El Merolico
"¡Esta pluma importada de Alemania por la firma de Balk, cuesta en los aparadores la cantidad de 75 pesos. Aquí conmigo, representante directo, esta pluma legítima alemana punto garantizado, oro de 14 kilates, acompañada de un fino lapicero y elegante estuche de terciopelo, no le cuesta a usted cien pesos, ni 75 de 50 ni 30. Le cuesta a usted, caballero, en oferta especial de propaganda, la insignificante cantidad de siete cincuenta. ¡Siete pesos con cincuenta centavos!..."
Un palero compra una pluma; otro también. Adquisiciones bastantes para que indecisos pero picados fuereños y crédulos capitalinos se resuelvan a efectuar tan tentadora operación.
Este, vende plumas; aquél, que tiene una serpiente enroscada al brazo, medicinas curalotodo; el otro, elíxires para extraer muelas sin dolor; ese, adivina el porvenir; el de más allá, vende carteras de piel de Rusia a tres pesos.
Su utilería: una pequeña mesa de tijera, un paño tendido en el suelo; el curalotodo tiene una tribuna con quitasol, y silla para el "paciente". Los paleros se dejan extraer muelas, poner cataplasmas, hacen de clowns y sostienen diálogos picarescos que hacen morirse de risa. Su escenografía es la plaza pública, el mercado, la calle.
Yo he engrosado muchas veces el auditorio del merolico, y he quedado bobo ante su extraña habilidad, su psicología al centavo, su desplante, su irresistible elocuencia, su marrullería graciosa. Esto último me convence de que el merolico no es un político disfrazado.
(Tomado de: Cortés Tamayo, Ricardo (texto) y Alberto Beltrán (Dibujos) – Los Mexicanos se pintan solos. Juego de recuerdos I. El Día en libros. Sociedad Cooperativa Publicaciones Mexicanas S.C.L. México, D. F., 1986)
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