44
¿Cómo influyó la
expulsión de los jesuitas en la conformación de la Independencia mexicana?
La expulsión
de los jesuitas provocó un descontento generalizado que permeó las distintas
capas de las esferas sociales novohispanas. En la Nueva España, las élites
recibían educación de los jesuitas, quienes además promovían el culto a la
Virgen de Guadalupe. La expulsión tuvo severas consecuencias morales en la
población, pues una vez más la imposición venía de las autoridades metropolitanas.
Contrario a las costumbres de las tres órdenes mendicantes (franciscanos,
dominicos y agustinos), los jesuitas formaban sociedades autosuficientes que
producían sus propias fuentes de abasto y se interesaban en la obtención de
propiedades. Esto era mal visto, pues se consideraba que tales iniciativas
contradecían la parquedad característica de las congregaciones religiosas.
En 1767
España impidió la permanencia de los jesuitas en territorio americano. Esto
redujo considerablemente los recursos y los lugares intelectuales del
patriotismo criollo, justo en el momento en que la ilustración aportaba nuevas
ideas acerca de la historia. Los jesuitas ejercían una fuerte influencia sobre
las opiniones y las actividades políticas. Esta cualidad les ganó el odio de
los tiranos anticlericales. Entre 1760 y 1770 los jesuitas tuvieron que
abandonar los distintos puntos en los que se encontraban. Carlos III de España
había designado para la operación el envío de carrozas que conducían a los
religiosos a los puertos para embarcarlos y enviarlos lejos lo antes posible. Lo
mismo sucedió con los jesuitas en México. El virrey fue amenazado de muerte si
permitía que uno solo de los religiosos se quedara en el país, pues eran ante
todo una fuente de divulgación del poder y los educadores de la elite criolla.
La edad de oro de los jesuitas en México fue de 1700 a 1767, cuando surgieron
eruditos notables como Francisco Javier Alegre (1729-1788), Francisco Javier
Clavijero (1731-1787), y Andrés Cavo (1739-1802).
El 2 de junio
de 1767, antes del amanecer, un grupo de funcionarios reales penetraron en sus
conventos y tomaron a los 678 miembros de la orden para obligarlos a dirigirse
a Veracruz- en el momento en que se dio a conocer la noticia, un sinnúmero de
personas se reunió para asistir al éxodo. La comitiva tuvo que abrirse paso a
golpes. En diversos pueblos hubo revueltas que terminaron en 90 ejecuciones. En
abril de 1768 la Inquisición recibió una carta firmada por los “Pobres
Cristianos de Puebla”, advirtiendo del armamento popular en defensa de su
religión. Se discutieron las medidas necesarias para extirpar el “fanatismo”
que se había desencadenado a partir de la expulsión de la orden.
Los diputados
hispanoamericanos de las Cortes de Cádiz nunca lograron obtener el apoyo de sus
compañeros para hacer que los jesuitas regresaran.
Los jesuitas
dirigían 103 misiones indígenas y 23 colegios, en donde eran irremplazables.
Cuando llegaron deportados a Europa, ningún país quiso recibirlos.
Tuvieron que
navegar largo tiempo por el Mar Mediterráneo hasta que encontraron un refugio
temporal en la isla de Córcega, en el sur de Francia. Lo que resulta curioso es
que una de las ciudades más importantes de América tuvo que recurrir de manera
casi clandestina a un jesuita exiliado, Francisco Javier Clavijero, para que
escribiera una historia acerca de la Nueva España en defensa de las teorías
antiamericanistas que circulaban en Europa. En el exilio jesuita fue donde el
patriotismo criollo pudo enfrentarse a los golpes ideológicos de la Ilustración
europea. Gran parte de los jesuitas exiliados no fueron hombres que ignoraran
los avances del conocimiento; por el contrario, eran hombres que tenían
conocimiento de las novedades científicas, de las corrientes filosóficas y de
la misma historiografía del siglo XVIII europeo. Los jesuitas tuvieron la
intuición suficiente para reconocer que era necesario dejar atrás la cultura
barroca en la que estaba impregnada la sociedad novohispana durante el siglo
XVII.
Esta ruptura
en la vida cotidiana de la Nueva España ayudó a incrementar el descontento
frente a las autoridades españolas. Abad y Queipo había previsto que la
remoción de la orden sería una amenaza que debilitaría los vínculos de lealtad
que estaban en el corazón y en la mente de la clase más baja. Las protestas en
contra del acto demostraban hasta qué punto implícita o explícitamente el
pueblo se había separado ya de la figura de autoridad a la cual estaba cansado
de someterse.
(Tomado de:
Cecilia Pacheco - 101 preguntas sobre la independencia de México. Grijalbo
Random House Mondadori, S.A. de C.V., México, D.F., 2009)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario