lunes, 26 de junio de 2023

El helicóptero azul, 1971

 


El "helicóptero azul"

Las más variadas técnicas y los más peliculescos detalles son encontrados siempre al lado de cada fuga efectuada en alguna prisión de "máxima seguridad".
Lo inimaginable es lo que se convierte en realidad y deja atónitos a propios y extraños, porque jamás se pensó que ese ardid se fuera a emplear en el curso de una evasión.
Y tal cosa es lo que aconteció precisamente con la huida de Joel David Kaplan, quien desde el interior de la penitenciaría del D.F. en Iztapalapa.
Si bien la idea de este libro es referirse a la serie de fugas que se registraron en los 76 años de vida del Palacio Negro de Lecumberri, decidimos no dejar al margen la escapatoria de Kaplan, porque en verdad parece que ha sido la única en el mundo realizada en la forma en que ésta tuvo lugar.
Todo lo relacionado con el caso "Melchior Vidal" constituye un acertijo que la policía Mexicana fue incapaz de resolver y que culminó con el escape de David Joel Kaplan del penal de Santa Martha.
A finales de los años sesentas llegó a México un conocido personaje en el mundo de los negocios norteamericanos, Louis Melchior Vidal Jr., con el objeto de llevar a cabo una serie de transacciones para lograr la explotación de la melaza, lo cual era el punto medular de sus ingresos.
Al llegar al aeropuerto de la ciudad inmediatamente se dirigió al Hotel Del Prado -aquel que todos recordamos y que echó por tierra el terremoto de 1985-, alojándose en una lujosa suite.
Nadie a ciencia cierta recuerda haber visto a Vidal Jr., pero él estaba ahí desparramando dólares en propinas y en gastos durante su permanencia en el que fuera lujoso hotel capitalino.
Una mañana Vidal coloca sus zapatos en la puerta de la habitación, como se estila en todo el mundo en hoteles de postín, para que el servicio de aseo de calzado los lleve a "bolear".
A todos los empleados relacionados con este tipo de actividad les extrañó sobremanera que el calzado del turista tuviera un agujero en la suela.
"No es posible -coincidieron- que tenga este tipo de zapatos, si con las propinas de la cena y el desayuno pudo haber comprado unos mejores".
Pero así era y el hecho más bien se interpretó como posible "tacañería" del hombre de negocios.
Vidal sale del hotel, sin que nadie recuerde a qué hora, ni con quién, aún menos hacia dónde. Estaba convertido en el "hombre invisible".
Transcurren dos días y el personaje no retorna a su suite del hotel, pero su equipaje está ahí y en la caja tiene un fuerte depósito que no puede hacer pensar que huyó del hotel para no pagar la cuenta.
Todos piensan que se trata de alguno de esos millonarios excéntricos que seguramente se fue de paseo para conocer algunos puntos de la capital o, incluso, de la provincia y que retornará en cualquier momento.
Mientras esto acontece aquí, unos campesinos encuentran un cadáver semi enterrado al lado de la carretera a Cuernavaca y dan parte de ello a la policía, que desde luego se entrega a la investigación.
El cuerpo no puede identificarse porque comenzaba a descomponerse, pero algo llama poderosamente la atención de los investigadores: "Debe tratarse de alguien no muy próspero, porque tiene un zapato con enorme agujero en la suela".
Se trata del mismo par de zapatos que el misterioso hombre envía a que lo lustren en el Hotel Del Prado.
Algunos papeles que se encuentran más tarde y el poderoso hecho del calzado, ahorran esfuerzos a los agentes, porque existe ya la posibilidad de identificar el cuerpo como Louis Melchior Vidal Jr.
Entonces se profundizan los caminos de las averiguaciones, hurgando a qué vino a México, con quién o quiénes lo hizo, en dónde estuvo y, sobre todo, quién lo mató y por qué.
La policía no encuentra el arma homicida y en un momento se crea todo un juego de ajedrez para los investigadores, que no tienen la menor idea de a qué cosas se están enfrentando.
Sin embargo, no había como el Servicio Secreto para desentrañar misterios de este tipo y todavía toca a ese cuerpo policiaco, antes de convertirse en DIPD [División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia], iniciar el aporte de las primeras pruebas del caso..
Con ayuda de los escasos papeles que se recuperan, el indicio de los zapatos rotos y la ayuda de autoridades consulares de EE. UU. en México se llega a saber que, ciertamente, el cuerpo hallado perteneció en vida a Louis Melchior Vidal Jr.
Sobre la base de a quiénes beneficiaba su muerte y por qué, los agentes ponen a disposición del Juzgado de Primera Instancia de Coyoacán, al cual competía el caso por jurisdicción, a personas que podían estar conectadas con el homicidio.
Y ahí llegan David Joel Kaplan, Harry Kopelson y otras personas de menor importancia, inclusive el corredor de autos Luis de la Torre.
En las investigaciones iniciadas por el juez Ángel Vidal, surge a la luz que los negocios de Melchior habían desatado una serie de ambiciones y diferencias, porque varias personas se disputaban la melaza para comerciar con ella.
Louis Melchior, más hábil o con mejor suerte, había logrado el control y todo eso molestó a sus rivales que determinaron quitarlo de en medio para tomar su lugar.
Igualmente quedó claro que se habían trasladado a México porque aquí tendría lugar una fase del negocio, sólo que Vidal Jr. nunca llegó a las conversaciones y prácticamente iba a quedar fuera del negocio.
Eso dio la pauta para las aprensiones que la policía llevó a cabo. Mientras una hermosa mujer, elegante, joven, cautivadora, llegó sorpresivamente de Nueva York, lugar del domicilio del occiso, para identificar el cadáver y determinar si era o no su esposo.
La diligencia se llevó a cabo en medio de una gran tensión.
Iba ataviada de riguroso luto la señora, haciendo resaltar lo blanco de su piel y el azul de sus ojos.
las puertas del Servicio Médico Forense se abrieron para que la dama penetrara hasta los refrigeradores de esa institución, en donde colocados en gavetas se encuentran los cuerpos de quienes tienen la desgracia de perder la vida en forma accidental y, a la postre, deben ser identificados.
Podía escucharse el vuelo de una mosca cuando el doctor Gibbón Maitrett, jefe del Semefo, indicó a la dama que pasara a ver el cuerpo que en esos momentos era sacado del sitio en el que se colocó, instalado como ya dijimos antes, en una gaveta que se hacía correr, como los cajones de un archivero.
La señora vio el cadáver y acto seguido se desplomó desmayada.
Hubo que prestarle momentánea ayuda para que recuperara el sentido y al ser interrogada por Gibbón Maitrett respecto a si el cadáver que había visto era el de su esposo Louis Melchior Vidal Jr. o no, repuso en forma positiva desde luego.
La señora desapareció y el caso se limitó al juicio que continuaba desarrollándose en el Juzgado de Primera Instancia de Coyoacán.
Kopelson pudo recuperar la libertad bajo fianza al igual que el corredor de autos, porque su participación en los hechos era menor; no así Kaplan, sobre quien gravitó desde un principio la autoría y ejecución del homicidio.
Un conocido bufete de abogados se encargó de la defensa de los acusados, pero no pudo evitar que a Kaplan se le condenara a 30 años de prisión, confinándolo en la Penitenciaría en Iztapalapa, porque no tenía recurso legal alguno que esgrimir en su favor, es decir, estaba ejecutoriado.
En febrero de 1971, medio año antes de la espectacular fuga, la pareja Kaplan-Contreras intentó escapar de Santa Marta Acatitla, a bordo de un tráiler en cuyo interior se ocultaron, pero fueron descubiertos y retornados a sus lugares asignados en el penal, aún cuando sospechosamente no se les castigó enviándolos a un sitio en donde no pudieran moverse por la cárcel con las libertades que tenían.
El 18 de agosto de 1971 todos notaron la insistencia de David Joel Kaplan por permanecer cerca del patio interior del dormitorio número uno de la Penitenciaría y de que Carlos Contreras, que se había convertido en su inseparable, no lo soltaba ni un segundo.
Sin embargo nadie imaginó, mi por asomo, lo que estaba a punto de acontecer y no dieron importancia a la situación ya que, repetimos, los dos hampones se habían convertido en inseparables y se ayudaban mutuamente en el paso de su vida carcelaria.
A las 18:35 horas de esa fecha, llamó la atención el ruido de un helicóptero que descendía y se acercaba al mencionado patio del dormitorio uno.
Los ojos de reclusos y celadores que estaban por ahí se posaron en el aparato, un tanto incrédulos, porque por momentos daba la impresión de que el plan del piloto era aterrizar en el penal.
Nadie dio una seña de disparar contra ellos, nadie tampoco hizo algo para saber si aquella nave en verdad iba a la prisión; todos, simplemente, observaban.
Y los ojos salieron de las órbitas de los testigos, cuando el helicóptero bajó y como era de color azul, pensaron que era de la policía y que en él viajaba por alguna razón muy importante algún funcionario.
Lo cierto es que a la mínima altura que podía sostenerse volando sin caer y sin chocar contra postes, astas, anuncios que hay en esa zona, lanzó una escala a la que Kaplan y Contreras se lanzaron en forma por demás desesperada. El primero en tomarla fue David Joel y enseguida su lugarteniente.
La nave inmediatamente volvió a tomar altura, sin que tampoco nadie acertara a tomar una decisión para impedirlo.
Kaplan y su socio subieron por la escala, luchando contra el viento, hasta que se introdujeron a la cabina.
Todo el personal del presidio, incluyendo enfermeras, mozos y hasta el director mismo, el coronel José Luis Campos Burgos, pasando por todo el cuerpo de vigilancia, quedó encerrado en calidad de detenidos, por órdenes precisas de Octavio Sentíes, quien fungía como regente de la ciudad.
Desde luego hubo versiones de que el único aparato del tipo que efectuó la faena señalada, color azul, sin matrícula, pertenecía a la Procuraduría de la República.
Los testigos manifestaron que por momentos se pensó que los prófugos -ya habían salido del penal- se estamparían contra la barda inmediata al sitio de la fuga, en los momentos en que el piloto imprimió más velocidad a la nave para elevarse y eludir el obstáculo.
La escala se dirigió con toda rapidez hacia esa muralla, balanceándose por el peso de los reos y podía jurarse que no lograría salvar los 13 metros de alto de la mencionada barda.
Para suerte de Los hampones internacionales, lograron su objetivo. La evasión duró exactamente dos minutos.
En el momento de la fuga, la mayor parte de los presos se encontraba en la habitual función de cine, por lo que de hecho no se enteraron en forma inmediata de lo acontecido.
Al revisar el libro de visitas se puso en claro que ese día visitaron a Kaplan y a Contreras sus respectivas esposas, pero a nadie extrañó porque lo hacían con frecuencia.
Causó extrañeza que estando designado el dormitorio uno para los reos de menor edad y mejor conducta, se hubiera permitido que los dos pájaros de cuenta quedaran alojados ahí.
Por lo que hace a las investigaciones posteriores a la huida, se puso en claro que los aeropuertos inmediatos al D.F. no registraban ningún vuelo autorizado para ningún helicóptero en ese día, salvo uno que viajó por la mañana hacia Guadalajara, pero el cual se checó debidamente que hubiera hubiese llegado a su destino.
La vigilancia se estableció en los puertos aéreos, en todas las casetas de salida de carreteras, pero no se halló el menor rastro.
Se dijo que la nave, posiblemente, se había encaminado hacia Chalco, pero en ese sitio y sus alrededores nada se encontró.
Más tarde llegaron noticias de que Kaplan estaba en Estados Unidos, disfrutando sus millones y riéndose de lo que hizo. Después se perdió todo rastro. Tampoco se supo nada del hamponcete Carlos Contreras.
Hay que destacar todo lo misterioso que fue el caso de Melchior Vidal Jr., porque nunca nadie recordó haberlo visto en persona y por ende no se supo ni cómo era el detalle de los zapatos con agujeros en la suela fue obvio que era para identificar el cadáver que se encontraría más tarde como el de Melchior Vidal Jr.
La hermosa rubia, supuesta viuda, que vino a identificar el cuerpo, mucho se dijo que no era la verdadera esposa de Vidal.
Después con la fuga de Kaplan, el asunto materialmente "se deshizo".
Sólo queda reiterar que sin lugar a dudas no hay paralelo, en lo que a espectacular se refiere, entre esta fuga y miles más que se han registrado por todo el mundo, con la particularidad de que tampoco tuvo el menor rastro de violencia.
Esto fue lo que nos llevó a incluirla en esos relatos que se refieren principalmente a las evasiones que atestiguó el vetusto Palacio Negro de Lecumberri, hoy convertido en flamante sede del Archivo General de la Nación.


(Tomado de: Aquino, Norberto Emilio de - Fugas. Editora de Periódicos, S. C. L., La Prensa. México, D. F., 1993)

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