miércoles, 24 de junio de 2020

Fray Bernardino de Sahagún

Fray Bernardino de Sahagún era Ribeira por su verdadero apellido, y usó en religión el nombre de su natal villa de Sahagún, en el reino de León, en la cual vio la luz hacia el último año del siglo XV.
Estudió en Salamanca. Era de gallarda apostura; su retrato, existente en el Museo Nacional, nos lo revela  como un tipo de fina belleza ascética. muy joven aún, tomó el hábito en el convento de San Francisco de la vieja ciudad universitaria. Vino a la Nueva España en 1529 con otros diecinueve frailes que trajo Fr. Antonio de Ciudad Rodrigo. Consagróse al estudio de la lengua mexicana con ardor y sapiencia. Habiendo comenzado a aprenderla durante la travesía misma, con los indios que por orden del Emperador, y tras de haber sido llevados a España por Cortés, regresaban a su patria; continuó, ya en México, el estudio de aquel idioma que hubo de poseer con absoluta perfección.
Los primeros años de su residencia los pasó en el convento de Tlalmanalco, y por ese tiempo emprendió una expedición al Popocatépetl y al Ixtaccíhuatl. Entregado a los menesteres de su orden anduvo por el valle de Puebla y por Michoacán, y fue, a lo que se conjetura, guardián del convento de Xochimilco. Pero el periodo más largo, no interrumpido y, acaso por fecundo, el mejor de su vida, lo pasó en el colegio de Sangra Cruz de Tlatelolco. A poco de fundado éste, en 1536, se encargó de dar la cátedra de latinidad a los jóvenes indios de familias principales que allí acudían, puesto en el que duró hasta 1540. Al propio colegio volvió hacia 1570 y, consagrado a la enseñanza tanto como a la administración del establecimiento y a sus trabajos históricos, permaneció hasta el fin de sus días. Falleció en el convento de San Francisco de México el 5 de febrero de 1590.
La obra de Sahagún es gigantesca y dificilísima de establecer su bibliografía. "Ocupado casi cincuenta años en escribir -expresa García Icazbalceta- no solamente trabajó muchas obras, sino que a estas mismas dio diversas formas, corrigiéndolas, ampliándolas, redactándolas de nuevo y sacando de ellas extractos o tratados sueltos que corrían como libros distintos. Ya escribía en español, ya en mexicano, ya agregaba el latín o daba dos formas al mexicano." Evangelizador, filólogo e historiador, la obra de Sahagún sigue estas tres direcciones de su actividad. En el género religioso escribió: Epístolas y evangelios de las domínicas en mexicano, Sermonario, Evangeliarum, Epistolarium et lectionarium; una Vida de San Bernardino de Sena según se escribe en las Crónicas de la Orden, traducida al mexicano; Ejercicios cuotidianos en lengua mexicana, Manual del Cristiano, Doctrina Cristiana en mexicano, Tratado de las Virtudes Teologales en mexicano, Libro de la venida de los primeros padres y las pláticas que tuvieron con los sacerdotes de los ídolos, Catecismo de la Doctrina Cristiana, Psalmodia Cristiana, y muchos tratados sueltos sobre diversas cuestiones, tales como: Pláticas para después del bautismo de los niños, Lumbre espiritual, Bordón espiritual, Regla de los casados, Impedimento del matrimonio, Doctrina para los médicos, etc., etc. En materia filológica se registran las siguientes: un Arte de la lengua mexicana, un Vocabulario triligüe: en castellano, latín y mexicano, y el llamado Calepino, que nadie vio y forma probablemente parte de la Historia.
Toda esa enorme producción es en cierto modo, incógnita. De sus libros, el único publicado en vida de Sahagún, es la Psalmodia Cristiana. De los demás, unos existen manuscritos, otros se hallan perdidos, y no faltan los que sólo se conocen por referencias de los historiadores.
Es la Historia general de las cosas de Nueva España la obra sobresaliente del franciscano. Prodigioso cuadro de las coastiumbres, creencias y artes de los antiguos mexicanos, más que una historia propiamente dicha, considérasela una enciclopedia, "tesoro inagotable de noticias" - como dice García Icazbalceta- acerca de la principal de las razas aborígenes.
Gran parte de la vida de su autor ocupó este libro. Una vez trazado el plan del mismo, Sahagún se trasladó al pueblo de Tepeapulco, en 1557, y allí, de boca de ancianos indios, a los que se agregaron cuatro estudiantes de los que él había enseñado en Tlatelolco, tomó las noticias que deseaba consignar. Con esto se constituyó el primer manuscrito de la Historia, para elaborar en él sus largos años de estudio. Habiendo venido a México para asistir al Capítulo de su Orden en 1560, reunió en Santiago de Tlatelolco a ocho o diez indios principales "muy hábiles en su lengua y en las cosas de sus antiguallas", y con ellos y cuatro o cinco colegiales trilingües se encerró en el colegio y por espacio de más de un año corrigió y adicionó lo escrito en Tepeapulco, sacándose copia de todo, "aunque de ruin letra, porque se escribió con mucha prisa". Fue éste el segundo manuscrito de la obra. Trasladóse después Sahagún a su convento de México y allí, durante tres años, pasó y repasó las escrituras, las corrigió, dividiólas en doce libros, cada libro en capítulos y algunos de éstos en párrafos. Se hizo la copia correspondiente, a la que añadieron y enmendaron muchas cosas los indios mexicanos, y éste fue el tercer manuscrito o texto. Acabáronlo los escribientes indios en 1569, y -añade García Icazbalceta- "parece ser el definitivo, y el que contenía el texto mexicano de la obra, tal a lo menos como su autor le aceptaba".
Concluida la obra, el laborioso fraile solicitó que se designara a algunos religiosos la que la examinasen. Los censores opinaron que era de mucha estimación y que debería acabarse la versión española de ella, quizá ya empezada. Opúsose alguien en el definitorio a que se siguiera gastando en amanuenses, por ser contrario al voto de pobreza de la Orden, y se mandó al autor despidiese a "los escribanos", dejándolo en libertad de escribir por sí mismo cuanto quisiera. Mas como Fr. Bernardino pasaba entonces de los setenta años, y sus manos, de tan temblorosas, no le permitían escribir, el trabajo quedó en suspenso por más de un lustro. Deseoso de darle fin, sacó Sahagún un sumario de su Historia, que envió a España en 1570 con Fr. Miguel Navarro y Fr. Jerónimo de Mendieta. En una Advertencia al lector, que figura en uno de los prólogos añadidos al sumario susodicho, se lee: "Lo de la lengua española y las escolias no está hecho, por no haber podido más por falta de ayuda y de favor: si se me diese la ayuda necesaria, en un año o poco más se acabaría todo; y cierto que, si se acabase, sería un tesoro para saber muchas cosas dignas de ser sabidas, y para con facilidad saber esta lengua con todos sus secretos, y sería cosa de mucha estima de la nueva y vieja España."
Entretanto, y si no por la imprenta, fueron conocidos de muchos religiosos los libros de la Historia, en virtud de haberlos "tomado y esparcido por toda la provincia" en el mismo año de 1570 el provincial Fr. Alonso de Escalona. ¡Milagro que no se perdieran entonces, y que tres años más tarde, al tornar a México como Comisario Fr. Miguel Navarro, y proceder a recogerlos conforme al deseo de Sahagún, volvieron todos a manos de éste en 1574! Por fin, al año siguiente o principios del 76, habiendo llegado a México el nuevo Comisario Fr. Rodrigo de Sequera, quien traía encargo del Presidente del Consejo de Indias licenciado Juan de Ovando, de remitirle copia de la obra, de la cual le había interesado mucho el Sumario, mandó al autor que acabase de traducirla, y que se escribiese de nuevo en dos columnas, una en mexicano y en castellano la otra. Fue éste el primer manuscrito en ambas lenguas y el cuarto de la Historia.
Tan azarosa como su composición misma, sería la suerte que, ya terminada, corriera. Muerto Ovando el mismo año de 1575, el Consejo de Indias dio orden para que se recogiesen y enviaran a España todos los originales y copias de la Historia. Reiteró la orden el Rey en julio de 1578. Sahagún, enternecido, pensando quizá que le pedían su libro para imprimirlo, había escrito al monarca en 26 de marzo del propio año, informándole tenía entendido que el Virrey, tanto como el Comisario de la Orden, le habían enviado ya los cuatro volúmenes de la obra; pero, "si no los envían -agregaba- suplico a V.M. humildemente sea servido de mandar que sea avisado, para que se torne a trasladar de nuevo, y no se pierda esta coyuntura, y queden en el olvido las cosas memorables de este Nuevo Mundo".
¡Pobre Sahagún! La coyuntura se perdió; el olvido duró más de de dos siglos... ¡y aun, en parte, subsiste!
Felipe II pasó la carta al Consejo, y éste ordenó secamente el 18 de septiembre: "Dése cédula para que el Virrey tome lo que allá queda, traslados y originales, y lo envía todo, sin que allá quede ningún traslado."
¿Qué fue lo que motivó tan radical, violenta y absurda decisión?¿Qué sucedió con los manuscritos de Sahagún? ¿Qué se hicieron las sucesivas y diferentes versiones de la obra? La copia enviada por el Virrey en 1578, llegó a su destino; pero ¿qué pasó con ella? También parece evidente -según García Icazbalceta- que la copia en castellano y mexicano sacada por orden del P. Sequera en 1575-77, se la llevó éste mismo. Mas como Ovando, que se la encargó, había ya muerto, y por tanto no era posible que se la entregase, ¿qué ocurrió con este manuscrito?
He aquí varios enigmas de nuestra historia literaria que no han llegado todavía a aclararse.
Dos siglos permaneció ignorada la obra de Sahagún. En 1779, habiendo sido nombrado historiógrafo de las Indias D. Juan Bautista Muñoz, con la comisión de escribir la "Historia general de América", se dio a investigar su paradero, y supo después que existía un ejemplar de ella en el convento de franciscanos de Tolosa, en la provincia de Cantabria. Provisto de una real orden se presentó allí en abril de 1753 y recogió el códice: era éste un tomo en folio que contenía únicamente el texto castellano de los doce libros. No corresponde a ninguno de los manuscritos mencionados por Sahagún, ni tiene su firma; y, en opinión de García Icazbalceta, "el original de que se copió esta parte castellana bien pudo ser el manuscrito del P. Sequera, que según toda probabilidad es el mismo que hoy está en la Biblioteca Laurenziana de Florencia".
De esa copia de Tolosa proceden las tres únicas ediciones hasta ayer hechas de la Historia de Sahagún: la de D. Carlos María de Bustamante, publicada en México en 1829-30; la que lord Kingsborough incluyó en su colección ya citada, y la de D. Ireneo Paz (1890-95), que reproduce la de Bustamante. Ambas son defectuosas. Bustamante cometió el error de publicar por separado y primeramente el libro XII en 1829,en un volumen en 4°, y los once restantes después, reunidos en tres volúmenes. Hizo alteraciones y supresiones graves, y sembró el libro de comentarios pueriles. Cábele la gloria, sin embargo, de haber sido el primero en dar a la estampa la magna producción de Sahagún, de la cual está aún por hacer, de acuerdo con los códices, una edición crítica definitiva. Con todo, excelente versión de la Historia general de las cosas de Nueva España se ha dado últimamente a la estampa, y es la que, enmendando errores y lagunas de Bustamante y Kingsborough, y aprovechando los trabajos de Paso y Troncoso, Jourdanet, Rémi Siméon, y Seler, publicó D. Pedro Robledo en cinco espléndidos volúmenes (México, 1938). La Editorial Porrúa, S.A., publicó en 1956 en cuatro volúmenes una nueva edición de la Historia general del P. Sahagún, confiada al P. Ángel Ma. Garibay K., quien hizo una revisión del texto sobre el Códice Florentino; corrigió la mala grafía de las palabras nahuas, dividió las partes de la Historia en párrafos marginales para facilitar la localización de materias, y compuso el cuarto tomo con ricos materiales que amplían las proporciones y alcances, hasta ahora conocidos, de la obra sahaguniana.

(Tomado de: González Peña, Carlos - Historia de la literatura mexicana. Desde los orígenes hasta nuestros días. Editorial Porrúa, Colección "Sepan cuantos..." #44, México, D.F., 1990)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario