El pacto social de los mexicanos
[Loa a la independencia mexicana]
1823
Francisco Severo Maldonado
Compatriotas:
Ya sois libres, ya sois independientes: pero la independencia no basta por sí sola para hacer venturosa a la nación. Independientes son los Japoneses y los Chinos, independientes los Apaches y los Turcos, independientes las naciones más cultas de la Europea, envanecidas con sus constituciones y cartas o códigos políticos que a pesar del entusiasmo con que los aplaude la irreflexión o la ignorancia, no han bastado jamás para sacar de la abyección y la miseria a las grandes masas de los pueblos. Sólo un gobierno sabio e ilustrado, solo un gobierno que sepa abrazar todos los objetos de la pública y generar prosperidad bajo todos sus aspectos y atar todas sus relaciones, solo un gobierno montado sobre sus verdaderos quicios, cimentados sobre leyes dirigidas a afianzar infaliblemente a todos y cada uno de los ciudadanos sus derechos naturales e inviolables, única base y único fin de toda institución social, es el que puede haceros felices, preparar y consumar la regeneración política de los habitantes del vasto y opulento imperio mejicano.
¡O águila sublime y generosa de Anáhuac! llegó por fin el fausto y bien hadado día en que, rotas las cadenas que impedían tu libre vuelo, puedas ya remontarte a la mayor altura. Apenas la fama de tu emancipación va a cundir y extenderse por la redondez de la tierra, cuando las naciones todas van a fijar sobre ti sus ojos perspicaces, o para celebrar el tino y la firmeza de tus primeros movimientos y recibir de ti lecciones de instrucción y de consuelo, o para mirar con desdén y compasión tu torpeza y extravíos. Ya que tus hijos han entrado más tarde, que los demás pueblos en la carrera de la libertad política; no, llenarán toda la elevación de tus altos y heroicos destinos, si alumbrados con la experiencia y luces de los gobiernos que les han precedido, no aciertan a formar un código que, asegurando tu felicidad interior por todos los medios, te convierta en el ídolo de todos los pueblos civilizados, y en un objeto de consolación y reconocimiento para todos los habitantes del mundo conocido. Tal debe ser forzosamente una ley orgánica y fundamental, deducida de las fuentes puras de la naturaleza, madre común de todos los mortales, y del incorrupto manantial del evangelio en que el mismo verbo santo, descendido del seno del padre de las luces, impuso a todos los hombres como una ley estrecha, la del amor recíproco y fraterno.
Sí, mis amados compatriotas: la ley natural y la ley evangélica, éstas dos amables e íntimas hermanas que se ligan perfectamente y conspiran de consuno a la felicidad del hombre en el estado social, ved aquí las dos guías luminosas y brillantes que constantemente me han venido conduciendo en toda esta obra, que aunque dirigida desde luego a la nación española, porque tanto le conviene a ella, como a otras cualesquiera, y porque las circunstancias no me han permitido observar otro lenguaje, está sin embargo especialmente compuesta y formada para vosotros. Ilustre y generoso apóstol de la Puebla, inmortal y esclarecido Pérez, Troncoso, Herrera, Mier, Bustamante, Quintana Roo, Azcárate, Lloreda y algunos otros, que despreciando anatema fulminados por la superstición y el despotismo, sacudistéis en tiempo el baño de barbarie, adquirida en las escuelas españolas, y os habéis empapado en las buenas fuentes del derecho natural y público, vuestra concurrencia es la que imploro a nombre de la patria, uníos conmigo para zanjar los cimientos del imperio más firme, floreciente y duradero de todo el universo. * Sabios americanos, recomendables por vuestro acendrado patriotismo y por la profundidad y la extensión de vuestras luces, a vosotros toca censurar, criticar, adicionar y corregir este proyecto que tenga los defectos que tuviese, mejora notablemente la condición de todos los individuos de la generación presente, y remueve las causas radicales de los grandes males que aquejan a todos los estados, causas que han dejado intactas y vigentes los códigos inglés, francés y gaditano que solo tiene de español el nombre, pues en todas sus páginas respira lo galo y lo bretón con no pocos resabios del bárbaro y odioso feudalismo. Por desgracia no faltan entre nosotros algunos entusiastas de ese plagio indecente y mal zurcido. Yo, para batirlo, no me valdré de otro argumento, que del irrefragable de los hechos, que de sus amargos y ominosos frutos. El ha dividido en bandos a la España, el ha desunido a los españoles a quienes debería haber unido estrechamente, el ha puesto a la nación en los bordes de su ruina. Extraño por cierto y azaroso beneficio, el que solo puede introducirse a la bayoneta, es decir, con el único argumento que propagó y mantiene vivo el islamismo en el oriente. Se cree comúnmente que la opresión y las desgracias de los pueblos no proviene de las leyes, sino de la de su transgresión o falta de observancia ¡ilusión peligrosa! ¡error grosero! Cuando la ley es buena, identifica a los gobernantes con los gobernados, todos y cada uno de los ciudadanos tienen un conocido interés en su más puntual, seguro, exacto y religioso cumplimiento. O americanos, adoptad el código que he tenido la noble osadía de proponeros, y bajad a los infiernos, sacad de sus abismos los espíritus más obcecados y confirmados en el mal para colocarlos en los puestos y empleos de todo género, y los veréis por una consecuencia inevitable, forzosa y necesaria de la buena legislación, obligados a conciliarse el amor, el respeto y la gratitud de los pueblos. Continuemos exponiendo este código, para que nuestros paisanos puedan convencerse de la certeza de nuestros vaticinios y promesas.
(Tomado de: Briseño Senosiain, Lillian; Ma. Laura Solares Robles y Laura Suárez de la Torre (investigación y compilación) - La independencia de México: Textos de su historia. Tomo III El constitucionalismo: un logro. Coedición SEP/Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. México, D.F., 1985)
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