lunes, 4 de septiembre de 2023

Salinas de Gortari III ¿fue vendepatrias?

 


Segunda parte 

Su México

3

¿FUE VENDEPATRIAS?

El cargo de vendepatrias, enderezado contra Salinas sobre todo después de que empezó a negociar el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, tampoco tiene base firme de sustentación. En esencia, el tratado consiste en que se otorgaron fuertes disminuciones o exenciones de impuestos sobre 5,900 artículos que los países socios pueden exportar a México, pero en cambio México obtuvo el privilegio de exportar al norte con fuertes rebajas impositivas 7,300 de sus propios artículos. En cualquier otro país el TLC habría sido recibido con regocijo, por ofrecer un acceso privilegiado a los mercados más ricos del mundo; en México fue visto como una cesión de soberanía. En otros países se habrían apresurado a incrementar la producción de los artículos para exportarlos en grande; en México nos limitamos a lloriquear por los peligros que ofrecía la importación masiva de productos extranjeros.

Alguien hasta equiparó el TLC con el Tratado McLane-Ocampo, mediante el cual Benito Juárez otorgó a Estados Unidos el derecho de tránsito de Nogales a Guaymas, Son., por la vía de Hermosillo; el mismo derecho para otra ruta que iría de Matamoros, Tamps., a Mazatlán, Sin., por Monterrey y Saltillo, y todavía el derecho a pasar del golfo de México al océano Pacífico por el istmo de Tehuantepec. Se facultó asimismo a Estados Unidos para proteger con sus fuerzas armadas tanto las rutas del Norte como la ístmica siempre que lo juzgase necesario, corriendo los gastos por cuenta de México. Además se otorgaron concesiones aduaneras que de hecho permitirían al gobierno de Washington fijar los impuestos de exportación e importación entre los dos países (El Tratado McLane-Ocampo jamás entró en vigor por haberlo rechazado los legisladores de Washington, entre los cuales privaba la opinión de que Juárez carecía de autoridad y recursos para imponérselo al pueblo mexicano).

El hecho de que se haya equiparado el TLC con el Tratado McLane-Ocampo refleja la terrible ignorancia histórica que se padece en México, gracias a la cual mucha gente considera muy patriótico pasarse el día despotricando contra los yanquis y alentando contra el inminente peligro que corre el territorio mexicano de ser anexado a Estados Unidos. Este delirio de persecución impide trazar una estrategia defensiva contra los afanes de dominio que, por supuesto, tienen los yanquis: para quitarse de hipocresías habría que pensar un poco en lo que pudo haber hecho México si la fuerza hubiera estado históricamente de su lado.

El antiyanquismo nació en la Nueva España, como producto de la xenofobia característica de los españoles de aquel tiempo, quienes consideraban que todos los extranjeros eran herejes empeñados en corromper las buenas costumbres de la sociedad hispánica. Lejos de temer al imperialismo, los primeros antiyaquis se consideraban superiores a sus vecinos del norte porque en la Nueva España funcionó la primera imprenta de América (aunque a principios del siglo XIX sólo había cuatro imprentas en todo el virreinato y éstas publicaban únicamente novenas, devocionarios y vidas de santos, mientras que en el norte se hacían grandes tirajes con los libros más avanzados de la época); y porque en México existía una de las primeras universidades del continente (la cual conservaba los planes de estudios del siglo XVI, mientras que en Estados Unidos ya habían despuntado universidades tan modernizantes como las de Harvard y Yale).

Por su parte, los imperialistas yanquis surgieron desde fines del siglo XVIII: eran hombres como el estadista Thomas Jefferson, uno de los primeros en prever que las desorganizadas colonias españolas de América iban a quedar a merced de los nacientes Estados Unidos; y aventureros como el ex vicepresidente Aaron Burr, quien en 1804 trató de formar una disparatada expedición para expulsar a los españoles y proclamarse rey de México.


Los protoimperialistas yanquis basaban sus ideas en hechos tan palpables como los siguientes:

*En 1767 los españoles sofocaron un motín popular que estalló en el norte de Guanajuato y San Luis Potosí para oponerse a la expulsión de los jesuitas. Los españoles degollaron a 87 revoltosos, propinaron azotes a 73 y encarcelaron a 654; a continuación el virrey en turno, Marqués de Croix, expidió la célebre proclama que dice: "De una vez para lo venidero deben saber los habitantes de este reino que nacieron para obedecer y callar y no para inmiscuirse ni opinar en los altos asuntos del gobierno."

*Los novohispanos callaron y obedecieron, mientras que por las mismas fechas, solo porque Inglaterra pretendía aplicarles un leve impuesto sobre el consumo de té al que ellos no habían consentido, los yanquis esgrimieron un inmortal lema que todavía nadie se ha atrevido a proclamar en México -No taxation without representation- y dieron así el primer paso que los llevaría a ganar la independencia.

*A principios del siglo XIX las dos terceras partes de los yanquis sabían leer, mientras que el 95% de los novohispanos eran analfabetos.

*Los armadores de Boston enviaban desde fines del siglo XVIII sus naves para que fueran por el Atlántico hasta el extremo sur del continente y, tomando por el Pacífico, continuaran hasta California para participar en la productiva casa de ballenas. Luego los barcos volvían al punto de partida y, a pesar de lo largo del trayecto, con esa actividad se formaron algunas de las primeras grandes fortunas de Estados Unidos. Los novohispanos y los mexicanos recientemente independizados pudieron haber hecho el mismo negocio mandando barcos en un cortísimo recorrido para llegar a las ballenas, pero jamás lo hicieron porque la operación les parecía demasiado complicada y porque preferían consagrarse a la más productiva tarea de "hacer negocitos" con el gobierno.


Estos hechos mostraron a los yanquis que los mexicanos eran gente comodina, analfabeta y sin espíritu político; e impulsos dictados por la naturaleza humana hicieron surgir el imperialismo.

Inicialmente, en México no parecen haber preocupado las aspiraciones imperialistas de los hombres del norte. En 1811, José María Morelos y Pavón despachó hacia Estados Unidos, en calidad de agentes diplomáticos, al acapulqueño Mariano Tavares y el norteamericano David Faro, con el mensaje de que Morelos estaba dispuesto a ceder el territorio de Texas a cambio de ayuda para la guerra de Independencia. Esto lo reconoció el propio Morelos en carta fechada el 17 de febrero de 1813 y dirigida al insurgente Ignacio Ayala, de Yanhuitlán, Oax.

(La carta en cuestión aparece en la Colección de documentos para la historia de la guerra de independencia de México, publicada en 1882 por Juan E. Hernández y Dávalos. En cambio, fue omitida sin explicaciones por el historiador Ernesto Lemoine Villicaña en Morelos: su vida revolucionaria a través de sus escritos y otros documentos de la época, un libro publicado en 1965 por la UNAM al que ahora se tiene por versión oficial de los hechos.)

Por otra parte se ha difundido la versión de que el sometimiento de México fue obra del primer embajador de Estados Unidos, Joel R. Poinsett, quien maquiavélicamente introdujo divisiones en el cuerpo político de la nación para facilitar las intrigas de los imperialistas y dominar el país. Esto, si fuera verdad, indicaría que México es un país de bobos irredimibles por haberse dejado someter a Estados Unidos durante más de siglo y medio sin más esfuerzos que los desarrollados por un diplomático.


En 1837 Samuel Houston, un aventurero que jefaturaba unas gavillas de maleantes enviadas a apoderarse del territorio tejano, sorprendió dormido y en calzones -literalmente- al general Antonio López de Santa Anna jefe del ejército mexicano encargado de exterminar a los invasores.

Santa Ana pidió perdón y fue enviado a Washington a conferenciar con el presidente Andrew Jackson; después de mostrarse dispuesto a entregar no sólo Texas, sino todos los territorios que le pidieran, Santa Anna fue dejado en libertad. Creían los yanquis que se le fusilaría por abyecto y traidor en cuanto pisara tierra de México, pero cuando vieron que se le recibía con arcos triunfales y floridos discursos de pésame por los padecimientos sufridos en el cautiverio, los imperialistas advirtieron que nada les impediría la absorción de más territorios mexicanos.

En 1847 emprenderían la guerra que los dejó en posesión de California, Arizona, Nuevo México, etc. Nicholas P. Trist, el diplomático norteamericano encargado de negociar el nuevo tratado de límites, se asombró al constatar que en México existía un "partido de la guerra hasta la anexión total" integrado por individuos dispuestos a prolongar las hostilidades a fin de que los invasores se vieran obligados a avanzar sobre todo el país y engullirlo. Aunque no lograron su propósito, estos individuos se complacieron en formar parte del ayuntamiento pelele que se estableció en la Ciudad de México durante la ocupación, homenajearon con un lucido banquete al jefe de las fuerzas invasoras y hasta tuvieron la vileza de entregarle a los sobrevivientes del Batallón de San Patricio, integrado por irlandeses que habían desertado del ejército yanqui para pelear al lado de los mexicanos.

Al término de la guerra, el gobierno liberal yucateco, afligido por una gran sublevación de los mayas, envió a Washington al licenciado Justo Sierra O'Reilly con la misión de implorar al gobierno norteamericano que se anexara el territorio yucateco aunque fuese como colonia. El congreso estadounidense rechazó la oferta argumentando que no veía provecho alguno en tener que gobernar a gente como los yucatecos.

La última absorción de territorio mexicano por parte de Estados Unidos data de 1853, cuando Santa Anna vendió en siete millones de dólares el valle de La Mesilla, un desértico terreno que hoy se dividen los estados de Arizona y Nuevo México. Nadie se opuso al dictado de Santa Anna.

Todavía en 1858, un presidente norteamericano, James C. Buchanan, pidió al gobierno conservador instalado en la ciudad de México que le vendiera la Baja California; los conservadores, antiyanquis de cuño colonial, rechazaron indignados la propuesta, por lo cual Buchanan presentó la misma oferta al gobierno liberal instalado en Veracruz y presidido por Benito Juárez.

El gobierno liberal estaba formado por ministros totalmente identificados con el "partido de la guerra hasta la anexión total", como Melchor Ocampo y Miguel Lerdo de Tejada (este último, convencido hasta los tuétanos de que todos los males de México procedían de su herencia española, llegó a manifestarse dispuesto a trabajar no sólo por la anexión de todo el país a Estados Unidos, sino para que se impusiesen en México el protestantismo y el idioma inglés). Los liberales no podían tener escrúpulo en ceder Baja California, pero sabían que, de hacerlo abiertamente, la opinión pública los calificaría como traidores; y para eludir el punto fraguaron el proyecto de convertir a México en "un protectorado con otro nombre" de Estados Unidos.

Fruto de lo anterior fue el Tratado McLeane-Ocampo, firmado en Veracruz en 1859 y aprobado tanto por Juárez como por Buchanan. Se sobreentendía que una vez adueñados de la capital con ayuda yanqui, los liberales entregarian Baja California. (Los detalles sobre el "partido de la guerra hasta la anexión total" y del "protectorado con otro nombre" se encuentran expuestos en el libro Reforma México and the United States: a search for alternatives to Annexation, 1854-1861, del profesor Donathon C. Ollif, que los historiadores a sueldo del gobierno mexicano han eludido traducir al español y publicar en México).

La distribución de las tierras arrebatadas a México en 1847 provocó tal rebatiña entre los surianos empeñados en perpetuar la esclavitud y los norteños deseosos de suprimirla, que se hizo inevitable el estallido de la Guerra de Secesión (1861-1865), la cual causó la muerte de cientos de miles de personas y la destrucción de propiedades por valor de miles de millones de dólares. Y si eso ocurrió a causa de la absorción de territorios casi deshabitados, qué no podría ocurrir con tierras pobladas por millones de mexicanos turbulentos? Desde entonces empezó a cuajar en Estados Unidos la opinión de que era mal negocio anexarse más territorio mexicano.

En 1863, mientras Estados Unidos se desgarraba en la guerra civil, el ejército francés llamado en auxilio de los conservadores mexicanos -antiyanquis hasta el tuétano pero tan vendepatrias como los liberales yiancófilos- entró triunfalmente a la Ciudad de México y un año después Maximiliano de Habsburgo fue instalado en el trono del Imperio Mexicano. El gobierno de Washington, temeroso de que se concertara una alianza entre los surianos y los franceses, se olvidó de la Doctrina Monroe y declaró su neutralidad ante el conflicto, mientras fingía no darse cuenta de que los franceses adquirían pertrechos y contrataban mercenarios en su territorio; en cambio negaba ayuda material al gobierno liberal mexicano.

Al acercarse los franceses a la capital, Juárez huyó primero a San Luis Potosí y seguidamente a Saltillo, Monterrey, Chihuahua y Paso del Norte (la actual Ciudad Juárez). A la primera oportunidad despachó hacia Washington a su embajador Matías Romero, quien pasó años importunando al secretario de Estado, William H. Seward, con imploraciones de que aplicara la Doctrina Monroe y declarara la guerra a los franceses, o por lo menos proporcionara dinero, armas, municiones y hasta soldados para instalar a Juárez en la Presidencia.

Seward siempre salía con evasivas, tomándose su tiempo para actuar cuando estuviera en las mejores condiciones de hacerlo, o sea meses después de terminada la Guerra de Secesión. Entonces, muy a su salvo, envió una agria nota a Napoleón III pidiéndole que retirara sus tropas de México. El emperador francés ya estaba acosado en Europa por el surgimiento de la potencia prusiana, que no ocultaba su enemistad con Francia; a corto plazo tenía que ceder, aún guardando las apariencias; pero Romero se impacientó y logró convencer a un importante general norteño que andaba sin ocupación, J. M. Schofield, de que fuera a México con un ejército de 40,000 hombres entre los veteranos recién desmovilizados. Para inclinarlo a dejar plantado a Romero, a Seward le bastó con dar a Schofield una agradable puesto de observador militar en Europa. Luego llamó al embajador mexicano para recitarle el siguiente sermón:

-Convénzase, usted señor Romero: si el ejército de Estados Unidos marcha a México, jamás regresará, y cada millón de pesos que se les preste hoy el gobierno de Estados Unidos les costará después el territorio de un estado, así como cada rifle que les demos tendrán que pagarlo con una hectárea de concesiones mineras...Siempre será más honroso para los mexicanos que se salven por sus propios esfuerzos, pues así tendrán más probabilidades de estabilidad en el orden de cosas que se llegue a establecer.

Seward ideó después uno de los preceptos básicos del nuevo imperialismo yanqui: no hay que consentir demasiado a los gobiernos satélites (Sólo proporcionó algunas armas y municiones sobrantes de la guerra y algunos oficiales yanquis para que los liberales derrotaran a los conservadores abandonados ya por las tropas francesas.) Opuesto al imperialismo territorial que tantos perjuicios podían crear en Estados Unidos, Seward predicó en cambio a favor de un imperialismo económico-político: le seducía la idea de aprovechar los recursos naturales y la mano de obra barata de México y quiso alentar una emigración masiva de empresarios norteamericanos al país del sur.

Seward fue también el creador del segundo precepto fundamental del nuevo imperialismo: hay que ayudar a que los presidentes súbditos se instalen en su puesto, para que sepan a quién deben el empleo. Dos hombres peligrosos disputaban a Juárez la Presidencia: el prestigiado general Jesús González Ortega, quien según la letra de la Constitución debió haber sustituido a Juárez en el codiciado cargo desde el primero de diciembre de 1865; y el infaltable general Antonio López de Santa Anna, a quien los ayuntamientos de Jalapa y Veracruz ya organizaban un gran recibimiento en el puerto para -en compañía de la guarnición conservadora que no habían podido derrotar los liberales- llevarlo a la Ciudad de México y proclamarlo presidente antes de que Juárez llegara.

González Ortega residía en Estados Unidos y cifraba sus planes en apersonarse en Tamaulipas, donde el cacique local, Servando Canales, aliado a varios influyentes militares liberales y una nube de chambistas varios, pensaba iniciar una revuelta contra lo que ellos llamaban "la usurpación de Juárez". Encontrándose en Nueva Orleans, González Ortega fue notificado por el comandante del puerto, general P. H. Sheridan, que no podía permitirle continuar a la frontera, ya que tenía órdenes de impedírselo, y, como González Ortega se escapó y alcanzó a llegar a las cercanías de Brownsville, un oficial llamado Burton Drew lo aprehendió; mientras tanto, el comandante militar Thomas D. Sedwick, con el pretexto de que necesitaba proteger las vidas y propiedades de los norteamericanos residentes en Matamoros, cruzó la frontera con un buen número de soldados y rápidamente puso en fuga al cacique Canales y entregó la plaza a un subordinado del general juarista Mariano Escobedo. Tiempo más tarde, González Ortega logró burlar la vigilancia y llegar a Zacatecas; pero allí fue aprendido por un ex partidario traidor que se había pasado a las filas del juarismo; lo tuvieron largo tiempo en la cárcel y en 1886 murió, aparentemente loco.

Santa Anna también había viajado a Estados Unidos para gestionar que le entregaran la Presidencia de México, pero Seward vio que ya estaba demasiado viejo y desprestigiado, por lo cual no le hizo ningún caso. Entonces Santa Anna fletó El barco Virginia a fin de que lo reuniera con la multitud de sus partidarios en Veracruz; pero el cónsul norteamericano del puerto maniobró para que el barco U.S.S. Tacony y el inglés H.M.S. Jason impidieran desembarcar al recién llegado y persuadieran al capitán del Virginia de que se lo llevara hasta la Habana.

Con esto y las armas, municiones y oficiales norteamericanos que obtuvieron los liberales, los conservadores fueron derrotados y Juárez pudo instalarse en Palacio Nacional.

Desde entonces los gobiernos mexicanos -liberales todos- han tenido historiadores a sueldo, los cuales han difundido la patraña de que los conservadores eran vendepatrias pero ellos no. Una hazaña parecida realizaron en la antigua URSS otros historiadores a sueldos del gobierno, quienes hicieron creer al pueblo ruso que el "padrecito Stalin" era modelo de buen gobernante.


Otras acciones del nuevo imperialismo yanqui fueron las que se detallan a continuación:

*En 1910, a pesar de que en general había sido buen pupilo del imperialismo yanqui, Porfirio Díaz disgustó al gobierno de Washington porque había tenido demasiados rasgos de independencia, como favorecer a los ingleses en el otorgamiento de concesiones petroleras y sobre todo, porque ya contaba 80 años de edad y se negaba a dejar la Presidencia a alguien que mostrara capacidad para proteger los intereses de los inversionistas extranjeros. Como resultado permitieron que Francisco I. Madero preparara y proclamara su revolución desde Texas.

*En 1913, porque Madero se mostró reacio a satisfacer las exigencias del imperialismo yanqui, el embajador norteamericano prestó su residencia para que en ella se reunieran los generales traidores Victoriano Huerta y Félix Díaz y allí mismo firmaran el pacto que condujo al derrocamiento de Madero.

*En 1914 el ejército norteamericano, que había ocupado Veracruz para evitar que Victoriano Huerta -el cual había acabado por desagradar a los imperialistas- recibiera armas de Europa, evacuó el puerto para permitir que se refugiara allí Venustiano Carranza, a quien perseguían las fuerzas del rebelde Pancho Villa. Como Carranza no quiso agradecer el favor, en 1920 Los rebeldes sonorenses acaudillados por Álvaro Obregón tuvieron toda clase de facilidades para abastecerse de pertrechos militares en Estados Unidos y emprender una revuelta que terminó con el asesinato de Carranza.

*En 1916 Pancho Villa cayó sorpresivamente sobre el pueblecillo de Columbus, Nuevo México, y saqueo las casas y asesinó a muchos norteamericanos pacíficos, en un criminal intento por forzar a Estados Unidos a declarar la guerra a Carranza. Poco después entraron a México 10,000 soldados norteamericanos de una expedición punitiva jefaturada por el general John J. Pershing, los cuales pasaron un año en Chihuahua sin lograr siquiera tomar contacto con el buscado Villa. Esto demostró lo peligroso que puede ser enfrentarse a las guerrillas mexicanas en vez de operar a través de los gobernantes; y desprestigió, quizás para siempre, a Los partidarios del imperialismo territorial, como el famoso magnate periodístico William R. Hearst, quien en aquel tiempo todavía clamaba por la absorción total de México.

*En 1922 el presidente Álvaro Obregón, quien tenía en el gobierno varios elementos que le aconsejaban negarse a pagar las indemnizaciones por daños y perjuicios causados por la revolución a ciudadanos norteamericanos y, de ribete, extorsionar a las empresas petroleras con la amenaza de la expropiación, fue obligado a firmar los llamados Tratados de Bucareli, en los que concedió con creces todo lo que le exigieron desde Washington. (Pero no es cierto, como dicen algunos desorientados, que se haya comprometido en una cláusula secreta a no fabricar en México aviones, barcos de guerra y motores de explosión: esto equivaldría a que en 1995 se pretendiera prohibir a México la fabricación de productos como máquinas para viajar en el tiempo.)

*En 1938 el embajador norteamericano Josephus Daniels brindó públicamente con Lázaro Cárdenas por el éxito de la expropiación petrolera. Los cardenistas juran que éste fue sólo un gesto amistoso de los que suelen tener, de vez en cuando, los yanquis. Rechazan que el brindis haya tenido relación con el interés demostrado tradicionalmente por los partidarios de la Doctrina Monroe de sacar a los ingleses de México, sabedores de que, a fin de cuentas, el petróleo mexicano quedaría siempre a su disposición y al precio que ellos fijaran, aunque lo extrajera PEMEX.


Lo peliagudo de luchar contra el imperialismo yanqui es que no funciona a la manera tradicional, por medio de ejércitos de ocupación, pues éstos, con algunos hechos heroicos, podrían ser expulsados del país.

Hoy día, el gran poder del imperialismo descansa en la deuda exterior, que de mínima en 1970 ascendió a 100,000 millones de dólares en 1982 y ahora alcanza 140,000 millones.

Los países endeudados catastróficamente no pueden tener soberanía. En este aspecto, Salinas fue tan responsable del sometimiento de México al imperialismo yanqui como otros presidentes, pero no más.

Japón es el único país que ha logrado defenderse con gran éxito del imperialismo yanqui. En 1853 el comodoro Mathew G. Perry (quien por cierto había comandado la fuerza naval que ocupara Veracruz cinco años antes) desafió la prohibición de navegar en aguas japonesas y penetró con cuatro poderosos barcos a la bahía de Yedo (Tokio) para dejar un ultimátum: Japón tenía un plazo de doce meses para renunciar a su política aislacionista y permitir que los barcos extranjeros usaran los puertos japoneses con fines comerciales. Tras reflexionar que ellos no contaban con barcos de vapor ni cañones como los yanquis, los gobernantes japoneses se resignaron a "tolerar lo intolerable" y aceptaron las exigencias de Perry, pero lejos de andarse con lloriqueos, consagraron sus mejores esfuerzos a la tarea de convertir su país en una potencia de primer orden.

El sorpresivo ataque a Pearl Harbor, en 1941, fue considerado como una venganza por la extorsión de Perry.

En 1945, después de librar la II Guerra Mundial, Japón se rindió incondicionalmente al general Douglas MacArthur. Hiroshima y Nagasaki habían sido arrasadas por bombas atómicas, todo el país estaba en ruinas y la población padecía hambre y frío, pero ni siquiera entonces cayeron los japoneses en la autocompasión y en atribuir todas sus desgracias a los yanquis. Calladamente se pusieron a trabajar hasta que asombraron al mundo con sus progresos industriales y ahora nadie puede decir que sean satélites de ningún imperialismo.

Carlos Salinas de Gortari nunca alentó con su ejemplo a los mexicanos para que imitaran las virtudes cívicas del pueblo japonés, pero de ninguna manera fue un vendepatrias: no se puede vender lo que estaba vendido desde el siglo XIX.


(Tomado de: Ayala Anguiano, Armando - Salinas y su México. Contenido ¡Extra! México de carne y hueso. Segunda parte. Deslinde de culpas. Editorial Contenido, S. A. de C. V. México, D. F., 1995)

viernes, 1 de septiembre de 2023

Los dioses de los mexicas

 


Los dioses de los mexicas


La religión, concebida como conjunto de creencias, no es una mera acumulación de éstas, sino un acervo sistematizado de pensamiento. Para lograr sus propósitos, el hombre desarrolla un sistema simbólico por medio del cual se establece el intercambio social de las ideas y se desarrolla colectivamente el pensamiento. Un componente fundamental de este sistema lo constituye el panteón, en el que confluyen un complejo conjunto de símbolos. Entre éstos se encontraban el maquillaje, las divisas y los atavíos de los dioses. Tales símbolos permitían a los fieles no solo identificar a los dioses, sino entender algunas de sus funciones.

El rico y complejísimo panteón del México central no es una creación súbita o espontánea sino el producto de largo siglos de tradición: gran parte de los dioses, de sus ritos y la mayoría de sus mitos son comunes a toda Mesoamérica y se remontan al período Clásico. Esto es cierto para dioses como Quetzalcóatl, Tláloc, Xipe, los dioses del fuego y de la muerte, y resulta probable para otros muchos.


*COATLICUE. "La de la falda de serpientes". Fue una de las diosas madre en la cosmogonía mexica. Coatlicue, a quien quiso matar su hija Coyolxauhqui, diosa de la Luna, fue madre de Huitzilopochtli, dios principal de los mexicas. Huitzilopochtli mata a Coyolxauhqui y la arroja desde lo alto del Coatépetl.


*HUITZILOPOCHTLI. "Colibrí zurdo o colibrí del sur". Era dios de la guerra y patrono de los mexicas, y se le dedicaban rituales diariamente. En varios mitos aparece como uno de los dioses creadores de los humanos, aunque destaca su papel de guía durante la peregrinación mexica desde Aztlan hasta Tenochtitlan. Se le representaba con un yelmo con forma de colibrí, ave asociada con el Sol.


*TLÁLOC. Dios de la lluvia y patrono de los campesinos. Era uno de los dioses más antiguos e importantes de Mesoamérica; se le representaba con una especie de anteojos formados por dos serpientes entrelazadas, cuyos colmillos se convertían en sus fauces. Su cara estaba pintada de negro y azul y a veces de amarillo, y su ropa estaba manchada de gotas de hule que simbolizaban gotas de lluvia. Se le ofrecían en sacrificio, en el mes de atemoztli, niños, hombres y perros.


*COYOLXAUHQUI. "La del afeite facial de cascabeles". Diosa de la luna. Era hermana mayor de Huitzilopochtli. Coyolxauhqui se enteró del embarazo de su madre, Coatlicue, y por eso trató de matarla ayudada por sus hermanos los cuatrocientos huitznahua. Huitzilopochtli salió del vientre de Coatlicue y, armado con una xiuhcóatl, dio muerte a Coyolxauhqui, desmembrándola.


*TEZCATLIPOCA. "Espejo humeante". Dios que daba y quitaba la riqueza; también era protector de los esclavos. Fue uno de los dioses que gobernaba el destino de los hombres y quien, transfigurado con los atributos de Quetzalcóatl, obligó al Sol a mantener su diario recorrido.


Tomado de: Dossier: La religión mexica. Los mexicas. Arqueología Mexicana, Vol.XVI núm. 91. Editorial Raíces, México, 2008)

lunes, 28 de agosto de 2023

El cartero

 


El cartero

Su silbato es el de la alegría, aunque a veces sin que él tenga la culpa, pueda ser del sobresalto y la tristeza. Nada, ni la noticia de recibir herencia, es tan esperada como él, porque esta noticia habría de llegar por su conducto.

Es la incertidumbre: "¡El cartero!" -Es la ilusión diferida: "¿No tengo carta hoy?..."

¿Qué hace usted? -preguntaron a cierto imberbe literato, y éste contestó: Por aquí, dando vueltas. ¡Como un tío vivo! -concluyeron los preguntones.

El cartero es un tío bueno que gana el pan de sus hijos dando vueltas, repartiendo de su gran valija de cuero, verdadera lámpara encantada, genios buenos y alguno que otro de mal humor. Si usted, lector, o yo, fuésemos de veras Aladino, estoy seguro de que le concederíamos tres deseos para el regalo de sus pies: las botas de siete leguas, la alfombra mágica y una bicicleta de carreras.

Yo conozco muchachas que lo atisban tras los visillos de las ventanas, como a un novio. A padres que lo esperan como al beso de sus hijos. A hombres llenos de soledad que lo aguardan como al amigo de las confidencias. La simpatía de su informal uniforme y gorra azul, quemados de sol y de cansancio, es unánime, y él lo sabe, pero sólo el Día del Cartero y por Navidad se atreve a ponerla a prueba. Es pobre, pero honrado. Sin embargo, les voy a contar un cuento que sucedió hace muchos años en la tierra de Fue y ya no Volverá.

Este era un cartero que tenía 10 hijos. Un día no tuvo para darles de comer, y extrajo de una carta un giro de $10.00. Entonces el Gran Visir, que era inflexible, lo condenó a 10 años de prisión.


(Tomado de: Cortés Tamayo, Ricardo (texto) y Alberto Beltrán (Dibujos) – Los Mexicanos se pintan solos. Juego de recuerdos I. El Día en libros. Sociedad Cooperativa Publicaciones Mexicanas S.C.L. México, D. F., 1986)

jueves, 24 de agosto de 2023

Olga Costa

 


Olga Costa,

Sinceridad en el lienzo.

Ciudad de México, junio de 1965.


Olga vive tranquilamente con su marido, el pintor Chávez Morado, en una enredada callecita de Coyoacán, rodeada de flores, plantas y cientos de idolitos, así como de mucho folclore mexicano.

El arte consiste en situarlo donde funciona; puede funcionar como parte decorativa, emotiva o en un mural en el que pueden intervenir otras ideas. El artista ante todo debe ser sincero consigo mismo, y si tiene ideas saberse expresar.

¿Aun políticas?

¿Por qué no? Hablar sobre política significa tener interés en lo que pasa en el mundo.

Bien. Pero nos estamos alejando de su mundo, Olga, que no creo sea político. ¿Cuál es su forma de expresarse?

Podría llamarse figurativa.

Pero ha cambiado un poco, ¿no? En su última exposición la mencionan como poseedora de un mundo alucinante, ¿por qué?

El cambio vino solo, sin forzarlo, y ha sido un proceso inconsciente. Cuando uno menos se lo espera llega; es una especie de madurez y experiencia que uno acumula. Lo de alucinante... creo que se debe a una crítica donde, entre otras cosas, dicen que de mil delicadas y extrañas asociaciones de todo lo que me rodea, nacen mis pinturas como pequeños mundos secretos; se refería seguramente a varios cuadros de hongos que he pintado, pero le aseguro que no veo visiones, simplemente me gusta su apariencia y lo expreso en el lienzo; con decirle que no me gusta comerlos…

¿Nunca interpreta sus sueños?

No sueño lo que pinto, cuando lo hago estoy bien despierta. Así se puede apreciar la naturaleza, las plantas, las flores, la fruta o lo interesante de una persona, no puede uno resistir el querer pintarlas y no puede uno hacer fantasías. El año pasado, cuando más encarrilada estaba, surgió nuestro viaje al Oriente. Hace solamente un mes que llegamos: visitamos Japón, Tailandia, Hong Kong, Macao... Vi tanto que podría decir que estoy indigesta, y ahora me pregunto ¿qué pinto? Tengo acumulado todo lo que vi, pero aún no sale.

¿No toma apuntes?

No suelo hacer tal cosa; veo todo en general y nunca he pensado en hacer un documento de lo que he visto, ni una crónica. No tuve ni el tiempo, sólo iba absorbiendo. Con la experiencia en sí, ya saldrá algo; le confieso que yo misma estoy bastante intrigada.


(Tomado de: Krauze, Hellen – Pláticas en el tiempo. Serie: Alios Ventos. Editorial Jus, S.A. de C.V. México, D.F., 2011)

lunes, 21 de agosto de 2023

Lo negro del "Negro" Durazo

 


V

La edad del crimen organizado

[...]

A la urgencia de una política judicial sobre derechos humanos se llega vía los crímenes del río Tula. La brigada Jaguar de la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia (DIPD) al mando de Francisco Sahagún Baca, lugarteniente del jefe de la policía metropolitana Arturo Durazo Moreno, tortura y asesina a 13 colombianos y el chofer mexicano que los acompañaba. Los colombianos asaltantes de residencias y violadores, roban un banco y los "jaguares" típicamente, se inclinan por la "expropiación". Según parece, al morir el primer colombiano en la tortura, se opta porque los demás le hagan compañía. Los cadáveres, arrojados al sistema de drenaje, se asoman destrozados en el río Tula.

La opinión pública se conmueve y, un tanto inesperadamente, eleva la exigencia: derechos humanos. El periodista Manuel Buendía denuncia los hechos, y las pruebas sobre el comportamiento de los judiciales se acumulan. Al terminar el sexenio de López Portillo, concluye la impunidad de Durazo y un libro (un libelo melodramático) impulsa otro vuelco de la nota roja. Y a Lo negro del Negro Durazo (Editorial Posada, noviembre de 1983), el testimonio de José González y González, ex-jefe de ayudantes de Durazo, lo hace creíble en cinismo y las bravatas del protagonista y relator: "En mi vida de gatillero profesional, yo, Pepe González y González, autor del presente trabajo, comencé a matar desde los 28 años de edad, y teniendo en mi conciencia una cifra superior a 50 individuos despachados al otro mundo, agradezco la intervención de los funcionarios por cuyas gestiones no me quedaron antecedentes penales. Advierto que maté por órdenes de gente como Gustavo Díaz Ordaz, Alfonso Corona del Rosal y muchos más. Sólo cumplí órdenes."

En el libro de González, Durazo y su amigo y subalterno Francisco Sahagún Baca, son casi personajes de una novela de Jim Thompson. El único aval de Durazo (la amistad de infancia con el presidente López Portillo) lo autoriza para 6 años de abusos y destrucción. Y el exceso que protagoniza anuncia el exceso mayor, el de quien, conociéndolo, lo designa jefe de la policía de la gran capital. González refiere el saqueo de la ciudad, el envilecimiento del cuerpo policiaco, las extorsiones, los fraudes, las torturas, las ventas de protección al hampa, el esplendor del contrabando y el narcotráfico, la red del capitalismo alternativo. Y a todas horas el humor de la impunidad. Habla el general don Arturo:

-Mira pinche flaco, aprende hijo de tu chingada madre. ¿Cuántos años te has jodido y no tienes ni en dónde caerte muerto? Yo en cambio, ya soy accionista principal de este pinche changarro y no se los compro completo porque sería mucha pinche ostentación. (p. 78)

A González los agraviados no lo contradicen o desmienten. Su testimonio, el de un asesino confeso, no tiene valor moral, y mucho de lo que revela ya se sabe. Pero la escandalera, que mezcla indignación y relajo, es la toma de conciencia posible. Sí, a la metrópolis la ha "protegido" un ser codicioso y despiadado que hace edificar residencias faraónicas y "helénicas" en el Ajusco y en Zihuatanejo, con estatuas del escultor Ponzanelli, y ambiciones de Partenón. Sí, Durazo alterna con ministros de la Suprema Corte de Justicia y con figuras del espectáculo a las que protege y provee de droga. Sí, Durazo es lo que no nos merecíamos.

Un millón de compradores de Lo negro del Negro Durazo y (por lo menos) diez millones de lectores. Esta nota roja le permite al lector un vistazo a los sótanos del poder, tan afines a la cúspide, y lo aloja en el nuevo espacio de la ostentación criminal, ya no las prisiones sino el laberinto de oficinas de lujo, de restaurantes y colonias exclusivas, de juzgados en donde los narcotraficantes obtienen su libertad con fianzas descomunales, de campos de aterrizaje clandestinos, de asesorías especializadas en borrar las huellas del lavado de dinero, de discotecas en donde los vástagos del Establishment compran las sensaciones que sus padres obtuvieron a través del alcohol. Y queda arrinconada aquella nota roja cuyos casos solo dependen, artesanías del mal, de las pasiones humanas "de antes".

En 1983 Durazo huye de México. La DEA lo descubre en Río de Janeiro, adonde lo delata su afición por una vedette, y lo sigue hasta San Juan, Puerto Rico. Allí se le detiene y se le envía a Los Ángeles. El trámite de extradición es lento, y el proceso penal en México resulta inconvincente, al acusársele a Durazo de delitos menores.


(Tomado de: Carlos Monsiváis – Los mil y un velorios (Crónica de la Nota Roja). Alianza Editorial y CNCA, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, D.F., 1994) 

jueves, 17 de agosto de 2023

El merolico

 


El Merolico

"¡Esta pluma importada de Alemania por la firma de Balk, cuesta en los aparadores la cantidad de 75 pesos. Aquí conmigo, representante directo, esta pluma legítima alemana punto garantizado, oro de 14 kilates, acompañada de un fino lapicero y elegante estuche de terciopelo, no le cuesta a usted cien pesos, ni 75 de 50 ni 30. Le cuesta a usted, caballero, en oferta especial de propaganda, la insignificante cantidad de siete cincuenta. ¡Siete pesos con cincuenta centavos!..."

Un palero compra una pluma; otro también. Adquisiciones bastantes para que indecisos pero picados fuereños y crédulos capitalinos se resuelvan a efectuar tan tentadora operación.

Este, vende plumas; aquél, que tiene una serpiente enroscada al brazo, medicinas curalotodo; el otro, elíxires para extraer muelas sin dolor; ese, adivina el porvenir; el de más allá, vende carteras de piel de Rusia a tres pesos.

Su utilería: una pequeña mesa de tijera, un paño tendido en el suelo; el curalotodo tiene una tribuna con quitasol, y silla para el "paciente". Los paleros se dejan extraer muelas, poner cataplasmas, hacen de clowns y sostienen diálogos picarescos que hacen morirse de risa. Su escenografía es la plaza pública, el mercado, la calle.

Yo he engrosado muchas veces el auditorio del merolico, y he quedado bobo ante su extraña habilidad, su psicología al centavo, su desplante, su irresistible elocuencia, su marrullería graciosa. Esto último me convence de que el merolico no es un político disfrazado.


(Tomado de: Cortés Tamayo, Ricardo (texto) y Alberto Beltrán (Dibujos) – Los Mexicanos se pintan solos. Juego de recuerdos I. El Día en libros. Sociedad Cooperativa Publicaciones Mexicanas S.C.L. México, D. F., 1986)

lunes, 14 de agosto de 2023

Sofía Álvarez

 


Sofía Álvarez 

(Actriz, 1915-1983, Colombia)


Actriz pionera del cine mexicano. Estudió canto y pudo haber sido una figura en la ópera, pero probó suerte en las películas; su debut sería como "extra" en Santa (1931). En 1940, el director Juan J. Ortega le ofreció su primer estelar en Flor de fango. Fue el cineasta Juan Bustillo Oro quien descubrió sus capacidades para la comedia en El sombrero de tres picos (1943), la cual filmó al lado de Joaquín Pardavé. Con ese mismo actor y con Fernando Soler protagonizó México de mis recuerdos, dirigida por Bustillo Oro, en 1943. Fue así que empezó la corriente fílmica denominada "la nostalgia porfiriana", pues sus historias se desarrollan a principios de siglo. En esas películas, la actriz se dedicaba a interpretar las canciones más famosas de la zarzuela. La cinta más representativa de su trayectoria -la cual incluyó más de 100 títulos- es La reina de la opereta (1945), de José Benavides. El título de este filme se convirtió en el sobrenombre con el cual fue conocida. Casada y con hijos, sólo tiene una heredera que lleva su nombre artístico, Sofía Álvarez, su nieta, quien es esposa de Héctor Bonilla.

Mauricio Peña.


(Tomado de: Peña, Mauricio. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

jueves, 10 de agosto de 2023

Teatro de Ulises, una secta inesperada

 


Una secta inesperada 

Antonio Magaña Esquivel


(En Introducción a Teatro mexicano del siglo XX

Letras Mexicanas 26, México, FCE, 1956, pp. III-XI)


Una secta inesperada, una especie de sociedad secreta, con el mismo espíritu de las órdenes monásticas, sostenida por un pacto de inconformidad y cultura, surge aislada y representa el papel de precursora en este aún inconcluso drama de la renovación teatral. Se llama Teatro de Ulises. A la temática nacionalista del grupo anterior, (1) sucede un sentido conceptual del teatro. A la influencia del teatro benaventino, automático, de aire local o cosmopolita, se opone la idea de un teatro universal compatible con el hombre y las verdades de nuestro tiempo; y a los viejos sistemas, el redescubrimiento de que la representación es un conjunto de problemas de la operación creadora, partes de la unidad al servicio de la obra y de su credibilidad. Sus creadores -Villaurrutia, Novo, Celestino Gorostiza y Owen, y en primer término, mecenas y mesiánica, Antonieta Rivas Mercado- lo consideran "el pequeño teatro experimental adonde se representan obras nuevas por nuevos actores no profesionales". Gorostiza lo llama "teatro de vanguardia". Villaurrutia se complace con la calificación de exótico, "porque sus aciertos venían de fuera: obras nuevas, sentido nuevo de la interpretación y ensayos de nueva decoración, no podían venir de donde no los hay". Para encontrar la raíz del verdadero y primitivo movimiento renovador del arte dramático en México, es preciso buscarla aquí, fuera de la obra de los teatros comerciales.

Es la llegada de los poetas al teatro. Sus espíritus disidentes, ávidos de nuevas lecturas, nuevo repertorio, nuevo estilo de representación, que si no se les sirve en los teatros comerciales manifiestan su disposición de procurárselo por sí mismos. Son todo, actores, escenógrafos, traductores, directores, guiados sólo por su instinto y su inteligencia. No ocultan sus fuentes. Han leído a los grandes maestros europeos y quieren ensayar una adaptación a su propio medio de los sistemas y repertorio extranjeros, con la idea juvenil de que les bastaría un punto de apoyo para mover el universo dramático. Frente a los profesionales, constituyen la secta herética impaciente de obrar por cuenta propia.

La sacudida que provocan es, principalmente la sacudida del fin y los medios teatrales, que plantean en un pequeño salón particular de la calle de Mesones número 42. Gilberto Owen traduce a Claude-Roger Marx y a Charles Vildrac; Salvador Novo, a Eugene O'Neill; Celestino Gorostiza a Lenormand y a O'Neill; Enrique Jiménez Domínguez a Lord Dunsany, Isabela Corona y Clementina Otero aparecen por primera vez como actrices. Julio Jiménez Rueda -único del grupo anterior que se incorpora a Ulises-, Celestino Gorostiza y Xavier Villaurrutia ensayan la moderna técnica de dirección. Roberto Montenegro, Manuel Rodríguez Lozano y Julio Castellanos, pintores de renombre, son los escenógrafos. Conscientes de que su labor iba a ser la primera contribución mexicana al teatro moderno en lengua española, proféticos, no dudan en prevenir a los curiosos de que vayan fijando nombres y fechas.

El Teatro de Ulises, el precursor del movimiento de renovación, muere pronto, cuando sale al aire y lleva su experimento al escenario del Teatro Virginia Fábregas, víctima de su propia actitud insurgente.


(1) El Ateneo de la Juventud, grupo liderado por Antonio Caso y en el que sobresalían Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Luis Castillo Ledón, Isidro Fabela, José Vasconcelos, Martín Luis Guzmán, Diego Rivera, Julián Carrillo y Manuel M. Ponce. (N. de la E.)


(Tomado de: Gorostiza, Celestino, Xavier Villaurrutia, et al. El teatro moderno en México. Paloma Gorostiza, antóloga, y Angélica Sánchez Cabrera, editora. Secretaría de Cultura, México, 2006)

lunes, 7 de agosto de 2023

José Pablo Moncayo

 


José Pablo Moncayo 

(1912-1958)

Pese a su muerte prematura, el músico, compositor y director de orquesta mexicano José Pablo Moncayo García fue un creador fecundo, que dejó para la posteridad una nutrida y excepcional producción musical, que ha pasado a la historia como un destacado e insigne representante del nacionalismo musical mexicano.


Una tenaz carrera 


Nacido en Guadalajara, en el estado de Jalisco, en 1912, a diferencia de otros músicos contemporáneos, como su maestro Carlos Chávez o Blas Galindo, compositor este último con el que mantuvo estrechos vínculos profesionales, José Pablo Moncayo murió joven, en 1958, en Ciudad de México, cuando contaba algo más de cuarenta y cinco  años. Sus comienzos profesionales no fueron fáciles. Ingresó pronto en el Conservatorio Nacional de Música, donde conoció a jóvenes compositores y pudo iniciarse en la nueva estética musical de vanguardia de la mano de un maestro de excepción, Carlos Chávez, quien lo iniciaría en el ideario de la música nacionalista y, posteriormente, se ocuparía de difundir sus producciones.

A fin de poder pagarse sus estudios trabajó como pianista en cafés y radiodifusoras, hasta que fue contratado en 1931 como percusionista por la Orquesta Sinfónica de México iniciándose entonces un estrecho y fructífero vínculo profesional con dicha institución. José Pablo Moncayo dirigió la Orquesta Sinfónica de México en cinco ocasiones, en 1936, 1942 (año en que fue becado por el Institute Berkshire), 1944, 1946 y 1947, al mismo tiempo que su auge profesional se tradujo en nuevas y mayores responsabilidades, ocupando también el cargo de subdirector (1945-1946) y el de director artístico (1946-1947).

En 1935, junto con otros jóvenes músicos, como Blas Galindo, Daniel Anaya y Salvador Contreras, también fervientes defensores de la música nacional y estudiosos de las raíces musicales mexicanas, constituyó el denominado Grupo de los Cuatro,  un conjunto de cámara, formación de tendencias técnicas avanzadas cuyo objetivo primordial fue difundir las propias composiciones en recitales ofrecidos por ellos mismos, así como dar a conocer la música mexicana de vanguardia. Otra fecha importante en la carrera de José Pablo Moncayo fue 1942, cuando obtuvo una beca del Instituto Berkshire para realizar estudios de composición con Aaron Copland, una figura relevante en este campo.

La agitada y polifacética carrera musical de Moncayo inició un nuevo giro al ser nombrado, en 1950, titular de la recién creada Orquesta Sinfónica Nacional, permaneciendo en el puesto varios años. Menos conocida, aunque muy significativa, fue su faceta profesional como pedagogo. En ese sentido cabe citar su labor docente en el Conservatorio Nacional donde desempeñó la cátedra de composición y dirección de orquesta.


Una fecunda capacidad creativa 


Familiarizado con las tendencias musicales de vanguardia, su amplia y rica producción musical da fe del elaborado desarrollo estilístico que, partiendo de un lenguaje caracterizado por el acento en la mexicanidad, evoluciona hacia un estilo más libre, personal y subjetivo. Asimismo, destaca su facilidad para componer y desenvolver su capacidad creativa en géneros musicales tan dispares como ballets, música de cámara, ópera o pieza sinfónicas.

Entre algunas de sus piezas más representativas del nacionalismo musical debe mencionarse su afamado Huapango, obra sinfónica para orquesta compuesta en 1941, que recrea los sones y ritmos populares de Alvarado y Coatzacoalcos en el estado de Veracruz, así como su ópera La mulata de Córdoba (1948), obra basada en una leyenda mexicana, cuyo origen se remonta a la última época colonial.

Otras composiciones conocidas son los ballets Tierra de tempestad (1949) y Zapata. Destacan a sí mismo su obra Llano Grande, que compuso en 1942 durante su estancia en los Festivales de Berkshire (Massachusetts, Estados Unidos), y la Sinfonía N° 1, que obtuvo un premio en 1947. Otras obras significativas de su producción son Pequeño nocturno (1936), Sonata para violín y cello (1937) Amatzinac (1938), compuesta para flauta y orquesta de cuerda, Sinfoneta (1945), Tres piezas para orquesta sinfónica: feria, canción y danza (1947), su conocido Homenaje a Cervantes (1947), su Fantasía Intocable y también las composiciones Penatori, una pieza creada para coros infantiles, y las Canciones de mar, una obra coral escrita para ser cantada por adultos. 

Completan esa amplísima y profusa herencia musical algunas piezas como Danza de los maíces o la Romanza de las flores de calabaza, cuyos títulos ponen abiertamente de manifiesto los vínculos que la música de Pablo Moncayo presenta con el pueblo y las costumbres ancestrales y folclóricas mexicanas. Su respeto y agradecimiento al maestro, por la formación y orientación recibidas, quedaron entrañablemente plasmados en su composición Homenaje a Carlos Chávez el que fuera guía y luz de las nuevas generaciones de músicos mexicanos de vanguardia.

Debido a su muerte prematura, el tenaz, incansable y prolífico compositor José Pablo Moncayo dejó inconclusas dos obras: una titulada Simiente, pieza pensada para piano y orquesta, y una sinfonía.


1912  Nace José Pablo Moncayo en Guadalajara, estado de Jalisco.

1931 Es contratado como percusionista en la Orquesta Sinfónica de México.

1935 Constituye el Grupo de los Cuatro, cuyo objetivo principal es difundir y dar a conocer la música mexicana de vanguardia.

1936 Es nombrado director de la Orquesta Sinfónica de México.

1941 Compone la obra sinfónica para orquesta Huapango.

1942 Obtiene una beca del Instituto Berkshire para realizar estudios de composición con Aaron Copland.

1947 Compone Homenaje a Cervantes y Penatori, pieza para coros infantiles.

1942-1944 Participa en el Festival de Berkshire y compone Llano Grande y Sinfonía N° 1, que obtiene un premio.

1948 Compone La mulata de Córdoba, obra basada en una leyenda mexicana.

1950 Es nombrado titular de la Orquesta Sinfónica Nacional y ejerce como pedagogo en el Conservatorio Nacional donde desempeña la cátedra de composición y dirección de orquesta.

1958 Fallece en Ciudad de México.


(Tomado de: Grandes personajes universales y de México. Océano Grupo Editorial, S. A. Barcelona, España, 1998)

jueves, 3 de agosto de 2023

¿Qué tan mal comemos los mexicanos?

 


¿Qué tan mal comemos los mexicanos?

Por Celeste Colín


SI BIEN NUESTRA GASTRONOMÍA ESTÁ CONSIDERADA PATRIMONIO CULTURAL DE LA HUMANIDAD RESULTA PARADÓJICO QUE OCUPEMOS EN PRIMER LUGAR EN OBESIDAD. ¿QUÉ PASA CON NOSOTROS?


En México nos gusta comer rico y basto. De hecho nuestra cocina es una de las más reconocidas a nivel internacional, sobre todo por la armonía en los ingredientes al mezclar los sabores en la infinita lista de platillos que preparamos.

Gracias a las prácticas y costumbres con que se logra el cultivo de los insumos, por la variedad de ingredientes con que se cuenta y la tradición con que se guisa en México, en 2010 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), otorgó a la cocina mexicana el reconocimiento de Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Para el organismo nuestro país es un modelo cultural completo de alimentación gracias a la participación en toda la cadena alimentaria tradicional desde la siembra y cosecha a la preparación culinaria y la degustación. Y enumera cuatro principales ingredientes como base alimentaria de los mexicanos: maíz, frijol, chile y derivados de los animales (pollo, res, cerdo y pescados), todos ellos de alto valor nutrimental.

Paradójicamente, pese a las cualidades que posee la gastronomía mexicana, hay algo en nuestra alimentación que nos colocó en el primer puesto de los países con mayor índice de obesidad, sitio ocupado por Estados Unidos hasta 2013, de acuerdo con el último reporte presentado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, en inglés). ¿Dónde encontraremos la respuesta?


¿POR QUÉ NOS PASA ESTO?

Para entenderlo, la doctora Elizabeth Pérez Cruz, jefa de la Unidad de Soporte Nutricional y Metabolismo de la Clínica de obesidad del Hospital Juárez, explica que es importante diferenciar gastronomía de alimentación, pues la primera se refiere a los platillos preparados en la tradición culinaria de un país y la segunda tiene que ver con la relación que existe entre las combinaciones y las porciones de alimentos que se ingieren.

Durante la primera época de la Conquista fray Bernardino de Sahagún, en su obra Historia General de las cosas de la Nueva España, hizo una detallada descripción de los alimentos que conformaban la dieta de los pueblos prehispánicos, la cual incluía insumos básicos como el maíz (con más de 40 variedades), frijol, chile, jitomate, tomate verde, aguacate, calabaza y nopal; preparados en guiso sencillos de temporada; relacionados con las principales fiestas en honor a las deidades de cada cultura y con la climatología de las estaciones del año.

Tras concluir la Conquista, la cocina típica ibérica incluyó los ingredientes nativos en sus platillos y creó una fusión gastronómica que en general conformaba una dieta balanceada; por lo que el problema no radica en la herencia culinaria mexicana, tal como indica la experta, sino en la forma en que la población actual combina sus alimentos y las cantidades de comida que ingiere diariamente; porciones que durante los últimos 25 o 30 años han ido creciendo en tamaño y disminuyendo en valor nutricional, impulsados principalmente por la industrialización de los alimentos en el siglo pasado.


ALIMENTOS INDUSTRIALES

Durante la década de los 50 y luego de las guerras mundiales, comenzó un proceso de industrialización que incluyó la producción masiva de alimentos. Hasta antes de esa década las amas de casa preparaban la mayor parte de sus platillos (sopas, guisos, aderezos y postres) de forma tradicional, es decir, acudían a los mercados y comercios en plazas y tendejones (en algunos casos los cultivaban) seleccionando cada ingrediente, que en su mayoría eran productos frescos y naturales; sin embargo, con la llegada de los productos procesados, elaborar la comida se volvió una tarea más simple pues ya no era necesario recolectar nada pues solo bastaba con abrir una lata y servir la sopa.

"En México empezaron a popularizarse los productos envasados, enlatados y precocidos; pero contrario a lo que se ve en la actualidad, el resultado de consumirlos no creaba una población con problemas de sobrepeso", refiere la doctora Pérez Cruz, "porque las rutinas de vida eran otras, incluían desempeño físico que facilitaba la quema calórica".

En los años 50 sólo tres de cada 10 mexicanos estaba en peligro de padecer obesidad. Para la experta, esta evolución de lo que comemos y la forma en que lo hacemos no ha sido el único factor que explica el problema del sobrepeso, se deben sumar los avances tecnológicos y cambios sociales, que han venido a facilitar nuestra forma de vida, desde las escaleras eléctricas, el control remoto, el automóvil y el fácil acceso para adquirir todo tipo de productos y bebidas edulcoradas, sin su equivalente en realizar alguna actividad física que equilibre el consumo.


EL PESO DE LA MODERNIDAD

La doctora señala que la gastronomía en México no ha variado mucho en esencia pues desde su origen hasta hoy han sido sólo nuevas versiones de los mismos ingredientes los que se han ido sumando, pues las preparaciones y los platillos también siguen siendo los mismos: e indica que el problema de la mala y desproporcionada alimentación de los mexicanos comenzó con la industrialización, la llegada de los restaurantes de comida rápida, la fabricación de productos enlatados procesados de bajo costo y de fácil alcance, y el impulso de su publicidad en los medios de comunicación masiva.

"De hecho -expone- esa situación no es exclusiva de México, pues tal como lo indica la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), estos factores han impulsado los altos índices de la mala alimentación a nivel internacional pues hasta antes de 1980, una de cada 10 personas era obesa; contrario a lo que sucede en la actualidad cuando ya una de cada dos es considerada con sobrepeso o está en peligro de serlo, por lo que si la tendencia reciente continúa de esta forma en 10 años, dos de cada tres personas en el mundo tendrán sobrepeso y obesidad, y además también explica los serios problemas y desnutrición".

"En términos sociales la desnutrición infantil y materna siguen reduciendo la calidad y la esperanza de vida de millones de personas, mientras que los problemas de salud asociados a la obesidad (como las enfermedades cardíacas y la diabetes) afectan a millones más", señala el Informe de Sistemas Alimentarios para una Mejor Nutrición de la FAO, de 2013.


VITAMINA "T"

La doctora Pérez Cruz advierte que antes de que alguien empiece a convertirse en un obseso de la alimentación, debe aprender a combinar lo que come y reducir la cantidad de lo que ingiere (azúcares, cereales y grasas), además de utilizar platos y recipientes más pequeños, para acostumbrar al estómago a comer solo aquello que necesita, sin caer en excesos.

Otro aspecto a tomar en cuenta, según la experta, es conocer cuál es el peso ideal de cada persona para que se autoevalúe de forma semanal y revise los alimentos a consumir, sin olvidar una visita periódica al médico.

La también funcionaria de la Clínica de Obesidad del Hospital Juárez de la ciudad de México, recomienda tener una mayor responsabilidad sobre la alimentación, revisar las etiquetas de los productos para saber lo que contienen; tomar suficiente agua, evitar los ayunos prolongados y establecer horarios de desayuno, comida y cena.

Pérez Cruz recuerda que para mejorar la alimentación no solo se debe limitar por completo la llamada vitamina "T" (tamales, tortas, tacos) más quesadillas, chilaquiles, chiles rellenos, pancita, pozole, etc., sino evitar la ingestión de porciones muy grandes de comida, informarse, retomar el consumo de productos naturales y, por supuesto, realizar actividades físicas que quemen la parte proporcional de la ingesta calórica consumida.

***

PUEBLOS PREHISPÁNICOS

En la época prehispánica la dieta incluía calabazas, semillas, flores, chayotes, chilacayotes, huauzontles, armadillos, escamoles, gusanos de maguey, jumiles, chinches de monte, hierba santa, frutas, pescados, mariscos, tortugas, monos y tepezcuintles, así como productos de temporada propios de cada región geográfica. Esos platillos eran cocinados en brasas con leña, colocados sobre comales de barro o hervidos. Los pueblos prehispánicos no freían sus alimentos, pues el uso de aceites vegetales y mantecas animales llegó durante la Colonia.

La conservación se realizaba por medio del proceso de secado al sol o por salación; y para endulzar un alimento se usaban mieles naturales de maíz, tuna o maguey.


LA COLONIA

El choque cultural posterior a la Conquista forjó la actual variedad gastronómica mexicana, pues la cocina española bajo la influencia árabe, incluyó nuevas verduras, especias, legumbres, frutos secos y ganado, además de los principales cereales europeos: trigo, cebada, avena y centeno.

Con esta fusión también vino una percepción diferente de la comida, pues mientras que para los indígenas comer sólo servía para saciar el hambre, para los españoles hacerlo era un deleite; la comida implicaba fiesta, bullicio, amistad y placer.


EL SIGLO XX

Durante la década de los 50 un mexicano promedio desayunaba un café (4.5 kcal), un huevo estrellado (174 kcal), un pan dulce (270 kcal) y dos tortillas (23 kcal c/u); comía, por ejemplo, un consomé de pollo con verduras de 480 ml (400 kcal), dos tortillas (23 kcal c/u), y agua natural o de alguna fruta de temporada; en la cena repetía una taza de café con leche (135 kcal) con un pan dulce (270 kcal), un total de 1,345.5 kcal. Un adulto en esa época poseía un índice de masa corporal que oscilaba entre los 18.5 y 24.9 kg/m2, relación establecida entre lo que mide la persona y lo que debe pesar considerado dentro del rango saludable.

En los años 80 se incrementó la oferta de comestibles, llegó a México un mayor número de marcas de refrescos, golosinas, botanas y cereales, además de cadenas de comida rápida que fomentaron la sustitución de productos naturales, ofreciendo porciones más grandes a menor precio y muchas bebidas endulzadas y energéticas. En 1980 una hamburguesa sencilla de cualquier restaurante de comida rápida equivalía a 250 kcal y estaba acompañada de un refresco de 350 ml (137 kcal), lo que significaba 387 kcal. En la actualidad esa misma combinación equivale a 600 kcal y 1,000 kcal respectivamente, lo que suma 1,600 kcal en una sola ingesta, considerando que un hombre adulto debe consumir entre 2,000 y 2,500 kcal al día y una mujer adulta entre 1,500 y 2,000 kcal por día.


(Tomado de: Colín, Celeste. ¿Qué tan mal comemos los mexicanos?. Contenido No. 616. Editorial Contenido, S. A. de C. V. México, D. F., 2014)