viernes, 16 de marzo de 2018

Manuel Lozada, el Tigre de Alica



General Manuel Lozada



Nació en San Luis (hoy San Luis de Lozada) en 1828; fusilado en la Loma de los Metates, cerca de Tepic, Nay., en 1873. Hijo de Norberto García y Cecilia González, adoptó el apellido de su tío José María Lozada, con quién vivió desde temprana edad. Fue becerrero en la hacienda de Las Mojarras, de Joaquín Vega, y vaquero en la de Cerro Blanco, de Pantaleón González, a cuya esposa, Ricarda Torres, sirvió de caballerango a la muerte de aquél. Enamorado de María Dolores, hija de Ricarda, se fugó con ella, por lo cual estuvo preso en la cárcel de Tepic. Puesto en libertad, de nuevo fue detenido cuando trató de ver a su amada, y esta vez confinado al presidio de la isla de Mezcala. Otra vez libre, gracias a las gestiones de su madre, partió en busca de la Sierra de Alica. Todas las haciendas de la región le cerraron las puertas por instigaciones de Ricarda Torres, que se sentía ofendida.

Aguijoneado por tenaz persecución, y esquivándola, recorrió varios centros rurales hasta que logró reunir un grupo armado. Un militar de nombre Simón Mariles salió a batirlo, pero al no encontrarlo mandó azotar a la madre de Lozada en la plaza pública. Éste cayó a poco sobre Mariles, lo mandó fusilar después de haberle dado tormento y libertó a sus soldados. A partir de entonces comenzó a tener gran popularidad entre campesinos y vaqueros.

La casa comercial Barrón, Forbes y Cía., de capital inglés, establecida en Tepic, logró conquistar al guerrillero, por mediación de Carlos Rivas, prominente vecino, proporcionándole dinero, armas y parque, con lo cual desde 1857 hostilizó a las tropas del gobierno. El 25 de octubre de ese año tomó Ixtlán, y derrotó más tarde, en el rancho El Ocotillo, al teniente coronel José María Sánchez Román. En septiembre de 1859 dispersó a la tropa del coronel Valenzuela en San Leonel; el 2 de noviembre sitió y asaltó Tepic después de siete días de combates, dominando gran parte de Jalisco, Sinaloa y lo que hoy es el estado de Nayarit. El 7 de abril de 1860 fue vencido por el general liberal Antonio Rojas en barranca Blanca, y en mayo por éste y por Ramón Corona. El gobernador de Jalisco, general Pedro Ogazón, mandó arrasar los pueblos de San Luis, Tequepexpan y Pochotitlán por considerarlos centros principales de la rebelión. Tanto éste como el presidente Benito Juárez expidieron decretos poniendo fuera de la ley a Manuel Lozada y a sus segundos Carlos Rivas, Fernando García de la Cadena Lindoro Cajiga. Pero apenas había transcurrido un mes desde el combate de Golondrinas, cuando los lozadistas amenazaban ocupar nuevamente sus anteriores posiciones.
 
En 1861 una fuerza de 3 mil hombres salió a perseguirlo: la Sección de Tepic y los batallones de “Mina”, “Morelos”, “Guerrero” y “Lanceros de Jalisco”, a las órdenes de los coroneles Rojas, Corona y Anacleto Herrera y Cairo. Mientras penetraban a las montañas en tres columnas, el gobierno pidió a los gobernadores de Sinaloa, Durango y Zacatecas que detuvieran a los sublevados en el límite de sus entidades o se internaran en la sierra para combatirlos. Duros combates se sucedieron durante nueve días en el Paso de Alica, quedando dispersos los lozadeños; pero reorganizados tomaron Tepic, y en mayo de 1861 entró Lozada a San Pedro Lagunillas, donde cometió toda índole de excesos. Ogazón salió a su encuentro, teniendo recios y comprometidos combates en Aguacapan, donde después de vencerlo le ofreció un convenio, pues acababan de llegar a Veracruz las escuadras francesa, española e inglesa, y era imperioso concertar la paz en el interior del país. El 20 de enero de 1862, Carlos Rivas, a nombre de Lozada, y Rafael Valle, representante de Ogazón, firmaron los Tratados de Pochotitlán, por los cuales se acordó disolver los contingentes de Lozada y derogar todas las posiciones las posiciones dictadas en su contra; no perseguir a nadie por cuestiones políticas, nombrar autoridades neutrales en el cantón de Tepic y asumir oficialmente la defensa de los indígenas en las cuestiones de tierras con las haciendas colindantes. Pero como pasaron los meses sin que esas condiciones se cumplieran y Corona tuvo tres encuentros con los lozadeños (en las faldas del Ceboruco, el 30 de mayo, y en otros sitios, el 2 de julio y el 1° de agosto), Lozada recuperó Tepic y volvió a imponerse en todo el cantón.
 
El 15 de agosto de 1863 Lozada firmó en su cuartel de San Luis el Acta de Adhesión al Imperio, porque todos sus enemigos pertenecían l partido liberal y por los compromisos políticos que había contraído con los conservadores. Más tarde Maximiliano expidió las leyes agrarias, del 1° de noviembre de 1865 y del 16 de septiembre de 1866, le mandó regalar su espada de general y un retrato suyo (1864) e hizo que Napoleón III lo nombrara miembro de la “Legión de Honor” (1865), con todo lo cual se ganó sus simpatías personales. Fue así como Lozada coadyuvó en la toma de Mazatlán (noviembre d13 de 1864), al lado del comandante francés L. Kergrist, derrotando a Corona en Espinazo del Diablo (1° de enero de 1865), Concordia (1° de abril) y Cacolotan (18 de abril) y entrando triunfalmente de nuevo a Mazatlán. Mantuvo expedito el camino de Magdalena a Tepic y a San Blas, para que las comunicaciones con aquel puerto no se interrumpieran. El 24 de marzo de 1866 Lozada sorprendió en Guapicori al coronel Perfecto Guzmán, dispersando sus fuerzas, entró a Sinaloa y llegó a Concordia, donde fue atacado por Corona, quien tuvo que retirarse; pero como los imperiales no lo auxiliaron, volvió a Tepic (11 de abril).

Advertido, sin embargo, de que Maximiliano había perdido el apoyo de los franceses, el 11 de julio de 1866 Lozada se declaró neutral, abandonando la Comandancia Superior del Departamento de Tepic, o sea la jefatura de la campaña militar. Convertido en cacique de una inmensa región, organizó la administración pública y trató de resolver los problemas de los indios en materia de propiedad, pero el clero local atenuó sus intervenciones.

Restaurada la República, el presidente Juárez decretó el 7 de agosto de 1867 la erección de un Distrito Militar, dependiente del Gobierno Federal, en lugar del Cantón de Tepic, 7° del Estado de Jalisco, en contra de lo ordenado por la Constitución de 1857 y la local de Jalisco, nombrando jefe político a Juan San Román, quien había presidido una comisión enviada por Lozada a Juárez, reiterándole su reconocimiento como presidente de la República. Poco más tarde, la Casa Barrón, Forbes y Cía. Retiró su apoyo al cacique nayarita. En octubre de 1872 los coroneles Praxedis Núñez y Andrés Rosales, con mil hombres a su mando, desconocieron a su jefe Lozada y fueron a Guadalajara a unirse a Corona. Con este motivo la Presidencia acerca de estos sucesos a Manuel Rivas, jefe político del Distrito por licencia de San Román, quien envió una delegación ante Lerdo de Tejada. Éste les comunicó (11 de diciembre de 1872) que los fallos sobre tierras que había pronunciado el Comité de Estudios y Deslindes, organizado por las autoridades del Distrito Militar, no podían reconocerse, y que debía cesar la protección a los enemigos del gobierno, principalmente a Porfirio Díaz. Lozada convocó entonces a una asamblea popular en San Luis, ya reconstruído, de donde resultó el Plan Libertador de los pueblos de la Sierra de Alica (17 de enero de 1873), desconociendo a los poderes de la Unión. Es probable que en su texto haya tenido injerencia Porfirio Díaz, pues se reprodujeron algunos postulados del Plan de la Noria. Marchó Lozada sobre Guadalajara al mando del Ejército Mexicano Popular Restaurador, según designó a sus fuerzas armadas (6,000 hombres), atacó Tequila (25 de enero) y combatió contra Corona (2,240 hombres) en el rancho de la Mojonera, retirándose derrotado hacia Tepic. Perseguido por el general José Ceballos, con la Brigada Sinaloa, y conociéndose su escondite por testimonio de Rosales y un soldado anónimo, fu aprehendido el 15 de julio de 1873. Se le llevó a San Luis y luego a Tepic, donde fue condenado a muerte. Se le ejecutó en la Loma de los Metates el 19 de julio siguiente. Sus enemigos lo llamaron El Tigre de Alica por sus arbitrariedades, venganzas y crueldades; los indígenas lo tuvieron por caudillo y protector; los nayaritas lo consideran el autor de su independencia local, y no son pocos los autores que le atribuyen haber sido precursor del agrarismo.

(Tomado de: Enciclopedia de México)

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