lunes, 19 de julio de 2021

Fray Pedro de Gante


Lego franciscano, nació en Ayghem-St-Pierre, hoy suburbio de Gante, Bélgica, en la novena década del siglo XV; murió en la Ciudad de México en 1572. Pariente de Carlos V y con apellido original Motor, Van der Moere o de Muer, que se latinizó Mura, fue, junto con Juan de Tecto (du Toict) y Juan de Aora o Ayora, uno de los tres franciscanos que llegaron primero a Nueva España, en 1523; Ixtlixóchitl les dio aposento en el palacio de Nezahualpilli en Tezcoco, donde se dedicaron a aprender lengua mexicana. Un año después llegó la misión franciscana de fray Martín de Valencia, a cuya autoridad se incorporaron; Tecto y Aora murieron durante la expedición de Cortés a las Hibueras. A fines de 1526, o principios de 1527, estaba ya Gante en el convento de México, donde permaneció hasta su muerte.

Pedro de Gante se dedicó a la tarea, no de atender a la educación sucesiva de los niños según fueran llegando a la edad competente, sino a la de una numerosa generación de chicos y grandes, de hombres y mujeres, que de pronto aparecían urgidos de instrucción religiosa y civil. Gante, en virtud de su estado de lego y del defecto de ser tartamudo, se sentía imposibilitado para dedicarse a la predicación; sin embargo, muchas veces sirvió de intérprete y predicó cuando no había sacerdote que entendiera la lengua. Fundó varias escuelas, entre ellas la de México, que dirigió por medio siglo y estuvo detrás de la iglesia del convento de San Francisco. El sistema que rigió en aquella institución fue el siguiente: por las mañanas, lectura, escritura y canto, y por las tardes, doctrina; se asistía a las fiestas religiosas y se cantaba en coro; a los pequeños no les era permitido comunicarse con sus familiares, "para que no se contaminasen de los errores de la idolatría"; se preparaban grupos de jóvenes para ser enviados como catequistas a los alrededores de México e inclusive a las provincias más cercanas; se enseñaba latín, pintura, escultura, artesanías y arte de bordar, y se establecieron talleres donde trabajaban canteros, herreros, carpinteros, albañiles, sastres y zapateros.

Aparte la de San José de los Naturales, de siete naves, enteramente abiertas por uno de los extremos, para que los indígenas pudieran asistir a los oficios desde el atrio, levantó en México varias iglesias y capillas, entre las de los barrios de Santa María, San Juan, San Pablo y San Sebastián. El propio Gante, en 1529, refiere haber hecho construir más de cien iglesias y bautizado a más de doscientos mil aborígenes.

Rechazó tres licencias que le enviaron para ordenarse sacerdote: la primera, del Papa Paulo III; la segunda, del capítulo general celebrado en Roma siendo generalísimo de la orden fray Vicente Lunel, y la tercera, de un nuncio apostólico que estuvo en la corte de Carlos V. Tan grande era su fama que el arzobispo Montúfar, inmediato sucesor de Zumárraga, solía decir: "Yo no soy el arzobispo de México, sino fray Pedro de Gante." Escribió Doctrina cristiana en lengua mexicana, impreso al parecer en Amberes, Bélgica, en 1528, y posteriormente en México, en 1553; Cartas al emperador, el 31 de octubre de 1532 y 15 de febrero de 1552 (en las Cartas de Indias, números VIII y XVIII); Carta a Felipe II, de 23 de junio de 1558, publicada por González de Vera en Revista de España, I, tomo III, pág. 387, y la carta dirigida en común a los padres y hermanos de la provincia de Flandes, el 27 de junio de 1529, proporcionada por Ángel Núñez Ortega a Joaquín García Icazbalceta y publicada en la Bibliografía mexicana del siglo XVI, México, 1886 (FCE, 1954). De este último documento son las palabras que siguen:

"Mi oficio es predicar y enseñar día y noche. En el día enseño a leer, escribí y cantar: en la noche leo doctrina cristiana y predico. Por ser la tierra grandísima, poblada del infinita gente, y los frailes que predican pocos para enseñar a tanta multitud, recogimos en nuestras casas a los hijos de los señores y principales para instruirlos en la fe católica, y que después enseñen a sus padres. Aprendieron estos muchachos a leer, escribir, cantar, predicar y celebrar el oficio divino a uso de iglesia. De ellos tengo a mi cargo en esta ciudad de México al pie de quinientos o más, porque es cabeza de la tierra. He escogido unos cincuenta de los más avisados, y cada semana les enseño aparte lo que toca hacer o predicar la domínica siguiente, lo cual no me es corto trabajo, atento día y noche a este negocio, para componerles y concordarles sus sermones. Los domingos salen estos muchachos a predicar por la ciudad y toda su comarca, a cuatro, a ocho o diez, a veinte o treinta leguas, anunciando la fe católica, y preparando con su doctrina a la gente para recibir el bautismo. Nosotros con ellos vamos a la redonda destruyendo ídolos y templos por una parte, mientras ellos hacen lo mismo en otra, y levantamos iglesias al Dios verdadero. Así y en tal ocupación empleamos nuestro tiempo, pasando toda manera de trabajos de día y de noche, para que este pueblo infiel venga al conocimiento de la fe de Jesucristo. Yo, por la misericordia de Dios y para honra y gloria suya, en esta provincia de México donde moro, que es otra Roma, con mi industria y el favor divino, he levantado más de cien casas consagradas al Señor, entre iglesias y capillas, algunas de las cuales son templos tan magníficos como propios para el culto divino, no menores de trescientas tercias y otros de doscientas. Cada vez que salgo a predicar tengo sobrado que hacer en destruir ídolos y alzar templos al Dios verdadero. Pues así estas cosas, os ruego, padres y hermanos muy amados, que os dignéis orar por mí al Señor, para que oyendo vuestras oraciones, me alumbre y conozca yo lo que debo hacer y lo haga, y persevere siempre en su servicio y voluntad hasta el fin.

"Deseo y pido encarecidamente que alguno de vosotros tome sobre sí, por amor de Dios, el trabajo de traducir esta carta en lengua flamenca o alemana, y la envíe a mis parientes para que a los menos sepan de mí algo cierto y favorable, como que vivo y estoy bueno. De lo cual sea a Dios gloria y alabanza.

"No tengo por ahora más que escribir, aunque mucho pudiera contar de esta tierra, si no fuera porque del todo he dejado mi lengua nativa. Por tanto, no añadiré más que esto: que tengo gran necesidad de un libro que se llama la Biblia, y si me lo mandaséis me hariáis gran caridad. Ca ye ixquichi ma moteneoa y toteoh y totlatucauh y Jesu Christo"; que se interpreta así: no diré más, sino que sea loado nuestro Dios y su bendito Hijo Jesucristo. Fue escrita esta carta el 27 de junio de 1529 en el convento de San Francisco, de México.


(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen V, - Gabinetes - Guadalajara)

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