jueves, 12 de enero de 2023

Dios omnipotente, y don Porfirio presidente... (II)

 


Un millón, los visitantes. Las festividades que el porfirismo auspiciaba año con año para conmemorar la iniciación de la independencia combinaron en 1910 con esplendor y entusiasmo inusitados. Desde los comienzos mismos del año se hicieron los cálculos más optimistas sobre el aluvión de visitantes que inundaría la capital: 100,000 extranjeros y 900,00 nacionales; total: un millón (¡) A fin de hospedar a los visitantes distinguidos algunos de los más conspicuos oligarcas del momento pronto ofrecieron sus residencias. el Club Político Patria propuso que a la Ciudad de México se trajeran indígenas de todos los rincones del país "para hacerlos partícipes de esa gloria, y mostrarles los grandes adelantos de la capital, encauzando de esta manera sus aspiraciones".


Un cronista del periódico El Imperial relata que:

Nunca había experimentado el reportero una impresión tan honda y emoción tan fuerte como la que lo sacudió ayer por la noche en la Plaza de la Constitución, a la hora solemne en que el primer Magistrado de la República, conmemorando el Grito de Dolores, repitió las palabras del Cura Hidalgo. El aspecto de la plaza era hermosísimo, inusitado, sorprendente ante el espectáculo deslumbrador de la plaza, iluminada por 200,000 focos incandescentes... Era increíble el número de gentes que de todas las clases sociales llenaban aquel inmenso recinto, encaramadas en los árboles, trepadas en las azoteas, los balcones, en las torres, en las cornisas de Palacio, en los salientes de los edificios... Exclamaciones de júbilo, gritos de protesta, olas humanas que se atropellaban en el Zócalo eran otros tantos caudalosos ríos cuyas corrientes se desenvolvían por el propio cauce en la imposibilidad de desembocar en aquel mar pleno hasta los bordes…


El 15 de septiembre, más de 10,000 personas desfilaron ante las urnas de los héroes de la Independencia. Ese mismo día, a las 11 de la mañana, el Presidente apareció en el balcón principal del Palacio Nacional acompañado de los representantes diplomáticos de EE.UU., Japón, Inglaterra, España y China.


Se inició entonces el desfile histórico, en el que no faltaron Moctezuma, Cortés, la Malinche y otros personajes de la Conquista. Frente a Palacio Nacional se representó el encuentro de Cortés con Moctezuma y, después, escenas del virreinato -Jura del Pendón, la Audiencia- y de la Independencia: la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México.


España devuelve banderas.- Medio millón de personas contempló regocijadamente este desfile. El entusiasmo llegó al delirio al paso de las reliquias y banderas devueltas por España. Se vitoreó a Hidalgo, a Morelos, a España y a la Virgen de Guadalupe.


No menos lucido fue el desfile militar del día 16: al lado de los soldados mexicanos participaron marinos y cadetes alemanes, franceses, argentinos y brasileños. El Batallón de Zapadores portó los fusiles Porfirio Díaz, con marrazo-cuchara invento -naturalmente- del señor Presidente Díaz. La tropa uso, por vez primera, saracoff y los rurales cerraron la columna. La prensa, emocionada, comentó que, "según opiniones extranjeras", el Colegio Militar y la Escuela de Aspirantes podrían figurar dignamente en una gran parada (desfile) europea. En la noche hubo una serenata en el Zócalo a cargo de las Bandas de Artillería y del Estado Mayor; se quemaron castillos con la imagen de Hidalgo, Héroe Inmortal, y de Morelos, Estratégico (sic) sagaz.


Ahora el Baile del Centenario.- Ningún festejo del porfiriato alcanzó tanto esplendor como el baile celebrado en Palacio Nacional durante las fiestas del centenario. No lo hubo más lujoso en el "Imperio" de Maximiliano.


Se repartieron 5,000 invitaciones con un plano anexo e instrucciones para la circulación. Los criados vestían calzón corto y casaca de color; 40,000 focos iluminaban, en espectáculo nunca visto, el alambicado plafond de seda instalado en Palacio.


A las 10 de la noche empezó el baile, después de que el general Díaz y la marquesa de Bugnano dieron una vuelta al salón. Esta fiesta, comentaba orgullosa y satisfecha la prensa oficiosa, manifestaba alto grado de cultura y buen gusto social, al mismo tiempo que los "vívidos deseos de la clase rica y media para relacionarse con las personalidades de otros países". Para el diario El Imparcial, dos aspectos fueron los más atractivos y sobresalientes: la abdicación a "nuestra personalidad en exaltación de la ajena", y "el enriquecimiento gradual de nuestra sociedad". En efecto, decía ebrio de euforia, 25 años antes no se habría dado una fiesta cómo ésta, en la que "alhajas y toilettes se valuaron en centenares de miles de pesos".


Digno colofón de las Fiestas del Centenario fue el baile celebrado en el Casino Español en honor de Porfirio Díaz. El elegante salón de las calles de Isabel la Católica lo iluminaban 9,000 focos eléctricos.



(Tomado de: Romero, Héctor Manuel. - "Dios omnipotente, y Don Porfirio presidente..." -La Ciudad de México (Delegación Cuauhtémoc) en 1910/1911-. Ediciones de la Delegación Cuauhtémoc, México, D. F., 1982.)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario