lunes, 15 de julio de 2024

México, Yucatán y Texas: Relaciones peligrosas y combinaciones explosivas


Relaciones peligrosas y combinaciones explosivas 


En septiembre de 1821 Yucatán se incorporó a México como estado soberano, aunque su lealtad y patriotismo localistas eran mucho más fuertes que su necesidad de dependencia del país. Poco después se daba el primer enfrentamiento violento entre liberales y conservadores, además del inicio del conflicto con el gobierno nacional, pues el arancel aduanal aumentó de 15 a 25%. Laa intervención del emperador Iturbide calmó los ánimos y resolvió momentáneamente el problema político. Poco después, no obstante, al darse el cierre de los puertos mexicanos a las embarcaciones españolas, entre 1822 y 1823, el comercio con Cuba se interrumpió, causando estragos en una de las principales actividades económicas yucatecas. Son los años en los que el país dio el giro, con Santa Ana a la cabeza, hacia la república federada, y en 1823, ya resuelto temporalmente el asunto del comercio con Cuba, Yucatán decide nuevamente unirse a México. 


La primera constitución política yucateca, aparecida en 1825, reflejó el modelo de la nacional de 1824. Las relaciones entre Yucatán y México transcurrieron en armonía durante este periodo federalista del país, especialmente en 1827 cuando la península obtuvo una serie de privilegios sobre sus derechos aduanales. Todo ello cambió abruptamente con el advenimiento del centralismo a partir de 1830, y de ahí en adelante, los vaivenes políticos nacionales entre centralismo y federalismo reflejaron el estado de las relaciones entre Yucatán y México. 


En 1835 el gobierno nacional intentó obligar al yucateco a pagar los mismos derechos aduanales que el resto de los departamentos del país, imponiéndole a la península un nuevo y antiguo sistema a la vez: las alcabalas, o sea, el impuesto interno por el paso de mercancías. Además, se le demandaba a Yucatán el pago de porcentajes por concepto de los productos aduanales y que sus habitantes se sumaran forzosamente a las listas de conscriptos que irían a pelear a Texas. 

La rebeldía yucateca no se hizo esperar y Yucatán empezó a sostener relaciones con "el enemigo" texano, además de exigir la vuelta al federalismo y el respeto a sus prerrogativas económicas. Según Edward Fichten, el verdadero rompimiento entre México y Yucatán sobrevino en los momentos en que México regresó a un centralismo conservador reflejado en la Constitución de 1836: 


En contra de esta Constitución y de las políticas que se desarrollaron a partir de ella tanto Texas como Yucatán optaron por separarse. Con la secesión de Texas el gobierno federal, controlado por Santa Ana, exigió la ayuda de Yucatán mediante el pago de 200,000 pesos de sus ingresos aduanales, violando así las condiciones especiales que la península había establecido para unirse a México. Adicionalmente, 2,500 yucatecos fueron reclutados para pelear contra los texanos (con quienes ya simpatizaban) pero no se tomó ninguna providencia para que luego pudieran regresar a la península. 

 

Ocurrió así la primera separación de Yucatán del resto del país y los ánimos separatistas hablaban ya de independencia como algo beneficioso. En mayo de 1838 Santiago Imán llevó a cabo su primer levantamiento a favor del federalismo, y aunque fue derrotado y encarcelado, organizó una segunda asonada en contra del centralismo exactamente un año después. Entre sus fuerzas se encontraban 150 yucatecos que se habían escapado de un barco que los llevaba a pelear contra Texas. 


Aunque las rencillas económicas entre Mérida y Campeche empezaron aún antes de la independencia de México, a nivel político el año de 1840 marcó un momento importante, pues el partido liberal yucateco se dividió en dos bandos opuestos. Como ya dijimos, la oposición giró no alrededor de las tendencias políticas hacia el federalismo o el centralismo, pues ambos bandos eran declaradamente federalistas, sino que dependió del asunto de la unión o separación con México, y de la manera como estar incorporados o no al país afectaba los intereses productivos y comerciales de los grupos de poder económico de Mérida y de Campeche. 


Los dos partidos que surgieron en esos momentos reflejaban los intereses económicos de los grupos que pugnaban por el control de la península. La facción liderada por Santiago Méndez, representante de los intereses comerciales del puerto de Campeche, proponía la separación de Yucatán en tanto el país no regresara al federalismo ni les garantizara su autonomía local y privilegios especiales. El otro grupo, con sede en Mérida y con Miguel Barbachano a la cabeza, representaba los intereses agrícolas de la región y propugnaba por una Independencia total. En las elecciones de abril de 1840, Méndez triunfó como gobernador y Barbachano asumió la vicepresidencia. Luego durante la infructuosa campaña mexicana contra la península en 1842, Méndez regresó a Campeche a participar en su defensa, dejando a Barbachano a cargo de la administración política de la península. 


Antes, sin embargo, para junio de 1840, la rebelión federalista de Imán había triunfado en la península, promulgándose la segunda Constitución Política del estado, el 31 de marzo de 1841, mientras que en otras regiones abundaron otros pronunciamientos federalistas y de apoyo a Texas. Santa Anna intentó valerse de un héroe yucateco de la independencia -Andrés Quintana Roo- para negociar el retorno de Yucatán a la nación. Barbachano y Quintana Roo lograron llegar a un acuerdo, plasmado en los tratados del 28 de diciembre de 1841, que el presidente no firmó ni ratificó. 


Como veremos más adelante con más detalle, los enfrentamientos entre Yucatán y México se dieron en esos años dentro del contexto de la guerra de México contra Texas y de la alianza entre texanos y yucatecos. Intentando dominar Yucatán a toda costa, Santa Ana ordenó el envío de tropas a la península en 1842, mismas que fueron derrotadas por los yucatecos con ayuda raival con la ayuda de los mayas y de la armada texana:


El gobernador D. Juan de Dios Cosgaya, y luego D. Miguel Barbachano, sostuvieron la resistencia más enérgica contra las fuerzas que la administración del general Santa Anna mandó sobre Campeche... Forzoso fue al dictador apelar a una negociación pacífica, aparentando sentimientos humanos y filosóficos para mejor cubrir el desenlace de una campaña mal meditada y peor conducida después de la humillación de Tixpehual. El general Santa Anna celebró un convenio con los disidentes de Yucatán, el cual elevó a rango de ley el 15 de diciembre de 1843. 

 

Por medio de dichos tratados basados en los de 1841, el presidente aceptaba darle Yucatán un trato preferencial en cuestiones arancelarias. No obstante, al decir de los historiadores y políticos yucatecos, Santa Ana no tardó ni un año en violarlos y el intento de unión fracasó, separándose la península de nueva cuenta en 1844 y desconociendo el supremo gobierno en 1845, año en el que Texas se anexó a Estados Unidos. Otros piensan que las estipulaciones de los tratados de diciembre de 1843 no beneficiaban a nadie, incluyendo a los yucatecos: 

Las pasiones, los errores y las falsas apreciaciones ocultaron al pueblo las condiciones de la reincorporación, que más bien dicho, fueron obsequios del gobierno general para hacer desaparecer todo motivo de queja. Este tratado, violado a cada paso por los funcionarios de la Península, al fin fue reprobado por lo perjudicial que hubiera sido su observancia. La Cámara de Diputados de 1845, desechó y reprobó las mencionadas estipulaciones. 

Santa Ana emitió una serie de disposiciones que prohibían la libre importación de productos yucatecos en los puertos mexicanos, e intentó enviar a sus propios representantes para gobernar la península. La reacción yucateca fue inmediata, así como nuevamente la separación y el desconocimiento del gobierno. En enero de 1846 el congreso local hizo formal la escisión de Yucatán de México y nombró a Barbachano gobernador. 

Al estallar la guerra con Estados Unidos y en oposición a la tendencia monárquica de Paredes y Arrillaga, Santa Ana se pronunció a favor del federalismo y le prometió a Barbachano un tratado de reincorporación en los términos del acuerdo de diciembre de 1843, violado por él mismo. El gobernador yucateco inició nuevamente una serie de gestiones para la reincorporación, que el Congreso proclamó el 2 de noviembre de 1846. Sin embargo, ante los posibles efectos nocivos que la guerra con Estados Unidos podía tener en los puertos y comercios mexicanos, el líder de los campechanos, Santiago Méndez, dio un golpe separatista y neutral en Campeche y la unión con México volvió a quedar en el aire. De hecho, al enterarse de la posibilidad de reunificación, los estadounidenses ya habían bloqueado la isla del Carmen y el siguiente paso era Campeche. 

En 1847 encontramos a un Yucatán supuestamente neutral y de facto separado de México. Todavía para esos momentos, la entidad gozaba de una serie de ventajas que le permitían utilizar la unión y el separatismo a su favor. Sin embargo, ningún político yucateco, de ningún bando, contó con una fuerza bélica que, hasta esos momentos, había permanecido tras bambalinas. Y fue el levantamiento maya, conocido como la guerra de Castas, el acontecimiento que robó a Yucatán todo su poder de negociación con México, poniéndolo, a partir de ese momento, en el desventajoso papel de tener que aceptar cualquier arreglo a cambio de la tan necesaria ayuda para detener a los mayas. 

Como hemos visto, el único momento en que Mérida y Campeche unieron sus fuerzas e intereses para pelear contra el enemigo común que era México fue en 1842, logrando derrotar a las fuerzas santanistas y recobrar su soberanía. No obstante, poco duró la armonía yucateca, ya que las rencillas comenzaron nuevamente y llegaron a un punto candente al estallar la guerra entre México y Estados Unidos. Ahí comenzó una de las etapas más negras de estas conflictivas relaciones, lo que Mary Williams denomina "una lucha faccional de incalificable barbarie", pues ambos partidos se hicieron la guerra sin tregua y ambos utilizaron a las huestes mayas con consecuencias tan imprevisibles como nefastas.



(Tomado de: Careaga Viliesid, Lorena - De llaves y cerrojos: Yucatán, Texas y Estados Unidos a mediados del siglo XIX. Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. México, Distrito Federal, 2000)

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