lunes, 30 de diciembre de 2024

Ricardo "Finito" López, el destino como voluntad

 


Ricardo "Finito" López, el destino como voluntad 

Desde niño supo que quería ser boxeador. Su obstinación sometió a su padre, quien, resignado, lo llevó al gimnasio. Ricardo López recordaría más tarde: "Sí, es ese olor del sudor, el olor del gimnasio. Se siente el ambiente, la vibra, el sonar de las peras, de los costales, el gritar de los entrenadores, 'faltan diez segundos, ¡tiempo!'... Me llamó tanto la atención que sentí que yo era de este ambiente, del ambiente boxístico." Pero cuando subió al encordado, especie de altar, advirtió que la alegría le llegaba en oleadas de calor y sudor. "Para mí fue una gran emoción y pensé en hacer lo mejor posible las cosas dentro de mis obligaciones como niño, que eran ir a la escuela y obedecer, para tener permiso de entrenar el boxeo, una carrera muy riesgosa donde expones la vida y debes ir preparado a todo.”

Si el ambiente lo impactó, lo que ocurría arriba del ring lo marcaría. El niño de siete años quedó prendado al ver a un boxeador cubano que mostraba movimientos rápidos y precisos. "Mi ídolo era José Ángel "Mantequilla" Nápoles; él fue a quien idealicé como imagen técnica de lo que yo quería ser." Al año siguiente escenificaría su primer combate en Iguala, Guerrero. Pasaron los años y el tiempo lo dividía entre el gimnasio y la escuela, a la que no dejó de asistir hasta terminar la preparatoria. “Después de esto, tuve la oportunidad de trabajar bajo la dirección de don Arturo "Cuyo" Hernández y Tony Torre, mi entrenador." Pero la enseñanza que más lo marcó fue la de su padre, don Magdaleno López, quien le dijo: "Una pelea se gana con inteligencia, no con fuerza; la fuerza se utiliza para levantarte a correr diariamente, para entrenar, para llevar una dieta, para abstenerse de cosas que no se pueden mezclar cuando estás entrenando.”

Se preparó para pelear en donde se comienza: el torneo de los Guantes de Oro. En esos primeros encuentros sintió el miedo: "Sentía ese nervio, esa tensión... el miedo; salir y caminar por el pasillo que te llevaba al ring. En un momento dado te decías: 'ojalá se vaya la luz para que no se lleve a cabo esta pelea'; era un miedo natural.”

Todo lo que vale la pena en la vida pasa en cierto momento por etapas tediosas y de fastidio. Así deben verse las etapas de entrenamiento y concentración, que son la base para el triunfo sobre el encordado. Siendo un peso pequeño tuvo que partir para buscar peleas en el Lejano Oriente. "He tenido la fortuna de pelear siete veces en Oriente: tres en Japón, dos en Corea y dos en Tailandia. Soy muy conocido por allá." Boxear en un país extraño, donde todos apoyan al local, requiere un gran autodominio mental. No se puede permitir que el pánico escénico "te absorba; al contrario, tienes que subir bien concentrado en lo que sabes, en lo que has aprendido, llevar una táctica y una estrategia”.

Cuando "Finito" ganó el campeonato del mundo tuvo que poner todo esto en práctica. Cuando peleó por el campeonato mundial, el 19 de mayo de 1991, contra Hideyuki Ohashi, "él estiraba la mano, no me alcanzaba a pegar y la gente lo coreaba y se oía un grito muy fuerte, un estruendo. Yo pensaba '¿a quién le pegó?; si no domino este momento y me concentro, estoy perdido’”.

El ser nombrado por varios años como el mejor boxeador kilo por kilo no le ha hecho perder el camino que se ha trazado. "Cuando te coronas campeón mundial, todo te llega en abundancia y muy rápido. Hay que saber tomar las cosas con calma, seguir los consejos; porque como cualquier ser humano, luego luego quiere salirte del guacal.”



(Tomado de: Maldonado, Marco A., y Zamora, Rubén A. - Cosecha de campeones. Historia del box mexicano II, 1961-1999. Editorial Clío Libros y Videos, S.A. de C.V., México, abril 2000)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario