No es la primera guerra que se libra en Chiapas. Tampoco es la primera vez que el obispo de la diócesis de San Cristóbal juega un papel destacado. Ya en 1914 el obispo Francisco Orozco y Jiménez, que después sería célebre protagonista de la guerra cristera como arzobispo de Guadalajara, encabezó una lucha donde los indios, marginados como hoy, fueron utilizados en contra de las autoridades porfiristas [sic].
En esos mismos años los hacendados de Comitán formaron su propio ejército "revolucionario" bajo el mando de Alberto Pineda, quien terminó uniéndose con Tiburcio Fernández, hasta que en 1920 pactaron con las autoridades federales.
La enumeración de luchas guerrilleras, de pequeñas guerras internas en la entidad es larga. En todas ellas hay un patrón de alianzas y enfrentamientos casi chuscos. Los compañeros de una gesta se convierten, poco tiempo después, en enemigos. Todos, sin excepción, quieren repartirse el botín mientras los campesinos y los indígenas siguen viviendo en las peores condiciones.
En los años cuarenta la propiedad de la tierra convoca a enfrentamientos violentos. En Zinacantán una resolución presidencial, para citar un ejemplo, que otorgaba la propiedad de fincas locales a campesinos, sólo pudo ser ejecutada después de un combate, largo y pleno de muertes, donde los campesinos se armaron y ocuparon sus tierras. Pese a ello le tomó 17 años al gobierno federal, reconocerles sus derechos, bajo el mandato del Presidente Ruiz Cortines.
En esos mismos años los hacendados de Comitán formaron su propio ejército "revolucionario" bajo el mando de Alberto Pineda, quien terminó uniéndose con Tiburcio Fernández, hasta que en 1920 pactaron con las autoridades federales.
La enumeración de luchas guerrilleras, de pequeñas guerras internas en la entidad es larga. En todas ellas hay un patrón de alianzas y enfrentamientos casi chuscos. Los compañeros de una gesta se convierten, poco tiempo después, en enemigos. Todos, sin excepción, quieren repartirse el botín mientras los campesinos y los indígenas siguen viviendo en las peores condiciones.
En los años cuarenta la propiedad de la tierra convoca a enfrentamientos violentos. En Zinacantán una resolución presidencial, para citar un ejemplo, que otorgaba la propiedad de fincas locales a campesinos, sólo pudo ser ejecutada después de un combate, largo y pleno de muertes, donde los campesinos se armaron y ocuparon sus tierras. Pese a ello le tomó 17 años al gobierno federal, reconocerles sus derechos, bajo el mandato del Presidente Ruiz Cortines.
(Tomado de: Arvide, Isabel - Crónica de una guerra anunciada. Grupo Editorial Siete, S.A. de C.V. México, 1994)
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