia la dejó a la guarda de una de sus hermanas Hermila agradecería siempre a su tía Ángela por el amor, el apoyo y la comprensión que le brindó.

Cursó la educación básica en su estado natal y posteriormente viajó a Chihuahua donde estudió en el instituto industrial para señoritas donde aprendió taquimecanografía e inglés conocimientos que le permitieron valerse por sí misma a la muerte de su padre acaecida cuando apenas tenía 16 años.

Para sostenerse se inició en la docencia en colegios de Torreón y trabajó como mecanógrafa en bufetes jurídicos poco a poco su profesionalismo la llevó a ser contratada por personajes de mayor relevancia.

Sus vínculos con la política comercial del ingeniero Eduardo Hay, funcionario maderista que la invitó a la Ciudad de México y con quien compartió la experiencia de laborar en el Congreso de la Unión, donde conoció a detalle los procesos legislativos.

La muerte de Madero y la marcha de Hay a Sonora le produjeron un declive moral y económico, del que pudo resarcirse gracias a su adhesión a la causa constitucionalista, en la que llegaría a ocupar el puesto de secretaria particular de Carranza. A partir de entonces se convirtió en una de las principales estudiosas del feminismo a través de la lectura y difusión de La mujer en el pasado, en el presente y en el porvenir de Augusto Bebel y La educación femenina de John Stuart Mill.

En la fragua de la Revolución, destacó por su templanza y por la velocidad vertiginosa con la que ganó el protagonismo como periodista, conferencista e ideóloga. Viajó con Carranza a Veracruz a finales de 1914 participó en la elaboración de la Ley del Divorcio, que permitió por primera vez la disolución del vínculo matrimonial. A partir de ese momento, Hermila refrendó su compromiso con la igualdad de género.

En marzo de 1915 escribió su primera conferencia feminista, misma que tituló La reivindicación de la mujer mexicana. Poco después, El Pueblo inauguró una sección escrita por mujeres, de la que fue colaboradora recurrente. En su primer artículo refirió la necesidad de que las mexicanas participaran de lleno en la vida pública: "Yo creo que en compensación de la parte activísima que la mujer [...] ha tomado en todas las etapas de la revolución, los revolucionarios están obligados a darle [...] facilidades para que desarrolle sus facultades intelectuales [...] y pueda participar en la gran obra de emancipación política y reconstrucción nacional que se está efectuando." Con ese propósito, recorrió la República invitándolas a sumarse en pro de la democratización del país.

el 16 de septiembre vio cumplido uno de sus grandes anhelos periodísticos con la publicación del primer número de La mujer moderna, semanario del que fue directora y cuya meta fue explorar diversas formas de participación femenina en el espacio público. Estructurada por secciones, la revista incluía opiniones sobre el acontecer nacional, textos tocantes a la salud, higiene y nutrición, anécdotas históricas y lugares de interés, páginas de interacción lúdica que ofrecían premios a las lectoras por resolver acertijos, espacio para preguntas y respuestas, así como un apartado de literatura.

Desde esa tribuna, Hermila llevó a cabo fuertes críticas a la iglesia católica, a la que acusaba de haber encasillado a la mujer en el papel de sexo débil, valiéndose del fanatismo sostenido y fomentado por la curia. Desde su punto de vista, el sesgo anacrónico de ese discurso era aprovechado por las instituciones androcéntricas para mantener inalteradas sus jerarquías y privilegios.

A diferencia de los modelos femeninos avalados por la mayoría de los medios, el semanario dirigido por Hermila asignaba el epíteto de modernas a mujeres alejadas del espectáculo y la moda, es decir, ensalzaba a las profesionistas, profesoras y enfermeras, también revaloraba la vida y obras de las independentistas -como Josefa Ortiz de Domínguez y Leona Vicario- y de las soldaderas.

En el cenit de su fama, fue invitada al Primer Congreso Feminista celebrado en Yucatán el 13 de enero de 1916. El centro de la discusión se fundó en cuatro preguntas formuladas por el gobernador Salvador Alvarado, político que desarraigó el acendrado feudalismo local, promovió la educación sin distinción de clase y reflexionó sobre la realidad política femenina: "¿Cuáles son los medios sociales que deben emplearse para manumitir a la mujer del yugo de las tradiciones? ¿Cuál es el papel que corresponde a la escuela primaria en la reivindicación femenina, ya que aquella tiene como finalidad preparar para la vida? ¿Cuáles son las artes y ocupaciones que debe fomentar y sostener el Estado, y cuya tendencia sea preparar a la mujer para la vida intensa del progreso? ¿Cuáles son las funciones públicas que puede y debe desempeñar la mujer a fin de que no solamente sea elemento dirigido, sino también dirigentes de la sociedad?”.

Escenario de los ponencias fue el teatro Peón Contreras, espacio que se convirtió en el centro neurálgico desde el que se trazaron los primeros esbozos del feminismo en México. Hermila presentó La mujer y el porvenir y las ideas en ella expuestas fueron consideradas radicales por gran parte del público asistente, incluso hubo quienes la acusaron de inmoral.

Para entonces era reconocida por haber "recorrido desde 1908 el camino [...] de muchos revolucionarios: primero fue reyista, después maderista, y por último constitucionalista, siempre trabajando [...] para altos oficiales de las facciones políticas". Gracias a su fama impuso su voz en contra del realce que había adquirido la maternidad después de 1821, pues consideraba que era un recurso que pretendía devolver a la mujer al hogar y limitar su valía al cuidado de los hijos. Sin embargo, para escándalo de las feministas más ortodoxas, ponderaba la maternidad responsable, que tenía como más alto principio la educación en la virtud de los futuros hijos de la patria.

también le preocupó que la mujer mexicana concibiera el matrimonio como una vocación que, de no cumplirse, la condenaría a una existencia marginal y ominosa. Quizás su propuesta más polémica fue la de una educación que permitiera la exploración de la sexualidad femenina libre de tabúes. Estas opiniones le ganaron duras críticas, incluso de los sectores progresistas. Hermila defendió su postura desde las páginas de La mujer moderna y pidió que la doctora Matilde Montoya evaluara, desde un punto de vista científico, la pertinencia de sus observaciones.

Cumplida su labor en México, la continuó fuera del país:


Preciso es que se sepa en el extranjero cuáles son nuestras ideas sobre la liberación de la mujer, cuáles son nuestros pensamientos sobre la necesidad de la unión entre todos los pueblos de alma española; es indispensable que se sepa la bondad del régimen político implantado en la República Mexicana por el señor Carranza. Si estas tres ideas son comprendidas en su verdadera significación en naciones extrañas, nuestro país tendrá necesariamente que le revelarse ante ellas como un país culto, y entonces será más factible estrechar los lazos de amistad con pueblos hermanos, base sobre la que se sentará más tarde la verdadera autonomía de la América Española.


Arribó a Cuba donde sumó seis intervenciones y advirtió: "El pequeño esfuerzo que [...] he hecho en pro del bienestar de mi país, esfuerzo débil, pero empapado de buena voluntad que espero no será estéril, porque en toda semilla, por minúscula que parezca a la vista, siempre se encuentra la génesis de un árbol.”

El 12 de diciembre de 1916 envió un documento al Congreso Constituyente en el que proponía el derecho al voto de la mujer, pero no como una concesión sino como un acto de estricta justicia. Un argumento que se esgrimió en contra fue que la mujer requería educación electoral. Desde el punto de vista de Hermila, la instrucción debía correr paralela a la conquista de sus derechos: "Es de estricta justicia que la mujer tenga el voto en las elecciones de las autoridades, porque si ella tiene obligaciones con el grupo social, razonable es, que no carezca de derechos. Las leyes aplican por igual a hombres y mujeres: la mujer paga contribuciones, la mujer, especialmente la independiente, ayuda a los gastos de la comunidad, obedece las disposiciones gubernativas y, por si acaso delinque, sufre las mismas penas que el hombre culpado. Así pues, para las obligaciones, la ley la considera igual que al hombre, solamente al tratarse de prerrogativas, la desconoce y no le concede ninguna de las que goza el varón.”

A pesar de contar con el apoyo de Carranza, la iniciativa no prosperó, pues los constituyentes consideraron que los movimientos a favor del sufragio femenino apenas emergían.

En ese mismo periodo intervino en el Segundo Congreso Feminista, celebrado nuevamente en Yucatán. En aquella oportunidad declaró: "La esfera de la mujer está en todas partes porque la mujer representa más de la mitad del género humano, y su vida está íntimamente ligada con la de la otra mitad. Los intereses de las mujeres y de los hombres no pueden separarse. La esfera de la mujer está, por lo tanto, donde quiera que esté la del hombre; es decir, en el mundo entero.”

En febrero de 1917, contra todos los usos de la época, se postuló para una diputación en la Ciudad de México. En entrevista con El Universal, explicó que su arrojo estuvo motivado por una carta que le envió un grupo de partidarias sugiriendo su postulación, no obstante la preeminencia de los candidatos varones. No encontrando un impedimento explícito a ejercer su derecho, decidió participar.

El programa de trabajo que propuso fue muy cercano a la recién aprobada Ley sobre Relaciones Familiares, influida por sus perspectivas. Las propuestas de Hermila "incluían la defensa de los intereses de madres y niños con relación al tiempo excesivo de trabajo; la exigencia de leyes que garantizaran la higiene matrimonial para defender a la mujer de las contaminaciones que degeneraban la especie, que la mujer fuera tratada en las leyes como mayor de edad pudiendo heredar bienes y administrarlos, etcétera”.

En la contienda electoral se enfrentó al general Ernesto Aguirre Colorado. En los periódicos se dijo: "Por esta señorita han aparecido en diferentes casillas más de quince votos firmados por las señoritas que se presentaron a votar." Cuando supo de su derrota, prometió al ganador que estaría pendiente de todas sus actuaciones, así lo hizo y reprochó públicamente sus intervenciones: "Como hemos dicho en nuestros números anteriores, Hermila [...] no se conforma con su derrota y todos los días embiste contra del candidato triunfante. Unas veces le censura su silencio, otra su fealdad y últimamente su cobardía. -"El puesto de usted está en la línea de fuego combatiendo a los zapatistas" -le dice en la última carta abierta que le ha dirigido.”

A mediados de año viajó a Durango, donde explicó las dificultades de su campaña en pro de la mujer: "La labor que yo me he echado sobre los hombros, es dificilísima, demasiado ardua, y he tenido que luchar contra lo que parecía muralla infranqueable de prejuicios y preocupaciones que daban margen a un estancamiento en la corriente de ideas relativas a la dignificación de la mujer: sobre mi personalidad, han caído comentarios y críticas que he sabido contrarrestar con altivez y con profunda fe en mi causa.”

En 1919 publicó su obra más ambiciosa, La doctrina de Carranza y el acercamiento indolatino. Los aspectos que ponderó a lo largo de las páginas fueron la soberanía nacional frente a la presión extranjera durante la Revolución, así como la promulgación de la ley del divorcio y su similar agraria. También moldeó a Carranza como un promotor de latinoamericanismo basado en el mutuo apoyo entre las naciones poco desarrolladas para hacer frente a la amenaza imperialista. Del mismo modo, describió cómo fue que, a raíz de su simpatías por el Primer Jefe, tomó la decisión de "abandonar la lucha meramente ideológica para lanzarme a la brega práctica, la que produce resultados efectivos, a la que de hecho tendrá que traer el mejoramiento político de nuestra patria”.

A sus ideas liberales se opusieron los consabidos prejuicios que dejaban en duda su capacidad para estudiar los problemas por los que atravesaba el país. Llena de incertidumbre, llegó a preguntarse por la autenticidad de sus convicciones, sin embargo, "la palabra VOLUNTAD, grabándose en mi cerebro, me impulsó a no desistir”.

El último ejemplar de La mujer moderna vio la luz el 16 de septiembre de ese año. Artemisa Sanz Arroyo refirió el carácter de Hermila, quien luchó "propugnando por [...] el sufragio femenino, del que fue un paladín incansable, como un legítimo galardón que la misma revolución triunfante otorgara a la mujer por sus meritísimos servicios a la causa constitucionalista. La causa feminista fue uno de sus más grandes anhelos y por lograr su triunfo, su constante batallar”.

La violenta muerte de Carranza fue una de sus mayores decepciones, pues con ella se diluían sus esperanzas de ver consumada la dignificación de la mujer. En 1923 se casó con Miguel Topete Guerra, con quien procreó a Hermila del Rosario el 8 de mayo de 1929. Al paso del tiempo se dedicó a la pintura y escribió un puñado de artículos que se publicaron esporádicamente. En 1939 se le reconoció como veterana de la Revolución y se le concedió una precaria pensión.

No participó en los movimientos feministas de medio siglo y falleció el 19 de agosto de 1954, un año después de que la mujer mexicana pudiera por fin ejercer el voto. Su lucha apasionada en favor del feminismo, el sufragismo y la democracia inauguró un sendero cuyos pasos han recorrido las insignes luchadoras sociales de México y América Latina.



(Tomado de: Adame, Ángel Gilberto - De armas tomar. Feministas y luchadoras sociales de la Revolución Mexicana. Aguilar/Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. de C. V. Ciudad de México, 2017)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario