viernes, 30 de agosto de 2024

"Maromero" Páez, el payaso de las cachetadas

 


"Maromero" Páez, el payaso de las cachetadas 


Y el circo llegó a los encordados. La solemnidad del guerrero y la solemnidad en el vestir se vieron seriamente trastocadas por Jorge Páez, llamado "Maromero" por su origen circense. Su estilo alocado de boxear y sus estrafalarias actitudes, antes, durante y después de los combates, dieron una nueva dimensión al deporte de los puños como un gran show. 

De payaso y trapecista, Jorge Páez pasó al boxeo profesional sin ninguna experiencia de amateur. Durante los primeros años, sus rivales no fueron de peligro pero "Maromero" se fue colocando insidiosamente en las listas de retadores para un título del mundo en peso pluma. 

Su oportunidad se presentó el 22 de septiembre de 1988. A favor tenía la sede, Mexicali, su tierra natal. En contra, la sólida carrera del campeón -versión IBF- Calvin Grove, invicto en 33 peleas. Y, por primera vez, Páez se enfrentaría a un clasificado mundial. ¡Vaya momento para hacerlo! 

Sin embargo, "Maromero" llegó a la pelea no sólo con el respaldo del público de Mexicali, sino con la idolatría de sus seguidores. Tenía cuatro años en el boxeo de renta, tiempo suficiente para crearse una aureola de ídolo. Aunque, también, a fines de los ochenta, era uno de los valores del pugilismo mexicano, y como tal se le apoyaba. 

Páez era un boxeador ágil y sorpresivo, dos armas de gran valor en el box cuando la dinamita no se manifiesta de manera importante imponente. Su vista era del lince y tenía un sentido de la distancia envidiable. Por lo mismo sus rivales sufrían para conectarlo. 

La pelea contra Grove fue de película. La campanada del round 15 anunció al "Maromero" que era su última oportunidad para llevarse el cinturón. Los jueces lo tenían abajo en el conteo. Páez buscó a Grove como una fiera y lo mandó tres veces a la lona en este último asalto. Fue suficiente para ganar el campeonato. 

Los medios fueron generosos con él pero también tuvo constantes críticas sobre su boxeo y su manera de “faltarle el respeto al ring”.

"Maromero" se convirtió en uno de los pugilistas más rentables a causa de su estrambótica imagen. Las televisoras norteamericanas se lo peleaban para conseguir las transmisiones de sus combates. Tal vez esa fue su ruina. Páez continuó con su misma táctica de siempre, no desarrolló nuevas actitudes y, con el tiempo, se volvió predecible para sus contrarios. 

Después de Grove enfrentó a una serie de boxeadores experimentados ante los cuales ya no tuvo nada que exhibir. Rafael Ruelas, Freddy Pendleton y Óscar de la Hoya. 

Fue un gran peleador pero nunca pudo dar el gran paso porque no quiso desarrollarse, rápidamente sus mejores armas se volvieron previsibles para sus contrarios.


(Tomado de: Maldonado, Marco A., y Zamora, Rubén A. - Cosecha de campeones. Historia del box mexicano II, 1961-1999. Editorial Clío Libros y Videos, S.A. de C.V., México, abril 2000)

lunes, 26 de agosto de 2024

Armando Jiménez y la Numerología

 


Numerología


A partir de los albores de la creación, el hombre ha tratado de romper el velo del futuro, queriendo descubrir su destino. De ahí que desde remotas edades prosperaran las artes oscuras de la adivinación, lo mismo en los tiempos bíblicos, poblados de pitonisas y videntes, que en la Grecia civilizadora o en la Roma floreciente, donde arúspices y oráculos predecían acontecimientos y revelaban secretos del más allá. Los quirománticos apelaban a las rayas de las manos; los geománticos veían el porvenir en signos hechos en arena esparcida; los augures obtenían revelaciones en el vuelo de las aves; los astrólogos las leían en el giro de las estrellas; los oniromantas interpretaban los sueños; los pirománticos miraban los destinos humanos danzar en las ondulaciones de las llamas. Hubo un privilegiado que, hace menos de dos siglos, daba a conocer el futuro a la aristocracia francesa, viendo apariciones en el agua. Y, para no ir tan lejos, hace apenas tres décadas, en un lugar del estado de Nuevo León llamado Espinazo, surgió un individuo nombrado Niño Fidencio, quien además de adivinar el porvenir sin ayuda de subterfugios, curaba a la gente, fueran cuales fuesen los achaques, con solo mecerla en un columpio. Y por suerte, contamos en nuestro país desde hace muchos años con otra clase de iluminados a quienes podemos recurrir pagando solamente cincuenta centavos. Ellos han superado a todos sus antecesores extranjeros: auxiliados de un maniquí vestido al modo de las gitanas, proporcionan respuestas exactas a las consultas que por escrito o de palabra formulan, principalmente, "gatitas", "chafiretes", "mecapaleros" y "macheteros" que ansían conocer su fortuna, la cual se entrega redactada con bella letra cursiva, para no dejar asomo de duda de la veracidad del aserto. También tenemos otros, ayudados por un pajarito, con dones de pitonisa, que extrae de entre cientos de papelillos doblados el que contiene impresa la respuesta al interrogante propuesto mentalmente por individuos de esa misma prosapia antes descrita, aunque a veces la pregunta y la contestación hagan recordar el método que para enseñar el idioma inglés seguía aquel lingüista apellidado Ollendorf.

La gente de alcurnia que habita en la Ciudad de México no está en el desamparo, pues disfruta de los servicios de Pedro Rendón, cuyas tarjetas de visita señalan que, además de candidato a la presidencia,


pintor y poeta, es quiromántico y cartomanciano, actividades estas dos últimas que han dado felicidad y prosperidad a miles de personas, sin exceptuar uno solo de los asistentes habituales al Café París.


Pero, por otro lado, la ciencia, en su formidable avance, pretende barrer con todo lo que llama ella imposturas dejando en pie solamente hechos basados en técnicas exactas, como la numerología, que consiste en el estudio de los guarismos.

Por deferencia especial hacia los lectores de esta obra daremos enseguida amplia explicación del significado de las cifras, sin que por ello elevemos el costo del libro, y la cual, aunque no resolverá probablemente la obsesiva idea que todos tenemos de dar con la fortuna cuando compramos un billete de lotería, en cambio nos descubrirá la representación de los números en conversaciones cotidianas. Entremos, pues, en materia:

Hacer del uno equivale a cambiarle agua a las aceitunas, ir a mi arbolito o echar una firma. Hacerse una es confabularse varias personas para obtener alguna ventaja común, y también entregarse placenteramente, en cuerpo y alma, en manos de doña manuelita.

Tocar el dos es una orden de los españoles, equivalente a la nuestra de enviar a alguien a ver si ya puso la puerca, y que no hay que confundirla con hacer del dos, que es, simple y llanamente, tirar la basura, desocupar espacio o leer por abajo. En cambio, ejecutar cierta cosa en un dos por tres representa echársela al plato como de rayo. Y si se dice de alguien que vale una pura y dos con sal es que vale lo que se le unta al queso.

El tres era cabalístico para los habitantes del viejo mundo, como el cuatro y el cinco para los aztecas, y dada la europeización que venimos sufriendo, el número tres ha tomado abundantes representaciones. Así por ejemplo, échame tres es adecuada respuesta que damos a la amenaza preferida por un enemigo nuestro, con lo que queremos indicar que nos eche otros tantos vientos en el gorro en vez de bravatas. Dame las tres es la solicitud que hace una persona a un colega para que le deje aplicar ese número de chupadas de la verde o, para que se me entienda mejor, de la hojita con lumbre, grifa, juanita, malva o mota. Por extensión dicen la misma frase los que no le hacen al refine pero a quiénes les gusta fumar del dátil o Lucky... traigas, que es vicio peor. En la contabilidad de lana, mosca o machacantes, somos en verdad expertos: uno que me debes, uno que me pagas, otro que te apunto, y me debes tres; en la contabilidad de copiosas aplicamos otro teorema: una no es ninguna, dos es media y tres es una, y como una no es ninguna, volvemos a empezar. Y, por cierto, es medida (muy buena medida) para tomadores experimentados, aquello de: ni menos de tres ni más de diez, medida que no desmerece ante esta otra: Una a las doce y doce a la una.

Pero, continuando con el orden numérico que hemos venido siguiendo, y sin aludir a copas, quien asevera que al hilo se echa más de tres es tan hablador como el que se dice padre de más de cuatro. Hace algunos años se reprochaba que hablaba con muchos cuatros al que profería abundantes disparates, ya sea por el uso revesado de las palabras que empleaba o por las groserías que éstas encerraban; de suerte que el cuatro, con tal connotación, viene siendo no el padre putativo del albur, sino su ascendiente más cercano, legítimo y evidente. Poner un cuatro significa tender un ardid. Si después de autorrecetarse usted sus cucharadas puede hacer un cuatro está comprobado plenamente que está en sus cinco.

Para nuestros antepasados el cinco era el ojo del salvo honor; en los tiempos que corren, de constantes devaluaciones, eso mismo, o sea el sunfiate, el anís, el chicloso, el estafiate o la barrera de sonido, es el siete. Y hacerle cinco-cinco a alguien es tanto como hacerle cus-cus. Si oímos que fulano es un ca... marón elevado a la quinta potencia, esa mula es de cuidado. Cuando aseguran de una mujer que es quinto dan a entender que no ha sido tocada ni con el pétalo de una rosa (con razón se afirma que no hay quinto malo) también se dice de ella que no le han tronado el quinto o que tiene ley de cero siete veinte (0.720).

Y la dama que está en las condiciones antes descritas es que no ha perdido los seis fierros o que no le han quitado los seis. Quedarse de a seis significa azorarse o quedarse de a buey. El que en una conversación se quedó de a seis es que estuvo en ascuas por no haber entendido ni madre, como dicen los mal hablados (de los cuales, líbrenos Dios).


Cuando un hombre sale con domingo siete, resultó con una tarugada; si una dama es la que sale con aquello, es algo más que simple tontería. Quien escuche que le llaman hijo de la gran siete, no debe ponerse muy contento: le están echando en cara haber nacido a través de una incubadora de alquiler.

Hacer ochos es ocupar toda la banqueta al caminar, cuando se traen entre pecho y espalda varios pulmones, serpientes, teporochas u otros líquidos de esos que enaltecen el espíritu. Echarse un ocho quiere decir que se ha acertado en algún negocio como cuando en la rayuela cae la moneda en el centro del blanco, en cuyo caso se le anota al jugador ese número de tantos. La frase hacer el ocho tiene dos sentidos, a saber: irse hasta el fondo de una copa de vino, de un recipiente cualquiera de caldo de oso o de un vaso o tarro de cerbatana; el otro significado es acompañar a la flaca, o sea liar el petate, petatearse, entregar el equipo o parar los tenis. Hace tres lustros el precio de cualquier objeto era, precisamente, ocho ochenta.

Las exclamaciones "¡Rediez!" y "¡Coño rediez!" no son superlativas; mejor dicho no están aumentadas por tener antepuesta la partícula re, sino que son así ya por naturaleza. De paso señalaremos que estos hispanismos se emplean en nuestro país solamente por contagio, fuera de obligación, pues contamos con las mexicanísimas expresiones "¡Híjole!", "¡Me lleva la tristeza!" o "¡Me carga la fregada!", bastante más elocuentes y significativas que las antes mencionadas. Y para quiénes tienen manía de ensartar guarismos hasta para desahogar berrinches, dispone nuestro léxico, sin echar mano a extranjerismos, del término "¡Me cago en diez!", que no necesita elogios.

A propósito de superlativos, apuntaremos que si un individuo es excelente en su línea se dice que es un trinchón del once.

Por otra parte, y aunque Pitágoras diga misa, darle a uno las doce es enteramente igual que darle el cuarto.

El trece cuenta para unos como si se le atravesara un gato negro; para otros, como si tocaran el espinazo a un joronche.

Le ponemos las peras a seis, o a catorce y aun a veinticuatro o hasta a veinticinco, a quien nos anda succionando los glóbulos rojos, chupando el hígado o nos está testereando los aguacates. Sinónimos de un catorzal: un freguero y un fregadal.

Calzar del quince significa vivir lejos y en plazuela.

Veinte es el número máximo de recuerdos maternos que las reglas de educación establecen que digamos, como respuesta a uno que nos ha sido hecho. A los canijos les sabemos dar con largueza veinte y raya.

Cuarenta y uno se le llama en México a quien le gusta el arroz con popote; equivale por más señas al cuarenta y siete en Cuba.

El sesenta y nueve, en cambio, no es más que una forma muy natural de darse gusto.

Ser bueno hasta el ochenta era expresión usual hace unos quince años y significaba ser de calidad suprema, tal como era una casa de notas no muy buenas que funcionaba en ese número de las calles de Isabel la católica en la Ciudad de México.

Trescientos y algunos más son los estreñidos o apretados que hay en nuestra metrópoli, según el duque de Otranto, al igual que en New York City hay cuatrocientos, según otro tipo que se llama Cholli Knickerbocker, o algo por ese estilo.

Cuatrocientos, precisamente cuatrocientos, era número hiperbólico o ponderativo de los aztecas para señalar una cantidad de cosas grande pero indefinida. Por ejemplo, del perezoso se decía que le pesaba, que le estorbaba, ese cúmulo de aguacates.

Los extranjeros gozan de ser puntuales para las citas; los mexicanos de llegar a las quinientas.

Seiscientos seis: nombre del remedio que se anunciaba en los mingitorios públicos, antes del descubrimiento de sulfas y penicilinas, para suprimir condecoraciones.

El setecientos setenta y siete identificaba al pobre de Cantinflas cuando representó el papel de jenizaro en la película "El Gendarme Desconocido"; también es el número de placas de su automóvil, matrícula de su avión y nombre de su restaurante, de su rancho y de su yate. Todo lo cual, por supuesto, nada tiene que ver con la designación que, dicen los que han viajado, recibe en Tegucigalpa la zona donde viven y hacen su lucha las damas jubilosas, barrio al que llaman, igualmente el setecientos setenta y siete o los tres sietes.

-¿Mil y mil?

-Huélele la cola al albañil.

Tan terrible ordinariez no cae dentro de los confines de la numerología; sólo es un albur, el primero que aprenden los niños, y el cual se da la mano con los números que designan cada salto, cuando se juega al "burro". Así, pues, desoigamos tan descomedidas palabras y continuemos, beatíficamente, con nuestra ciencia de los guarismos.

¡Cuatro mil para hoy!, dicho con entonación de los billeteros de la lotería, es el mote que se daba hace unos treinta y cinco años a los cuatro ojos, cuatro lámparas, seguetas, burriciegos, poca luz, semáforos, lentejudos o a quienes tienen los hojaldres en vitrina.

Y con el fin de no prolongar interminablemente esta lista informaremos que cuando a una persona le ha invadido el cisco, es que le ha entrado cero o cerote.

Pero antes de terminar señalaremos que hace un cuarto de siglo, para referirse a un bute de cosas o de personas se decían que eran chorrocientos o chorrocientos ventosiete. En los tiempos actuales, si esa cantidad es incontable, se manifiesta, con la palabra, que son un titipuchal, o bien por medio de una seña que se ejecuta poniendo los dedos de las manos hacia arriba, abriéndolos y cerrándolos varias veces. Por cierto que este ademán (que olvidamos incluir en el capítulo precedente) comprende no un significado sino tres: el antes enunciado, de expresar un titipuchal, o sea un resto o un chorro; el equivalente de "Yo puras habas" y el de tener cuscús, argolla, cero o cerote.


¿Alguien no ha comprendido, después de tan prolijas explicaciones, el valor de los guarismos? No debe apenarse, porque esta ciencia de la numerología es en verdad complicada.


(Tomado de: Jiménez, Armando - Picardía mexicana. Numerología. Editorial Diana, S.A. de C.V. México, D. F., 2000)

viernes, 23 de agosto de 2024

El ritual funerario entre las Culturas del Desierto

 


El ritual funerario entre las Culturas del Desierto 


José Luis Rojas Martínez


El extenso territorio del Norte de México presenta diferentes condiciones geográficas delimitadas por las grandes formaciones de las sierras madre, Occidental y Oriental, y por el Golfo de México y el océano Pacífico, en ambos extremos; en este escenario, y no obstante las condiciones climáticas adversas, se desarrollaron numerosos grupos humanos que lograron expresar a través de diversas manifestaciones culturales, el entorno árido y hostil que los rodeaba. Varios de esos grupos dieron origen a las llamadas "Culturas del Desierto", cuya característica principal fue la de tener una forma de subsistencia basada en la caza, la pesca y la recolección; eran grupos nómadas en constante movilidad que buscaban su sustento, ya que desconocían las bases de la agricultura y la domesticación de animales que pudieran servirles de alimento. Tenían una sencilla cultura material que estaba de acuerdo con el grado de aprovechamiento de los recursos que su medio les ofrecía. 

Uno de los grupos integrantes de las Culturas del Desierto, que ha sido ampliamente estudiado por la arqueología mexicana, se asentó en el área conocida como la Comarca Lagunera, situada en la parte suroeste del estado de Coahuila y una pequeña porción del norte del estado de Durango. Se trata de una inmensa planicie cercana a la moderna ciudad de Torreón, rodeada de grandes macizos orográficos; en su superficie crece la típica vegetación de las zonas áridas, formada por agaves, yucas, lechuguillas, etcétera, cuyas fibras fueron aprovechadas por aquellos grupos laguneros para elaborar su vestimenta, sus adornos y sus utensilios cotidianos. 

Fue precisamente en la Comarca Lagunera donde se realizó uno de los más importantes hallazgos en la historia de la arqueología del norte de México, cuando entre 1953 y 1954 los arqueólogos adscritos al entonces Departamento de Prehistoria del INAH, Manuel Maldonado-Koerdell, Pablo Martínez del Río, y Luis Aveleyra Arroyo de Anda, dedicaron tres temporadas de campo para rescatar una importante cantidad de restos humanos y sus ofrendas, depositados en forma de bultos mortuorios dentro de dos cuevas conocidas como la Candelaria y la Paila, las cuales mostraban, a través de los materiales arqueológicos rescatados, cómo se desarrollaban la vida cotidiana y los rituales de este grupo que habitó la región por más de tres mil años, desde el 2000 a. C. hasta el 1600 d. C. Dicha cronología, basada en los fechamientos obtenidos por el material lítico rescatado, además del estudio científico de los objetos de concha, huesos de animales, madera, textiles y restos óseos humanos, entre otros, nos permiten reconstruir fragmentos de la historia de la ocupación humana en la Comarca Lagunera. 

Todos los integrantes de una pequeña banda de cazadores-recolectores, formada por unos treinta miembros, realizaban sus actividades cotidianas tal como lo habían aprendido durante numerosas generaciones; para sobrevivir en una región desértica como El Bolsón de las Delicias, área ocupada por este pequeño grupo, desarrollaron diversas técnicas que les permitían aprovechar al máximo los recursos naturales a su alcance. Los niños eran adiestrados en el arte de la cacería, y tenían que estar siempre atentos a las indicaciones y enseñanzas de sus padres, ya que de ellas dependía la sobrevivencia del grupo. Uno de los adultos, considerado el más experimentado cazador de venados y conejos en la región de la Comarca Lagunera, de nombre Coyote Blanco, desde pequeño había dado muestras de sus aptitudes para la fabricación de los implementos de caza; sus hábiles manos podían cortar y pulir con destreza excelentes puntas de proyectil e incrustarlos en duros mangos de madera que previamente había preparado. Coyote Blanco se distinguió por su pericia en el uso del arco y la flecha, además del lanzadardos, o átlatl, instrumentos que lo acompañarían a lo largo de su vida por todos los recorridos en busca de presas. 

A Coyote Blanco se le admiraba porque con frecuencia regresaba al campamento con grandes venados cola blanca, conejos y otros mamíferos pequeños, de los que se utilizaba inmediatamente su carne y se llevaba a las fogatas que ya habían encendido previamente las mujeres; mientras tanto las pieles de sus presas se preparaban para cubrirse con ellas durante las épocas más frías. Coyote Blanco era consciente de que su núcleo familiar podía sobrevivir a las duras condiciones de vida del desierto gracias a su experiencia y a sus habilidades. 

Una vez separada la piel del venado, Coyote Blanco se acercó al lugar del desplazamiento y observó detenidamente la cabeza del animal, examinó con sumo cuidado sus astas, que resaltaban por su gran belleza y tamaño, y luego separó la cabeza del animal -para él era importante no dañar las astas-, tomó sus instrumentos de piedra para cortar hueso y con ellos seccionó el cráneo, y enseguida separó cuidadosamente las astas. Después buscó entre la madera que tenía a su disposición y encontró algunas varas que le serviría para su propósito. Tomó entonces las dos astas y las unió con las varas que había seleccionado, sujetándolas con finas cuerdas de fibras vegetales; de esa manera fabricó un amuleto que le sería indispensable para realizar los rituales propiciatorios que le garantizarían seguir obteniendo presas y así asegurar la sobrevivencia de su grupo. 

No sólo las habilidades de Coyote Blanco eran imprescindibles para la existencia de su grupo, también las actividades realizadas por las mujeres eran muy importantes. Ellas iniciaban su instrucción desde muy pequeñas; aprendían a recolectar frutos, semillas y otros alimentos que complementaban su dieta. De la escasa vegetación que crecía en un medio árido, tales como las yucas y las lechuguillas, sabían usar sus fibras para elaborar una vestimenta sencilla: mantas, faldellines, tocados o enredos, bandas con motivos geométricos en rojo, negro, blanco y amarillo, bolsas y otros implementos de uso doméstico. 

Coyote Blanco murió antes de cumplir los cuarenta años, suceso que provocó una gran conmoción entre los miembros de su grupo, quienes prepararon con gran esmero los rituales mortuorios dignos del personaje. De acuerdo con las centenarias tradiciones que exigía este rito, el cuerpo fue flexionado hasta lograr una posición fetal; posteriormente se le colocaron todas sus pertenencias, incluyendo, por supuesto, sus preciados instrumentos de caza. Como una manera de reconocer el prestigio de gran cazador que adquirió en vida, se le colocó en el brazo izquierdo una gran punta de proyectil adherida con resina vegetal a un mango de madera. Después, el cuerpo fue cubierto con una gran manta y amarrado con varias tiras de fibras vegetales, y se le colocó sobre un arnés de varas, amarradas también con fibras, para luego ser transportado hacia la cueva mortuoria, en cuyo interior yacían los cuerpos de varias generaciones de laguneros. Entrar por la boca de la cueva fue extremadamente complicado, ya que el tamaño y el peso del cuerpo dificultaba las maniobras, pero por fin lograron acceder al área principal y en un espacio adecuado pusieron una cama de pencas de nopal sobre la que depositaron el arnés y el envoltorio con los restos mortales de Coyote Blanco. 


(Tomado de Rojas Martínez, José Luis. El ritual funerario entre las culturas del desierto. Los guerreros de las llanuras norteñas. Pasajes de la Historia IX. México Desconocido, Editorial México Desconocido, S.A. de C.V. México, Distrito Federal, 2003)

lunes, 19 de agosto de 2024

Marcelo Chávez


 

Marcelo Chávez 

(actor)

(1911-1970, Veracruz, México) Hábil guitarrista e interesado desde joven en la música y la comedia, Marcelo Chávez se había desempeñado como "patiño" de cómicos como Don Catarino, Donato y Mario Moreno "Cantinflas" en carpas, así como en radio. Cuando Germán Valdez solicita un comparsa, Paco Miller pensó de inmediato en él. A partir de ese momento, la figura obesa de Marcelo aparece unida a la de Tin Tan. A pesar de las breves intervenciones fílmicas de Marcelo: Maravilla del toreo y Canto a las Américas -ambas de 1942-. El despegue de éste arranca al lado de Tin Tan en Hotel de verano (1943). Así, sobre todo en las primeras cintas de la pareja, Marcelo obtuvo papeles mejores, en otras tan sólo participaba de manera breve, pero graciosa, en filmes como Músico, poeta y loco (1947), Yo soy charro de levita (1949), El Ceniciento (1951), El bello durmiente, La isla de las mujeres (ambas de 1952) o en El rey del barrio (1949) en la cual interpreta al policía de la esquina que anda tras la pista de una torpe banda de maleantes liderada por Tin Tan. 

Rafael Aviña.


(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

viernes, 16 de agosto de 2024

Anuncios Clasificados, 1915



Terrenos

The Mexican Herald, miércoles 17 de marzo de 1915

***
A quince minutos del Zócalo, por tres rumbos, tenemos magníficos lotes desde 200 metros cuadrados, pagaderos en abonos de $8.00 mensuales en adelante. La inversión más segura y productiva que se ofrece ahora. Hay que ir a verlos luego, hoy mismo, dirigiéndose a Terrenos, 2a. Palma 23, o teléfono 350 Neri.
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Ahora es el tiempo más a propósito para hacer compras de terrenos, especialmente cuando los puede conseguir en condiciones de pago excepcionalmente liberales. Los tenemos en distintos rumbos de la ciudad, pagaderos al contado o en abonos, desde $8.00 mensuales. Terrenos, 2a. Palma 23.
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Cerca Arzobispado de Tacuba, magnífico lote para residencia, con 10 metros de frente para la calle, pagaderos en abonos de $12.00 mensuales. Oportunidad. Terrenos, 2a. Palma 23, teléfono 350 Neri.
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Joven español agraciado y buena presencia, poseyendo algún capital, desea relacionarse con señorita o viuda mexicana, que posea regular instrucción. Objeto matrimonio. Dirigirse Ricardo M. Apdo. 1909.


(Tomado de: Labrandero Iñigo, Magdalena, et al, (coordinadores) - Nuestro México #5, La ocupación de la Ciudad de México, 1915. UNAM, México, D. F., 1983)

lunes, 12 de agosto de 2024

Pedro Armendáriz

 


Pedro Armendáriz 

(Actor)

(1912-1963, México, D.F.). Su nombre completo es Pedro Armendáriz Hastings y fue una de las figuras centrales de la época dorada de la cinematografía nacional. Realizó estudios en Estados Unidos y después de una corta trayectoria en los escenarios teatrales, ingresó al cine en 1935 con la cinta María Elena (Rafael J. Sevilla). Poseedor de una gallarda figura, rostro y ojos expresivos, así como una fuerte personalidad que lo hicieron digno de ser dirigido por los mejores cineastas, entre ellos Roberto Gavaldón, Julio Bracho, Luis Buñuel y Emilio "El Indio" Fernández, al actor lo colocaron al lado de figuras femeninas como Andrea Palma, María Félix y Dolores del Río. En 1944 su nombre encabezaba las películas más atractivas, ya que se le reconocía como actor y galán de enormes seducción entre las mujeres. Después de Flor silvestre (1943), sus cintas duraron más de cuatro semanas en los cines. En 1945 llegó la invitación para trabajar en Hollywood, de ahí que sus siguientes filmaciones viajó de un lado a otro de la frontera, donde destacó su labor bajo la dirección de John Ford y al lado de John Wayne en Three godfathers (Tres hijos del diablo). Fuerte apache y en El fugitivo. Asimismo, actuó en varias producciones europeas como Les amants de Toledo, producción francesa dirigida por Henri Decoin y Lucrecia Borgia. Por su actuación en La perla obtuvo el Ariel en México al mejor actor actor en 1948 y en 1953 por El rebozo de Soledad. Al terminar El regreso del agente 007, se suicidó el 18 de junio de 1963, en la ciudad de Los Ángeles, debido al cáncer terminal que padecía. (SOMOS esp. 7, año 1996). 

Lorena Ríos.


(Tomado de: La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

jueves, 8 de agosto de 2024

Cara e'foca y otros demonios

 


Cara e'foca y otros demonios 

Por Ana María Cortés


Si el compositor alemán Ludwig van Beethoven trascendió con su sinfonías número Cinco y Nueve, Dámaso Pérez Prado provocó escándalo y dio la vuelta al mundo con sus mambos número Cinco y Ocho. 


¡Aaaaaggghh! ¡Uuugg!... Era el sonido gutural que brotaba de la boca de Dámaso Pérez Prado "El Cara e'foca" -como lo apodó su paisano Benny Moré por su piel morena, largos bigotes y prominente cuello- para indicar a sus músicos irrumpir el ambiente de cualquier teatro, cabaret o salón de baile, con saxofones roncos, apagados, que explotaban en un sonido agudo sostenido por la trompeta de Cecilio "Chilo" Morán para dar la tonalidad del mambo "José", rúbrica de la Orquesta de Pérez Prado. 

Pablo Dámaso Jesús "Pipo" fue hijo de la directora de una escuela primaria, Sara Prado, y del periodista Pablo Pérez. Nació en Matanzas, Cuba, el 11 de diciembre de 1917 -según sus declaraciones ante las autoridades autoridades mexicanas de migración- y estudió música en su ciudad natal, especializándose en piano. 

En la capital cubana, La Habana, el músico matancero empezó "hueseando", es decir, trabajó como pianista en varias agrupaciones. Al pertenecer a la del cabaret Kursaal, conoce a Orlando Guerra "Cascarita", cantante de la orquesta más famosa de ese momento en Cuba: La Casino de la Playa, y comienza a hacer arreglo musicales para él. Con la agrupación de Paulina Álvarez conoce todo lo relacionado al danzón; después formó una orquesta propia, de las llamadas "charangas”.

Patadas y gritos 

Como su música no gustaba a los dueños de las disqueras cubanas, Prado decide viajar a nuestro país, animado por la actriz y bailarina Ninón Sevilla, aunque él aseguraba que lo invitó Kiko Mendive, cantante de la orquesta del también cubano Arturo Núñez, a quien Dámaso ya le había hecho algunos arreglos musicales. 

Durante los años 40, México estaba en pleno crecimiento industrial y las clases media y alta de la capital asistían a los espectáculos de los centros nocturnos, como el Ciro's del Hotel Reforma, el salón Candiles del hotel Del Prado o El Patio, donde la música norteamericana de las grandes bandas (Glenn Miller, Harry James, Tommy Dorsey, Benny Goodman, Louis Armstrong) era interpretada por Luis Alcaraz, Gonzalo Curiel, Ernesto Mesta Chaires, entre otros. 

Prado encuentra este panorama al llegar a nuestro país en octubre de 1948 y se dedica a elaborar arreglos para Kiko Mendive; luego graba con la compañía discográfica RCA Víctor. Sin éxito aparente, debuta el domingo de resurrección (2 de abril) de 1950 en el salón de baile Brasil, al cual asistió el presidente de la República Mexicana Miguel Alemán Velasco, y el actor Mario Moreno "Cantinflas", entre otros. Se improvisó entonces una nueva forma de bailar: la gente se juntaba por equipos y no por parejas, y como en los minuetos de antaño surgieron los movimientos coreográficos masivos. 

Tras el éxito del Brasil las ofertas pulularon. No sólo los salones de baile lo requerían, sino también los centros nocturnos y los teatros, como El Margo (hoy Blanquita), donde tuvo temporadas exitosas, incluso una de ellas duró un año y siete meses.

A partir de 1949, El Cara e'foca ingresa al cine como arreglista: ya consagrado, le piden que toque sus temas más conocidos en las cintas; las primeras donde participa como arreglista son Coqueta (Fernando A. Rivero, 1949) y Aventurera (Alberto Gout, 1949). En Perdida (Fernando A. Rivero, 1949), aparece una de sus canciones: "Maravillosa", la cual baila Ninón Sevilla. El mambo permitió el lucimiento de actores y actrices como auténticos bailarines, entre ellos Joaquín Pardavé, Adalberto Martínez "Resortes", Rafael Baledón, Niní Marshal, Famie Kaufman "Vitola", Germán Valdés "Tin Tán", que se movían de manera chusca. En cambio, las Dolly Sisters, Ninón Sevilla, Gloria Mestre, María Antonieta Pons, Amalia Aguilar o Rosa Carmina, mostraban sus exuberantes cuerpos y trajes rumberos, provocando suspiros de los espectadores y la ira de los representantes de la iglesia católica: en la ciudad mexicana de Culiacán, Sinaloa, prohibieron a los fieles cualquier contacto con el ritmo, mientras que en Colombia les negaban el perdón divino, y en Venezuela, tanto Pérez Prado como María Antonieta Pons eran considerados "la verdadera encarnación del diablo”.

Al Mambo le salen alas 

Desde su llegada a México y hasta su deportación (6-octubre-1953), el músico matancero participó en 30, cintas la última de este periodo fue Sindicato de telemirones (René Cardona, 1953). El maestro afirmaba que inventó el mambo sin saber el porqué; sacó el nombre de una expresión cubana "cuando no nos gustan las noticias de algún político". Sin embargo, algunos críticos aseguran que fue el músico Orestes López quien escribió el primer danzón-mambo, cuando trabajaba en la charanga de Antonio Arcaño en Cuba, el cual utilizaba la palabra "mambear" como sinónimo de "improvisar". El mambo conquistó al mundo con una orquesta formada por músicos mexicanos, dirigida por el Cara e'foca, quien afirmaba con orgullo: "A Japón he ido a trabajar más de 20 veces. En Alemania llevo más de 110 millones de discos vendidos”.

Además de deleitar el oído del emperador Hirohito, los reyes Hussein de Arabia Saudita y Juan Carlos de España también dieron patadas, movieron los hombros y la cadera frenéticamente, incluso cuando la agrupación de Dámaso fue a Marruecos, el rey Kassam "regaló mil dólares a cada uno de nosotros, los músicos de la orquesta", aseguró en una entrevista Filiberto Meléndez. Prado trabajó en la RCA Víctor hasta que lo expulsan del país. Armando Cárdenas, locutor y conocedor del mambo, aclaró: "se piensa que lo deportaron por tratar de ponerle ritmo al Himno Nacional. Sólo sucedió que se fue al Margo cuando tenía un contrato firmado con el teatro Cervantes y lo reportaron". Se refugió en Estados Unidos de 1953 a 1958 y ahí crea "La suite de las Américas", "El concierto para bongó" y "Vudú Mambo". Al regresar a México, en 1964, el maestro trae otros ritmos como el suby, la chunga, y el dengue, pero el público sigue fiel al mambo. Su última cinta como actor fue El dengue del amor (Roberto Rodríguez, 1965); además se presentó en televisión, centros nocturnos y teatros de revista. 

Prado tuvo muchas mujeres en su vida, pero se sabe que sólo con dos se casó. La primera fue Engracia Salinas (con la cual vivió durante los últimos días de su vida) y junto a ella procreó un hijo: Gerardo Dámaso. Su matrimonio se efectuó en 1951 y se divorció en 1976 para contraer nupcias en 1979 con María del Carmen Josefina Linares. También se sabe que con una italiana mantuvo una relación, de la cual nació su hija O'dalia. 

Durante una gira Japón en 1988 el Cara e'foca había decaído; su salud minaba a causa de la diabetes. Los músicos disidentes del Sindicato Único de Trabajadores de la Música (SUTM), dirigido por Venustiano Reyes "Venus Rey", rindieron homenaje en vida al maestro; además, actores y cantantes, como Blanca Guerra, Ofelia Medina, María Victoria, Yolanda Montes "Tongolele", Tania Libertad y Eugenia León, entre otros, montaron un espectáculo en el teatro Blanquita del 7 de septiembre al 4 de octubre de 1989, con el fin de recaudar fondos para el músico matancero. Sin embargo, luego de amputársele una pierna, sufrió una hemorragia cerebral y sin contar con el apoyo del SUTM, ni de la ANDA (Asociación Nacional de Actores) para ser atendido por especialistas, el Rey del Mambo falleció el 14 de septiembre de 1989 a los 72 años de edad; su cuerpo fue velado en la agencia funeraria de Gayosso Félix Cuevas, en la ciudad de México. Han pasado ya 10 años desde su muerte y todo parece indicar que el mambo nos acompañará en el próximo milenio. 


(Tomado de: Cortés, Ana María - Somos Uno, especial de colección, Las rumberas del cine mexicano. Cara e'foca y otros demonios. Año 10, núm. 189. Editorial Televisa, S.A. de C.V., México, D.F., 1999)

martes, 6 de agosto de 2024

Historia cultural del cactus VI Historia revolucionaria

 


Historia cultural del cactus 

6 Historia revolucionaria


España conservó durante dos siglos y medio el monopolio de la cochinilla, vigilándo celosamente todos los barcos que zarpaban de las costas mexicanas. El menor intento de exportar el piojo colorante era castigado con la pena de muerte. Sin embargo, un francés, Thierry de Menonville, desafió la terrible pena para procurar a su patria, recién convertida en república, la preciosa materia tintorera. Registró por la noche, cautelosamente, algunas de las mejores plantas-criaderos de cochinilla en el estado de Oaxaca ("Juaxaca", escribe él) y consiguió un puñado de piojos purpúreos. Logró llegar felizmente con su botín a Santo Domingo, donde la cochinilla se crió y se multiplicó, y pronto pudo enviarse a París un barril del precioso colorante.

La cochinilla llega ahora al momento culminante de su historia. El polvo obtenido de ella fue empleada para teñir con el rojo de la libertad la bandera de la República francesa, el glorioso tricolor con que se abanderó a la Convención Nacional en 1793. Los animalillos sustraídos de la Nueva España, fueron los encargados de ungir la nueva bandera de la Revolución.

Desgraciadamente, también el destructor de la república se adornó con la sangre de la cochinilla: el nuevo colorante rindió su tributo al tinte del que surgió la casaca roja del primer cónsul. Más tarde, un cactus mexicano vuelve a aparecer enlazado aunque solo anecdóticamente, con el nombre de Napoleón.

A comienzos del siglo XIX, un capitán inglés llamado Sidney Longwood trasplantó los grandes cactus candelabros de México a la isla de Santa Elena, carente todavía de historia. Ninguna ley española se oponía a esta operación de trasplante, pues las plantas de adorno quedaban todavía, por aquel entonces, al margen de la industria y el comercio. En Santa Elena las nuevas plantas cobraron gran altura y se ramificaron formando sobre la columna recta del tronco candelabros de muchos brazos, como en su tierra natal de México, con la única diferencia de que no florecían. La primera vez que se encendieron en ellos cientos de llamas, formadas por flores verdes y amarillas con puntas rojas, fue en la tarde del mes de mayo en que murió Napoleón. Parecía como si unos espíritus escondidos detrás de las rocas hubiesen esperado esta hora para aprender sus antorchas. A la vista de aquellos sirios encendidos de pronto, los barcos que cruzaban a lo lejos, susurraban: “Ha muerto”.



(Tomado de Kisch, Egon Erwin. Descubrimientos en México. Volumen 1. Prólogo de Elisabeth Siefer. Edición aumentada. Colección ideas, #62. EOSA, Editorial Offset, S.A. de C.V., México, Distrito Federal, 1988)

jueves, 1 de agosto de 2024

Nueva España, miseria en la abundancia



Miseria en la abundancia 

La agricultura y la ganadería novohispanas proporcionaron los productos básicos que alimentaban a sus pobladores: maíz, trigo, frijoles y carne. Desde principios del siglo XVII, ambas actividades se fueron concentrando en grandes latifundios en el centro y en el norte del reino. La expansión territorial de las haciendas del centro se hizo a expensas de los pueblos de indios. Los indígenas no solo perdían sus tierras, sino que eran obligados a trabajar en las haciendas cercanas mediante los repartimientos forzados que ejecutaban los corregidores. En 1632 la corona decidió suprimir el repartimiento forzoso de trabajadores y dispuso que éstos pudieran alquilarse en las haciendas a cambio de un jornal que se pagaba con dinero, o con ropa,comida, vivienda o el permiso de cultivar pequeñas parcelas. De este modo, las grandes haciendas contaron, por primera vez, con una fuerza de trabajo disponible durante todo el año. Estos trabajadores que carecían de libertad de movimiento, eran conocidos como "peones acasillados”.

Las haciendas se convirtieron en las principales abastecedoras de los centros urbanos y mineros. Alrededor de la ciudad de México se fue expandiendo un cinturón de haciendas. Al mercado de la capital llegaban azúcar, algodón, cacao y las frutas de la tierra caliente, los productos costeros de Veracruz y el Pacífico, el trigo y el maíz de Puebla y el Bajío, y las lanas, ovejas, carneros y reses del norte. También en las cercanías de las grandes minas en Zacatecas, Guanajuato, San Luis Potosí, Parral y Pachuca surgieron haciendas de cultivo y estancias ganaderas. Desde mediados del siglo XVII, la demanda de los centros mineros y las ciudades permitió que grandes áreas, como el Bajío y los alrededores de Guadalajara, se dedicaran a la producción agropecuaria. 

El desarrollo de la agricultura dependió siempre de las alteraciones climáticas. Los años de lluvias abundantes y regulares producían buenas cosechas, pero en tiempos de sequías, heladas, granizadas o lluvias escasas, la oferta de maíz, trigo y carne no alcanzaba a satisfacer la demanda. Los hacendados evitaban vender sus productos en los meses inmediatos a la cosecha, conservándolos en graneros y trojes bien acondicionados. En los años de 1720-21, 1741-42, 1749-50, 1770-71, 1785-86, las cosechas fueron malas, hubo escasez general de granos y un aumento en los precios. Sólo los grandes hacendados, que poseían las tierras más fértiles y los mejores graneros, lograban colocar sus productos en el mercado. Así, mientras la mayoría de la población era sacudida por el hambre, la carestía, las epidemias y el desempleo, los terratenientes imponían la "ley de los precios" y obtenían grandes ganancias. 

Durante las crisis agrícolas más severas del siglo XVIII, los precios del maíz y el trigo aumentaron hasta un 300 por ciento. En el verano de 1786 -"el año del hambre"- la fanega (55.5 litros) de maíz llegó a venderse en 48 reales (un peso equivalía a 8 reales). El salario máximo de los peones apenas rebasaba los 4 pesos mensuales, es decir, 32 reales. En agosto de 1810, unos días antes del Grito de Dolores, el precio del maíz había subido a 36 reales por fanega. Muchos de los seguidores del padre Hidalgo fueron campesinos pobres, acosados por los altos precios y el hambre. 



(Tomado de: Florescano, Enrique y Rojas, Rafael - El ocaso de la Nueva España. Serie La antorcha encendida. Editorial Clío Libros y Videos, S.A. de C.V. 1a. edición, México, 1996)