viernes, 22 de diciembre de 2023

El Atlante del general

 


El Atlante del general

Hacia 1933, el Atlante enfrentaba una difícil situación económica. A fines de ese año, se llevó a cabo una reunión a la que asistieron 500 personas dispuestas a brindar su apoyo para sacar a flote al equipo. Así, el Atlante se convirtió en una Sociedad Deportiva, con comisiones de organización, propaganda y nuevos estatutos.

Al conjunto de urgía sangre joven. La directiva lo entendió y en 1936 su presidente anunció la reestructuración del equipo. Sin embargo, la primera medida resultó exagerada: el despido de medio equipo, incluidas figuras rutilantes como Dionisio "Nicho" Mejía, Juan "Trompito" Carreño y Felipe Rosas, "Diente". Como era de esperarse, quienes ayudaban al conjunto decidieron retirar sus aportaciones.

Un grupo de personas ligadas sentimentalmente al equipo, entre ellas Agustín González, "Escopeta", acudió al entonces coronel José Manuel Núñez, jefe de ayudantes de la Presidencia, para pedirle que no dejara morir al Atlante. En una junta realizada el 30 de noviembre de 1936 y presidida por Núñez, se decidió nombrar una nueva directiva y recontratar a la triple "ch" ("Nicho", "Nacha" y "Chúndara"), así como al "Trompito" y al "Diente".

En 1938, recién ascendido a general, Núñez decidió incorporar a la directiva del equipo al ingeniero Guillermo Aguilar Álvarez, quien gracias a sus capacidades organizativas le dio un nuevo realce a la institución. Ese año, cuatro estupendos jugadores tapatíos llegaron al Atlante: "Pirracas" Castellanos y "El Pepino" García Solís, venían del Atlas; "Cazuelas" Grajeda había jugado en el Oro, y la mejor adquisición, "El Peluche" Ramos, había salido del Nacional.

Poco después, el Atlante se hizo de los servicios del tico Hutt y del español Fernando García, una verdadera luminaria de la media cancha. Pronto se sumaron a la escuadra "Pipiolo" Estrada, ex portero del Necaxa, y López Herranz, un extremo de gran habilidad para el desborde.

En 1940, bajo el liderazgo del fabuloso Valtolrá y de un estupendo defensa mexicano, el internacional Carlos Laviada el equipo del general se coronó campeón. Además, el líder goleador de la temporada fue un atlantista: "El Caballo" Mendoza. El entrenador Luis Grosz resultó pieza fundamental en la consecución de estas hazañas. En 1944 el técnico anunció su retiro, alegando motivos personales. A su regreso, en 1945, el cuadro se encontraba en los últimos lugares. Grosz lo llevó hasta el subcampeonato y en la temporada 1946-47 lo hizo nuevamente campeón.

Fue la última vez que el equipo saboreó las mieles del triunfo en manos del general. Núñez opinaba que ser campeón no era negocio ya que se gastaba mucho y el disfrute era efímero, así que por orden del general el equipo no volvió a ser campeón.


(Tomado de: Calderón Cardoso, Carlos - Por el amor a la camiseta. (1933-1950). Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 1998)

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