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El enemigo público número uno de México
En la década de 1980 la sociedad recibió la noticia de un asalto de banco, pocos días después de otro que había sido llevado a cabo con el mismo estilo: espectacular, atrevido, violento y despreocupado. Ambos casos incluían un descarado desafío a la Policía.
El nombre del autor de ambos asaltos era Alfredo Ríos Galeana, de quien empezó a oírse en todos lados y sobre quien comenzaron a correr cientos de rumores. Para el momento de su aparición, Ríos Galeana ya era algo conocido: en los años setenta había sido comandante del temido Barapem (Batallón de Radio Patrullas del Estado de México), disuelto por órdenes del gobernador en turno a causa del gran número de quejas que habían sido pronunciadas por las arbitrariedades cometidas.
Fue al quedarse sin trabajo, dicen los que saben, que Ríos Galeana organizó una banda delictiva para continuar con sus actividades ilícitas, pero ahora en forma privada. Sus conocimientos policiales le permitían estar siempre un paso adelante de sus perseguidores, aunque según el rumor, esto lo lograba gracias a que tenía infiltrados todos los cuerpos del orden.
La fama de Ríos Galeana, por supuesto, creció con cada golpe que asestó su organización que, según la gente, estaba compuesta por despiadados y sanguinarios asesinos, todos los cuales portaban armas de oro. En total, la banda de Ríos Galeana asaltó veintisiete bancos en un periodo de siete años, de 1981 a 1988. Y se dice que se sabía tan bueno que hasta tenía el descaro de advertir a la Policía sobre sus próximos robos.
La presión política y el asesinato de policías obligaron a los altos mandos a perseguir a Ríos Galeana como si se tratara de una fiera salvaje escapada de un zoológico. Tantos fueron los esfuerzos que lo detuvieron en varias ocasiones, aunque siempre era para verlo escapar. La primera vez fue en 1983, la segunda en 1984 y la tercera en 1985. Esta última la Policía lo encerró en el Reclusorio Sur, de donde Ríos Galeana escapó cuando diez de sus cómplices lanzaron una granada de mano en medio del tribunal que lo condenaría.
Así, la leyenda creció y creció, y con ella los rumores: se llegó a decir que Ríos Galeana había usurpado la personalidad del famoso cantante vernáculo conocido como el Charro del Misterio, que imitaba encapuchado a Javier Solís. Mientras tanto, su carrera delictiva continuaba en la ciudad de México y en los estados vecinos. Para entonces ya se le acusaba de robo, asociación delictuosa, porte y acopio de armas, homicidio, falsificación, evasión de presos y ataques sexuales.
Ríos Galeana cometió su único error a los sesenta y ocho años. Refugiado en Los Ángeles, California, decidió sacar una licencia de conducir. La Policía de esa ciudad lo detuvo y lo denunció ante su homóloga mexicana. Hasta ese momento, en 2005, había vivido en Estados Unidos casi veinte años, sin mayores sobresaltos ni preocupaciones, con los hábitos de un hombre de familia, como correspondía a un miembro de su congregación anglicana. El hombre de los mil rostros, por las cirugías plásticas a las que se sometió para evadir a la justicia, finalmente fue atrapado. A pesar de su edad avanzada, quienes lo consideran el enemigo público número uno de México siguen esperando oír que Ríos Galeana acaba de escapar de la cárcel. [murió el 4 de diciembre de 2019].
(Tomado de: Marcelo Yarza - 101 Rumores y secretos en la historia de México, Editorial Grijalbo, Random House Mondadori, S.A. de C.V., México, D.F., 2008)
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