miércoles, 25 de julio de 2018

Renato Leduc

Renato Leduc
(México, 16 de noviembre de 1898 - Ciudad de México, 2 de agosto de 1986)
 
 
 

Su profesión es la de periodista y sólo al margen de esa vocación, acaso porque desdeña el afán de hacer perdurables los sentimientos, ha escrito una poesía que se distingue muy incisivamente de la de sus contemporáneos. La burla con que a veces derrota su entusiasmo corre pareja con la gracia a la cual, también a veces, recurre en sus expresiones. De López Velarde y del colombiano Luis Carlos López, principalmente, Renato Leduc hizo derivar en un principio el léxico y las intenciones de su obra. Algo del gusto por desnudar la significación de ciertas experiencias remoza las intenciones de sus versos. Por eso mismo, algunos de sus poemas, particularmente inclinados a lo erótico, han sido impresos sin su nombre, y muchos, decididamente directos, se han conservado al través de los años en labios de amigos y desconocidos. Su poesía se aparta de las corrientes naturales de los últimos lustros y buena porción de ella, por ciertas razones, se aviene con la persistencia que otorga la tradición oral.

Libros de poesía:

El aula, etc… (1929).
Unos cuantos sonetos… (1932).
Algunos poemas (1933).
Algunos poemas deliberadamente románticos (1933).
Sonetos (1933).
Poema del Mar Caribe (1933).
Prometeo (1934).
Glosas (anticipo) (1935).
Breve glosa al Libro de Buen Amor ((1939).
Odiseo (1940).
Versos y poemas (1940).
XV fabulillas de animales, niños y espantos (1957).
Catorce poemas burocráticos y un corrido reaccionario (1963).
Fábulas y poemas (1966).



(Tomado de: Octavio Paz, Alí Chumacero, et al: Poesía en Movimiento, II)





Temas
 
No haremos obra perdurable. No
tenemos de la mosca la voluntad tenaz.

Mientras haya vigor
pasaremos revista
a cuanta niña vista
y calce regular…

Como Nerón, emperador
y mártir de moralistas cursis,
coronados de rosas
o cualquier otra flor de estación,
miraremos las cosas
detrás de una esmeralda de ilusión…

Va pasando de moda meditar.
Oh sabios, aprended un oficio.
Los temas trascendentes han quedado,
como Dios, retirados de servicio.
La ciencia… los salarios…
el arte… la mujer…
Problemas didascálicos, se tratan
cuando más, a la hora del cocktail.

¿Y el dolor? ¿y la muerte ineluctable…?
Asuntos de farmacia y notaría.
Una noche —la noche es más propicia—
vendrán con aspavientos de pariente,
pero ya nuestra trémula vejez
encogeráse de hombros, y si acaso,
murmurará cristianamente…

                                                  Pues...



 
El aula
 
 
El maestro de griego nos decía: Las palabras 
macularon su antigua pureza. Las palabras
fueron antes más bellas... Las palabras...

Y la voz del maestro se quedaba prendida
de una tela de araña.
Y un muchacho con cara de Hamlet repetía:
Palabras... Palabras... Palabras...

Pequeños refranes: El que calla otorga.
Oh amada,
que calzas tus frases con chanclos de goma,
pero nunca otorgas.

¿Conoces la nueva? 
El silencio es oro, la palabra es plata.
Ergo, pignorables.
Y existen palabras que solo se dicen
en casos fortuitos,
como la palabra del Abracadabra...

El maestro sigue diciendo palabras.
El arte... la ciencia...
Algunas abstrusas, algunas preclaras.

El muchacho con cara de Hamlet, bosteza;
y fuera del aula,
un pájaro canta
silencios de oro
en campo de plata...





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