El kiosko morisco: D.F.
El único kiosco morisco de fierro fundido que hay en el mundo no está en Arabia, ni siquiera en España. Se encuentra en México, y para ser más precisos, en la colonia Santa María la Ribera de la Ciudad de México.
Aparte de ser morisco, tiene otras particularidades. Es totalmente desarmable, y a pesar de que está a punto de cumplir un siglo se conserva en buen estado. Fue concebido como stand para que México lo presentara en la exposición de Nueva Orleans, y así destacó por su alarde de originalidad y talento de los mexicanos. El kiosko tuvo un costo aproximado de 250 mil pesos de aquel entonces.
El arquitecto Castro Reguera, quien dirigió la última restauración, opina que fue la respuesta de México a los alardes mundiales del empleo de fierro fundido en la construcción, luego de que empezó a usarse en la exposición de París con la Torre Eiffel.
La respuesta de México sorprendió a todos, pues si bien se necesitaron 20 carros de ferrocarril para trasladarlo a la ciudad de Nueva Orleans, nuestro kiosko dejó a los conocedores con la boca abierta, ya que todas las construcciones moriscas de la época estaban hechas con estuco o yeso, y el kiosko mexicano es de fierro fundido, tiene la belleza del estilo morisco y es totalmente desarmable y transportable.
De diciembre de 1884 a mayo de 1885 el kiosko morisco estuvo montado en Nueva Orléans, donde obtuvo cinco diplomas de reconocimiento. De allí el kiosko morisco fue a Centroamérica, siempre como pabellón de exposiciones mexicanas. Al regresar a México fue instalado en la Alameda Central, pero como nadie es profeta en su tierra: fue concesionado a una lotería de monitos. En 1920 pasó a adornar lo que entonces era una colonia exclusiva, Santa María la Ribera. Poco a poco fue cayendo en el abandono, hasta que se convirtió en campo de fútbol y en basurero.
En los años cincuenta el regente de la ciudad Ernesto P. Uruchurtu lo mandó a restaurar, sólo que no se empleó la técnica adecuada y a fines de 1977 el gobierno capitalino volvió a ocuparse del kiosko, confiándole la restauración al arquitecto Jorge Castro Reguera, asesorado por Bellas Artes.
La restauración tardó casi un año, el kiosko recobró su dignidad y ahora es de nueva cuenta adorno y orgullo de la Alameda de Santa María, donde se encuentra el único kiosko morisco de fierro fundido que hay en el mundo.
(Tomado de: Sendel, Virginia - México Mágico. Editorial Diana, S.A. de C.V., México, D.F., 1991)
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