lunes, 15 de septiembre de 2025

La organización de la CROM




 La organización


Desde el punto de vista formal, la CROM [Confederación Regional Obrera Mexicana] representaba todas las características de una organización democráticamente constituida. Su unidad básica era el sindicato de oficio, es el que se agrupaba los trabajadores de un ramo o de una fábrica. En el segundo nivel se hallaban las federaciones locales de una ciudad o de una región en que se producía principalmente una cosa. Estas federaciones integraban una federación estatal en cada entidad de la República. Por otra parte, la CROM emprendió la creación de federaciones industriales nacionales por oficios, logrando formar cuatro de éstas: Artes Gráficas, Obreros Portuarios, Ferrocarriles y Trabajadores de los Teatros

En teoría el ejecutivo de la CROM; es decir: su comité central, no debía ocuparse de otra cosa que de llevar a la práctica las decisiones de los congresos anuales. El párrafo que sigue es típico de la opinión que oficialmente representaban tanto Los líderes de la organización como sus propagandistas: 

Las bases de organización que se dio la CROM durante su primer año de vida resultaron ser psicológicamente sólidas, porque el carácter individualista del mexicano no admite mucho control desde arriba. Desde el punto de vista de su estructura interna, la CROM está armada internamente en forma menos compacta que, por ejemplo, el Trades Union Congress de La Gran Bretaña. Los sindicatos afiliados gozan de completa libertad para organizarse como mejor les parezca, con la única condición de que acepten las teorías generales del movimiento obrero

En la realidad las cosas eran muy distintas, como lo advirtieron algunos observadores extranjeros. En razón de su profunda participación en la política, las decisiones importantes de la CROM permanecían por lo general en secreto casi nunca eran reveladas ni siquiera a sus más altos funcionarios. 

El organismo interno que en la práctica tomaba las decisiones importantes era el conjunto de personas conocidos como Grupo Acción. Era encabezado por [Luis N.] Morones y lo integraban los socios de confianza del líder. No todos los dirigentes de la CROM formaban parte del Grupo Acción, que sólo en raras ocasiones tuvo más de veinte miembros; algunas figuras de gran influencia, como por ejemplo, Vicente Lombardo Toledano, nunca fueron miembros de este grupo, lo cual dio origen a muchos rencores y resentimientos contra Morones. La función del Grupo Acción era

…controlar todas las comisiones en los sindicatos y los puestos de elección popular, y para conseguirlo se dieron a la tarea de formar localmente y en cada sindicato un grupo con la misma denominación. 

Organizados en esa forma, los más listos y preparados se adueñaron de los puestos más jugosos que les rindieran mejor utilidad, y a los incondicionales, a cambio de un puesto inferior... se les comisionó para hacer escándalos, discutir y oponerse a todas las proposiciones que en los sindicatos se hicieron en contra del llamado grupo. La circulación de panfletos, libros y periódicos en que se atacaba a los líderes fue prohibida, y a todos los "enemigos" se les calificaron de "católicos" o de "rojos”.

En Puebla, por ejemplo, el Grupo Alpha procuró desde el principio ser la imagen fiel del Grupo Acción de la Ciudad de México.

Es evidente que la mayor parte de las maniobras políticas delicadas que hizo la CROM durante el gobierno de Calles fueron planeadas y discutidas por el Grupo Acción. El corolario de esta política fue la casi absoluta falta de información concreta sobre asuntos tales como la actitud de la organización hacia la táctica reeleccionista de Obregón. Cuando en 1928 se derrumbó la influencia política de la agrupación, en medio de la confusión surgida por el asesinato de Obregón, Lombardo Toledano y otros se apresuraron a acusar a Morones de realizar una especie de "diplomacia secreta" por encima de los dirigentes de la organización, diplomacia que consistía en el sacrificio de los mayores intereses de la clase obrera del país en aras de las egoístas luchas de facción. Morones fue obligado a presentar un informe que puso en evidencia la eficacia con que había logrado ocultar el curso y los resultados de su negociaciones con el gobierno.


(Tomado de Carr, Barry - El movimiento obrero y la política en México 1910-1929 ll. Secretaría de Educación Pública, Colección SepSetentas, #257, México, Distrito Federal, 1976)

viernes, 12 de septiembre de 2025

Batalla de Santa Isabel, 1866


Muerte en Santa Isabel


El comandante Brian (de Foussieres Fonteneuille) Paul (1828-1866), era un hombre robusto, de barba y bigote cerrados y parecía de más edad que la suya. No tenía familia y manifestaba poca inclinación para las mujeres más allá de las exigencias del cuerpo. Eso sí, tomaba ajenjo y mucho, y se volvía entonces muy platicador. Generalmente bebía con el teniente Liberman. Brian aguantaba muy bien. Linberman no. En esa región de México sobraba el vino local y también el whisky que venía del Norte con los americanos de Juárez. Salido de Saint Cyr entre los últimos de su promoción, había pasado 15 de sus 19 años militares en el regimiento extranjero. Por cierto, no sé por qué la Legión decidió hacer del combate de Camarón otra derrota, algo como su símbolo. El combate de Santa Isabel, el primero de marzo de 1866, no fue menos catastrófico, ni los legionarios menos valientes. Hasta fueron más, bastantes más los que murieron en ese desgraciado encuentro. Pensándolo bien, digo tonterías. El capitán D'Anjou no cometió ningún error, se sacrificó para cubrir el convoy de pólvora sin el cual no se rinde Puebla, mientras que Brian sacrificó a sus hombres para nada, combinando errores y mala suerte y, quizá, ajenjo, a un peso la botella. 

No fue sólo el responsable de su propia muerte, sino de la de 103 hombres. El destacamento francés quedó aniquilado, y todos los sobrevivientes -yo entre ellos- presos. Quizá no fue realmente culpable. A veces en el cuerpo expedicionario soplaba un viento de bravura loca, quizás soplaba para él en esos últimos días de febrero, en esa terrible primera noche de marzo, quizá su destino era llevar a su tropa a la catástrofe. Hacía frío. Lo veo todavía, montado en su caballo, con sus botas anchas y altas, muy altas, sobre su caballo alto, las riendas colgando a lo largo de su brazo, las manos en las bolsas para protegerse del frío, caminando delante de nosotros. Nos empujaba hacia lo desconocido una fuerza tan invisible como el viento en la noche fría. Veo también la cara algo adolescente del subteniente Royiaux, titiritando de frío, y las caras campesinas de nuestros alemanes y polacos, la tropa en su uniforme azul oscuro. Todos, casi todos murieron en esa mañanita, al mismo tiempo. La realidad no podría ser más nítida que mi recuerdo. Todo se me grabó, no olvido nada, no olvidaré, nunca. 

El 28 de febrero, al atardecer, Brian, comandante de las fuerzas de Parras, cuatro compañías del segundo batallón del regimiento extranjero, fue informado de que los liberales se encontraban a tres leguas de la ciudad, en la hacienda de Santa Isabel. Contra la opinión de todos los oficiales, decidió salir a medianoche con tres compañías y 400 mexicanos de las fuerzas rurales, entre ellos 90 jinetes, pero todos mal armados, con un solo cartucho en la bolsa y menos de 15 días de servicio. 

A paso rápido llegamos en 3 horas a la primera vanguardia del enemigo, quien se retiró a la primera descarga, y poco después nos topamos con el grueso de sus fuerzas, parapetadas en un peñón de unos sesenta metros de altura, arriba de la hacienda de mampostería, con terrazas. Tardamos una hora en reconocer la posición y los liberales no dejaron de disparar. Les sobraba parque. Éramos 185 legionarios, contando a los ocho oficiales, y 400 mexicanos contra dos mil hombres. Recuerdo el viento, ligero, ligero, y el olor que llevaba consigo, un olor a cuartos sin ventilación o a fogata, y de repente se me ocurrió que ese olor era el de la muerte o que el olor de la muerte debería ser algo semejante. Era de noche todavía. Brian decidió atacar. ¿Irresponsabilidad? Eso dijeron después: que no había esperado al despuntar del día para reconocer mejor el terreno y apreciar la fuerza adversa. Pero sabíamos que eran muchos, muchos más que nosotros, y Brian quería esconder nuestra inferioridad numérica y atacar protegido por los últimos momentos de oscuridad. En otras ocasiones habíamos hecho lo mismo y la sorpresa había derrotado a un enemigo tres o cuatro veces más numeroso. Pero no hubo sorpresa. Nos esperaban bien protegidos en las terrazas y detrás de los bancos de roca; además, nos disparaban desde arriba. 

La noche ya era más clara. Un perro aulló, otro le respondió y varios más. Cuando el capitán Moulinier menciona la posibilidad de retirarnos, Brian montó en cólera. Dicen que había tomado bastante, pero no me consta y además aguantaba demasiado bien. Eso sí, regañó fuertemente a Moulinier. Dijo que jamás había huido, que los mexicanos no eran tantos y que nos íbamos a tumbar tranquilamente con una buena carga de bayoneta, y que la caballería aliada terminaría su derrota. Dio la orden, gritó ¡La France!, grito que repetimos todos con entusiasmo, olvidando las tres horas de marcha forzada, y ¡a la carga! Corrimos, corrimos bajo una lluvia de balas, detrás de nuestro comandante, que había dejado su caballo y desenvainado su espada. Nos disparaban por delante, por atrás, por los lados, desde la hacienda y desde el cerro. Tres veces intentamos con esfuerzo sobrehumanos tomar la posición, tres veces fuimos rechazados con pérdidas crecientes. Los auxiliares mexicanos, ¿qué podían hacer sin parque y sin práctica? Nos abandonaron al inicio de la carga, menos el jefe Campos, prefecto de Parras, quién atacó una vez con 50 de sus hombres. Logró escapar en su buen caballo y no hay nada que reprocharle, bueno, sí, algo se le debió reprochar: se habían equivocado sobre la distancia y por eso Brian lanzó el ataque desde muy lejos; tampoco nos había dicho que una barranca cruzaba el camino antes de llegar a los muros de la hacienda, la cual nos impidió amenazar el flanco enemigo. Nuestra ala tuvo que replegarse al centro de nuestra línea de frente y nos encabestramos unos a otros. Perdí a mis hombres o mis hombres me perdieron a mí y llegamos en grupo compacto y desordenado, con la respiración cortada después de una carrera de 800 metros. Normalmente uno va al paso de carga durante 200 metros nada más. Sin embargo, tratamos de escalar tres veces el cerro.

Ahí cayó herido el comandante y muerto a su lado el teniente Roiyaux.  Brian gritó y agitó su sable como si fuera a hablar a la columna, pero era tan fuerte el ruido de los disparos que no se oyó una sola palabra. ¿Se habría dado cuenta de que nos conducía a una muerte segura? Nadie lo sabrá porque en ese momento explotó una granada a su derecha y unas esquirlas dejaron su corazón al descubierto. El sable se le cayó de la mano, pero su brazo derecho seguía en alto; luego Brian se derrumbó y no volvía a ver ni su cadáver. 

Todos nuestros esfuerzos, 150 contra 2000, fracasaron; entre los liberales bien protegidos, unos 100 tenían el famoso rifle yanqui de ocho tiros ¡una maravilla! Nos retiramos después de haber perdido a más de la mitad de lo nuestros, ya no había caballería para protegernos y nos vimos rodeados por 600 jinetes; el teniente Schmidt, valiente entre los valientes, cayó en la bajada, acribillado, alentando aún a los soldados con su voz debilitada; tenía los dos brazos rotos cuando un balazo en la cabeza acabó con él. El capitán Cazes también. El capitán Moulinier, ya sin caballo, tomó el mando con la ayuda del teniente Rabix y la mía, los tres sin heridas. Varias veces intentamos formar el cuadrado pero era imposible, eran demasiado numerosos, como dijo un viejo soldado de Waterloo. Moulinier, al brincar una barranca, recibió quince balazos y lo remataron a sablazos. Quedamos Rabix y yo, intentando formar una línea de tiradores, pero el enemigo venía más y más; caímos en una tercera barranca, ya protegidos contra los sables de la caballería, pero ahora llegaba la infantería y nosotros adentro de la barranca y ellos fusilándonos desde arriba, por todos lados. Mataron a Rabix. Armé mi pistola para acabar pronto y no ser masacrado, hice una breve oración y de repente me acordé de mis padres. Entonces me levanté, preferí sufrir y sobrevivir por ellos. En ese instante se presentó un oficial enemigo que me pidió cortésmente mis armas. Sobrevivimos 82, 37 de los cuales heridos. Habían muerto 97 soldados y seis oficiales. Entre las filas liberales había un francés, un tal Albert, no sé si era su nombre o su apellido, un desertor del 62° de línea. Brian había sido capitán el regimiento 62° de 1861 a 1864. Dicen que Albert mutiló su cadáver. Sé que remató a nuestro médico, el buen Rustegho, herido, recogido por los mexicanos, en su ambulancia. Espero que el diablo se haya llevado al tal Albert. Los liberales, ellos se portaron bien, nos trataron como se trata a presos de guerra y no me quejaré nunca de ellos. 

Atravesamos a pie el desierto del Bolsón de Mapimí, sufriendo como ellos sed y hambre, pero siempre nos trataron bien. Los generales Treviño y Viesca nos perdonaron la vida cuando pudieron fusilarnos, puesto que desde el abominable decreto de Maximiliano teníamos instrucciones de no tomar prisioneros, de fusilar a los oficiales y soltar a los soldados. Quisieron hacer matones de nosotros. Duré preso nueve meses, libre bajo palabra en la ciudad de Monterrey, con oficiales austríacos; terminé de aprender el español a fondo, aprendí algo de alemán y de inglés. De no ser tan francés, me hubiera quedado en Monterrey con esas mexicanas tan bonitas. Y es todo lo que le puede contar Ernest Moutiez, en aquel entonces subteniente en el regimiento extranjero.

(Tomado de Meyer, Jean - Yo, el francés. Crónicas de la Intervención francesa en México, 1862-1867, Maxi Tusquets Editores S.A. de C.V., México, Distrito Federal, 2009)

lunes, 8 de septiembre de 2025

Desembocadura del rio Colorado, sin parecido con nada


 Sin parecido con nada 


Entre el río Hardy y el Gran Desierto de Arizona, a orillas del Colorado que baja bronco y rugidor desde su Gran Cañón, se extiende un ancho territorio comprendido desde el extremo sur de la reservación de Yuma, hasta las Islas Core y Montague

Parece yermo y desolado el inmenso espacio, pero es solo la primera impresión. En realidad, este Rincón de México ofrece singulares atractivos en sus panoramas, en sus lugares para natación y deportes acuáticos, en la abundancia de codornices, faisanes, patos y gansos. O bien es la profusión de peces, particularmente la "totuava", ejemplar que alcanza normalmente los dos metros de longitud. Y no muy lejos, a unos kilómetros, brota el agua sulfurosa en los veneros en Cerro Prieto, cercanos a un hermoso manchón de grandes laureles de la India. Estos manantiales, de algunos de los cuales brota vapor a respetable presión, serán un día económica energía para varias plantas termoeléctricas

Para el pintor y el fotógrafo, para todo aquel que ame las expresiones de la Naturaleza salvaje, esta región constituye una grandiosa reserva de atractivos. Por ahora son exclusivamente norteamericanos los que pasean por la zona, y a uno de ellos debemos la atención de habernos invitado a recorrer este paraíso escondido (tan escondido que pocos mexicanos han oído hablar del litoral del río Colorado dentro de México).

Hay varios caminos y brechas, de los cuales recomendaríamos la ruta de San Luis Colorado a Riíto, y luego el azaroso camino a la Bocana. Desde luego, esta última brecha es practicable con carro pequeño exclusivamente. Nada de lo que usted ha visto hasta ahora se parece a lo que puede ver en este territorio.


(Tomado de: Möller, Harry. México Desconocido. INJUVE, México, D. F., 1973)

jueves, 4 de septiembre de 2025

Katy Jurado

 


Katy Jurado

(Actriz) 

(1924-[2002], México, Distrito Federal) en María Cristina Estela Jurado García se conjuntaron factores que le ayudaron a ser una gran estrella: belleza, calidad, temperamento, suerte, etc. A pesar de la oposición de sus padres a que Katy se convirtiera en actriz, debutó en 1943 en Internado para señoritas, de Gilberto Martínez Solares, y no sólo eso, sino también realizó tres cintas más ese mismo año. El prestigio que la Jurado ganó en México con filmes como Guadalajara pues (1945), Nosotros los pobres (1947), ¡Hay lugar para... dos! (1948) o El seminarista (1949), permitió que la llamaran para la producción hollywoodense Tarde de toros (1950) y así se abrió paso en la Meca del Cine. Por su siguiente producción estadounidense, A la hora señalada (1952) recibió el Globo de Oro y ese mismo año también el Ariel por su actuación en la cinta de Luis Buñuel El bruto (1952). Sólo ella puede presumir de ser la única mexicana que ha sido nominada al Oscar, distinción que recibió por su soberbia actuación en Lo que la tierra hereda (1954), de Edward Dmytryk,  La Jurado realizó una sólida carrera como actriz en Hollywood, donde compartió créditos con Grace Kelly, Gary Cooper, Elvis Presley, Charlton Heston, Kirck Douglas, Burt Lancaster, Gina Lollobrigida y Marlon Brando, entre otros. En México también compartió el escenario con grandes actores como Pedro Infante, Pedro Armendáriz y David Silva. Ha realizado más de 70 películas y diversos premios nacionales e internacionales: en 1999 recibió el Ariel por la cinta El evangelio de las maravillas (1998), de Arturo Ripstein (SOMOS 185, año 1999). 

Adelfo Fernández 


(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000) 

lunes, 1 de septiembre de 2025

Caudillos de la nueva oposición: I Vicente Fox




 Los caudillos de la nueva oposición 


Sección: Señoras y Señores


Por Pedro Baca y María Julia Guerra 


I: Vicente Fox 


Nacido en la Ciudad de México y radicado en León, Gto., desde el tercer día de su vida, Vicente Fox Quesada -el segundo de los nueve hijos de un agricultor agricultor leonés y una inmigrante española, de 49 años de edad, casado y padre de 4 hijos adoptivos-, pasó la primera mitad de su vida cultivando 2 errores, y la segunda mitad, tratando de rectificarlos. Primorosamente educado por los jesuitas, en la niñez y adolescencia que creyó estar destinado al sacerdocio y sólo cuando sus padres lo obligaron a estudiar administración de empresas (en la universidad Iberoamericana en el D.F.) descubrió el sabor de afanes más terrenales, como la mercadotecnia y la programación por el camino crítico. Segundo, pensaba que la política era un juego indigno de gente bien nacida ahora lleva tres años actuando en ese campo, y cree que en política también pueden ganar los buenos, cuando son más que los malos. 

Apenas salido de la universidad, Fox Quesada se lanzó en desenfrenada carrera: en menos de 10 años avanzó de simple empleado a presidente de Coca-Cola para México y Centroamérica, no tanto por su excepcional talento, cree él, sino porque durante ese lapso nunca trabajó menos de 10 horas por día. En una de sus giras de trabajo por Centroamérica, le tocó ver unas elecciones en Costa Rica. Le impresionó el clima de festividad en las calles de San José, la capital del pequeño país. Después de votar, los costarricenses se veían tan contentos como si hubieran ganado la copa mundial de fútbol. A Fox le dio envidia y tristeza, pero, preocupado como andaba por los enredos dupolísticos (Coca-Cola y Pepsi) de la industria refresquera, ni le pasó por la cabeza la idea de regresar a México en el primer vuelo y encabezar una revolución.

Regreso al terruño: A principios de los 80, le sobrevino la crisis de los 40. La parda atmósfera del D.F. se le volvió irrespirable. Añoraba el calor del clan familiar. Extrañaba el ciclismo y la charrería, sus deportes preferidos, que aún practica. Las gaseosas empezaron a provocarle acidez. Una mañana se miró al espejo, enfundado en un traje de impecable corte inglés, y se vio ridículo. Ese día fue a la oficina en pantalón de mezclilla, botas de pico y sombrero tipo Stetson, y le dio gusto la mirada estandarizada de los yuppies. Al fin renunció graciosamente, y emprendió, tarareando por lo bajo, el camino de Guanajuato

Los siguientes 9 años los dedicó a sembrar fresas en el rancho de su familia, el San Cristóbal, cerca de León, y a organizar con computadoras el Grupo Fox, dedicado a la agroindustria, exportación de verduras congeladas, elaboración de alimentos para ganado y fabricación de calzado y botas vaqueras para la exportación (utilidades de 1989: 1.1 millones de dólares).

Podría haber seguido así por tiempo indefinido, respirando oxígeno campirano y ganando cada año su millón de dólares, de no haber surgido en 1987 el sinaloense Manuel Clouthier como candidato del PAN a la presidencia. Fox conocía y respetaba a Clouthier de años atrás. ¿Cómo podía un hombre así, meterse en un juego tan sucio? El de Guanajuato fue a preguntarle, y el de Sinaloa contestó que lo hacía para ser libre: -¿Cómo vas a ser empresario, es decir, emprendedor, si no eres libre? -dice Fox que dijo Clouthier-. ¿Y si no luchas para ser libre, de que te quejas? 

Las palabras de Clouthier trajeron a la mente de Fox el recuerdo de aquel día de elecciones en Costa Rica. Sólo la gente libre, pensó el ranchero de Guanajuato, anda por la calle tan contenta después de ir a votar. Empezó a concurrir a mítines opositores. 

Sin almidón: Los panistas de León dicen que Fox destacó desde el primer día, por sus casi dos metros de estatura y porque llegaba a las reuniones a caballo o en bicicleta. En la tribuna, el ranchero no se andaba con rodeos: -La oposición pierde no sólo por las marranadas del PRI -repetía machaconamente-, sino por bruta, por no saber defenderse. 

Tanta franqueza le granjeó la simpatía de miles de leoneses hartos del almidón de los políticos, y la candidatura del PAN a una diputación federal. En las elecciones de 1988 ganó por holgada mayoría. En el Congreso de la Unión se convirtió con facilidad en el especialista en temas agropecuarios de la diputación panista.

En 3 años como legislador Fox no logró gran cosa, ya que su partido, a pesar de contar en ese lapso con un centenar de diputados, no destacó por lo emprendedor y agresivo; pero se desprestigió menos que algunos de sus compañeros de bloque, gracias a la torpeza del gobierno de Guanajuato, que con actos intimidatorios hinchó las velas políticas del opositor: primero, se ordenó el cierre de una congeladora de los Fox; después, hordas de invasores se lanzaron sobre el rancho San Cristóbal; enseguida, los auditores de Hacienda se abatieron sobre el Grupo Fox; y con ese talante seudoamistoso que enchina la piel, diferentes emisarios empezaron a hostigar al priísta José Luis Fox, líder regional de los pequeños propietarios y hermano del diputado, para convencer a Vicente de la conveniencia de abandonar el PAN. La presión fue tan ominosa, dicen los Fox, que muchos antiguos amigos, empresarios obligados a andar de buenas con el gobierno, comenzaron a negarles el saludo.

Amigos de Fox: Dicen que tras la muerte de Clouthier en septiembre de 1989, el de Guanajuato sintió que tenía el deber moral de recoger la estafeta. No confiando plenamente en su partido, Fox optó por crear su propia organización para iniciar la lucha para conquistar el gobierno de su entidad. Fundó la OLE, Organización para la Liberación del Estado, encargada de reunir (por medio de rifas, boteos y eventos especiales) los 5,000 millones de pesos que requeriría la campaña, y reclutar a los 25,000 simpatizantes (porcicultores, los llamaban) que vigilarían a los priistas el día de la elección.

La campaña de Fox duró 250 días. Mientras los candidatos del PRI, Ramón Aguirre Velázquez, y del PRD, Porfirio Muñoz Ledo, se encarnizaban uno contra el otro como gallos furiosos, el panista se esforzaba por sobrevolarlos, apelando inclusive a las potencias celestiales (solía insistir en que la religión es uno de los ejes del proyecto nacional). No trató de nadar contra la corriente neoliberal del gobierno federal: más bien, subrayó a cada paso que, con tanta marranada, no hay modelo que valga, y que para salvar no sólo la economía sino también el alma, primero hay que limpiar a fondo los establos. Según se vio en agosto en las urnas, a un alto porcentaje de guanajuatenses les encantó escucharlo. 


Tomado de: Baca, Pedro, y Guerra, María Julia: Los caudillos de la nueva oposición. I Vicente Fox. Contenido, noviembre de 1991, número 341. Editorial Contenido, S. A. de C. V., México, Distrito Federal, 1991)

jueves, 28 de agosto de 2025

El salto que saltó: D F

 


El salto que saltó: D. F.


Está y no está, es y no es. Y no se trata de las premisas filosóficas que un día escribiera Shakespeare en su inmortal Hamlet, sino del salto saltarín. 

Lo apodan "El Salto del Agua" y era la terminal del acueducto de Belem, que traía el vital líquido desde los manantiales del lago de Chapultepec hasta la Ciudad de México desde el año 1779, cuando el virrey Antonio María Bucareli lo mandó construir e instalar en el barrio de Niño Perdido.

El autor del Salto del Agua es anónimo. El salto es conocido y hoy en día se le puede admirar en la esquina del Eje Lázaro Cárdenas y la calle arcos de Belem. Allí está y no está porque, en realidad, es y no es, todos lo pueden ver pero pocos saben que sí es. Para algunos no se trata del original, para otro sí lo es, y los más no saben dónde se encuentra. 

La gente lo ve y no lo ve, por eso es mágica la fuente del Salto del Agua. Unos creen que está en el extranjero, en Nueva York, y otros dicen haber escuchado versiones de que se encuentra en el patio de la casa de un ex funcionario de México. Pero esto último no es verídico, pues si bien la fuente que se admira en el Eje Lázaro Cárdenas no es la original, ésta se encuentra en el Estado de México, en el Museo Nacional del Virreinato de la población de Tepozotlán

El Salto del Agua, saltó, dejó la Ciudad de México por causa de las obras del Metro y se fue a Coyoacán, de allí su fama de saltarín. Según el bibliotecario del Museo Nacional del Virreinato de Tepozotlán, la fuente "había sido desmontada por protección de Arcos de Belem y sustituida por la que actualmente está, que es enteramente nueva. Para no perder estas piezas se llevaron a Churubusco y de Churubusco se trajeron aquí”.

La razón por la cual fue desmontado el original Salto del Agua surge a simple vista, pues aunque estaba deteriorado, siempre hay gente poco respetuosa que no se tienta el corazón para grabar su nombre en una obra de arte colonial. 

El paso de los siglos ha dañado las esculturas originales y por desgracia, la intemperie lo sigue haciendo en El Salto original y en la réplica. Las únicas piezas originales que existen actualmente en el Salto del Agua que se encuentra en la Ciudad de México son los letreros de advertencia, la base de cantera negra y, si acaso, alguna de las copas que coronan la fuente. 

El Salto del Agua ha sido testigo del progreso de México, del paso de los años, de su historia y está lleno de recuerdos, por lo que si sus piedras pudieran hablar nos contarían muchas cosas tanto de aquí, de México, como de allá, de Tepotzotlán, su nueva casa.


(Tomado de: Sendel, Virginia - México Mágico. Editorial Diana, S.A. de C.V., México, D.F., 1991)

lunes, 25 de agosto de 2025

Mexicanos y latinos en las guerras de Estados Unidos


 

Mexicanos y latinos en las guerras de Estados Unidos 


A lo largo de las décadas los mexicanos y los latinos han servido con honor en las guerras de Estados Unidos, aunque éstas se hagan impopulares entre la población norteamericana, como sucedió con las de Corea y Vietnam

Los mexicano-americanos y los latinos han sido siempre ciudadanos leales al país donde nacieron y trabajan, a pesar de que defienden con fiereza sus derechos, que combaten la discriminación y tienen un amor profundo por sus raíces culturales.

El Departamento de la Defensa (USDD, 1990) estima que de 1941 a 1945 entre un cuarto de millón y medio millón de latinos sirvieron en todos los frentes de la Segunda Guerra Mundial; en otras palabras, de 2.5 a por ciento del total de las fuerzas. Las cifras son imprecisas porque no se mantenían archivos diferenciados para los latinos, salvo para un regimiento especial de puertorriqueños. Si la cifra fuera la más alta, sería una proporción mayor que la de la población latina de entonces. 

Para aprovechar la extraordinaria habilidad hípica de los mexicano-americanos de California, durante la Guerra Civil, en 1863, se autorizó la formación de un batallón latino, el Primer Batallón de Caballería Nativa bajo el mando del mayor Salvador Vallejo. En total 469 mexicanos sirvieron en las cuatro compañías del Batallón en California y Arizona. 

Diego Archuleta (1814-1884) fue el primer Brigadier General del Ejército norteamericano, a cargo de la milicia nuevomexicana durante la Guerra Civil. Hijo de una familia acomodada, fue educado en Durango y diputado en el Congreso de México. Después de la Guerra con México, trató sin éxito de encabezar dos rebeliones en 1846 y 1847. Más tarde, juró lealtad al gobierno americano e ingresó al ejército. Fue nombrado agente indio de los Estados Unidos, puesto al que lo ratificó Lincoln después de la Guerra Civil. 

Se han entregado a latinos 38 medallas de honor, la mayor distinción que otorga el presidente a nombre del Congreso, por su heroísmo en el campo de batalla. Los mexicano-americanos han recibido el mayor número de estas medallas. La primera fue para David Barkley Cantú por sus actos durante la Primera Guerra Mundial. Fue reconocido oficialmente hasta 1989, porque al registrarse en el ejército ocultó su origen mexicano. En esos tiempos no lo hubieran aceptado para combatir. 

El 7 de diciembre de 1941 los japoneses comenzaron a bombardear Pearl Harbor. Al día siguiente las primeras muertes registradas fueron de dos mexicanos, Felipe Trejo, de Santa Fe, Nuevo México, y Epimenio Rubí, de Winslow, Arizona.

Guy Gabaldón, del cuerpo de marinos, tiene la distinción de haber ayudado a capturar mil japoneses en 1944, el mayor número que ningún soldado en todas las guerras de Estados Unidos. Gabaldón nació en Los Ángeles y fue adoptado por padres japoneses-americanos que le enseñaron japonés desde pequeño. Sus dos hermanos pelearon en Europa, mientras sus padres y hermana fueron enviados a un centro de concentración durante la guerra. Con su conocimiento de la lengua, Gabaldón convenció a los soldados japoneses de que se rindieran, a pesar de que tenían órdenes de pelear hasta el último hombre. Luego, los trató con gentileza. 

Durante la guerra de Corea participaron muchos mexicanos de los barrios de Laredo, San Antonio, Los Ángeles y Chicago en todas las unidades armadas entre 1950 y 1953. Nueve latinos recibieron la Medalla de Honor. Durante esa guerra se usaron por primera vez en los combates aviones de turborreactor. Uno de los "ases" (término usado desde la Primera Guerra Mundial para señalar a los pilotos que derribaban más de cinco aviones enemigos) fue el capitán Manuel J. Fernández. Voló en 125 misiones de combate y derribó quince aviones enemigos. Esto lo colocó en el lugar 60 de todos los ases sumados desde 1916. 

Los latinos participaron en la guerra de Vietnam en una proporción bastante mayor que la que tenían en la población, un 19 por ciento. Seis mil nombres están grabados en el muro que rememora en Washington a los muertos en Vietnam. 

Cerca del 4.5 por ciento de las fuerzas armadas norteamericanas son de origen latino y otro tanto son empleados civiles en todas las categorías. La partición va aumentando con lentitud.


(Tomado de: Diaz de Cossío, Roger; et al. Los mexicanos en Estados Unidos. Sistemas Técnicos de Edición, S.A. de C. V. México, D. F., 1997)

jueves, 21 de agosto de 2025

Sandra Cisneros

 

Sandra Cisneros 


Poeta, cuentista y ensayista chicana de fama internacional. Hija de padre mexicano y madre norteamericana, nació en 1954 en Chicago. Además de escritora, ha trabajado como maestra de adolescentes con problemas, maestra de poesía y como profesora visitante en varias universidades de Estados Unidos. Esta escritora, que escribe en inglés incorporando muchas frases en español, ha sido invitada a leer su obra en México, Alemania y Suecia. Su obra The house of Mango Street, publicada en 1983, ha recibido muchos premios literarios como el "American Book Award"; en 1994 fue traducida al español por Elena Poniatowska. Su última colección de cuentos Woman Hollering Creeck and Other Stories (1991) ha sido traducida al español y otras lenguas. Sus cuentos son recreaciones llenas de humor de la realidad de ambos lados de la frontera. Reside en San Antonio, Texas y actualmente está escribiendo una novela. Es una de las escritoras chicanas que vive de sus regalías. En 1995 recibió el premio "Genius Grant", de la Fundación MacArthur, por 250 mil dólares.


(Tomado de: Diaz de Cossío, Roger; et al. Los mexicanos en Estados Unidos. Sistemas Técnicos de Edición, S.A. de C. V. México, D. F., 1997)

lunes, 18 de agosto de 2025

Instrucciones del virrey Enríquez de Almansa

 


El cuarto virrey que tuvo Nueva España, don Martín Enríquez de Almansa, instruyó a sus sucesores sobre lo que convenía hacer para el buen gobierno. Puede decirse que con este virrey se cierra todo un periodo en la vida de Nueva España, pues los problemas que señala son los mismos que se repiten a lo largo de los siglos siguientes:

"Y comenzando por lo más importante, digo que la mayor seguridad y fuerza que tiene esta tierra, es el virrey que gobierna y la Real Audiencia; y lo que más puede sustentar esta fuerza, es que sustenten ellos entre sí mucha conformidad y paz; y tras esto, que traiga siempre tan sujeta a la república, para que ninguno se atreva con las cabezas a cosa que huela a desacato, so pena de castigo ejemplar, cosa que se ha hecho con algunos en mi tiempo, sin ruido; porque cosa cierta es que no puede haber mucha seguridad donde los mayores no fueran acatados y temidos. Y si quiere Vuestra Señoría saber el medio con que entre ambas cosas se puede conseguir, mayormente en esta tierra, digo que vivan bien los que mandan, porque en esto pueden siempre usar su libertad y entrar y salir con ella en todos casos sin temor...

Después de esto, sabrá Vuestra Señoría que aunque juzgan en España que el virrey es acá muy descansado, y que en tierras nuevas no debe haber mucho a qué acudir, que a mí me ha desengañado de esto la experiencia y el trabajo que he tenido y lo mismo verá Vuestra Señoría, porque yo hallo que sólo el virrey es acá dueño de todas las cosas que allá están repartidas entre muchos, y él solo ha de tener cuidado de lo que cada uno había de tener en su propio oficio, no solamente seglar, sino también eclesiástico... Y fuera de esto, no hay chico ni grande, ni persona de cualquier estado que sea, que no sepa acudir a otro en todo género de negocios, sino al virrey... porque hasta los negocios y niñerías que pasan de enojos entre algunos en sus casas, les parece que si no dan cuenta de ellos al virrey, no puede haber buen suceso. Y visto yo que la tierra pide esto, y que el virrey ha de ser padre para todo, y que para ellos ha de pasar por todo esto y oírlos a todas horas, sufrirlos con paciencia me ha sido forzoso hacerlo. Y esto mismo procure hacer Vuestra Señoría.

"Y en acudir a otras obligaciones que sólo son del virrey, que es el amparo de todos los monasterios y hospitales y mucha gente pobre y desamparada, que hay en esta tierra, huérfanos y viudas, mujeres e hijos de conquistadores y criados de Su Majestad; porque pasarían mucho trabajo si el virrey no mirara por todos. Y en lo de los hospitales conviene acudir al de indios de esta ciudad y al de San Juan de Ulúa, porque como el de los indios de aquí tiene nombre de hospital real, y piensan todos que Su Majestad provee lo necesario, acuden pocos a él, y así padece necesidad. Demás de los españoles, después de servirse de los indios, más cuidado tienen de sus perros que no de ellos, y hubieran muchos perecido, así de esta ciudad como de fuera, si no se les hubiera hecho este recurso...

"Ya traerá Vuestra Señoría entendido que de las dos repúblicas que hay que gobernar en esta tierra, que son indios y españoles, que para lo que principalmente Su Majestad nos envía acá es para lo tocante a los indios y su amparo. Y ello es así, que a éstos se debe acudir con más cuidado, como a parte más flaca, porque son los indios una gente más miserable, que obliga a cualquier pecho cristiano a consolerse de ellos. Y esto ha de hacer el virrey con más cuidado, usando con ellos oficio de propio padre. Que es: por una parte no permitir que ninguno los agravie, y por otra no aguardar a que ellos no acudan a sus cosas porque no lo harán; sino dárselas hechas, habiendo visto lo que conviene, como lo hace el buen padre con sus hijos: y e non esto ha de ser sin costa ni gastos, porque los más de ellos no tienen de dónde sacar un real, si no venden, ni sus negocios son de calidad ni cantidad...

"He querido dejar para la postre el tratar a Vuestra Señoría lo que entiendo más le ha de cansar en los negocios, que son las provisiones de cargos de justicia de esta tierra: porque los que piensan que más derechos a ellas tienen, son los nacidos en ella, hijos y nietos de conquistadores, aunque de éstos entiendo quedan pocos; y en efecto de no les dar a ellos los cargos, hacen tanto ruido, que no falta sino poner el negocio a pleito, porque pedir testimonio para ir a quejarse a España, por ordinario lo hacen... Y lo que Su Majestad me mandó fue, pues yo tenía esto presente, que como lo demás lo gobernase, mirando lo que más convenía al servicio de Dios y suyo y bien de la tierra. Y lo mismo haga Vuestra Señoría, sin reparar en quejas..."


(Tomado de: Lira, Andrés - El gobierno virreinal. Historia de México, tomo 6, México colonial. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)

jueves, 14 de agosto de 2025

Consuelo Guerrero de Luna

 


Consuelo Guerrero de Luna 

(actriz)

(1905-1972, Madrid, España). Actriz cómica de procedencia escénica, encontró eco en nuestro país luego de salir exiliada a raíz de la guerra civil en su patria. Supo imponer inteligencia, humor elegante y estupendas caracterizaciones como mujer de clase alta, envuelta en situaciones comprometedoras a partir de ¡Ay qué tiempos señor don Simón! (1941) y El gendarme desconocido (1941). De hecho, Consuelo Guerrero de Luna fue una notable actriz de apoyo en cintas de la belle epoque como Yo bailé con Don Porfirio (1942) y El globo de Cantolla (1943) o curiosas zarzuelas como La corte del faraón (1943). Fue nominada al Ariel como mejor actriz de cuadro por Su última aventura (1946) con Arturo de Córdoba y resulta memorable en la farsa feminista Arriba las mujeres (1943), al igual que en La liga de las muchachas (1949) y como una de las tantas señoras ricas engañadas por De Córdoba en la cinta En la palma de tu mano (1950) y también destacó como la mujer del boticario seduciendo a Tin Tan en Las aventuras de Pito Pérez (1956). 

Rafael Aviña


(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

lunes, 11 de agosto de 2025

Llanto de piedra


Llanto de piedra 

En el país menos conocido de Guanajuato, el que se extiende desde San Luis de la Paz hasta el oriente de San Luis Potosí, hay una región bella como pocas. Comprende tupidos bosques de pinos con paisajes deliciosos y, hacia las tierras bajas, las selvas semitropicales menos exploradas. 

Se trata de una panorámica nueva, fresca, e interesante por sobre la alfombra arbolada y las formaciones rocosas, pero también bajo tierra. Sus entrañas son huecas en muchos sitios y corren aguas subterráneas tan negadas en otras superficies. 

Pocas gentes, aún entre los mismos guanajuatenses, han recorrido esta región en sus extraordinarias catedrales bajo tierra que son las Grutas de Bernalejo, particularmente apreciadas por los espeleólogos

Ciertamente se necesita de algún guía o conocedor (uno de los amables lugareños de la Mesa o de El Vergel, caseríos cercanos), porque la entrada a los palacios subterráneos es muy pequeña, más baja que la estatura de un hombre. A partir de la abertura visible, a gatas se avanza por unos cinco m y de pronto se abre el espacio dando lugar al desfile de los asombros. De la alta bóveda cuelgan los llantos lacrimosos de la piedra, de los óxidos y de las sales disueltas que bajan, gota a gota, hasta convertirse, estalactitas y estalacmitas, en una sola pieza: columnas de blanco ultrabrillante. 

Son varias cámaras subterráneas y en cada una de ellas las formaciones son diferentes, habiendo en algunas partes el increíble fenómeno de estalactitas que no siguen la vertical sino que se curvan hacia arriba. "Esto no puede ser; es imposible", suele ser la primera exclamación. Y sin embargo, además de que sí es posible, es abundante. 

Los nombres de los salones son los normales en todas las grutas: "Laberinto", "Las columnas", "Paso de las Agujas", "La Piñata", etc., pero, con ser tan comunes, no participan en la descripción. 

Hasta donde sabemos, las Grutas de Bernalejo no han sido totalmente exploradas hasta la fecha. Es un territorio subterráneo abundante en pasajes, grietas y pozos verticales sobre los cuales no existen referencias fidedignas. Cualquier intento informal que se haga por profundizar más en esta gruta, invariablemente conduce a la conclusión de que hacen falta equipo y adiestramiento especiales. Son los oscuros, atemorizantes dominios de lo desconocido, las verdaderas fronteras de lo incógnito. 

Y donde quiera que la luz de los reflectores horada esa noche eterna de las grutas, se refleja en blancas formas que no podrían reproducir Dante ni en sus peores delirios. 

Un día, cuando Guanajuato ensanche su visión universal del turismo, encontrará que las grutas de bernalejo le darán fama mundial. 

Entre tanto, si usted quiere internarse en el misterio negro de estas profundidades, la ruta se inicia en San Luis de la Paz (110 km al norte de Querétaro, o 94 al norte de Guanajuato), con rumbo a la que fuera Hacienda de Jofre (33 km) y diez kilómetros más hasta la Mesa de Jesús, casi en el límite con el Estado de San Luis Potosí; finalmente, 10 kilómetros hacia El Vergel. El camino es brecha practicable sólo a bordo de carro chico, pero sumamente hermoso, e incluye la vista de un puente natural que el paso de un río abrió horadando una gran roca.


(Tomado de: Möller, Harry. México Desconocido. INJUVE, México, D. F., 1973)