lunes, 29 de septiembre de 2025

Pacto celebrado entre la Revolución Constitucionalista y la Casa del Obrero Mundial, 1915



Pacto celebrado entre la Revolución Constitucionalista y la Casa del Obrero Mundial, 1915


En atención a que los obreros de la Casa del Obrero Mundial se adhieren el Gobierno Constitucionalista encabezado por el C. Venustiano Carranza, se ha acordado hacer constar las cláusulas que normarán las relaciones de dicho gobierno con los obreros, y la de éstos con aquél, para determinar la forma en que los obreros han de prestar su colaboración a la causa constitucionalista, suscribiendo, al efecto, el presente documento: por la Casa del Obrero Mundial, los ciudadanos Rafael Quintero, Carlos M. Rincón, Rosendo Salazar, Juan Tudó, Salvador Gonzalo García, Rodolfo Aguirre, Roberto Valdés y Celestino Gasca, nombrados en comisión ante el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo, por el Comité Revolucionario de la Ciudad de México, el cual, a su vez, representa a la Casa del Obrero Mundial, y por el Lic. Rafael Zubarán Capmany, secretario de Gobernación, en representación del citado Primer Jefe. 


1o. El Gobierno Constitucionalista reitera su resolución expresada por decreto de 4 de diciembre del año próximo pasado, de mejorar por medio de leyes apropiadas la condición de los trabajadores, expidiendo durante la lucha toda las leyes que sean necesarias para cumplir aquella resolución. 

2o. Los obreros de la Casa del Obrero Mundial, con el fin de acelerar el triunfo de la Revolución Constitucionalista e intensificar sus ideales en lo que afecta a las reformas sociales, evitando, en lo posible, el derramamiento innecesario de sangre, hacen constar la resolución que han tomado de colaborar de una manera efectiva y práctica por el triunfo de la revolución, tomando las armas, ya para guarnecer las poblaciones que están en poder del Gobierno Constitucionalista, ya para combatir a la reacción. 

3o. Para llevar a cabo las disposiciones contenidas en las dos cláusulas anteriores, el Gobierno Constitucionalista atenderá, con la solicitud que hasta hoy ha empleado, las justas reclamaciones de los obreros en los conflictos que puedan suscitarse entre ellos y los patrones, como consecuencia del contrato de trabajo. 

4o. En las poblaciones ocupadas por el Ejército Constitucionalista, y al fin de que éste quede expedito para atender las necesidades de la campaña, los obreros se organizarán de acuerdo con el Comandante Militar de cada plaza, para el resguardo de la misma y la conservación del orden. 

En caso de desocupación de poblaciones, el Gobierno Constitucionalista, por medio del Comandante Militar respectivo, avisará a los obreros su resolución proporcionándoles toda clase de facilidades para que se reconcentren en los lugares ocupados por las fuerzas constitucionalistas. 

El Gobierno Constitucionalista, en los casos de reconcentración, auxiliará a los obreros, ya sea como remuneración de los trabajos que ejecuten, ya a título de ayuda solidaria, mientras no se les proporcione trabajo, con objeto de que puedan atender las principales necesidades de subsistencia. 

5o. Los obreros de la Casa del Obrero Mundial formarán listas en cada una de las poblaciones en que se encuentran organizados, y desde luego en la Ciudad de México, incluyendo en ellas los nombres de los compañeros que protegen cumplir con lo que dispone la cláusula 2a. Las listas serán enviadas, inmediatamente que estén concluidas, a la Primera Jefatura del Ejército constitucionalista, a fin de que éste tenga conocimiento del número de obreros que estén dispuestos a tomar las armas. 

6o. Los obreros de la Casa del Obrero Mundial harán una propaganda activa para ganar la simpatía de todos los obreros de la República y del obrero mundial hacia la Revolución Constitucionalista, demostrando a todos los trabajadores mexicanos las ventajas de unirse a la revolución, ya que ésta hará efectivo para las clases trabajadoras, el mejoramiento que éstas persiguen por medio de sus agrupaciones. 

7o. Los obreros establecerán centros o comités revolucionarios en todos los lugares en que juzguen conveniente hacerlo. Los comités, además de la labor de propaganda, velarán por la organización de las agrupaciones obreras y por su colaboración en favor de la causa constitucionalista. 

8o. El Gobierno Constitucionalista fundará, en caso de ser necesario, colonias obreras en las zonas que tenga dominadas, para que sirvan de refugio a las familias de los obreros que hayan tomado las armas o que en otra forma práctica hayan manifestado su adhesión a la causa constitucionalista. 

9o. Los obreros que tomen las armas en el Ejército Constitucionalista y las obreras que presten servicios de atención o curación de heridos, u otros semejantes, llevarán una sola denominación, ya sea que estén organizados en compañías, batallones, regimientos, brigadas o divisiones. Todos tendrán la designación de “rojos”.


Constitución y Reforma Salud y Revolución Social 

Rafael Zubarán Capmany  Salvador Gonzalo García 

Rafael Quintero Rodolfo Aguirre 

Carlos M. Rincón Roberto Valdez 

Rosendo Salazar Celestino Gasca 

Juan Tudó 


Veracruz, 17 de febrero de 1915


(Tomado de Carr, Barry - El movimiento obrero y la política en México 1910-1929 ll. Secretaría de Educación Pública, Colección SepSetentas, #257, México, Distrito Federal, 1976)

jueves, 25 de septiembre de 2025

Tito Guízar



 Tito Guízar 

(actor) 

(1908-1999) Jalisco, México. Fue el primer actor que representó al charro mexicano en el celuloide en Allá en el Rancho Grande (1936), filme que abrió las puertas del extranjero al cine nacional, al constituirse en un éxito financiero y temático. Después vendría la invitación para participar en 60 películas más, entre ellas Amapola del camino (1937), Recordar es vivir (1940) y Adiós Mariquita linda (1944). Su última participación en cine fue bajo la dirección de Ismael Rodríguez en Reclusorio I (Crimen y castigo) (1955), en la cual junto con Beatriz Aguirre realizó el episodio "Eutanasia o asesinato". Otra de sus cualidades fue su potente voz que inicialmente había sido educada para la ópera, carrera musical que inició a los 19 años; debutó en el teatro Degollado, de su tierra natal posteriormente en 1930 viajó a Nueva York donde grabó sus primeros discos. En televisión, nuevas generaciones lo apreciaron como el abuelito de Thalía en Marimar

Lorena Ríos 


(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000) 

lunes, 22 de septiembre de 2025

Entrevistando a las pirámides 1 Cuicuilco

 


Entrevistando a las pirámides. 1 Cuicuilco 


En general, es difícil, por no decir que imposible, mantener una conversación con pirámides. Pero quien decida abrazar la profesión de entrevistador de pirámides, no debe arriesgarse ante esta imposibilidad, sino pensar que una pirámide siempre tiene algo que decir, unas veces porque acaba de hacerse un descubrimiento en su interior, otras porque es ella misma, la pirámide, la que acaba de ser descubierta. 

En Egipto, país que hace la competencia a México en materia de pirámides, no puede darse el caso de que se descubran pirámides enteras. Las pirámides egipcias emergen sin cambios sobre el desierto y no pueden meter la cabeza entre la arena, a pesar de tenerla tan cerca. No pueden, ni quieren. Al fin y al cabo, su razón de ser no es otra cosa que la de destacarse sobre la infinita línea horizontal, elevándose de la superficie al espacio.

Otra cosa es el Anáhuac, el valle de la meseta de México. Aquí no se construyó sobre arena ni sobre solares lisos y llanos. Al lado de los cerros y montañas artificiales, que son las pirámides, se levantan las pirámides naturales, que son los cerros y montañas. Esta vecindad salvó la vida a muchas pirámides artificiales cuando los hombres de la cruzada antipiramidal se echaron al campo en su busca para demolerlas. En muchos sitios, los volcanes se adelantaron a camuflarlas antes de que llegaran al euro al país los europeos destructores de templos, enterrándolas entre lava.

1

Tal fue el caso de la pirámide circular de Cuicuilco, que es el edificio más antiguo de América de que hasta hoy se tiene noticia. Por eso es la primera que va a visitar el entrevistador en su extensa y extraña finca formada por bloques basálticos y piedras de lava, el Pedregal, paraje situado en la periferia de la Ciudad de México, por el lado sur. 

lo primero que hacemos es preguntar a la pirámide cuántos años tiene. Ella no despega los labios. Pero el vigilante cuya choza se recuesta a la sombra del coloso, me asegura que su pirámide tiene ocho mil años. Los geólogos han estudiado las capas volcánicas sobre las que se asienta y sus conclusiones corroboran el dato patriótico-local del vigilante: ¡8,000 años!

-¿Cuánto quedó usted enterrada bajo la erupción del Ajusco? -pregunta el entrevistador, mirando hacia arriba. 

-No fue el Ajusco -brama una voz desde lo alto. 

El Ajusco es el gigante montañoso que se yergue en uno de los bordes del Valle de México, meta dominguera de los alpinistas (que en Latinoamérica debieran llamarse más bien andenistas, ya que los Andes son los Alpes de este continente). Fue en otro tiempo un volcán muy activo y, según declaran a los periódicos los montañistas que a veces lo visitan, parece dar leves señales de vida de cuando en cuando. Con este motivo se trae a colación el pasado volcánico del Ajusco. Ya destruyó una vez la capital, emplazada entonces al sur del sitio que hoy ocupa. Lo único que se conserva de ella es el mar de piedras bajo el que quedó sepultada, el Pedregal y el autor de la hazaña: el Ajusco. 

-No fue el Ajusco -dice quien lo sabe al entrevistador 

-¿No fue El Ajusco? ¿Quién fue, entonces?

-El Xitle.

El Xitle es aquella montañita que se alza con traza inofensiva al otro lado de la carretera. Su copia hecha por la mano del hombre, la pirámide, lo acusa con voz tonante y cargada de odio de haber querido sepultarla hace muchos siglos entre lava ardiente. 

En su ataque de furia, el Xitle vomitó mucha bilis contra la falsa montaña situada debajo de él: el campo de lava que rodea a la pirámide tiene un espesor de diez metros. La pirámide se salvó de perecer ahogada gracias a que había sido construida sobre un cerro de siete metros de alto; la lava sólo le llegó a las rodillas. 

Tal vez los habitantes de la comarca y fieles de su templo, si hubiera quedado alguno vivo, habrían podido librarla de este pétreo grillete. Perecieron todo sepultados bajo una lápida de diez metros de espesor. Algunos fueron a refugiarse a la pirámide, intentaron escalarla hasta lo alto, pero las emanaciones del azufre y la humareda de la piedra en fusión lo envolvía todo. Y aún suponiendo que alguno hubiese podido sobrevivir a la lluvia de fuego, habría perecido de hambre y de sed, pues, ¿quién hubiera podido atravesar el mar de lava ardiente para ir en su auxilio? 

Antes de que las oleadas de lava se enfriaran y se convirtieran en estos negros círculos concéntricos de piedra sobre los que hoy nos movemos, pasaron siglos, tal vez milenios. ¿Cuántos? La pirámide lo sabe, pero después de haber lanzado su acusación contra el Xitle, su asesino, se encierra de nuevo en un pétreo y ceñudo silencio.


(Tomado de Kisch, Egon Erwin. Descubrimientos en México. Volumen 1. Prólogo de Elisabeth Siefer. Edición aumentada. Colección ideas, #62. EOSA, Editorial Offset, S.A. de C.V., México, Distrito Federal, 1988)

jueves, 18 de septiembre de 2025

Telenovelas X Las reinas del sufrimiento, Silvia Derbez



Las reinas del sufrimiento: Silvia Derbez 


Así como el cine mexicano de los años treinta y cuarenta alcanzó muy rápidamente un alto grado de calidad gracias a que la mayor parte de sus actores venían de una sólida tradición teatral (ya fuera la carpa o el teatro serio), la telenovela se benefició de la formación cinematográfica y teatral de sus actores. Para los años cincuenta la actividad teatral en la Ciudad de México era impresionante, e iba de los grandes montajes en Bellas Artes o en el Insurgentes al teatro universitario más experimental y austero (el Teatro en Atril de Juan José Arreola). Actores y actrices llegaban a la pantalla chica afilados como navajas en lo referente a caracterización; además, no mostraban ninguna dificultad para pasar de uno a otro género. 

La reina de la telenovela es sin duda la potosina de ascendencia francesa Silvia Derbez, quien llegó a Senda prohibida tras diez años como heroína del cine mexicano. De la mano del director Roberto Rodríguez actuó en películas como El seminarista y Dicen que soy mujeriego, con Pedro Infante, y en Las dos huerfanitas, amparando a Evita Muñoz y a María Eugenia Llamas "la Tucita". Para Emilio Fernández era la representación de la mexicana positiva que se casaría con un veterano del Escuadrón 201 en Salón México; era la novia popular de muchos cinéfilos. Después de su éxito como villana en la primera telenovela, dio un giro diametral en su siguiente trabajo: Un paso al abismo (1959) donde interpretó el papel de una joven desesperada, con una capacidad de mostrar sufrimiento que le labró una figura para el resto de su carrera. 

La versatilidad es el rasgo común de los actores de esta primera etapa de la telenovela; Silvia Derbez emergió con papeles que hubieran condenado a otros a repetirlos eternamente. En 1966 caracterizó a la campesina "María Isabel" con una gracia, un humor propio y una dignidad poco comunes en la idea que se suele tener del personaje. Pese (o quizás gracias) a que sus ojazos y sus sonrisa eran muy francos, desprovisto de las idealizaciones hollywoodescas de la "María Isabel" de la historieta, consiguió una cercanía inmediata con el público. Logró el mismo efecto con los sufrimientos de su "negra Mercé" en Angelitos negros o con la serie de telenovelas didácticas que realizó con Miguel Sabido en los años ochenta.


(Tomado de: Reyes de la Maza, Luis - Crónica de la Telenovela I. México sentimental. Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 1999)

lunes, 15 de septiembre de 2025

La organización de la CROM




 La organización


Desde el punto de vista formal, la CROM [Confederación Regional Obrera Mexicana] representaba todas las características de una organización democráticamente constituida. Su unidad básica era el sindicato de oficio, es el que se agrupaba los trabajadores de un ramo o de una fábrica. En el segundo nivel se hallaban las federaciones locales de una ciudad o de una región en que se producía principalmente una cosa. Estas federaciones integraban una federación estatal en cada entidad de la República. Por otra parte, la CROM emprendió la creación de federaciones industriales nacionales por oficios, logrando formar cuatro de éstas: Artes Gráficas, Obreros Portuarios, Ferrocarriles y Trabajadores de los Teatros

En teoría el ejecutivo de la CROM; es decir: su comité central, no debía ocuparse de otra cosa que de llevar a la práctica las decisiones de los congresos anuales. El párrafo que sigue es típico de la opinión que oficialmente representaban tanto Los líderes de la organización como sus propagandistas: 

Las bases de organización que se dio la CROM durante su primer año de vida resultaron ser psicológicamente sólidas, porque el carácter individualista del mexicano no admite mucho control desde arriba. Desde el punto de vista de su estructura interna, la CROM está armada internamente en forma menos compacta que, por ejemplo, el Trades Union Congress de La Gran Bretaña. Los sindicatos afiliados gozan de completa libertad para organizarse como mejor les parezca, con la única condición de que acepten las teorías generales del movimiento obrero

En la realidad las cosas eran muy distintas, como lo advirtieron algunos observadores extranjeros. En razón de su profunda participación en la política, las decisiones importantes de la CROM permanecían por lo general en secreto casi nunca eran reveladas ni siquiera a sus más altos funcionarios. 

El organismo interno que en la práctica tomaba las decisiones importantes era el conjunto de personas conocidos como Grupo Acción. Era encabezado por [Luis N.] Morones y lo integraban los socios de confianza del líder. No todos los dirigentes de la CROM formaban parte del Grupo Acción, que sólo en raras ocasiones tuvo más de veinte miembros; algunas figuras de gran influencia, como por ejemplo, Vicente Lombardo Toledano, nunca fueron miembros de este grupo, lo cual dio origen a muchos rencores y resentimientos contra Morones. La función del Grupo Acción era

…controlar todas las comisiones en los sindicatos y los puestos de elección popular, y para conseguirlo se dieron a la tarea de formar localmente y en cada sindicato un grupo con la misma denominación. 

Organizados en esa forma, los más listos y preparados se adueñaron de los puestos más jugosos que les rindieran mejor utilidad, y a los incondicionales, a cambio de un puesto inferior... se les comisionó para hacer escándalos, discutir y oponerse a todas las proposiciones que en los sindicatos se hicieron en contra del llamado grupo. La circulación de panfletos, libros y periódicos en que se atacaba a los líderes fue prohibida, y a todos los "enemigos" se les calificaron de "católicos" o de "rojos”.

En Puebla, por ejemplo, el Grupo Alpha procuró desde el principio ser la imagen fiel del Grupo Acción de la Ciudad de México.

Es evidente que la mayor parte de las maniobras políticas delicadas que hizo la CROM durante el gobierno de Calles fueron planeadas y discutidas por el Grupo Acción. El corolario de esta política fue la casi absoluta falta de información concreta sobre asuntos tales como la actitud de la organización hacia la táctica reeleccionista de Obregón. Cuando en 1928 se derrumbó la influencia política de la agrupación, en medio de la confusión surgida por el asesinato de Obregón, Lombardo Toledano y otros se apresuraron a acusar a Morones de realizar una especie de "diplomacia secreta" por encima de los dirigentes de la organización, diplomacia que consistía en el sacrificio de los mayores intereses de la clase obrera del país en aras de las egoístas luchas de facción. Morones fue obligado a presentar un informe que puso en evidencia la eficacia con que había logrado ocultar el curso y los resultados de su negociaciones con el gobierno.


(Tomado de Carr, Barry - El movimiento obrero y la política en México 1910-1929 ll. Secretaría de Educación Pública, Colección SepSetentas, #257, México, Distrito Federal, 1976)

viernes, 12 de septiembre de 2025

Batalla de Santa Isabel, 1866


Muerte en Santa Isabel


El comandante Brian (de Foussieres Fonteneuille) Paul (1828-1866), era un hombre robusto, de barba y bigote cerrados y parecía de más edad que la suya. No tenía familia y manifestaba poca inclinación para las mujeres más allá de las exigencias del cuerpo. Eso sí, tomaba ajenjo y mucho, y se volvía entonces muy platicador. Generalmente bebía con el teniente Liberman. Brian aguantaba muy bien. Linberman no. En esa región de México sobraba el vino local y también el whisky que venía del Norte con los americanos de Juárez. Salido de Saint Cyr entre los últimos de su promoción, había pasado 15 de sus 19 años militares en el regimiento extranjero. Por cierto, no sé por qué la Legión decidió hacer del combate de Camarón otra derrota, algo como su símbolo. El combate de Santa Isabel, el primero de marzo de 1866, no fue menos catastrófico, ni los legionarios menos valientes. Hasta fueron más, bastantes más los que murieron en ese desgraciado encuentro. Pensándolo bien, digo tonterías. El capitán D'Anjou no cometió ningún error, se sacrificó para cubrir el convoy de pólvora sin el cual no se rinde Puebla, mientras que Brian sacrificó a sus hombres para nada, combinando errores y mala suerte y, quizá, ajenjo, a un peso la botella. 

No fue sólo el responsable de su propia muerte, sino de la de 103 hombres. El destacamento francés quedó aniquilado, y todos los sobrevivientes -yo entre ellos- presos. Quizá no fue realmente culpable. A veces en el cuerpo expedicionario soplaba un viento de bravura loca, quizás soplaba para él en esos últimos días de febrero, en esa terrible primera noche de marzo, quizá su destino era llevar a su tropa a la catástrofe. Hacía frío. Lo veo todavía, montado en su caballo, con sus botas anchas y altas, muy altas, sobre su caballo alto, las riendas colgando a lo largo de su brazo, las manos en las bolsas para protegerse del frío, caminando delante de nosotros. Nos empujaba hacia lo desconocido una fuerza tan invisible como el viento en la noche fría. Veo también la cara algo adolescente del subteniente Royiaux, titiritando de frío, y las caras campesinas de nuestros alemanes y polacos, la tropa en su uniforme azul oscuro. Todos, casi todos murieron en esa mañanita, al mismo tiempo. La realidad no podría ser más nítida que mi recuerdo. Todo se me grabó, no olvido nada, no olvidaré, nunca. 

El 28 de febrero, al atardecer, Brian, comandante de las fuerzas de Parras, cuatro compañías del segundo batallón del regimiento extranjero, fue informado de que los liberales se encontraban a tres leguas de la ciudad, en la hacienda de Santa Isabel. Contra la opinión de todos los oficiales, decidió salir a medianoche con tres compañías y 400 mexicanos de las fuerzas rurales, entre ellos 90 jinetes, pero todos mal armados, con un solo cartucho en la bolsa y menos de 15 días de servicio. 

A paso rápido llegamos en 3 horas a la primera vanguardia del enemigo, quien se retiró a la primera descarga, y poco después nos topamos con el grueso de sus fuerzas, parapetadas en un peñón de unos sesenta metros de altura, arriba de la hacienda de mampostería, con terrazas. Tardamos una hora en reconocer la posición y los liberales no dejaron de disparar. Les sobraba parque. Éramos 185 legionarios, contando a los ocho oficiales, y 400 mexicanos contra dos mil hombres. Recuerdo el viento, ligero, ligero, y el olor que llevaba consigo, un olor a cuartos sin ventilación o a fogata, y de repente se me ocurrió que ese olor era el de la muerte o que el olor de la muerte debería ser algo semejante. Era de noche todavía. Brian decidió atacar. ¿Irresponsabilidad? Eso dijeron después: que no había esperado al despuntar del día para reconocer mejor el terreno y apreciar la fuerza adversa. Pero sabíamos que eran muchos, muchos más que nosotros, y Brian quería esconder nuestra inferioridad numérica y atacar protegido por los últimos momentos de oscuridad. En otras ocasiones habíamos hecho lo mismo y la sorpresa había derrotado a un enemigo tres o cuatro veces más numeroso. Pero no hubo sorpresa. Nos esperaban bien protegidos en las terrazas y detrás de los bancos de roca; además, nos disparaban desde arriba. 

La noche ya era más clara. Un perro aulló, otro le respondió y varios más. Cuando el capitán Moulinier menciona la posibilidad de retirarnos, Brian montó en cólera. Dicen que había tomado bastante, pero no me consta y además aguantaba demasiado bien. Eso sí, regañó fuertemente a Moulinier. Dijo que jamás había huido, que los mexicanos no eran tantos y que nos íbamos a tumbar tranquilamente con una buena carga de bayoneta, y que la caballería aliada terminaría su derrota. Dio la orden, gritó ¡La France!, grito que repetimos todos con entusiasmo, olvidando las tres horas de marcha forzada, y ¡a la carga! Corrimos, corrimos bajo una lluvia de balas, detrás de nuestro comandante, que había dejado su caballo y desenvainado su espada. Nos disparaban por delante, por atrás, por los lados, desde la hacienda y desde el cerro. Tres veces intentamos con esfuerzo sobrehumanos tomar la posición, tres veces fuimos rechazados con pérdidas crecientes. Los auxiliares mexicanos, ¿qué podían hacer sin parque y sin práctica? Nos abandonaron al inicio de la carga, menos el jefe Campos, prefecto de Parras, quién atacó una vez con 50 de sus hombres. Logró escapar en su buen caballo y no hay nada que reprocharle, bueno, sí, algo se le debió reprochar: se habían equivocado sobre la distancia y por eso Brian lanzó el ataque desde muy lejos; tampoco nos había dicho que una barranca cruzaba el camino antes de llegar a los muros de la hacienda, la cual nos impidió amenazar el flanco enemigo. Nuestra ala tuvo que replegarse al centro de nuestra línea de frente y nos encabestramos unos a otros. Perdí a mis hombres o mis hombres me perdieron a mí y llegamos en grupo compacto y desordenado, con la respiración cortada después de una carrera de 800 metros. Normalmente uno va al paso de carga durante 200 metros nada más. Sin embargo, tratamos de escalar tres veces el cerro.

Ahí cayó herido el comandante y muerto a su lado el teniente Roiyaux.  Brian gritó y agitó su sable como si fuera a hablar a la columna, pero era tan fuerte el ruido de los disparos que no se oyó una sola palabra. ¿Se habría dado cuenta de que nos conducía a una muerte segura? Nadie lo sabrá porque en ese momento explotó una granada a su derecha y unas esquirlas dejaron su corazón al descubierto. El sable se le cayó de la mano, pero su brazo derecho seguía en alto; luego Brian se derrumbó y no volvía a ver ni su cadáver. 

Todos nuestros esfuerzos, 150 contra 2000, fracasaron; entre los liberales bien protegidos, unos 100 tenían el famoso rifle yanqui de ocho tiros ¡una maravilla! Nos retiramos después de haber perdido a más de la mitad de lo nuestros, ya no había caballería para protegernos y nos vimos rodeados por 600 jinetes; el teniente Schmidt, valiente entre los valientes, cayó en la bajada, acribillado, alentando aún a los soldados con su voz debilitada; tenía los dos brazos rotos cuando un balazo en la cabeza acabó con él. El capitán Cazes también. El capitán Moulinier, ya sin caballo, tomó el mando con la ayuda del teniente Rabix y la mía, los tres sin heridas. Varias veces intentamos formar el cuadrado pero era imposible, eran demasiado numerosos, como dijo un viejo soldado de Waterloo. Moulinier, al brincar una barranca, recibió quince balazos y lo remataron a sablazos. Quedamos Rabix y yo, intentando formar una línea de tiradores, pero el enemigo venía más y más; caímos en una tercera barranca, ya protegidos contra los sables de la caballería, pero ahora llegaba la infantería y nosotros adentro de la barranca y ellos fusilándonos desde arriba, por todos lados. Mataron a Rabix. Armé mi pistola para acabar pronto y no ser masacrado, hice una breve oración y de repente me acordé de mis padres. Entonces me levanté, preferí sufrir y sobrevivir por ellos. En ese instante se presentó un oficial enemigo que me pidió cortésmente mis armas. Sobrevivimos 82, 37 de los cuales heridos. Habían muerto 97 soldados y seis oficiales. Entre las filas liberales había un francés, un tal Albert, no sé si era su nombre o su apellido, un desertor del 62° de línea. Brian había sido capitán el regimiento 62° de 1861 a 1864. Dicen que Albert mutiló su cadáver. Sé que remató a nuestro médico, el buen Rustegho, herido, recogido por los mexicanos, en su ambulancia. Espero que el diablo se haya llevado al tal Albert. Los liberales, ellos se portaron bien, nos trataron como se trata a presos de guerra y no me quejaré nunca de ellos. 

Atravesamos a pie el desierto del Bolsón de Mapimí, sufriendo como ellos sed y hambre, pero siempre nos trataron bien. Los generales Treviño y Viesca nos perdonaron la vida cuando pudieron fusilarnos, puesto que desde el abominable decreto de Maximiliano teníamos instrucciones de no tomar prisioneros, de fusilar a los oficiales y soltar a los soldados. Quisieron hacer matones de nosotros. Duré preso nueve meses, libre bajo palabra en la ciudad de Monterrey, con oficiales austríacos; terminé de aprender el español a fondo, aprendí algo de alemán y de inglés. De no ser tan francés, me hubiera quedado en Monterrey con esas mexicanas tan bonitas. Y es todo lo que le puede contar Ernest Moutiez, en aquel entonces subteniente en el regimiento extranjero.

(Tomado de Meyer, Jean - Yo, el francés. Crónicas de la Intervención francesa en México, 1862-1867, Maxi Tusquets Editores S.A. de C.V., México, Distrito Federal, 2009)

lunes, 8 de septiembre de 2025

Desembocadura del rio Colorado, sin parecido con nada


 Sin parecido con nada 


Entre el río Hardy y el Gran Desierto de Arizona, a orillas del Colorado que baja bronco y rugidor desde su Gran Cañón, se extiende un ancho territorio comprendido desde el extremo sur de la reservación de Yuma, hasta las Islas Core y Montague

Parece yermo y desolado el inmenso espacio, pero es solo la primera impresión. En realidad, este Rincón de México ofrece singulares atractivos en sus panoramas, en sus lugares para natación y deportes acuáticos, en la abundancia de codornices, faisanes, patos y gansos. O bien es la profusión de peces, particularmente la "totuava", ejemplar que alcanza normalmente los dos metros de longitud. Y no muy lejos, a unos kilómetros, brota el agua sulfurosa en los veneros en Cerro Prieto, cercanos a un hermoso manchón de grandes laureles de la India. Estos manantiales, de algunos de los cuales brota vapor a respetable presión, serán un día económica energía para varias plantas termoeléctricas

Para el pintor y el fotógrafo, para todo aquel que ame las expresiones de la Naturaleza salvaje, esta región constituye una grandiosa reserva de atractivos. Por ahora son exclusivamente norteamericanos los que pasean por la zona, y a uno de ellos debemos la atención de habernos invitado a recorrer este paraíso escondido (tan escondido que pocos mexicanos han oído hablar del litoral del río Colorado dentro de México).

Hay varios caminos y brechas, de los cuales recomendaríamos la ruta de San Luis Colorado a Riíto, y luego el azaroso camino a la Bocana. Desde luego, esta última brecha es practicable con carro pequeño exclusivamente. Nada de lo que usted ha visto hasta ahora se parece a lo que puede ver en este territorio.


(Tomado de: Möller, Harry. México Desconocido. INJUVE, México, D. F., 1973)

jueves, 4 de septiembre de 2025

Katy Jurado

 


Katy Jurado

(Actriz) 

(1924-[2002], México, Distrito Federal) en María Cristina Estela Jurado García se conjuntaron factores que le ayudaron a ser una gran estrella: belleza, calidad, temperamento, suerte, etc. A pesar de la oposición de sus padres a que Katy se convirtiera en actriz, debutó en 1943 en Internado para señoritas, de Gilberto Martínez Solares, y no sólo eso, sino también realizó tres cintas más ese mismo año. El prestigio que la Jurado ganó en México con filmes como Guadalajara pues (1945), Nosotros los pobres (1947), ¡Hay lugar para... dos! (1948) o El seminarista (1949), permitió que la llamaran para la producción hollywoodense Tarde de toros (1950) y así se abrió paso en la Meca del Cine. Por su siguiente producción estadounidense, A la hora señalada (1952) recibió el Globo de Oro y ese mismo año también el Ariel por su actuación en la cinta de Luis Buñuel El bruto (1952). Sólo ella puede presumir de ser la única mexicana que ha sido nominada al Oscar, distinción que recibió por su soberbia actuación en Lo que la tierra hereda (1954), de Edward Dmytryk,  La Jurado realizó una sólida carrera como actriz en Hollywood, donde compartió créditos con Grace Kelly, Gary Cooper, Elvis Presley, Charlton Heston, Kirck Douglas, Burt Lancaster, Gina Lollobrigida y Marlon Brando, entre otros. En México también compartió el escenario con grandes actores como Pedro Infante, Pedro Armendáriz y David Silva. Ha realizado más de 70 películas y diversos premios nacionales e internacionales: en 1999 recibió el Ariel por la cinta El evangelio de las maravillas (1998), de Arturo Ripstein (SOMOS 185, año 1999). 

Adelfo Fernández 


(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000) 

lunes, 1 de septiembre de 2025

Caudillos de la nueva oposición: I Vicente Fox




 Los caudillos de la nueva oposición 


Sección: Señoras y Señores


Por Pedro Baca y María Julia Guerra 


I: Vicente Fox 


Nacido en la Ciudad de México y radicado en León, Gto., desde el tercer día de su vida, Vicente Fox Quesada -el segundo de los nueve hijos de un agricultor agricultor leonés y una inmigrante española, de 49 años de edad, casado y padre de 4 hijos adoptivos-, pasó la primera mitad de su vida cultivando 2 errores, y la segunda mitad, tratando de rectificarlos. Primorosamente educado por los jesuitas, en la niñez y adolescencia que creyó estar destinado al sacerdocio y sólo cuando sus padres lo obligaron a estudiar administración de empresas (en la universidad Iberoamericana en el D.F.) descubrió el sabor de afanes más terrenales, como la mercadotecnia y la programación por el camino crítico. Segundo, pensaba que la política era un juego indigno de gente bien nacida ahora lleva tres años actuando en ese campo, y cree que en política también pueden ganar los buenos, cuando son más que los malos. 

Apenas salido de la universidad, Fox Quesada se lanzó en desenfrenada carrera: en menos de 10 años avanzó de simple empleado a presidente de Coca-Cola para México y Centroamérica, no tanto por su excepcional talento, cree él, sino porque durante ese lapso nunca trabajó menos de 10 horas por día. En una de sus giras de trabajo por Centroamérica, le tocó ver unas elecciones en Costa Rica. Le impresionó el clima de festividad en las calles de San José, la capital del pequeño país. Después de votar, los costarricenses se veían tan contentos como si hubieran ganado la copa mundial de fútbol. A Fox le dio envidia y tristeza, pero, preocupado como andaba por los enredos dupolísticos (Coca-Cola y Pepsi) de la industria refresquera, ni le pasó por la cabeza la idea de regresar a México en el primer vuelo y encabezar una revolución.

Regreso al terruño: A principios de los 80, le sobrevino la crisis de los 40. La parda atmósfera del D.F. se le volvió irrespirable. Añoraba el calor del clan familiar. Extrañaba el ciclismo y la charrería, sus deportes preferidos, que aún practica. Las gaseosas empezaron a provocarle acidez. Una mañana se miró al espejo, enfundado en un traje de impecable corte inglés, y se vio ridículo. Ese día fue a la oficina en pantalón de mezclilla, botas de pico y sombrero tipo Stetson, y le dio gusto la mirada estandarizada de los yuppies. Al fin renunció graciosamente, y emprendió, tarareando por lo bajo, el camino de Guanajuato

Los siguientes 9 años los dedicó a sembrar fresas en el rancho de su familia, el San Cristóbal, cerca de León, y a organizar con computadoras el Grupo Fox, dedicado a la agroindustria, exportación de verduras congeladas, elaboración de alimentos para ganado y fabricación de calzado y botas vaqueras para la exportación (utilidades de 1989: 1.1 millones de dólares).

Podría haber seguido así por tiempo indefinido, respirando oxígeno campirano y ganando cada año su millón de dólares, de no haber surgido en 1987 el sinaloense Manuel Clouthier como candidato del PAN a la presidencia. Fox conocía y respetaba a Clouthier de años atrás. ¿Cómo podía un hombre así, meterse en un juego tan sucio? El de Guanajuato fue a preguntarle, y el de Sinaloa contestó que lo hacía para ser libre: -¿Cómo vas a ser empresario, es decir, emprendedor, si no eres libre? -dice Fox que dijo Clouthier-. ¿Y si no luchas para ser libre, de que te quejas? 

Las palabras de Clouthier trajeron a la mente de Fox el recuerdo de aquel día de elecciones en Costa Rica. Sólo la gente libre, pensó el ranchero de Guanajuato, anda por la calle tan contenta después de ir a votar. Empezó a concurrir a mítines opositores. 

Sin almidón: Los panistas de León dicen que Fox destacó desde el primer día, por sus casi dos metros de estatura y porque llegaba a las reuniones a caballo o en bicicleta. En la tribuna, el ranchero no se andaba con rodeos: -La oposición pierde no sólo por las marranadas del PRI -repetía machaconamente-, sino por bruta, por no saber defenderse. 

Tanta franqueza le granjeó la simpatía de miles de leoneses hartos del almidón de los políticos, y la candidatura del PAN a una diputación federal. En las elecciones de 1988 ganó por holgada mayoría. En el Congreso de la Unión se convirtió con facilidad en el especialista en temas agropecuarios de la diputación panista.

En 3 años como legislador Fox no logró gran cosa, ya que su partido, a pesar de contar en ese lapso con un centenar de diputados, no destacó por lo emprendedor y agresivo; pero se desprestigió menos que algunos de sus compañeros de bloque, gracias a la torpeza del gobierno de Guanajuato, que con actos intimidatorios hinchó las velas políticas del opositor: primero, se ordenó el cierre de una congeladora de los Fox; después, hordas de invasores se lanzaron sobre el rancho San Cristóbal; enseguida, los auditores de Hacienda se abatieron sobre el Grupo Fox; y con ese talante seudoamistoso que enchina la piel, diferentes emisarios empezaron a hostigar al priísta José Luis Fox, líder regional de los pequeños propietarios y hermano del diputado, para convencer a Vicente de la conveniencia de abandonar el PAN. La presión fue tan ominosa, dicen los Fox, que muchos antiguos amigos, empresarios obligados a andar de buenas con el gobierno, comenzaron a negarles el saludo.

Amigos de Fox: Dicen que tras la muerte de Clouthier en septiembre de 1989, el de Guanajuato sintió que tenía el deber moral de recoger la estafeta. No confiando plenamente en su partido, Fox optó por crear su propia organización para iniciar la lucha para conquistar el gobierno de su entidad. Fundó la OLE, Organización para la Liberación del Estado, encargada de reunir (por medio de rifas, boteos y eventos especiales) los 5,000 millones de pesos que requeriría la campaña, y reclutar a los 25,000 simpatizantes (porcicultores, los llamaban) que vigilarían a los priistas el día de la elección.

La campaña de Fox duró 250 días. Mientras los candidatos del PRI, Ramón Aguirre Velázquez, y del PRD, Porfirio Muñoz Ledo, se encarnizaban uno contra el otro como gallos furiosos, el panista se esforzaba por sobrevolarlos, apelando inclusive a las potencias celestiales (solía insistir en que la religión es uno de los ejes del proyecto nacional). No trató de nadar contra la corriente neoliberal del gobierno federal: más bien, subrayó a cada paso que, con tanta marranada, no hay modelo que valga, y que para salvar no sólo la economía sino también el alma, primero hay que limpiar a fondo los establos. Según se vio en agosto en las urnas, a un alto porcentaje de guanajuatenses les encantó escucharlo. 


Tomado de: Baca, Pedro, y Guerra, María Julia: Los caudillos de la nueva oposición. I Vicente Fox. Contenido, noviembre de 1991, número 341. Editorial Contenido, S. A. de C. V., México, Distrito Federal, 1991)