El sitio que ocupa este palacio, en un principio fue de la familia de don Francisco de Córdoba, descendiente de los conquistadores; después pasó a ser propiedad de las monjas de Santa Brígida quienes pensaron edificar su convento, con el transcurso del tiempo fue comprado por el conde del Jaral de Berrio, casado con la condesa de San Mateo de Valparaíso.
Dice la leyenda que el conde mandó construir una hermosa residencia con derroche de lujo, para que su fortuna no fuera a parar a manos del pretendiente de su hija, que era un consumado derrochador, le ordenó al arquitecto Antonio Guerrero y Torres no se parara en gastos, el que llegó a terminar una de las residencias más altas de la Muy Noble y Leal ciudad de México, ubicada en la calle de san Francisco (avenida Madero 17).
Llama la atención esta maravilla de la arquitectura colonial, la escultura de dos hombrones que coronan la puerta principal; los adornos rococó de sus entrepaños, el mirador del último piso; el patio de magníficas proporciones y la esbelta arquería de sus corredores.
Al consumarse la independencia de México, pasó a ser residencia del emperador don Agustín de Iturbide, la que fue testigo de sucesos importantes relacionados con la historia. A la caída del imperio, el edificio fue destinado a los alumnos de la Escuela de Minas, después a oficinas públicas hasta que la adquirió don Anselmo Zaratuza para establecer un hotel con el nombre del consumador de la independencia.
Esta es la historia de la casa del Marqués del Jaral de Berrio, del Marqués de Moncada y del Conde de San Mateo de Valparaíso.
(Tomado de: Casasola, Gustavo – 6 Siglos de Historia Gráfica de México 1325-1976. Vol. 2. Editorial Gustavo Casasola, S.A. México, 1978)
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