jueves, 26 de enero de 2023

Rumberas: un meneíto na'má

 

(Margarita Mora)

El imaginario urbano asoció a las rumberas con la idea de lo "tropical por excelencia". Y fueron estos miles de fieles, quienes las transmutaron en objetos de culto y las obligaron -sin que ellas lo pretendieran- a encarnar en sus personajes y trascenderlos para que así, divinizadas, fueran codificadas más allá de la cosmogonía del siglo XX.

Mujeres inalcanzables, sólo poseídas por los hermanos Tito y Víctor Junco, Gustavo y Rubén Rojo, Fernando Soler, Pedro Armendáriz, David Silva, Fernando Fernández, Antonio Badú, Juan Orol, Víctor Manuel Mendoza, Germán Valdés "Tin Tán", Rodolfo Acosta, Miguel Inclán y Arturo Martínez. Siempre pedían a través de la pantalla que las salvaran, las rescataran de las garras del mal; si alguno lo lograba, quizá los honrarían durmiendo en una hamaca tropical y, por qué no, cantarles al oído cuando amaneciera: "Nosotros, que nos quisimos tanto, debemos separarnos, no me preguntes más. No es falta de cariño, te quiero con el alma: te juro que te adoro y en nombre de ese amor y por tu bien, te digo adiós".

Contigo a la distancia

El deseo suele ser un universo, por eso tiene tantas facetas y se manifiesta de múltiples maneras, brillando iridiscente. Una de ellas es el cine, ya que las representaciones son creadas para deleite y placer de quien las mira. De esta manera, se satisface su deseo de mirar y de llenarse de esas imágenes.

Tal vez ésta sea la razón por la cual los erotómanos del cine mexicano crearon el cine de rumberas para prolongar en el espectador el voluptuoso sueño adolescente de las caderas que se mueven acompasadamente al ritmo del tambor y las maracas; hombros que tiemblan con furor efervescente y muslos que danzan acariciados por la voz del guajiro o del mulatico de solar.

Las Reinas del Trópico llegaron del mar hasta la pantalla para dar vida a una serie de sueños acurrucados en el inconsciente, porque las rumberas son el ejemplo fehaciente de lo que la palabra "tropical" despertó en el imaginario de la industria cinematográfica nacional: batahola de caderas, sonrisas, plumas, lentejuelas, torbellino de pasiones acurrucadas bajo los abanicos de madera que tratan de cortar el humo de los cigarrillos, mientras que Toña "La Negra", Rita Montaner, Kiko Mendive, Yeyo, Beny Moré, Pedro Vargas, Ana María González, Olga Guillot y el trío Los Panchos, dan testimonio con sus voces del dominio del movimiento corporal, el placer por el baile, la sensualidad, el pecado que implica -en sociedades de doble moral- gozar del cuerpo, y la innegable belleza de estas mujeres que llenan toda una época de la historia de la cinematografía mexicana.

Dulce conga

Las rumberas primero llegaron al teatro y lo hicieron en el siglo pasado [XIX] cuando los cómicos o bufos cubanos llegaron a la capital del país, según narra el escritor Ignacio Manuel Altamirano, sin tener el éxito que se esperaba. Caso contrario a lo que sucedió en el puerto de Veracruz y en la ciudad de Mérida, la cual fue la primera plaza donde trabajaron las compañías.

A principios de siglo, la rumba estuvo de moda en los teatros frívolos, tanto de México como de Madrid. A propósito, la última película de Ninón Sevilla antes de su primer retiro se filmó en España. En dicha cinta, ella y Olga Guillot interpretaron a dos isleñas que, con todo y bata cubana, bailan y cantan rumbas; el título del filme fue Zarzuela 1900 (Juan de Orduña, 1958).

En los años 20 y 30 el teatro frívolo se llenó de coletas, arandelas y moños en la cabeza que oscilaban al son de los tambores. La revista Vea era el más brillante muestrario de las diosas rumberiles, entre las cuales resalta la belleza de Lolita Téllez Wood. 

La conga de Jaruco

Las rumberas llegaron a la pantalla de la mano del cine sonoro. Ya en ¡Viva México! (1931), Sergei M. Eisenstein plasma la figura de Maruja Grifell; Rita-, Montaner en La noche del pecado (Miguel Contreras Torres, 1933) canta "La bien querida", luciendo bata cubana y rodeada de rumberas; Consuelo Moreno baila con el gordo Saúl Zamora, conocido actor infantil de la época en El calvario de una esposa y en Honrarás a tus padres, ambas de 1936, donde se verá a la estrella de teatro, Lolita Téllez Wood bailar sobre una especie de bongó acompañada por la orquesta de Acerina. Las dos películas fueron dirigidas por Juan Orol, a quien puede considerarse el padre espiritual de la rumbera como estrella cinematográfica. En este breve recuento de los inicios no podemos olvidar a la bella Margarita Mora en Águila o sol (Arcady Boytler, 1937), ejecutando uno de los más hermosos y largos números del cine musical: "Mamá Oca".

Shampoo de cariño

Quien inventó las maracas en la cintura fue Estela, para que al mover la cadera su número fuera más espectacular. Otra bailarina importante para el desarrollo de la rumbera cinematográfica fue Celina -quien enseñó a Meche Barba bailar la rumba-, responsable de montar la coreografía en varias películas. Y para el archivo de la trivia, hay que anotar que la mexicana Luz Gil -quien trabajó varias temporadas con el isleño Arquímedes Pous y su compañía de bufos- es considerada por los cubanos como la mayor rumbera de todos los tiempos.

Las reinas del trópico

De todas las que bailaron música tropical en el cine, sólo cinco llegaron a la cima del gusto popular y crearon el género denominado de rumberas: María Antonieta Pons, Meche Barba, Amalia Aguilar, Ninón Sevilla y Rosa Carmina.

Es lugar común reconocer a María Antonieta Pons como quien consolida el género; sin embargo, fue Humo en los ojos en 1946 -cinta en la cual Meche Barba debutó como rumbera-, la que por su éxito en taquilla, hizo que los productores vieran en este tipo de filmes un filón de oro.

Durante más de una década se explotó en pantalla grande a las sensuales y seductoras Reinas del Trópico con cintas de sugestivos títulos como: Pasiones tormentosas (Juan Orol, 1945), La bien pagada (Alberto Gout, 1947), Tania, la salvaje (Juan Orol, 1947), Pecadora (José Díaz Morales, 1947), La Venus de fuego (Jaime Salvador, 1948) En cada puerto un amor (Ernesto Cortázar, 1948), Cabaret Shanghai (Juan Orol, 1949), Un cuerpo de mujer (Tito Davison, 1949), Perdida (Fernando A. Rivero, 1949), Amor perdido (Miguel Morayta, 1950), Sensualidad (Alberto Gout, 1950), Sandra, la mujer de fuego (Juan Orol, 1956).

Las Reinas del Trópico lo son porque ninguna se parece a la otra, ni en la forma de bailar, -diferente y personal - ni tampoco en la belleza física. Cada una tiene su propia dosis de sal y pimienta, revuelta con candela y sensualidad.

Se formó el rumbón

Los charros cantores y sus novias -cuyas blusas están perfumadas con alhucema y romero- así como las rumberas, son los dos géneros que nuestro país aporta al cine mundial.


(Tomado de: Muñoz, Fernando - Somos Uno, especial de colección, Las rumberas del cine mexicano. Mito rumbero, un meneíto na'má. Año 10, núm. 189. Editorial Televisa, S.A. de C.V., México, D.F., 1999)


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