jueves, 19 de septiembre de 2024

Habrá zonas industriales, 1940



Habrá zonas industriales


*Porciones de la ciudad de México en que se establecerán las fábricas. *Ahorro de molestias para los moradores de la capital. 


(16 de noviembre de 1940)


Oficialmente se nos comunica lo siguiente: 


“La Comisión de Planificación del Distrito Federal acaba de aprobar importantes proyectos presentados por la Oficina del Plano Regulador de la ciudad de México, referentes a determinar las zonas industriales, así como las de carga y pasajeros, dentro del propio Distrito.

La terminal de carga de la ciudad quedará comprendida sobre la vía del Ferrocarril Central, entre los ríos Consulado y Tlalnepantla, y la de pasajeros comprenderá el actual predio de la Estación de Buenavista, con las porciones que tienen los Ferrocarriles Nacionales, el Mexicano y la Compañía de Luz.

En cuanto a las unificación industrial, quedó dividida en once porciones, siendo la primera la de Atlampa, como zona industrial de carácter general; la del Rastro, destinada preferentemente a las industrias e elaboración y transformación de productos animales; la de San Lázaro y la Viga, para industrias que no exijan predios de gran superficie; dos zonas en la colonia Anáhuac, para industrias que no produzcan olores molestos, ruidos sensibles fuera de sus locales, emanaciones gaseosas o desechos líquidos nocivos; las Lomas de Becerra y las de Santo Domingo, para industrias relacionadas con el cemento, cal y yeso; al oriente de Villa Madero, industrias relacionadas con plantas análogas a la Ford, en esa región establecida, así como a las que produzcan emanaciones gaseosas y desechos líquidos nocivos; el este de la delegación de Azcapotzalco será destinado a industrias en general, con excepción de las comprendidas en el punto anterior, y finalmente en el resto de la ciudad se permitirá la explotación de industrias de carácter doméstico. 

Todo el plan anterior tiende, como puede verse, a localizar industrias y actividades, con vistas al ahorro de molestias para los pobladores de la capital y delegaciones”.



(Tomado de: Hemeroteca El Universal, tomo 3, 1936-1945. Editorial Cumbre, S.A. México, 1987)

domingo, 15 de septiembre de 2024

Luis Buñuel

 


Luis Buñuel 

(director y argumentista)

(1900-1983, Aragón, España). Inmerso en el movimiento surrealista, en 1928 hizo El perro andaluz, escrita junto con el pintor Salvador Dalí. Dos años más tarde, dirigió La edad de oro que provocó escándalo a causa de su inconformismo. La película fue prohibida y Buñuel se trasladó a Hollywood. En 1946 llegó accidentalmente a México donde debutó con la película Gran casino, con Jorge Negrete y Libertad Lamarque. Aquí realizó su segunda carrera, donde filmó un total de 20 películas. En 1949 adquirió la nacionalidad mexicana y un año después dirigió Los olvidados, violenta denuncia del problema de la infancia abandonada y delincuente, la cual constituyó su primera obra personal. Además de la dirección de las cintas, participó en la creación de los argumentos, por ejemplo, con Luis Alcoriza hizo el guion de Subida al cielo (1951), con Felipe Roll la adaptación de la novela de Daniel Defoe, Robinson Crusoe, ganadora del Ariel en 1952 y en 1953; además realizó Abismos de pasión y La ilusión viaja en tranvía, con Mauricio de la Serna y José Revueltas, respectivamente. Entre sus magnas obras también se encuentran Ensayo de un crimen (1955) y Nazarín (1958). En 1961 regresó a España para realizar Viridiana, con la cual obtuvo la Palma de Oro, en Cannes, Francia. Su vida transcurrió entre este país, México y España donde dirigió la cinta Ese obscuro objeto del deseo (1977). Murió el 29 de junio de 1983 en el Distrito Federal (SOMOS 190 y 193, año 1999).

César Aguilera.


(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

viernes, 13 de septiembre de 2024

Stephens en Palenque

 


Stephens en Palenque 

El encuentro con un esplendoroso pasado 

Corre el año de 1840. Agotados por el penoso viaje a través de la selva, John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood llegan por fin a la impactante ciudad que hacía un siglo, en 1730, había sido descubierta por el licenciado Antonio de Solís, encargado del curato de Tumbalá, quien residía con su familia en el poblado de Santo Domingo de Palenque. 

"En el romance de la historia del mundo -escribiría después el notable explorador norteamericano- jamás me impresionó nada más fuertemente que esta en un tiempo grande y hermosa ciudad, trastornada, desolada y perdida; descubierta por casualidad, cubierta de árboles... y sin siquiera un nombre para distinguirla”.

Desde su descubrimiento, la gran ciudad había empezado a hablar con un lenguaje extraño y misterioso, lenguaje de piedra y estuco, de otros hombres y otros tiempos muy distantes de la cultura occidental que ahora la admiraba. Las más antiguas descripciones: la de José Antonio Calderón, que realizó la primera exploración oficial a la ciudad en 1785, y las de Antonio Bernasconi y el cronista real Juan Bautista Muñoz, así como las interpretaciones que de la ciudad había hecho un grupo de estudiosos bajo la asesoría del canónigo Ramón Ordóñez y Aguiar, sobrino nieto del descubridor de Palenque, presentaban a la enigmática urbe como un vestigio de las incursiones a estas tierras por parte de los fenicios, los cartagineses y las diez tribus perdidas de Israel, entre otros grupos. 

El canónico Ordóñez poseía un librillo escrito siglos antes por los propios indígenas, llamado Probanza de Votán, del cual aseguraba que sólo él podía entenderlo, ya que estaba escrito en lengua indígena y en metáforas, y así convenció a un grupo de diletantes de que Votán, del linaje de los Culebras, había sido el fundador de la ciudad. El personaje había llegado de La Habana, procedente de Siria, en un viaje que incluyó España, Roma y Jerusalén. Según Ordóñez, las inscripciones, que abundan en la ciudad, eran egipcias y los motivos de sus relieves, mitos grecorromanos y hechos históricos, como la derrota de Cartago por los romanos; la ciudad, además, era frecuentada por todos los pueblos marítimos del mundo, aseguraban los eruditos. 

Stephens, quien ya conocía esas interpretaciones, se dedica a buscar datos sobre la historia de la ciudad en el pueblo de Santo Domingo de Palenque y a describir con todo detalle las construcciones. Corrobora que los indios del pueblo nada saben acerca de la ciudad, e incluye en su obra una narración de las expediciones anteriores a la suya, desde el descubrimiento de De Solís que él sitúa en 1750 y que piensa fue realizado por los indios y no por el tío abuelo de Ordóñez, ya que duda mucho que un grupo de españoles se aventurara a internarse en la selva, poblada de insectos, jaguares y mortales víboras. 

Sentado sobre un edificio semidestruido, frente al gran Palacio y a la elevada pirámide que hoy sabemos albergaba el cuerpo de Pakal, el Ahau o Señor más noble de ese antiguo pueblo, y abanicándose con una gran hoja del espeso follaje que crecía por todas partes, Stephens comenta a Catherwood: "¡Decir que esta ciudad es tres veces mayor que Londres! ¡Qué disparate! Es increíble todo lo que se ha inventado; esos relatos están cargados de fantasía. Aunque nos recuerdan a las egipcias, yo más bien creo que las inscripciones narran la propia historia de los constructores y habitantes de la ciudad. ¿Te acuerdas de los jeroglíficos de Copán y de Quiriguá? Yo los encuentro muy semejantes a éstos, por lo que parece ser que todo el territorio fue en un tiempo ocupado por la misma raza que hablaba la misma lengua, o por lo menos que tenía los mismos caracteres escritos, y que luego desapareció. Pero sin duda, aquellos hombres no fueron los antepasados de los indios que vemos ahora por aquí”.

Catherwood asiente mientras delinea el contorno de la alta pirámide que después se llamaría Templo de las Inscripciones. Ese día realiza una acuarela maravillosa que, junto con el libro de Stephens, será difundida a través del tiempo y el espacio a todos los rincones del mundo durante los siguientes dos siglos. Asimismo, la extraordinaria ciudad de Palenque seguirá hablando, y muchos hombres de muchas naciones seguirán interpretando su lenguaje y excavando sus entrañas con el mismo afán de conocerla y con la misma fascinación que sintieron los viajeros románticos del siglo XIX.

A partir del descubrimiento de Palenque, poco a poco fueron emergiendo de la selva grandiosas ciudades mayas construidas por el extraordinario pueblo del que habló Stephens, pero hoy sabemos que ese pueblo no desapareció: los creadores de aquella espectacular civilización fueron los ancestros de los diversos grupos indígenas que habitan hoy el área maya.


(Tomado de: de la Garza Camino, Mercedes. Stephens en Palenque. Los misterios de Palenque. Pasajes de la Historia II. México Desconocido, Editorial México Desconocido, S.A. de C.V. México, Distrito Federal, 2000)


martes, 10 de septiembre de 2024

Yucatán y Texas: una alianza entre rebeldes, 1841-1843, 1

 


(Sam Houston)


Yucatán y Texas: una alianza entre rebeldes, 1841-1843 

La escena y los personajes 



La República de Texas existió como tal desde el 2 de marzo de 1836, en que declaró su independencia de México, hasta el 16 de febrero de 1846, en que se anexó a Estados Unidos como el estado número 28. Por su localización geográfica, sus recursos potenciales y las circunstancias que le dieron origen como república independiente de México, Texas fue de gran interés comercial y estratégico no solo para México y Estados Unidos, sino también para Inglaterra, Francia y otros países europeos. 

Uno de los uno de los principales actores del drama que empieza a principios de 1836 fue Samuel L. Houston, presidente de la República de Texas en dos ocasiones: de septiembre de 1836 a fines de noviembre de 1838, con Lamar como vicepresidente, y de diciembre de 1841 a fines de noviembre de 1844. En su primera administración tomó posesión del cargo antes de la fecha prevista por la constitución texana, debido a su gran popularidad. En su discurso inaugural habló muy poco y superficialmente de su programa de gobierno, el cual de hecho estaba basado en la inminente anexión de Texas a Estados Unidos. Su gabinete reunió a personas de varias tendencias políticas en un invento en un intento por unificarlas. 

Líder de la oposición en contra de Lamar, Houston fue el candidato más esperado para derrotarlo en las elecciones. Su segunda administración unida a un Congreso conservador, fue el opuesto de la ambiciosa y costosa presidencia de Lamar. Los cortes presupuestales del 6° Congreso fueron tajantes. Se eliminaron muchos puestos públicos, se redujeron las plazas burocráticas, se bajaron los salarios. Los gastos militares posteriores a 1841 se limitaron a mantener a un reducido grupo de rangers. Su política pacifista con los indios, especialmente con los cherokees, ahorró vidas y dinero. 

Figura muy popular por su papel central en la revolución texana, Houston poseía experiencia política desde sus años al lado de Andrew Jackson. Totalmente opuesto a Lamar y muy crítico de su administración, canceló y revirtió todas las medidas tomadas por éste cuando asumió la presidencia por segunda vez: fuertes cortes presupuestales frente a la banca rota en la que Lamar dejó al gobierno tejano. En cuestiones políticas, la tendencia de la población tejana fue dividirse en facciones pro o antiHouston, ya que, en términos generales, sólo una minoría de los habitantes creía firmemente en la existencia promisoria de una Texas independiente; la mayoría deseaba y esperaba, como Houston, su anexión a Estados Unidos y celebró este hecho cuando finalmente ocurrió. 

Llama la atención que le interesara más deshacerse del ejército que incrementar su fuerza, especialmente frente a la amenaza de una confrontación con México. En mayo de 1837 licenció a todas las tropas exceptuando a 600, soldados ofreciéndoles transporte gratuito a Nueva Orleans a aquellos que decidieran regresar a Estados Unidos, o bien 1,280 acres de tierra a aquellos que aceptaran el licenciamiento y decidieran asentarse en Texas. Para equilibrar la disminución de fuerzas bélicas, el Congreso creó a los Texas Rangers. Esta institución se encargaría principalmente de lidiar con el problema indio, el cual Houston trató de resolver lo más pacíficamente posible, preservando los derechos de los cherokees, pero sin llegar a una solución duradera. 

Para los efectos de este trabajo podemos resumir la postura de Houston de la siguiente forma: estaba a favor de la anexión de Texas a Estados Unidos y en contra de llegar a la guerra con México. Cuantos menos choques con éste, mejor. 

Por su parte Mirabeau B. Lamar fue presidente de diciembre de 1838 a fines de noviembre de 1841, presentando en su discurso inaugural y primer mensaje al Congreso un ambicioso programa congruente con su idea de unas Texas independiente y de irse a la guerra con México si fuera necesario. Realizó intentos de establecer la paz con el descontento vecino, pero condicionados al reconocimiento por parte de México de la independencia tejana. Se puede afirmar que su política de defensa nacional fue muy agresiva. 

Su política financiera fue dispendiosa, otorgando mucho presupuesto para el ejército y la marina, lo que ocasionó un aumento tremendo de la deuda pública y exterior, que empeoró con la emisión de papel moneda. Le interesó conservar la flota texana, hacer alianzas bélicas con Yucatán en contra de México e intentar quitarle a éste el territorio de Santa Fe. Se manifestó a favor del bloqueo de los puertos mexicanos y desde fechas tempranas, como miembro del gabinete de Burnet, se negó a firmar el tratado de Velasco con Santa Anna, pues opinaba que éste debía ser juzgado en una corte marcial y ejecutado. 

Lamar puso en práctica una política sumamente agresiva y violenta contra los indios, especialmente contra los cherokees. Inmediatamente después de tomar posesión de la presidencia anunció un drástico cambio en la política india, estableciendo que los indios, o se plegaban a las leyes texanas, o dejaban la nación o serían exterminados. Algunos autores afirman que la administración de Lamar fue marcada por las más sangrientas guerras de indios que ocurrieron en la historia de Texas. Muy criticado por su administración, agobiado por problemas de todo tipo -financieros y bancarrota, la alianza con Yucatán, la expedición a Santa Fe, la agresión contra los indios- se tuvo que enfrentar al partido de Houston, quien desde el Congreso se opuso a todos sus proyectos. 

Con respecto al papel jugado por las potencias europeas, Houston decidió buscar su reconocimiento con la aprobación del Congreso, en el verano de 1837, convencido de que Estados Unidos, en esos momentos, no consideraría la anexión de Texas. Sin embargo, la actitud inicial de lord Palmerston, ministro de Asuntos Extranjeros inglés, fue de indiferencia, y las razones para ello eran que Gran Bretaña se oponía a la esclavitud, los capitalistas ingleses tenían millones invertidos en bonos mexicanos y a su gobierno no le interesaba ayudar a una nación que probablemente pronto se uniría a Estados Unidos. 

la situación cambió a raíz de la guerra de los Pasteles y del cambio en la política tanto de Houston como especialmente de Lamar. James Hamilton, el enviado de Lamar a Europa, tuvo más éxito con los franceses, logrando la firma de un tratado de comercio el 25 de septiembre de 1839, aunque no logró que le concedieran un ansiado préstamo. De esta forma, Francia fue la primera nación que reconoció la independencia tejana, lo que llevó luego a la república a firmar un tratado con Holanda en septiembre de 1840. 

El reconocimiento diplomático de Gran Bretaña fue posterior al de Francia y se dio en respuesta a las tendencias anexionistas cada vez más fuertes en Texas. En noviembre de 1840 Palmerston y Hamilton firmaron un tratado de comercio y navegación que obligaba a Gran Bretaña a ser mediadora en el conflicto con México, y a darle a Texas 5 000 000 de dólares de la deuda mexicana contraída con los poseedores de bonos ingleses. A cambio de ello se le daba a Gran Bretaña manga ancha en la supresión del tráfico de esclavos. Este tratado, a pesar de las dudas del senado texano, fue ratificado en 1842. Por lo tanto, no les interesaba a los ingleses el bloqueo de los puertos mexicanos por la flota texana, pues ello entorpecería las prácticas de paz.

A estas alturas, tanto Francia como Gran Bretaña estaban ansiosas por prevenir la anexión de Texas. A principios de 1844 el ministro de Relaciones Exteriores inglés le presentó al representante mexicano en Londres un plan para lograr que Texas no se anexara a Estados Unidos. Tal plan implicaba el reconocimiento de la independencia texana, así como la garantía de los límites entre ambos ambas naciones bajo la supervisión de ingleses y franceses. 

Sin embargo, la anexión de Texas fue uno de los principales asuntos en la campaña presidencial de 1844 en Estados Unidos, por lo que se decidió suspender toda decisión hasta después de las elecciones. La razón de esto es que muchos estadounidenses estaban en contra de Inglaterra y se creía que si los ingleses intervenían en el asunto, ello no haría más que acelerar el proceso de la anexión. 

La postura de México en relación con la independencia y anexión de Texas fue siempre muy clara: de franca oposición. Sistemáticamente se negó a hacer la paz con Texas y a reconocer su independencia, estableciendo que su anexión a Estados Unidos sería causa de guerra. Fueron las luchas intestinas y el vacío de poder político en México, más que la fuerza de los texanos, los que permitieron a Texas y el gobierno de Houston mantenerse a salvo de las amenazas mexicanas. 

El tratado de Velasco, firmado el 14 de mayo de 1836 por el presidente Burnet y Santa Anna, fue casi inmediatamente rechazado por el Congreso mexicano, mientras que el gobierno anunciaba su intención de someter a Texas a como diera lugar. El presidente Houston, convencido de que México tenía demasiadas dificultades internas como para cumplir con sus amenazas, no tomó ninguna medida al respecto. 

Cuando Lamar subió a la presidencia en diciembre de 1838, la situación se tornó más crítica, ya que manifestó que "si la paz sólo puede ser obtenida por la espada, dejemos a la espada a hacer su trabajo". No obstante, al mismo tiempo que establecía una política de franca hostilidad hacia México, también emprendió negociaciones de paz. 

En el otoño de 1839, mientras México estaba inmerso en la corta pero costosa guerra de los Pasteles con Francia, Lamar aprovechó la oportunidad para mandar al primer comisionado texano Barnard E. Bee, a negociar el reconocimiento de la independencia tejana y de la frontera en el Río Bravo a cambio de 5 000 000 de dólares. A pesar de contar con el apoyo del ministro inglés en México, Richard Pakenham, Bee fracasó. A fines de ese mismo año, Lamar envió a James Treat en una misión similar e igualmente improductiva, que duró diez meses y en la que el gobierno mexicano participó solamente para mantener a la flota texana alejada de los puertos nacionales. No obstante la asistencia del ministro inglés en las negociaciones, asistencia que estaba ahora respaldada por el tratado firmado con Gran Bretaña en 1840, la misión del tercer comisionado texano, James Webb, tampoco tuvo éxito. Webb regresó a Texas con la recomendación de prepararse inmediatamente para la guerra. Fue a raíz de estas noticias que Lamar decidió entrar en tratos con Yucatán y establecer una alianza de apoyo mutuo en contra de México. 

Así, a pesar de la hostilidad manifiesta de Lamar en contra de México, de su ayuda a los federalistas yucatecos y de la expedición a Santa Fe, que resultó en la invasión de Texas por México en 1842, ni Texas ni México estuvieron nunca en posición de hacerse la guerra realmente. De nuevo en el poder, Houston tomó una actitud cautelosa hacia México, y aunque pidió refuerzos, armas y dinero a Estados Unidos, acabó vetando la decisión del Congreso de declarar la guerra. Proclamó una tregua en junio de 1843, y el 15 de febrero del siguiente año, los comisionados de Texas y México firmaron un acuerdo de armisticio. Sin embargo, las negociaciones terminaron abruptamente cuando el gobierno mexicano se enteró de que Houston había firmado en secreto un tratado de anexión de Texas a Estados Unidos. 

A los texanos les interesaban sobre todo las relaciones con Estados Unidos, tanto durante la revolución como durante la república. El gobierno texano buscó la ayuda estadounidense, a veces la intervención directa a su favor, o el reconocimiento diplomático y aún la anexión lo antes posible. 

Houston fue el presidente que más asiduamente buscó el apoyo y la anexión a Estados Unidos, considerando que el voto que lo llevó a ese cargo en septiembre de 1836 era un voto a favor de dicha anexión. Sin embargo, sus comisionados en Washington no encontraron mucha respuesta a estos anhelos, ya que había serias dudas de que Texas pudiera mantener su independencia, miedo de ofender a México y la creencia de que el reconocimiento diplomático sería el primer paso rumbo a la anexión. Al final de su administración, el presidente Jackson nombró a Alcee La Branche encargado de negocios de Estados Unidos en Texas. 

Después del reconocimiento, Texas presionó por la anexión, pero la propuesta hecha por Hunt, uno de los comisionados, en agosto de 1837, fue rechazada bajo el argumento de que lo impedían los tratados celebrados con México. Había, además, mucha oposición a la anexión por parte de los antiesclavistas. Cuando Lamar subió la presidencia, el Congreso texano retiró la petición en enero de 1839 y no se volvió a hablar de anexión por un buen tiempo.

Algunos autores opinan que si algo de positivo tuvieron las expediciones texanas a Santa Fe y Mier fue que encendieron nuevamente el interés del público estadounidense por Texas, a la vez que se dieron otras circunstancias, que revivieron las discusiones con respecto a su anexión. Entre éstas está el hecho de que Houston reiniciara las negociaciones al respecto con la administración del presidente John Tyler. Éste las aceptó quizá por miedo a la creciente influencia de Gran Bretaña sobre Texas. Houston, por su parte, puso dos condiciones: que las fuerzas armadas estadounidenses se prepararán para impedir cualquier invasión de Texas y que las negociaciones se mantuvieran en secreto. 

Vale la pena destacar este periodo de las relaciones Texas-Estados Unidos, especialmente por los personajes que intervinieron en los acontecimientos: el sureño John C. Calhoun sustituyó A. P.  Upshur como secretario de Estado de Tyler, y preocupado por lo que consideró una política imperialista agresiva de Gran Bretaña, accedió a las demandas de Houston, además de que tenía interés en aumentar el territorio de estados esclavistas dentro de la Unión. El 12 de abril de 1844 Calhoun firmó un tratado con los comisionados texanos que establecía la anexión de Texas a Estados Unidos en calidad de territorio, a cambio de lo cual Estados Unidos asumiría la deuda texana. No obstante, en los siguientes meses el Senado estadounidense rechazó el acuerdo por la oposición de los antiesclavistas. 

*

Otra circunstancia importante fue el lugar destacado que ocupó la anexión de Texas dentro de los temas de la campaña presidencial estadounidense de 1844. Martin van Buren perdió la nominación al partido demócrata por manifestarse en contra de la anexión, quedando como candidato a la presidencia James Polk, abiertamente anexionista. Enfrentándose a Henry Clay, el candidato whig que se oponía a la anexión inmediata de Texas. Polk resultó electo, con lo que la anexión fue prácticamente un hecho consumado. 

Sin embargo, por indicaciones de Tyler al Congreso, las condiciones de la anexión fueron establecidas el 28 de febrero de 1845 en una resolución conjunta de las cámaras antes de que Polk asumiera la presidencia. Los términos de la misma fueron los siguientes: Texas entraría a la Unión como un estado; Estados Unidos se encargaría de ajustar todas las cuestiones relativas a los límites internacionales; toda la propiedad pública texana, incluyendo la flota naval, puestos militares, fortificaciones y armamento, sería cedida al gobierno estadounidense; Texas retendría su public domain para pagar su deuda pública; con el consentimiento de Texas podrían constituirse hasta cuatro estados en su territorio; la esclavitud estaría prohibida en el estado formado al norte del paralelo 36° 30'; y el presidente podría vetar la resolución conjunta del Congreso y proponer otro tratado de anexión. 

Si bien Polk se manifestó de acuerdo con la resolución proporcionada por Tyler, los retrasos en su aprobación y firma a finales provinieron del presidente de Texas, Anson Jones, así como de los agentes de Inglaterra y Francia, Charles Elliot y el conde de Saligny respectivamente, quienes seguían tratando de impedir la anexión mediante el reconocimiento de la independencia texana por parte de México. No obstante, la presión de la opinión pública en favor de la anexión forzó el presidente Anson a convocar a las cámaras en Austin a principios del mes de julio. La convención estudió tanto la resolución como el tratado con México que Elliot había formulado, rechazando unánimemente este último y recomendando la aprobación de la propuesta hecha por Estados Unidos. Tras la votación en favor de la anexión y de la aprobación de una constitución tejana recién redactada, el 29 de diciembre de 1845 Polk firmó la incorporación oficial de Texas a la Unión, la cual se verificó en forma definitiva el 16 de febrero de 1846.


(Tomado de: Careaga Viliesid, Lorena - De llaves y cerrojos: Yucatán, Texas y Estados Unidos a mediados del siglo XIX. Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. México, Distrito Federal, 2000)

domingo, 8 de septiembre de 2024

Carta de Juárez, optimista por situación militar, 1860


Juárez se muestra optimista sobre la situación militar 

Veracruz, septiembre 17 de 1860.

Sr. don Matías Romero. 

Mi querido amigo: 

Llegó el Sr. Mata antes de ayer y hoy se ha ido para Jalapa a ver a sus hermanas. Me entregó una carta de usted y además había yo ya recibido otras de fecha posterior, siendo la última de 25 de agosto, en la que me habla usted de la venida de 10 buques para este puerto. 

Los españoles han estado en muda respecto de sus ansiosas exigencias tanto que hace cuatro días se retiraron los buques que tenía en Sacrificios habiéndose dejado dos solamente. 

Después de que nuestras fuerzas del interior derrotaron a Miramón en Silao estuvieron unos días en Querétaro y Guanajuato y luego se han ido para Guadalajara con el objeto de hacer rendir a Castillo que está allí con 4,000 hombres. Han dado este paso para no dejar enemigo en la retaguardia cuando se vengan sobre la Capital donde se haya hoy Miramón con 10,000 hombres porque reconcentró sus tropas que había en Orizaba, Jalapa, Tulancingo y Toluca. En Puebla habrá una guarnición de 1500 hombres. 

Luego de que se tome Guadalajara se disiparán todos nuestros temores sobre México, a cuyo fin estoy organizando las tropas de Oaxaca y de este Estado. 

Si por no encontrarse un libramiento de 500 pesos no se remite por este buque, irá indefectiblemente por el Rapid

Entonces contestaré a otros amigos. 

Si ve usted al Sr. don Edward S. Dumbar dígale usted que recibí su carta y que por el Rapid le contestaré favorablemente su referida carta. 

Soy de usted amigo afectísimo q. b. s. m.

Benito Juárez

(Tomado de: Tamayo, Jorge L. - Benito Juárez, documentos, discursos y correspondencia. Tomo 3. Secretaría del Patrimonio Nacional. México, 1965)

lunes, 2 de septiembre de 2024

Nueva España, de la mina al puerto

 


 De la mina al puerto 


A lo largo del siglo XVIII, la minería, eje de la actividad económica novohispana, experimentó un auge impresionante. Si a finales del siglo XVII la producción de metales preciosos apenas rebasaba los 19 millones de pesos por quinquenio, ya entre 1805 y 1809 había alcanzado su tope histórico de 122 millones. Esta tendencia creciente de la producción minera se mantuvo durante todo el siglo XVIII. 

El florecimiento de la explotación de la plata fue estimulado en las tres fases de su proceso productivo: la extracción del mineral, el beneficio (separación de la plata del metal básico) y la conversión final de éste en moneda. La introducción de la pólvora para explosiones subterráneas abarató e hizo más eficiente la extracción. Por otro lado, hacia 1770 comenzó a extenderse el sistema de amalgamación en el beneficio de la plata, reemplazando la fundición, que requería de equipos muy complicados y costosos. Desde 1730 se inició la modernización de la Casa de Moneda, que aceleró la fase final de la producción de plata. En 1804 esa institución contaba con más de 400 empleados y era capaz de acuñar 30 millones de pesos al año. 

Además de las innovaciones técnicas, algunas medidas administrativas como la creación del Tribunal y el Colegio de Minería favorecieron el desarrollo de esta actividad. La carga tributaria sobre la minería fue rebajada y la corona concedió varios subsidios fiscales a las minas de alto rendimiento. A su vez, la reducción de los precios del hierro, del acero, la pólvora y el azogue aseguró un mayor acceso a los productos básicos. Por último, el buen nivel de los salarios atrajeron a nuevos pobladores hacia las zonas mineras, como las recién descubiertas minas de Catorce y la Valenciana. 

El Reglamento de Comercio Libre aplicado en la Nueva España desde 1789, intensificó la exportación de plata y otros productos de gran demanda, como la grana cochinilla y el azúcar. Esta liberación del comercio destruyó el monopolio que ejercían el puerto de Cádiz, en España, y el Consulado de Comerciantes de la ciudad de México, en la Nueva España. Sobrevino entonces una avalancha de productos españoles (textiles, vino, aceitunas, aguardiente...) en los mercados americanos y una disminución del precio de las exportaciones tradicionales de la Nueva España. El precio de la libra (400-460 gramos) de grana cochinilla, por ejemplo, cayó de más de 30 a 11 pesos hacia 1789. Los nuevos flujos comerciales y las leyes contra los monopolios afectaron al Consulado de la ciudad de México, pero impulsaron la aparición de otras agrupaciones. Así lo demuestra la creación en 1795 de los consulados de Veracruz y de Guadalajara. 

Los mineros y, sobre todo, los comerciantes eran en su mayoría peninsulares. A diferencia de los hacendados, americanos por lo general, los comerciantes eran originarios de las provincias vascongadas, Santander, Cataluña y Asturias. Las prácticas monopólicas del gremio les permitieron acumular cuantiosas fortunas. Mediante matrimonios con jóvenes criollas, se fue tejiendo una red de alianzas familiares entre los grandes propietarios de la tierra, los mineros y los comerciantes, que dio lugar a la próspera élite económica de la Nueva España. En 1810 este grupo reaccionó violentamente contra el levantamiento separatista encabezado por el padre Miguel Hidalgo.


(Tomado de: Florescano, Enrique y Rojas, Rafael - El ocaso de la Nueva España. Serie La antorcha encendida. Editorial Clío Libros y Videos, S.A. de C.V. 1a. edición, México, 1996)