Donde más manifiestamente hay formal idolatría, es al fin de
las aguas, con las primicias de una semilla menuda más que mostaza, que llaman
huautli, porque también el demonio quiere que le ofrezcan primicias: es pues esta
semilla más temprana, endurece y sazonarse que otra ninguna, y así la cogen
cuando el maíz que llaman temprano o nemesina empieza a espigar, que en tierras
calientes sucede en dos meses; desta semilla hacen una bebida como poleadas
para beberla fría, y hacen también unos bollos, que en la lengua llaman tzoalli, y éstos comen cocidos al modo
de sus tortillas.
La idolatría está en que acción de gracias de que se haya
sazonado, de lo primero que cogen bien molido y amasado, hacen unos ídolos de
figura humana de tamaño de una cuarta de vara poco más o menos; para el día que
los forman tienen preparado mucho de su vino, y en estando hechos los ídolos y
cocidos los ponen en sus oratorios, como si colocaran alguna imagen, y
poniéndoles candelas e incienso les ofrecen entre sus ramilletes del vino preparado
para la dedicación, o en los tecomatillos supersticiosos arriba referidos, o si
no los tienen en otros escogidos, y para esto se juntan todos los de aquella
parcialidad que es la cofradía de Bercebú,
y sentados en rueda con mucho aplauso, puestos los tecomates y ramilletes
delante de los dichos ídolos, empieza en su honra y alabanza, y en la del
demonio, la música del teponaztli que
es un tambor todo de palo, y con él se acompaña la canturia de los ancianos, y
cuando ya han tañido y cantado lo que tienen de costumbre, llegan los dueños de
la ofrenda y los más principales, y en señal de sacrificio derraman de aquel
vino que habían puesto en los tecomatillos, o parte o todo delante los
idolillos del huautli, y esta acción
llaman tlatotoyahua, y luego empiezan
todos a beber lo que quedó en los dichos tecomates primero, y luego dan tras
las ollas hasta acabarse, y sus juicios con ellas, y siguiéndose lo que suele
de idolatrías y borracheras. Empero los dueños de los idolillos, los guardan
con cuidado para el día siguiente, en el cual juntos todos los de la fiesta en
el dicho oratorio, repartiendo los idolillos a pedazos como por reliquias se
los comen entre todos.
Este hecho prueba muy bien las grandísimas ansias y
diligencias del demonio, en continuación de aquel su primer pecado, origen de
toda soberbia de querer ser semejante a Dios nuestro Señor, pues aun en los
misterios de nuestra Redención trabaja tanto por imitarle, pues en lo que acabo
de referir se ve tan al vivo envidiado y imitado el singularísimo misterio del
Santísimo Sacramento del Altar, en el cual recopilando nuestro Señor los
beneficios de nuestra redención dispuso que verdaderísimamente le comiésemos, y
el demonio, simia, enemigo de todo lo bueno aliña como estos desventurados le
coman, o se dejen apoderar dél comiéndole en aquellos idolillos.
(Tomado de: Hernando Ruiz de Alarcón – Tratado de las
supersticiones y costumbres gentílicas que hoy viven entre los indios naturales
desta Nueva España. Colección 100 de México, Secretaría de Educación Pública,
México, D.F., 1988)
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